David Jiménez Torres: «Hay una especie de mal dormir eterno que ha acompañado a la humanidad en su paso por este planeta»

Reconoce que escribir esto lo ha reconciliado en parte consigo mismo. David Jiménez Torres (Madrid, 1986) ha publicado un compacto, interesante y valioso libro. Se trata de «El mal dormir. Un ensayo sobre el sueño, la vigilia y el cansancio» (Libros del Asteroide, 2022).

En este texto de 150 páginas, este escritor, ensayista y actualmente investigador de la Universidad Complutense de Madrid se sumerge primero en su propia historia, la de un hombre que tiene problemas para «dormir bien» casi desde que tiene uso de razón y, en segundo lugar, en un inconveniente que, aunque reconoce es «el mal menor en el mapamundi de las dolencias que afecta a la humanidad», vaya que le hace pasar malos ratos a millones: el insomnio.

Un jurado integrado por personalidades de la talla de Leila Guerriero, Jordi Amat, Daniel Capó, Daniel Gascón y Luis Solano otorgó el I Premio de No Ficción Libros del Asteroide a “El mal dormir”, un texto escrito con un lenguaje sumamente fresco y nutrido de citas a personajes literarios y obras de grandes autores que resultarán conocidos no solo para el público español, sino para los mal durmientes en todo el planeta.

A continuación, nuestra charla con David Jiménez Torres sobre su libro:

Quisiera empezar dándole una vuelta al título de tu ensayo. ¿Qué entiende David Jiménez Torres por el buen dormir?

Bueno, ahí sí me puedo remitir a cierto consenso médico/clínico que dice que la mayoría de nosotros necesita dormir por las noches entre siete u ocho horas. Es lo que nuestros cuerpos necesitan, y es muy raro, estadísticamente casi insignificante, el porcentaje de la población que necesita mucho menos que eso. Aunque es verdad que el ser humano puede sobrevivir con mucho menos sueño. La privación de sueño crónica, o sea, que uno pueda dormir cuatro, cinco o seis horas durante periodos largos de tiempo, o incluso –lo que nos pasa a muchos—dormir de lunes a jueves cinco horas y luego compensar el fin de semana. Nuestro cuerpo puede aguantar eso, y lo puede hacer con cierta lucidez y productividad, pero a largo plazo esto genera problemas de salud. Las consecuencias de la falta de sueño no son solo al día siguiente, sino que también acumulativas a lo largo del tiempo. Entonces, buen dormir sería una cuestión básica de horas y también que en esas horas se puedan desarrollar los ciclos de REM y NREM que serían normales.

Mencionas en tu libro que tus problemas con el dormir datan de mucho tiempo atrás, casi desde la infancia. ¿En qué momento pensaste que este sería un buen tema para un ensayo?

Eso fue mucho más reciente. Yo era consciente de que siempre había tenido problemas de sueño, pero la idea de que esto era algo sobre lo que podía escribir es de hace un par de años, y fue cuando me di cuenta que esto era una parte importante de mi vida y sin embargo nunca había escrito sobre ello, ni siquiera en diarios, o ya sea en personajes de un cuento. Nada de mi faceta literaria se había ocupado de esto que para mí era importante. Y me di cuenta de que pasaba esto porque yo también tenía la intuición, que creo que compartimos muchos, de que no hay tanto interesante por contar sobre los problemas de sueño, sobre todo si no es un insomnio muy severo o crónico. Por ejemplo, en el libro cito trabajos como los de Elizabeth Bishop sobre un insomnio muy severo, o Marina Benjamin, que también tiene un insomnio más severo que el mío. Ese tipo de insomnios más graves, de gente que tiene grandes dificultades para dormir más de dos o tres horas por noche, que te puede destrozar la vida literalmente, como toda experiencia extrema, merece atención literaria. Pero esta especie de zona gris que habito junto a la mayoría de mal durmientes, entre el insomnio severo y la ausencia de problemas de sueño, pues parece como que no tiene cosas interesantes que decir. Y para gente como yo, que estaba buscando estímulos para volver a desarrollar una labor literaria, es estimulante la idea de ‘¿creemos que no se puede decir nada sobre esto? Pues a ver si yo lo consigo’.

