Charles Walker: «La de Juan Bautista Túpac Amaru es una historia de mucha inspiración»

Considerado el alzamiento más importante en la historia de dominio español en América, la rebelión de Túpac Amaru II tuvo a personajes claves que aún hoy siguen siendo objeto de estudio en escuelas y universidades. Pero más allá de José Gabriel Condorcanqui Noguera y Micaela Bastidas, hubo un nombre que tal vez pasó inicialmente desapercibido, pero que hoy encuentra una oportunidad de darse a conocer de la forma más inesperada: mediante un cómic.

Hablamos de Juan Bautista Túpac Amaru, el hermano de José Gabriel, quien, tras su arresto fue trasladado de forma abusiva por distintos territorios, pasando casi medio siglo privado de su libertad. Cusco, el Callao, Río de Janeiro y Ceuta serían algunos de los destinos donde este personaje sobrevivió, para finalmente establecerse en Argentina en 1822. Desde allí, el hermano del gestor máximo de la rebelión ocurrida entre 1780 y 1783, escribiría unas memorias tan emotivas como nítidas bajo el título “Cuarenta años de cautiverio”.

Aquel texto autobiográfico, editado tiempo después por Francisco Loayza, es la base fundamental de “Witness to the Age of Revolution: The Odyssey of Juan Bautista Tupac Amaru”, el cómic de Charles Walker, ilustrado por Liz Clarke, ganador del Prose Award 2021, y que hace poco fue publicado en castellano por el sello Reservoir Books de Penguin Random House.

La odisea de Juan Bautista Túpac Amaru. Un testigo de la Era de las Revoluciones” es una fantástica historia gráfica que nos permite conocer los hechos más saltantes en la vida de un personaje singular. Para Walker –autor de algunos de los libros de historia peruana más populares en la última década—la premisa era poner siempre las imágenes por encima del texto.

El historiador estadounidense, quien considera a Juan Bautista “un antihéroe “porque logró celebridad casi “sin querer queriendo” se confiesa satisfecho con esta, su primera experiencia en las historietas. “Un cómic no es la solución para un escritor cansado que quiere publicar algo rápido. Esto requiere mucha investigación, escribir y re escribir”, refiere en esta extensa, pero didáctica entrevista.

¿Cómo dirías que se contaba el Perú en las historietas y cómics que has podido leer?

Los cómics, las historietas, pueden ser muy exageradas a veces, pero desde el primer momento quise que esta sea una obra bastante realista. Con muchos colores y movimiento, eso sí. Y creo que la gran ventaja de este libro es que los sitios donde transcurre son muy bellos (Cusco, Lima, Callao, Cádiz, Ceuta, Buenos Aires), lo cual facilitó las cosas.

¿Cómo llegaste por primera vez con el personaje de Juan Bautista Túpac Amaru?

Hay tres páginas sobre él en mi libro “La rebelión de Túpac Amaru”. Recuerdo que en un café una amiga me hizo mención a los varios lugares que transitaba la historia de Juan Bautista. Así que, ¿por qué no probar con un álbum visual? Yo no soy lector de cómics. Suelo bromear con que cuando voy a museos no veo los cuadros, sino que leo sus ‘cartelitos’. Pero tuve el gran apoyo de la editora de Oxford, Susan Ferber. Le encantó el proyecto de principio a fin.

Ceuta es un lugar de por sí muy especial…

Es verdad. Está frente a Gibraltar. Es algo muy colonial. Está Marruecos al lado. Parece la frontera entre México y Estados Unidos, con alambres. Es el único lugar del mundo donde sales del hostal, a la izquierda está el Ártico y a la derecha el Mediterráneo.

¿Te fue fácil encontrar información sobre Juan Bautista allí?

Felizmente me ayudaron varias personas pues solo no hubiera podido. Habría tenido que revisar ocho mil documentos con la esperanza de encontrar su nombre. Así que aprovechamos esa documentación para buscar dónde y cuándo vivió junto al padre Durán Martel. Sé que para algunos Juan Bautista nunca existió. Así que quise probar su estadía en Ceuta con dirección y todo.

¿Cuál es la diferencia entre este cómic y el publicado en inglés en 2020?

