Alejandro Neyra: «Desde el momento en el que narras tienes una perspectiva propia, incluso siendo un hecho histórico»

Ni siquiera a más de cinco mil kilómetros de distancia Alejandro Neyra deja de pensar en el Perú. Exdirector de la Biblioteca Nacional, dos veces ministro de Cultura y, hoy, ejerciendo como Cónsul General Adscrito en Washington, este diplomático nacido en 1974 vuelve a ponerse el (imaginario) traje de escritor para presentar su más reciente obra: “1821. El año de la esperanza del Perú” (Ediciones B) el jueves 12 de enero a las 7:30 p.m. en Librería Sur (Pardo y Aliaga 683, San Isidro).

Se trata de una novela histórica en la que el autor de “CIA Perú”, “Biblioteca Peruana”, “Traiciones peruanas” o “Peruanos ilustres” se remonta a los orígenes de nuestra Independencia. En dicho propósito, Neyra va mucho más allá de Lima y recorre espacios como Trujillo, pero además nos presenta a personajes emblemáticos, aunque tal vez (injustamente) poco conocidos, como el marqués de Torre Tagle, clave para la formación de aquella alianza que lo inició todo.

En la siguiente entrevista, el escritor responde sobre los entretelones detrás del armado de “1821” –una novela que puede hermanarse directamente con “Historia de dos Bernardos” (Ediciones Arsam, 2017), y en la que, entre algunos de sus principales aportes, encontraremos no solo una narración fluida, sino también la presencia de voces que fueron relegadas por la historia convencional, aquella que felizmente hoy va quedando poco a poco en segundo orden.  

A los escritores les gusta mucho hablar de los exilios. Por tu pasado reciente, tan público por el cargo de ministro que ocupaste en dos ocasiones, además fuiste director de la BNP, ¿cómo te va hoy en esta especie de autoexilio que cumples en Estados Unidos?

Era lo que me tocaba en la carrera desde hace un buen tiempo. Yo hice una especie de paréntesis por haber asumido cargos de confianza como ministro de Cultura, y sabía que debía volver a la diplomacia, porque es mi carrera. Y en julio del año pasado volví a la Cancillería por unos meses hasta que me asignaron como Cónsul General Adscrito del Perú en Washington, y es una experiencia muy interesante. Tal vez sí (es) una especie de autoexilio, pero por suerte en un puesto diplomático, con seguridad, y sobre todo con la posibilidad de trabajar por nuestros compatriotas aquí. Hay mucha gente que viene a diario, algunos incluso vistiendo la camiseta de la selección peruana. Por todos estos motivos es imposible despegarme de lo que sucede en Perú. Hay distancia física, emocional un poco menos, y tal vez la psicológica no existe.

¿Hay muchos antecedentes de textos de este tipo inspirados en esa época naciente de nuestra república? ¿Cómo podrías vincular esta novela al resto de tu obra?

No hay un libro que te novele la historia de la Independencia, como sí existe “1879” (sobre la campaña naval de la Guerra del Guano y el Salitre) de Guillermo Thorndike. Sobre la Independencia existen obras, pero son fundamentalmente históricas. “1821” surge mucho tiempo atrás. En 2014, bajo la batuta de Juan Manuel Chávez, salieron casi por encargo una serie de libros vinculados a la Independencia. Era la colección Bicentenario bajo el sello Arsam. Los libros tocaban distintos aspectos de dicho momento histórico. Cuando me propusieron sumarme dije ‘no sé mucho de historia, pero voy a intentarlo’. La idea era escribir una novela breve y me puse a investigar, por obvias razones (mi labor como diplomático), sobre la figura de Torre Tagle. Por mi trabajo he pasado muchos años en el Palacio que lleva su nombre. Trabajé ahí, así que lo tenía como una figura peculiar porque, además, tiene una ambivalencia propia del momento histórico de la Independencia. Era un marqués, un hombre de la élite aristocrática ‘realista’, representante peruano ante las Cortes de Cádiz. Luego vuelve, lo nombran Intendente de Trujillo, en un año clave, que es cuando empieza mi libro (a fines 1820).