Comete uno el error de asociar el mal dormir a los abuelos, que se despiertan muy temprano y van rondando por la casa. ¿Hay cifras y estadísticas que digan que existen jóvenes que duermen mal, no necesariamente porque se amanezcan en las discotecas?

No soy experto en sueño. Lo que puedo hacer es actuar de ventrílocuo de lo que he visto en los libros y papers que he leído para preparar mi ensayo. En el trabajo de Mathew Walker, que es un libro de 2018 que me funcionó como fuente, él señala que lo que pasa con los adolescentes es que, por los cambios hormonales que están ocurriendo en nuestro cerebro, pasamos a tener un cronotipo –un ciclo de sueño—más tardío de lo habitual. Por eso a muchos adolescentes les cuesta dormirse antes de la una, dos o tres de la mañana, y por eso van muy cansados a la escuela o universidad. Luego, de manera natural, ya como parte del tránsito definitivo a nuestro cuerpo adulto, eso se re equilibra, y volvemos a un ritmo de sueño normal. Pero es que hay mucha gente a la que se le desplaza el horario y luego no vuelve, que somos los que nos acabamos quedando con esto del cronotipo vespertino o del tipo búho. Entonces, sobre lo que señalas, en teoría hay una base biológica mediante la cual a los adolescentes no es tanto que les cueste dormir, sino que les cuesta hacerlo en los horarios en que deberían. Y que está explicado en la experiencia escolar que muchos tenemos, cuando las primeras horas nos quedábamos dormidos en clase.

Veo que varios de tus libros son sobre temas políticos, de actualidad, y este es el primero sobre un tema que te toca tan personalmente. ¿Qué de particular tiene escribir sobre un tema que no solo te interesa, sino que además te afecta directamente?

Además de mis trabajos de análisis político o de investigación histórica, también tengo un par de novelas publicadas. Para bien o para mal, me interesan tipos de escrituras muy heterogéneos. Y además no me gusta mezclarlos. Si escribo un ensayo político quiero que sea eso, si es un trabajo de investigación académica, que sea en los registros propias de esta, si es una novela que sea realista, aunque claramente ficción, pues que sea así. Esto de ir entremezclar géneros en una misma obra a mí me interesa muy poco, porque me gusta precisamente el desafío de trabajar dentro de las convenciones de un género. Y me gusta intentar hacerlo bien dentro de unos códigos relativamente establecidos. Y en este caso era probar un género distinto, el del ensayo literario, que es un género muy libre, puedo utilizar herramientas de un trabajo más de ficción, una cosa más lírica, citar cosas más testimoniales, pero también puedo emplear herramientas conceptuales de lo que es mi investigación académica, es decir, cómo busco fuentes y cómo las proceso. En el libro hay bastante de argumento histórico, de la historia del sueño, o sea, lo que yo he aprendido sobre análisis histórico en mi faceta académica pues también lo incorporo aquí. Hasta cierto punto te diría que este es mi libro más libre, porque el propio género en sí lo es, y se presta a muchas herramientas distintas trabajando a la vez. Y eso puede salir muy mal, claro, porque puede salirte una obra bastante heterogénea, pero el desafío es intentar integrar todo.

En tu libro hay varias referencias, de todo, inclusive un compatriota mío, Alfredo Bryce Echenique. ¿Llegaste a él por este ensayo o ya lo habías leído tiempo atrás?

Bueno, de él había leído “Un mundo para Julius” a los 18 o 19 años y recuerdo que me impactó mucho. No había vuelto a leer nada de suyo hasta que empecé a preparar este ensayo y a buscar bibliografía, gente que hubiera escrito acerca de problemas de sueño, y precisamente uno de los primeros que surgió fue “Reo de nocturnidad”. El libro me gustó mucho, pero también tuve una lectura muy dirigida, en el sentido de que yo estaba buscando algo en ese texto, y parte de lo que extraigo es esta maravillosa cita, ‘el desconsuelo de que a nadie le importe el insomnio extraoficial’. También es verdad que me parece que el protagonista de esa obra tiene un tipo de insomnio más severo que el que yo quería explorar, pero si me preguntas específicamente sobre Bryce Echenique, pues está mi admiración por la obra canónica, y luego esta siguiente lectura ha sido un poco más instrumental, aunque me ha sido muy útil para mi libro.