Está casi igualito. Es más, esta versión en castellano está mejorada porque el traductor Enrique Bossio y el equipo de Random House la editaron tan bien que terminamos encontrando algunos errores de fechas. En el cómic original, como carece de citas clásicas, yo fallaba a veces en atribuirle palabras a Juan Bautista cuando en realidad quien hablaba era Túpac Amaru. Asimismo, lo que no hemos incluido en la sección de contexto es la parte ‘Documentos Primarios’, pues casi todo está en Internet y no resultaba muy necesario.

Una de las páginas del cómic publicado por Reservoir Books.

¿Cuál crees que ha sido el principal acierto de tu compañera Liz Clarke al ilustrar esta historia?

Creo que captó todo increíblemente bien. Liz es sudafricana. La gente no lo creerá, pero ella jamás pisó Perú. Tiene seis o siete cómics en su haber. Su idea era la de un Cusco muy tropical, muy verde, con flores, pero le dije que no era así. Le mandé fotos mías y rápidamente captó todo. Ya sobre el diseño general, se buscó poco texto. La idea era guiar con los dibujos y minimizar lo escrito en el cómic. Siempre buscar que dominen las imágenes.

De acuerdo a lo que investigaste, ¿cómo podrías definir la personalidad de Juan Bautista teniendo en cuenta lo portentoso de la figura de su hermano?

Para mí Juan Bautista es un antihéroe, o sea, como alguien que llega a tener cierta fama, prominencia, pero sin querer queriendo. Nunca propuso ser un dirigente de la rebelión. No tuvo un papel mayor en la gesta de su hermano, y a pesar de eso tiene esa vida trágica, heroica, en el sentido de la persistencia. Recuerdo que en Cusco una vez alguien me dijo: “lo que vivió Juan Bautista fue una tragedia, ¡usted está romantizando las cosas!”. Pero no, en el cómic dice qué mal pasó su vida. Estuvo más de treinta años preso en Ceuta. Para mí, como te dije, es un antihéroe, y en lo personal me atrapó mucho. Sé que los autores no debemos enamorarnos de nuestros personajes, pero él me resulta notable por su sufrimiento, resistencia y persistencia.

Al momento de la rebelión él logra esconderse, pero es encontrado con algunas monedas. Y de pronto niega ser hermano de Túpac Amaru, incluso asegura ser analfabeto. ¿Esto acaso no desmerece su heroísmo y valentía?

No, porque era algo muy común en los juicios de entonces. Micaela Bastidas, por ejemplo, negaba tener un papel fundamental en la revuelta. Decía que su esposo le obligaba y la golpeaba. Algunos me decían: ¿por qué levantas tanto a un personaje así? Incluso un ladrón que roba una billetera lo niega pese a que lo tienes filmado. Esa es solo una táctica.

Entonces, ¿a qué se circunscribió exactamente el papel de Juan Bautista en la revolución?

Por un tiempo iba con su hermano. Llevaba su cama, como una especie de asistente. Lo que no sabemos es si Túpac Amaru quiso proteger a su hermanito sabiendo cómo sería la represión o simplemente no confiaba en él, porque lo cierto es que nunca fue un comandante ni le tuvo gran confianza.

Si quedaron varios prisioneros después de lo ocurrido, ¿qué propició, primero, que Juan Bautista no sea rápidamente asesinado y, segundo, que posterguen tanto la decisión con respecto a su situación?

Él tiene la mala suerte que ya un año después, terminada la rebelión, hay una campaña contra la familia extensa. Incluso llevan a gente al Cusco que no tiene nada que ver. Parientes lejanos, algunos que ni sabían. Supuestamente algunos provenientes de la ceja de selva. Los españoles querían deshacerse de cualquiera que tuviera la sangre de Túpac Amaru, y por eso existió esa caravana de la muerte en la que llevaron encadenados a todos de Cusco a Lima, donde incluso murió su mamá deshidratada.

¿En cuál de los países donde Juan Bautista estuvo prisionero crees que estuvo más cerca de la muerte?