Y luego él decide proclamar la Independencia por primera vez en un territorio muy importante. Porque más allá de la proclamación en Huaura, la de Trujillo es fundamental para entender lo que ocurre después. Pero no se conocía mucho sobre el personaje ni sobre el momento. Tuve luego un viaje a Chile, y me interesaba la vinculación con ese país por la Independencia. Así escribí “Historia de dos Bernardos”, una pequeña novela sobre la vida en paralelo de Bernardo O’Higgins y Bernardo de Torre Tagle. Ambos fueron compañeros de colegio, amigos, y tuvieron destinos muy disímiles. Ese libro salió en 2017, pero siempre he seguido de cerca la vida de Torre Tagle. Volviendo a Lima, yendo al Palacio, y viendo las imágenes que allí se mantienen uno se imagina muchas cosas. Así fue cómo ahora, muy conscientemente, recordé todos esos libros que tienen como título un año. Pensé: ¿Por qué no hay un libro que se llame 1821? Se venía el Bicentenario y debía haber un relato novelado de lo ocurrido. Y sobre tu otra pregunta, en mi libro de cuentos “Traiciones peruanas” aparece Torre Tagle, por lo que puedo decir que tenía una fijación hacia el personaje y, además, mucho material para empezar a ponerlo en acción.

¿Podemos entonces asumir que este libro es una especie de homenaje a la figura de Torre Tagle?

Sí, un homenaje a una figura emblemática, pero poco conocida. Y a los diplomáticos siempre nos vinculan con él, más allá de que en lo personal nunca me hablaron de Torre Tagle. En parte también porque tiene esta figura ambivalente: él declara la Independencia, es incluso compadre de San Martín, pero años después, cuando llega Bolívar, termina siendo declarado traidor y debe refugiarse con su familia en el castillo del Real Felipe, donde muere por escorbuto, una enfermedad terrible que da por falta de alimentación. Entonces, siempre tuve presente esta historia. Por cosas del destino, yo tenía la idea poco antes de que comience la pandemia, luego ya durante empecé a hacer la investigación, en el camino aparece “Traiciones peruanas”, y luego terminé de ministro, así que no tuve mucho tiempo libre. Sin embargo, el interés en este tema jamás me faltó. Además, tuve la suerte de participar en la conmemoración del Bicentenario en muchos lugares históricos, como Huaura, en Trujillo también estuve. En ese momento incluso acababa de hacerse la exhumación de los restos de Torre Tagle, porque una ley de los años 50 obligaba al Estado peruano a exhumar los restos y llevarlos a Trujillo. Y había un grupo de patriotas que, apoyado por la familia Ortiz de Zevallos, llevaron a cabo todo esto. Entonces, me tocó estar en un momento muy importante donde Bernardo Torre Tagle había declarado la Independencia del Perú. Fue un acto justo y con un valor muy especial. Mira, yo no seré quien juzgue si él fue traidor o no, porque para mí se trató de un personaje muy complejo, que pasa por definiciones vitales importantísimas con relación a sí mismo y con relación al destino del Perú, y que explica en buena medida esos años difíciles, caóticos y al mismo tiempo fundamentales para nuestra historia.

La sede de Torre Tagle debe su nombre a un personaje clave en la novela de Neyra. (Foto: Diario El Comercio)

En el permanente debate que protagonizan historiadores y escritores en torno a las “novelas históricas” versus la “historia novelada”, ¿dónde te ubicas? Porque se han presentado encendidas polémicas de uno y otro lado.

Pienso que desde el momento en que tú narras tienes una perspectiva propia, incluso siendo este un hecho histórico. Me parece interesante el debate que mencionas. He terminado de leer “Bolívar” de Marie Arana. Es una gran biografía, muy documentada. De hecho, tiene muchas notas bibliográficas, pero al mismo tiempo presenta una forma de relato algo novelado, porque no hay otra forma de contar bien la historia. Ahora, como te digo, en mi caso personal he investigado mucho y he tratado de ceñirme lo más posible a lo histórico. De hecho, Penguin confió en la historiadora Natalia Sobrevilla para que le dé una lectura y revisión al texto. Ella me ayudó a encontrar un error entre voluntario e involuntario en la novela. Y luego me valgo de algunos trucos, que puedo contar como escritor: he leído mucho sobre Torre Tagle, aunque no hay mucho sobre él, ciertamente. Y me baso también en las crónicas del momento. Pienso que quien narra mejor esos momentos de la Independencia es Basil Hall (a quien uso como personaje), que además lo ha contado todo en sus memorias. Así que esos son trucos de escritura. Y he tratado de ser muy fiel, de no apartarme de los hechos históricos y al mismo tiempo traté de explicar algunas cosas que la historia recién está asumiendo. Porque una cosa son los Torre Tagle, San Martín y Monteagudo –grandes nombres y todos hombres, además—y otra es la historia del pueblo, de los montoneros, de las mujeres, de los indios, de los mulatos, y de todos los que están alrededor.