En el universo de productos que buscan mantenernos despiertos o revitalizarnos de energías a los que dormimos mal, ¿qué sitio ocupan elementos como el café y el Red Bull, del cual hay muchísimos intentos por copiarlo alrededor del mundo?

Con diferencia en términos cuantitativos, el rey es el café, sin duda alguna. En el libro recojo estadísticas de que es el producto más comercializado después del petróleo. Sobre todo, después de los años noventa hay toda una cultura creada alrededor suyo, es una parte casi integral de nuestros ritmos sociales. Y digo desde los años noventa porque lo pienso en términos pop. Por ejemplo, en la serie “Friends”, casi toda la vida de estos amigos se realiza en este café en el que se reúnen, pero evidentemente la vida de los cafés europeos es muy anterior, y además es una parte muy central de la parte cultural e intelectual de Europa. Entonces, a mí me parece que el café es casi imposible de desimbricar de nuestra cultura, hasta un punto que en realidad no parece guardar una relación necesariamente solo con la somnolencia, sino que es casi un rito social en sí mismo. Tengo la impresión de que la gente cuando lo tomaba en épocas anteriores no era tan consciente. Sabían que era un estimulante, claro, pero la idea de cuánto tarda tu tiempo en degradar la cafeína para que puedas dormirte después de tomar un café, creo que se ha sabido de manera mucho más reciente. Así que digamos que el café trasciende los problemas de sueño, sin embargo, hoy está muy integrado a nuestro ciclo de productividad: lo tomamos en la mañana para despertar, llegar al trabajo y ser productivos; después de almuerzo para continuar siendo productivos por la tarde, así que está muy integrado en la lucha contra la somnolencia. Luego, hay cierto problema que yo he vivido. Antes de ponerme a examinar esto de una forma más detallada, no era consciente de cuánto tarda el cuerpo en purgar la cafeína del café, por lo que seguía tomándolo hasta muy tarde y eso me impedía a la vez dormirme, con lo cual estaba más cansado al día siguiente. O sea, es muy fácil caer en el círculo vicioso de la cafeína.

Ahora, sobre el Red Bull hay algo muy interesante sobre todo desde el punto de vista cultural, de cómo se ha vendido. La idea de que es una cosa más dirigida a jóvenes, mientras que el café no. Recuerdo intuitivamente en mi carrera, pensar que lo que tenía que tomar era Red Bull o sucedáneos, Monster, etc., mientras que el café ya era para adultos de verdad. Y todo esto responde al marketing, pues no hay nada que indique que un segmento de edad tenga que tomarlo en lugar del otro. Pero bueno, supongo que todo esto remite a la cuestión más amplia de estas industrias del mal dormir, que en algunos casos se centran solo en los problemas de sueño, y en otros entran casi en un nivel de ‘estilo de vida’.

Coincidimos en un detalle: nuestras respectivas esposas podrían dormirse dos días seguidos sin problemas, a diferencia de nosotros que la pasamos mal. ¿Te detuviste en algún momento de tu relación a pensar por qué? ¿Acaso ella vino ‘bien’ y tú ‘fallado’? ¿Acaso ella está sana y tú enfermo?

Sí, pero tal vez por mi propia personalidad había esta consciencia de una arbitrariedad cósmica.  La idea de que era su cuerpo el que podía dormir, como podía ser cualquier otro, lo que pasa es que el cuerpo de la persona amada pues lo tienes al lado, y entonces se convierte en la cristalización o el ícono más claro del hecho de que ‘algunos sí y otros no’. No es solo esa persona sino lo que ese cuerpo durmiente representa. Y en ese sentido se presta a una de las experiencias fundamentales del mal durmiente: hay una norma secreta del universo, que uno no sabe cómo funciona, pero sabe que es lo que significa que tú no puedas y otros sí. Aquí también hay una historia cultural y literaria de esto. En mi libro cito un monólogo de un personaje de Shakespeare, Enrique IV, que se pregunta: ¿por qué mis súbditos más pobres sí pueden dormir y yo que lo tengo todo no? Esta pregunta cósmica de qué es lo que hace que la humanidad se divida de esta manera.