Lo estuvo en varios momentos, pero tal vez más en el barco. Ahí murieron muchas personas. En el buque San Pedro de Alcántara estaba su hijo, Fernandito, y ahí ocurrió un naufragio, y varios de sus parientes murieron. Pero este libro se basa en sus memorias, publicadas en Argentina. Él cuenta ahí que nunca tuvo un momento fácil. En cada episodio de su vida sufrió maltrato o abusos. Por ejemplo, en Río, uno piensa que quizás descansó, pero no. Él estaba atado, en el sol y luego ante el frío, durante tres o cuatro meses. Apenas lo protegían unos trapos. Lo que sí, y eso digo en mi libro, es que Juan Bautista tuvo suerte de llegar a Ceuta, porque él no fue con los presos comunes, que eran los más violentos de España, sino como un confinado, o sea, alguien que podía moverse en la península, pero con libertad restringida. No estuvo en una celda 35 años como lo han descrito algunos. Se movía e inclusive logró la amistad de Durán Martel.

Tu título del cómic es “La odisea…” y de inmediato uno piensa en Homero. ¿Lo pensaste así para realzar esta experiencia tan dura que vivió Juan Bautista?

Tengo mucho respeto por un historiador llamado Francisco Loayza. Él usa el término odisea. Creo que Juan Bautista tuvo un viaje interminable, increíble, aunque sin una Penélope, pero sí creo que el término odisea es exacto.

El cómic está a la venta en librerías de todo el país. (Penguin Random House)

¿Por qué la vida de Juan Bautista no puede entenderse fuera de su famoso hermano?

Porque él no hizo nada en la rebelión y la ironía es que lo castigaron más fuerte por ser hermano, y al final lo salvan (llega a Argentina como héroe, le dan pensión, lo tratan bien y le pagan para que escriba sus memorias) precisamente por ese detalle. O sea, él no pudo ser un indígena más o una víctima más. Luego, en España no creían que fuera hermano de Túpac Amaru. Se burlaban y decían que, como muchos presos, inventaba historias.

En el cómic dices que las memorias de Juan Bautista fueron calificadas de anti españolas, pero a la vez entiendes que si alguien podía ser anti-español era precisamente él.

Claro. No sabemos si sus memorias salieron en 1825 o 1826, y algunos dicen ‘este es un tono muy anti España, muy de la Independencia’. Pero si alguien ha sufrido y puede odiar a España es precisamente él. Y en sus memorias dice, por ejemplo, que cuando estaba en Cádiz, preso, en una celda sin ver un ser humano por años, la Guardia Suiza lo trataba mucho mejor que los españoles.

Más allá de que en el cómic se describen todos los sometimientos a Juan Bautista Túpac Amaru, porque lo discriminaron, insultaron, agredieron y más, ¿cuál crees que es el espíritu de tu trabajo? Porque tampoco parece una historia triste…

No. Ya me han llamado la atención por esto. Para mí esta es una historia de mucha inspiración. Él tuvo una vida muy dura, claro. Fue alguien que termina más de treinta años preso, con castigos corporales, sufrimientos, que ve morir a su esposa en un barco (simplemente sacan su cadena y la tiran al mar), aunque tal vez su historia sería muy diferente si hubiera muerto desconocido en Ceuta. El hecho de que haya llegado a Buenos Aires, escrito sus memorias, escrito una carta bellísima a Simón Bolívar pidiendo el derecho de regresar a su patria, la tierra de los incas, me parece que de alguna forma enfrentó las dificultades y las superó.

Aunque él negó haber sido responsable de la rebelión y dijo ser analfabeto. El hecho de haber escrito sus memorias y que estas resulten tan detalladas, indican algo sobre su nivel de instrucción. ¿Qué podemos presumir sobre esto?

Este es un tema que trato mucho en el texto. La duda justificada es ¿cómo alguien como él, que dijo en el juicio no saber escribir, pudo producir unas memorias muy bien escritas y amenas? Y propongo dos argumentos. Primero, por su gran amigo, colega y compañero, el padre Durán Martel, un personaje de Huánuco muy importante en el libro. Los presos tienen tiempo, él tiene una educación de los agustinos, y seguramente ayudó a Juan Bautista un poco en la escritura. Y, segundo, ambos –desde antes de 1808– escribían cartas pidiendo su libertad. Diciendo ‘ya soy viejito, es injusto tener tanto tiempo encerrado’, y estas peticiones, que pude encontrar algunas en el archivo de Indias, con la ayuda de Luis Miguel Glave, eran una especie de borradores, donde contaba su historia. Incluso tú ves la narrativa, son versiones de un trabajo final. Se equivoca en algunas fechas, pero eso es lo más común. No tenía papeles, escribe de memoria. Tenía 75 años. Cualquiera podría equivocarse. Si escribía algo exacto pues parecería falso. Yo creo que –a lo largo del tiempo—Juan Bautista fue armando el discurso que finalmente plasmó en sus memorias, las que no son muy largas.

