Félix Terrones: «Llevo varios proyectos en simultáneo y busco ser intenso al momento de escribir»

Nadie mejor que un migrante para plasmar en palabras todo aquello que puede generarse alrededor de un viaje. El escritor Félix Terrones (Lima, 1980) publicó hace unos meses «Notas en un pasaporte» (Peisa, 2022), un conjunto de ocho cuentos en los que el desplazamiento territorial es básicamente el eje de otros sub temas que seguramente nos han interpelado a todos en algún momento de nuestras vidas.

Mientras algunos dejan su país de origen buscando un futuro mejor, otros retornan sin imaginar lo mucho (o tal vez lo poco) que podría haber cambiado su barrio, sus ex enamoradas y hasta la familia. Tanto en el primer caso como en el segundo, probablemente todos los viajeros tendrán al menos una oportunidad de enfrentar su pasado, no siempre saliendo bien librados.

Terrones, autor de libros de micro relatos, novelas y ensayos de interesante factura, dejó su Lima natal a los 24 años. Vivió casi dos décadas en Francia y hoy pasa sus días en Suiza, donde espera culminar pronto su segundo doctorado. A la par, está listo para iniciar –junto a su editor—el proceso de edición de su próxima novela, una historia que toca algunas de las inquietudes que refiere en la siguiente entrevista, aunque esta vez sumergiéndose en lo político.

A continuación, nuestra charla con Félix Terrones sobre “Notas en un pasaporte”, libro de cuentos que edita Peisa y que puedes encontrar en las principales librerías de Lima.

– ¿Podemos considerar a “Notas en un pasaporte” como tu primer libro de cuentos?

No lo considero así porque tengo uno previo de micro relatos titulado “El viento en tu cara”. Y para mí, cuento y micro relato es lo mismo. La única diferencia tiene que ver con la extensión. Entonces, creo que “Notas en un pasaporte” es la continuidad natural de “El viento en tu cara”.

– ¿Qué diferencias hay entre emprender la escritura de una novela frente a un libro de cuentos?

Las diferencias entre los géneros son flagrantes. Uno no aborda la escritura de un ensayo como lo hace en una novela o en un cuento. Son formatos que exigen, además, una sensibilidad particular. La novela juega sobre un registro de extensión en el cual uno puede articular toda una serie de personajes y diversas intrigas que van orientando una perspectiva singular del tiempo, factor que en un cuento exige ser sintético, conciso y efectista. Sin embargo, a mí me gusta explorar diversos géneros. Eso me lleva a constantemente reinventarme como autor, como escritor. Es una reinvención en términos de cómo escribo, no obstante, creo que mis temáticas, mis inquietudes personales, literarias y artísticas, aparecen en mis ficciones sean cuentos, micro relatos o novelas.

Si del género del cuento hablamos, «Notas en un pasaporte» sigue la línea de «El viento en tu cara», libro de micro relatos que Terrones publicara en 2014

¿Y sueles terminar un proyecto para empezar a trabajar otro nuevo o eres de los que trabajan en simultáneo varios libros?

Soy de ‘masticar’ mucho. Suelo escribir, re escribir, releer, pasar a mis lectores, esperar su feedback y reformular en función de lo que me dicen. Por lo general, llevo bastantes proyectos en simultáneo y busco ser intenso al momento de escribir. Es decir, cuando dejo un texto es porque pienso que no puedo dar más. Con todos los defectos que pueda tener, siento que está listo para hallar lectores.

¿Los cuentos de “Notas en un pasaporte” son inéditos y recientes, o ya los tenías escritos de tiempo atrás y solo los has recuperado para publicarlos?

El cuento más antiguo es “Valientes muchachos”, que apareció a comienzos de la década del 2010. Y es muy curioso porque no apareció bajo la misma forma. Lo he editado bastante. Para quien lo ha leído, es la historia del regreso de un individuo que partió al extranjero para convertirse en escritor. Todos los amigos de su grupo –en la cantina o en la universidad– invierten sus esperanzas en este sujeto y esperan verlo regresar como un ‘consagrado’. Ese relato fue originalmente ambientado en Ciudad de México para una antología de literatura peruana que fue publicada en Francia. Me pidieron esta vez que lo reformule en un ambiente más bien limeño. No se trataba de cambiar México por Lima, sino que la ocasión me obligó a reescribirlo, a introducir palabras peruanas. Luego, cuentos como “El descubrimiento de América” vienen un poco después. Pero yo creo que los otros seis que incluye el libro tienen un periodo de escritura mucho más conciso, obedeciendo más a la necesidad de coherencia del volumen.