Y, por otro lado, entrando al territorio del amor, en el libro cito la idea de que hay una diferencia en la humanidad entre los que pueden dormir y los que no. Y es una de las grandes divisiones de la raza humana. Esta idea de que hay un elemento de tu experiencia que el ser amado, por mucho que quiera o intente, no puede transferir. No es como ver una película juntos que puedes compartir, aunque luego a algunos sí les guste y a otros no, en este caso hablamos de algo incomunicable, intransferible. Hay habitaciones de tu alma, de tu ser, a los que jamás va a poder acceder. Y viceversa.

David Jiménez Torres responde sobre su ensayo publicado por Libros del Asteroide.

¿Por qué dices que la lectura en vigilia es una lectura triste?

Porque, volviendo a la idea de que he querido escribir sobre las experiencias del mal durmiente, yo creo que una de estas es la sensación de fracaso cuando no te estás pudiendo dormir, que tiene una continuación lógica en el fracaso, de cuando enciendes la luz y dices: llevo 45 minutos dando vueltas y no puedo dormir, entonces voy a intentar leer. Esto para los que nos gusta la lectura, presenta un lado positivo porque lees más, pero al menos en mi caso, la conciencia de fracaso doble no se va: yo estoy pudiendo disfrutar de la lectura, pero siempre hay como una especie de manto de tristeza hasta cierto punto porque esta lectura no es como debería ser. Y a veces también es como una lectura distraída, porque si no estás muy metido en el libro, siempre hay una vocecita detrás de tu cabeza que te recuerda que cada minuto que pasas leyendo es uno que no pasas durmiendo y, entonces, el reloj de arena cae, y cuanto más leas, más cansado estarás al día siguiente.

Un buen durmiente se emociona cuando tiene vacaciones porque quizás viaja, disfruta o duerme. ¿Qué le ocurre a un mal durmiente?

Para mí es una fuente de ansiedad, en el sentido de que yo puedo organizar a lo mejor un gran viaje, a un sitio al que queramos ir, tal vez al norte de Italia, y sin embargo soy consciente de que si no consigo dormir bien durante ese viaje este será un fracaso, porque estaré cansado, irascible, no lograré disfrutar de los sitios, no estaré concentrado en los museos, en las catedrales, mi capacidad de goce estético se verá afectada, no seré un buen compañero de viaje para la persona con la que esté, y en ese sentido pues también las vacaciones significan una fuente de ansiedad. Yo entiendo que para muchas personas con problemas de sueño las vacaciones con el momento en el que, desaparecido el stress, la ansiedad, la obligación de levantarte muy temprano, suele ser una etapa de recuperar sueño, y por lo general esto ocurre. Pero todo lo que es la preparación, o sea, el momento de verlo en el horizonte, al menos en mi caso nunca está demasiado ausente la ansiedad por la noche mal dormida futura.

Mencionas en el libro tu experiencia como padre primerizo y yo quería preguntarte lo siguiente: somos conscientes de que vivimos en un mundo casi invadido por las pantallas, celular, Tablet y computadoras. ¿Qué les espera a los niños a futuro en términos de sueño?

 A mí me es cómodo aquí caer en cierto tipo de incertidumbre. Si hace treinta años era difícil saber hasta qué punto nuestra vida iba a cambiar con estos teléfonos pequeñitos que íbamos a inventar, pues quién sabe qué ocurrirá dentro de los próximos treinta años. A lo mejor las técnicas para suprimir los problemas de sueño se desarrollan muchísimo y lo que veamos, en vez de un amento de los problemas de sueño por la hiperactividad y eso, sea una reducción porque se vaya depurando lo que es la medicina del sueño. También es interesante, claro, si yo pienso en mis problemas de sueño, no siento que estos hayan sido afectados por la híper-conectividad ni por los mecanismos contemporáneos, porque yo sé que siempre los he tenido. Tengo la suficiente edad para recordar qué era la vida antes de Internet y de los Smartphones, y sé que yo ya dormía mal entonces. Entiendo que alguien con 25 años no puede hacer ese ejercicio, porque no sabe cómo habría dormido en un mundo pre-iPhone. Sin embargo, es interesante que pienso en eso, pero a la vez lo comparo con hasta qué punto la paternidad sí que ha destruido el poco sueño que tenía, porque ahora mismo estoy con un ratio de despertarme a lo mejor cuatro veces por la noche, con lo cual la paternidad o la maternidad, que es probablemente lo más básico de nuestra biología, algo a lo que nuestra especie está acostumbrada desde el principio de los tiempos, me está afectando muchos más que todos los últimos desarrollos tecnológicos de la contemporaneidad. Y creo que es algo en general que debemos tener en cuenta cuando hablamos del sueño: es verdad que el mundo contemporáneo es muy distinto de cualquier otra época, pero también es cierto que hay una especie de mal dormir eterno que ha ido acompañando a la humanidad en su paso por este planeta, y esa tensión entre lo que siempre ha estado ahí y lo que ahora está de novedoso pues también es muy interesante y creo que vale la pena reflexionar sobre ello.