¿Es posible encontrar hoy esas memorias en librerías peruanas?

No, aunque hay varias ediciones. La mejor es la de Francisco Loayza de 1942 y luego una de 1945. Son ‘grandes’ libros chiquitos. Me gustaría poder sacar una nueva edición de sus memorias.

Mencionas algo más en tu libro que tiene que ver con su llegada a Argentina, en la parte final de su vida, y lo hace en un momento especial. Tras ganar su libertad, se da una especie de afinidad hacia lo incaico en dicho país…

Sí, hay un nacionalismo incaico. En Argentina hubo un periodo entre 1816 hasta aproximadamente su llegada a dicho país (1822), cuando todavía eran el virreinato del Rio de la Plata, eran un país con raíces andinas, y por razones ideológicas y también estrategias hablaron de imponer un rey. Que (porque) la Monarquía era mejor que la República, que (así) iban a evitar conflictos con los europeos, y hablan incluso de traer a Juan Bautista Túpac Amaru. Por eso en Argentina el billete tiene un sol inca, y mucha iconografía inca, que ha ido cambiando con los años, claro. Pero fue una especie de lucha del momento. Mientras algunos se burlaban, decían que cómo podía haber un rey en ojotas, otros no pensaban así. Yo pienso que Juan Bautista, sin embargo, no entendía bien por qué era conocido allí.

El cómic de Charles Walker y Liz Clarke,

Ese nacionalismo incaico, que quizás en Perú no ocurrió, salvo con Velasco…

Efectivamente. Hubo momentos de interés en Túpac Amaru. Pero hay que recordar la fase costeña de la Independencia, de Bolívar a Ayacucho. Túpac Amaru nunca fue un personaje ícono o símbolo, lo cual intriga mucho.

Percibes una tendencia a olvidar el rol de los incas en la constitución inicial de la Nación peruana. ¿Ves esto como un problema importante para entendernos un poco mejor?

No sé si tan importante, pero sí es muy indicativo que en Argentina tomen muy en cuenta a Túpac Amaru y los Incas, mientras aquí, en la fase costeña, mucho menos. Hay una que otra iconografía, pero no más. Es más bien en España donde hay un interés por Túpac Amaru en 1820. Los liberales españoles lo ven como símbolo, y por eso tuve la suerte de encontrar que periódicos liberales tienen en sus páginas artículos sobre Juan Bautista. Y pude acceder a estos a través de la Biblioteca Nacional.

¿Por qué crees que no se dieron las circunstancias para que Juan Bautista viaje de Argentina a Perú?

Eso es un misterio. Primero, su edad. Él dice que ya tiene ochenta años, aunque mi estimado es que tenía 78. Ha sufrido físicamente mucho durante toda su vida, por lo que llegar a esa edad ya era mucho. Él le escribe una carta a Bolívar pidiendo permiso para volver, o tal vez un apoyo económico, porque tampoco tenía mucho dinero. Para llegar a Argentina en un barco inglés, a través de Montevideo, fue muy difícil. Tuvo que pedir prestado. Ahora, ¿llegó la carta de Juan Bautista a las manos de Bolívar? No lo sé. Es muy posible. En esos años tan caóticos era difícil.

Un personaje clave en la segunda parte de la vida de Juan Bautista es el Fray Marcos Durán Martel. Solo él también daría material para un libro aparte…

Sin duda. En Argentina me preguntaban por qué no hay más libros sobre él. Ahora con los nuevos trabajos sobre Huánuco, gracias a autores como Marisa Bazán, se ha escrito más al respecto. Pero Durán Martel sí que merece un libro porque es uno de los dirigentes en un levantamiento muy violento por la independencia. No lo matan, para algunos porque es sacerdote, y termina en Ceuta y tiene una amistad increíble con Juan Bautista. Fue una amistad conmovedora que incluso me hizo llorar al informarme. Vivieron juntos. Había un amor total. A Durán Martel le dan permiso para irse y él dice: ‘no me voy a ir sin Juan Bautista’.