Hablando de “Valientes muchachos”. ¿Alguna vez fuiste parte de uno de estos grupos que se juntan unidos por la admiración de un escritor o poeta tal vez?

Algo que me gusta mucho cuando escribo ficciones es ese elemento especulativo. Que los personajes, en este caso por otro que se fue, especulen con respecto a qué habrá sido de su vida, qué significa haberse convertido en escritor. Todo el cuento se sostiene sobre dicha especulación, que en realidad es una forma de deseo que no quiere reconocerse como una frustración, como un sueño roto. La tensión entre el deseo y la realidad siempre está ahí. Y, claro, cuando uno escribe invoca a sus lecturas y a su experiencia personal. Cuando yo era estudiante en la Católica iba a presentaciones de poemarios, de libros de gente mucho mayor. Y veía autores y me preguntaba cómo han hecho para escribir libros, para aparecer como escritores, para darle forma a sus inquietudes personales a través de novelas, poemas o cuentos. Recuerdo mucho cuando fui por primera vez a la presentación de una novela de Mario Vargas Llosa en la Universidad de Lima. Era “El paraíso en la otra esquina”. Ahora veo eso con la distancia de un adulto, pero cuando fui tenía 21 años y era ¡Woah! Una fascinación con el gran autor peruano que regresaba a su país, incluso después de haberse opuesto a la dictadura de Fujimori.

Son ocho cuentos aquí y me pregunto si hay poco o mucho de ti dentro de estas historias. Esto a propósito de la tan cuestionada, pero a la vez tan usada, auto ficción. En el cuento “Leyendas patrias”, un joven suele ir a presentaciones de libros en Lima, como me has contado hiciste en tu juventud. ¿Es posible encontrar algo de Félix Terrones en estas historias?

Tengo un par de cuentos en los que los protagonistas son mujeres y ellas soy yo. Pienso que, incluso si mis cuentos estuvieran ambientados en la Grecia clásica o en Kazajistán de todos modos soy yo. Pero en el sentido del cual son experiencias, lecturas, fantasías que yo metabolizo y que convierto en una ficción. Ahora, lo que me fastidia de la autoficción es que te obliga a leer la literatura en clave biográfica, entonces, restringe mucho la posibilidad de evocación de la ficción. A mí lo que me importa más bien es que un texto esté abierto a múltiples posibilidades de lectura. Yo apuesto también por una figura de autor que no opaque a su texto. Eso me parece un poco autoritario. Si el autor ya escribió su texto no tiene que estar detrás también. El texto no tiene que explicar su vida y él tampoco tiene que explicar su texto. Lo que yo escribo está disociado de mí, aunque hay mucho detrás. Por ejemplo, hablas tú de “Leyendas patrias”: soy yo, son mis experiencias juveniles, es mi clase social. Mi papá es médico, y las veces en que yo iba a la Maison de Santé, donde él trabajaba, me señalaba por dónde vivía Adolfo Westphalen. Era una puerta cerrada para mí y detrás suya el señor estaba pasando sus últimos años de vejez. A esa anécdota yo intento darle un valor generacional, colectivo, patrio.

Aunque son los viajes el gran tema del libro, y así se ofrece al público, también tocas tópicos como la paternidad. En un cuento uno de los personajes se va a convertir en padre y recuerda que tuvo a dicha figura casi siempre ausente. Mientras va alistando el cuarto para su hijo, rememora cómo su papá solo era tal a través de cartas. Más allá de que hoy incluso se venden manuales para ser el papá perfecto, ¿la paternidad sigue siendo un tema universal?