Son personajes que, efectivamente, en tu libro tienen voz. En una parte los negros dicen que “algún día llegarán a gobernar” …

Te diste cuenta. Eso ocurre casi al final de la novela. Todos aquellos que no hablaron por mucho tiempo dicen ‘ojalá, algún día…’. Las mujeres, por un lado, los negros y esclavos por otro, que no tenían voz, encuentran una en esta novela.

“1821”, además, deja claro que el chisme y la hipocresía son dos grandes ejemplos de aquello que heredamos de los españoles…

Totalmente. Habiendo participado en política, el chisme y la hipocresía son parte de la vida. He tratado de hacer no evidentes, pero sí muchos guiños de la historia de “1821” con la del Bicentenario (teóricamente este libro iba a salir en 2021). Algunas señales tal vez sí son muy evidentes. No sé, hablo de las epidemias que hubo en esa época, del ‘enemigo invisible’, o sea, no saber cómo curar una enfermedad, que fue algo que nos tocó vivir en esa época tan dura de la pandemia, justo antes del Bicentenario. Y luego también está el chisme, las habladurías o bolas que corren frente a determinados hechos son, efectivamente, parte de lo que nos queda como herencia.

Hablas de los periódicos “El triunfo de la corona” y “El pacificador del Perú”, uno pro-corona y otro pro- San Martín. ¿Llegaste a tener acceso a archivos con estos diarios? ¿Cómo era su manejo de la información y de los editoriales sobre temas importantes de entonces?

No hice una investigación específica y profunda de los periódicos, pero sí tuve la oportunidad de verlos y leerlos. Y son muy interesantes porque, a modo de comparación con el presente, uno ve también estos libelos, parecidos a los insultos en redes sociales. Eso ha existido siempre, tal vez desde que el hombre es hombre. Desde la invención de la imprenta los medios escritos eran fundamentales. Y San Martín por eso trae una imprenta, porque para él era fundamental tener medios de comunicación porque creía mucho en la guerra de las ideas. Al final incluso él dice ‘tenemos que crear una corriente de opinión para que el Perú decida cuál será su destino’. Él estaba por una monarquía constitucional, la Sociedad Patriótica.

La portada de la novela publicada por Alejandro Neyra. Ya en librerías de todo el país.

¿Cómo podríamos evaluar el rol de José de San Martín quien, si bien lideró la gesta independentista, al irse no dejó las cosas en un estado, digamos, ideal? ¿Crees que el paso del tiempo ha ayudado a ver su figura de una forma mucho más ‘macro’?

Sobre eso ha habido mucha discusión, principalmente de parte de los historiadores, o sea, sobre por qué terminó yéndose, o sobre por qué no fue él quien decide terminar el proceso de la Independencia. Y creo que pasa por su forma de ser y por lo que buscaba. Tal vez nunca sepamos lo que se dijeron en Guayaquil él y Bolívar, pero se habla mucho de que en ese momento San Martín se había cansado un poco de lo que veía en Lima, de las enemistades, luchas y traiciones, por lo que decide alejarse y dejar el camino libre para que llegue Bolívar y la expedición del norte. Ahora, la imagen de Bolívar tal vez para nosotros está menos idealizada que la de San Martín. No hay tanto cariño hacia el primero, más allá de la admiración que pueda generar en muchos.

Me has mencionado a Basil Hall, y no es el único personaje que viene de afuera y termina inmerso en un momento clave del antes, durante y después de la Independencia de un país ajeno. ¿Qué tan importante es tener en cuenta este tipo de voces al momento de revisar nuestro pasado?