¿Qué tan conscientes somos de la relación entre mal dormir y depresión? Porque mucha gente no culpa al mal dormir de esto.

Nuevamente, solo puedo citar lo que he visto en varios sitios: hay una conexión, personas con problemas de sueño tienen más propensión a desarrollar trastornos depresivos, y viceversa, con lo cual hay una cierta lógica de ‘el huevo o la gallina’. ¿Cuál fue primero? No lo sé, pero en cualquier caso no es nada bueno. Y luego es interesante en términos históricos: por ejemplo, ahora vemos picos históricos de depresión. El porcentaje de gente que declara haber tenido problemas de depresión es mucho más alto de lo que era hace veinte o cincuenta años. Entonces, la cuestión para los historiadores es: ¿acaso nuestros abuelos no se deprimían? Probablemente sí, lo que pasa es que no tenían el vocabulario para reconocerlo como tal, y a lo mejor tenían otros problemas como la guerra, la enfermedad o el hambre. Digamos que en su lista de prioridades (la depresión) tal vez era un problema algo menor, y muchas veces algunos podían aguantar décadas con dichos problemas. El suicidio no es para nada nuevo en nuestra especie. Entonces con el insomnio ocurre algo parecido: es difícil saber si esto es más prevalente ahora o es que acaso hoy empezamos a tener el vocabulario y las herramientas para describir algo que nuestros antepasados también tenían. Y a mí esa idea de fenómenos que se pierden empíricamente me resulta interesante, sobre todo porque mientras no inventemos una máquina del tiempo será imposible llegar a una conclusión clara. Yo recuerdo a un profesor de historia en la carrera que nos decía que leyendo los diarios de Abraham Lincoln era muy fácil reconocer que estaba deprimido durante grandes etapas de su vida, pero no lo reconocía como tal. Cuando él cuenta las imágenes que se le vienen a la cabeza, las fantasías con su propia muerte, las cosas mórbidas de ver árboles y solo imaginar a gente colgando de ellos. Un psicólogo hoy en día puede reconocer eso como síntomas de depresión, pero Lincoln no sabía que estaba deprimido. Entonces, si hiciéramos un ejercicio parecido con el mal dormir, seguramente nos encontraríamos a muchos insomnes en el pasado que no lo reconocían como tal.

Dentro de todo lo malo que has encontrado en tu investigación, ¿identificas algo positivo de tu experiencia como mal durmiente?

Yo aquí solo puedo hablar por mí mismo. Lo que me preguntas son cuestiones de temperamento. Yo conozco a gente que intenta ver las cosas positivas, como la lectura. No sé, el acceso a experiencias que son inaccesibles para el resto de la humanidad. En mi caso, reivindico el derecho de los mal durmientes a no verle el lado positivo y a sentirse cabreados (molestos) por esta especie de injusticia cósmica que nos ha tocado. Si alguien quiere hacer el ejercicio de buscarle el lado positivo a todo esto, pues estupendo, pero no hay una obligación y tampoco es necesario para hacer las paces. Ahora mismo, tras escribir este libro, estoy un poco más reconciliado con mi mal dormir, no porque le vea un lado positivo, sino porque a través de la escritura he confrontado esta experiencia, y esto me ha aportado mucho y ha sido muy terapéutico en cierto sentido. Entonces, no es obligatorio proyectar un pensamiento positivo sobre esto para aprender a vivir mejor como mal durmientes.

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