Una cosa no excluye a la otra. Puede haber manuales para ser padre, pero la paternidad o la maternidad son experiencias como el amor, como la sexualidad, que vivimos desde el inicio de los tiempos. Además, es el hilo conductor que nos permitiría establecer una conversación con un hombre del medioevo o con una mujer del siglo XX. Es parte de la experiencia de lo que es el ser humano. En el cuento, la paternidad, la maternidad están vinculadas con los orígenes, por un lado, con el regreso a la patria, a quienes se dejó de ver, gente con quien se tiene una historia, y permite también ese juego de mistificación en el relato en particular que mencionas, donde este adulto recuerda a la presencia de su padre como un punto de fuga que le envía cartas postales desde los lugares más inhóspitos e inesperados posibles. Es como una paternidad en fuga, pero completamente diluida. O sea, qué podría representar eso para él, que está a punto de pasar por una circunstancia singular que es convertirse en padre. Porque ese es el otro lado, está el vínculo con los padres, pero también ser uno mismo padre. Y vemos cómo convertirte en padre te obliga a resituarte en tu historia personal. Mira, como dice su título, “Notas en un pasaporte” es el vínculo con la patria. Y eso está visto de manera un poco en miniatura, en qué cosa es la familia, cómo se tejen los vínculos familiares de manera tan inesperada, tan contradictora y llena de paradojas. 

¿Cómo encaja “El descubrimiento de América” en el conjunto total de cuentos? Por ratos parece un relato periodístico, con una extranjera casi abusada y desaparecida en el Huascarán. Cuéntame sobre este texto en específico.

Es el único cuento donde utilizo un narrador ‘nosotros’. Conforme vas avanzando la lectura descubres que este ‘nosotros’ es un grupo de turistas que ha regresado de su viaje de medio año al Perú, una tierra remota, llena de historia por los incas, etc. Desde el comienzo este nosotros ha percibido a un personaje tan singular, que es una mujer, misteriosa y hermética. No se conoce su pensamiento. Siempre se le ve de afuera. Ella viaja sola al Perú. Se aventura a los lugares menos turísticos. Busca en sus actos algo distinto a la experiencia turística. Tú has adelantado un poco el final del cuento, y sí, yo creo que obedece un poco a la poética del libro. En “Notas en un pasaporte” me interesa representar los viajes, desplazamientos, los exilios, las migraciones y luego también abordar, por ejemplo, en la ‘Tierra prometida’ el turismo. ¿Qué significa viajar como turista cuando vienes de un país céntrico, europeo, a la periferia del mundo? Cómo el viaje como turista no lleva a uno a relativizar sus conocimientos, prejuicios, sino más bien lo lleva a reafirmarse en sus valores burgueses, en su necesidad de consumo. Como ocurre al final de “El descubrimiento de América” o tal vez de forma más grotesca o esperpéntica en “La tierra prometida”.

La novela «Ríos de ceniza», publicada por Félix Terrones en 2015.

En “Jabalíes en el bosque” hay una frase que dice “La vida en Francia se convertiría en algo parecido a una gastada rutina. El constante descubrimiento de una verdad. El constante descubrimiento de una verdad: no había espacio para mí en esa sociedad”. Desde tu experiencia personal, ¿llegaste en algún momento a sentirte completamente compenetrado en ese país?

Llevo 20 años y felizmente que no (me he sentido compenetrado). En Francia siempre tienen esta expresión muy francesa de ‘integrarse’. Ellos consideran que un extranjero debe integrarse a la sociedad francesa, a su cultura, a su idioma, a su historia. Pero para ellos integrarse tiene una cualidad un poco contradictoria. Porque por un lado esperan que el extranjero integrado asuma una nueva identidad desde cero. Que borre lo que era antes y se convierta en un francés que hable dicho idioma sin acento, que piense como francés, etc. Sin embargo, a la vez les fastidia cuando alguien no es exótico, típico. Cuando uno no es ‘el peruano que uno espera’. Entonces, es una trampa en la cual yo nunca he querido caer. No es que reivindique y que haga militancia con respecto a mi diferencia, pero yo sé que soy diferente y sé que eso precisamente forma mi riqueza. Ahora he iniciado una nueva etapa de mi vida en Suiza, y yo lo concibo como una acumulación de experiencias que me enriquecen en su diversidad, antes que la necesidad de integrarme como esperan los franceses y borrar quien fui yo.

Este libro no deja de ser una apuesta por la literatura. Si tenemos claro que este es un país donde se publica cada vez menos dicho género, porque la gente tal vez no lee o tal vez prefiere no ficción, reportajes o crónicas. ¿Cómo ves la salud de la literatura peruana hoy?