El trabajo de un historiador es muy intenso, de búsqueda, pero ya al momento de empezar a escribir, ¿cómo defines cuánto irá plasmado tal cual y cuánto debes agregar para llenar los vacíos en tu investigación por factores como la falta de fuentes?

No quise inventar. Me baso mucho en sus memorias. Para la parte de cultura material, yo tengo una colección de libros sobre Ceuta. Luego, sobre lo ocurrido en Argentina, ese país ha tenido un auge relacionado a los estudios de su Independencia, son brillantes y buenos. Pero esto no es semi ficción. Yo no invento nada aquí.

Eres de los historiadores extranjeros que cada vez que viene a presentar un libro nuevo no se queda solo con el evento en Lima, sino que recorres más ciudades. ¿Encuentras recepción distinta de acuerdo al lugar donde vas? Por ejemplo, Cusco versus Lima.

Exactamente, depende mucho el contexto. En Cusco me daba un poco de vergüenza porque el libro con descuento estaba a un precio alto, pero llegaron muchos alumnos universitarios con su ejemplar. Yo sé que para ellos ese monto es un montón de dinero. Ellos no son como yo que tal vez compro por la obsesión de tener libros (y luego investigar), pero no siempre los leo rápidamente. Pero estos chicos tienen sus ejemplares, incluso escritos, y se lo han mostrado a su abuelita, no sé. Todos hablamos de la falta de difusión de los libros, porque estos no deben quedarse en tres distritos de Lima. Y yo siempre digo que lo mejor es presentarlo en varios lugares. Recuerdo que presenté una vez en Comas “La rebelión de Túpac Amaru” y se vendieron 50 ejemplares. Debemos dejar atrás ese prejuicio de ‘ahí no compran libros’. Hay que llegar a nuevos lugares y empujar un poco más allá del triángulo La Católica-San Marcos, San Isidro-Miraflores y Feria del Libro.

Dejan claro en el cómic que la historia de Juan Bautista fue arrimada de la historia oficial de la primera nación peruana. ¿Existen antecedentes en donde naciones enmiendan y re posicionan a personajes que previamente habían dejado de lado?

Sí. Hoy estamos viviendo momentos así con Micaela Bastidas. Mira, si Túpac Amaru era relevado, ella todavía más. Pero hoy en día está la idea de Micaela feminista, luchadora, cusqueña, o sea, vuelven siempre. Y en el Perú hay una búsqueda constante de héroes, que no costeños necesariamente, y también hay una carencia de los mismos. Yo recuerdo a Miguel Grau, ¿quién más? Aunque prefiero ver más a Juan Bautista como un antihéroe, porque él nunca tuvo la intencionalidad de dirigir un movimiento masivo, como sí tenían Túpac Amaru y Micaela Bastidas.

¿Qué aspectos crees que quedan pendientes de investigar de Juan Bautista?

Por ejemplo, no sabemos nada de su esposa, Susana Aguirre. Estuve apenas dos días en el archivo de Cusco, y en ese tiempo debes tener muchísima suerte para hallar algo. Me parece que en los archivos hay mucha información. Luego, en Buenos Aires, mi esperanza es que algún joven tesista me escriba contándome que encontró un legajo sobre Durán Martel. Creo que no cuento la historia completa, pero sí muestro varios detalles.

¿Crees que, en medio de una coyuntura política peruana tan decepcionante, la historia de Juan Bautista puede levantarnos un poco el ánimo?

La tarea de los historiadores no es crear héroes. Incluso en mi libro de Túpac Amaru menciono que respeto a él y a Micaela Bastidas, pero no los pongo como infalibles, heroicos o súper humanos. Pero esta es una historia muy inspiradora. No lo hice para fomentar héroes en pleno Bicentenario. Pero tal vez en este caso, Juan Bautista sí tiene ese papel.

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