Muy importante. De hecho, hay ediciones muy recientes de textos sobre personajes como Lord Thomas Cochrane. Mi amigo Mauricio Novoa ha contribuido en buena medida a sacar muy buenas ediciones sobre el rol que tuvieron los británicos en la Guerra de la Independencia en el Perú. Lo que pasa es que yo incluí a Basil Hall porque él publicó memorias y cuenta cosas importantes. Pero el rol de actores externos es fundamental para entender lo que pasó. Bolívar tenía muchas relaciones con Gran Bretaña, que jugó su propio partido, con sus propios intereses. En la década previa (1820) toman partido primero por ellos, pero España entra en convulsión, viene la invasión francesa, etc., porque la historia de lo que nos pasa en Sudamérica refleja una especie de coletazo de lo que ocurre en Europa. Y sin eso no podría entenderse lo que pasó aquí.

Claro, lo que me imagino y trato de ponerlo en contexto, es que la distancia es enorme y hace que las noticias lleguen muy tarde, y que no sepas bien cómo jugar tus cartas en determinado momento. Así que tomar decisiones como hizo Torre Tagle en Trujillo, con algunos elementos claros, y después también jugándosela, entendiendo que lo que le tocaba al Perú en ese momento era adherir a la expedición de San Martín y luchar por la libertad y la independencia. Los actores externos son fundamentales y he leído varias de estas biografías o crónicas que hay sobre ellos, y la de Basil Hall es una de las más logradas, incluso estéticamente, me parecía clave ponerlo como referente en la novela.

Rosa Campuzano, Carmen Noriega, Manuela Sáenz son algunas de las mujeres que aparecen en tu novela. ¿Cómo podrías resumir el rol de ellas en el año que abarca tu historia?

Su rol fue clave, por ejemplo, cuando describo el paso del Batallón Numancia del realismo al grupo libertador. Todo esto también tuve la suerte de conocerlo en mis viajes, en las ceremonias a las que asistí. En la Batalla de Pasco, por ejemplo, está María Valdizán. En las historias regionales hay una serie de imágenes idealizadas de las mujeres. María Parado de Bellido, las heroínas Toledo, etc. La historia con la que hemos crecido –que felizmente viene cambiando—es la historia de las batallas, guerras, enfrentamientos y luchas de los hombres, pero ahora hay una historia mucho más compleja que se viene entendiendo, la de los pueblos, comunidades y los distintos actores y entre ellos estaban las mujeres. Entonces, esta es una oportunidad de darles el papel que probablemente sí tuvieron en su momento. Tal vez no con la misma magnitud de Bolívar o San Martín, porque esa era una sociedad de hombres, pero vaya que ellas sí tienen una voz especial en mi novela.

Teniendo en cuenta lo que has publicado antes de “1821”, ¿es el Perú el gran tema del Alejandro Neyra escritor? ¿Qué proyecto viene ahora para ti como escritor?

Recientemente he intentado empezar una suerte de continuación de “1821”, pero a la misma vez tengo unos cuentos. Se trata de relatos que escribí en pandemia, con algunas vivencias personales. El cuento es un género que me llama mucho la atención y que disfruto mucho. A partir de la publicación de “Biblioteca peruana” ha surgido uno titulado “Cultura peruana”, que podría estar listo próximamente. Son cuentos vinculados a mi paso por cultura y por las culturas en el Perú. Tuve la suerte de ver muchas cosas en mis viajes a lo largo de todos estos años, y sumando siempre historias sobre nuestro país que se cuentan afuera. Por otro lado, he venido escribiendo una serie de historias vinculadas a la comunidad peruana en Estados Unidos. Hay comunidades muy interesantes sobre las cuales he escrito, tal vez más desde lo periodístico. En Patterson, por ejemplo. Luego existe una comunidad de gente proveniente de Cabanaconde (Arequipa), los ovejeros en Denver, etc. Me llama mucho la atención los personajes peruanos en Estados Unidos. Finalmente, me gustaría sacar un compendio de CIA, con la parte final correspondiente al año 1992. La tengo ya finalizada y a la espera de su publicación. La pandemia ciertamente cambió todo, pero felizmente proyectos no me faltan.

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