Me parece que la salud de la literatura en general es excelente, se porta muy bien. El mantra de la literatura a lo largo de su historia son sus crisis. La primera fue la aparición de la imprenta. Otra fue la emergencia de las traducciones. Muchos siglos después se dijo que la aparición del libro de bolsillo iba a popularizar la literatura, que sería su fin. Pienso que siempre hemos estado en una crisis permanente de la literatura. Hoy no es una excepción. Que hoy las nuevas tecnologías se han integrado a nuestra manera de descubrir y consumir literatura. Y esta siempre estará presente, porque siempre tenemos necesidad de soñar, de rebelarnos contra el destino, contra lo que nos ha tocado vivir. En cambio, la literatura peruana es –y lo he vivido con este libro—algo más contextual. Es decir, la pandemia, la crisis del papel, el encarecimiento de los precios, te llevan a entender de que los editores –incluso grandes como Planeta o Alfaguara—publiquen tirajes de 300 ejemplares, ediciones mal hechas. Porque claro, estamos en momento de crisis económica que determina nuestro consumo en libros. Pero eso es coyuntural. Al menos eso espero.

A propósito de tu labor de reseñista. Jaime Bayly dijo una vez que para que nazca otro Vargas Llosa en Perú deben pasar 300 años. ¿Te encuentras con muy buenos libros o sientes que estamos en un momento más bien bajo en cuanto a calidad?

Habría que completar la expresión de Bayly. Yo estoy totalmente de acuerdo en que habría que esperar 300 años para que aparezca un nuevo Vargas Llosa. Lo trágico es que un nuevo Bayly aparece cada mes. Un tipo con inflación editorial. El nuevo ‘pequeño genio’, y que termina presentando propuestas llenas de colesterol, conservadoras. Por eso hay que tomar con pinzas esa expresión de Jaime. En lo personal, en mis reseñas intento abrir el campo a libros que de algún modo u otro no han podido circular mucho. Me divierto mucho en escoger libros por los cuales yo apuesto estéticamente, porque considero que pueden decir algo, y tratar de darles esa dimensión un poco global, desde mi posición errante, itinerante. Ahora, en otra parte de tu pregunta vas más allá de mi calidad de reseñista. El ‘maravillarse’ de la literatura. Eso es algo que me interpela mucho en estos últimos tiempos. No sé, esa sensación que uno tiene al leer a los veinte años “Crimen y castigo” o “En busca del tiempo perdido”. Esas grandes experiencias de lectura tengo la sensación de haberlas perdido. Y eso me da una pena terrible. No sé si soy yo o son las lecturas. Porque, claro, debo cuestionarme a mí mismo como lector. Sin necesidad de ser catastrofista. Es que de repente ya no hay sorpresas para mí, lo cual sería terrible, o estoy mal encaminado en mis lecturas que me den ese remesón existencial, esa náusea. Hace años que no tengo esas sensaciones. De repente estoy entrando en el climaterio (risas).

Más allá de esto, hay autores que, por ejemplo, en España, sí convocan y venden 200 mil ejemplares en un año. No sé, Pérez Reverte, Rosa Montero, la misma Almudena Grandes en su momento, claro.  ¿Es diferente ‘convocar’ y generar la ‘náusea’ que tú remarcas?

Bueno, hay escritores que reúnen ambas cosas. Pienso en un gran best seller de su época como Dickens. Él era como Game of Thrones lo es hoy. Publicaba cada cierto tiempo. Sus historias eran esperadas por una multitud de gente en Estados Unidos que se amontonaba en los puertos esperando el cargamento con los nuevos libros desde Londres, porque querían conocer cómo continuaba la historia. Y Dickens era consciente, como lo es Netflix hoy, y adaptaba la continuidad de sus historias en función de la reacción de su público. ¡Y Dickens es un remezón! Es un best seller, pero sus obras son brutales. Una de mis grandes experiencias de lectura es su novela “Grandes esperanzas”. Yo creo que ambos aspectos se pueden combinar perfectamente. Una cosa no excluye la otra. No estoy defendiendo el arte por el arte. Eso me parecería lo más reaccionario y conservador del mundo. Y la novela, no olvides, es un género popular. Y a mí me gusta eso. Me gusta la ficción porque interpela a todo el mundo.

En “Castillos de humo ascienden en el aire” y “Leyendas patrias” hay una visión de un Perú decepcionante, desolador. Hay un peruano que se quiere ir, y el otro regresa y se arrepiente. ¿Cómo describirías el Perú mayoritario que está en tus cuentos? Ojo, teniendo en cuenta que tampoco la Francia que tú mencionas acá es un paraíso…

Es lo que digo en un cuento: no existen tierras prometidas, pero tampoco paraísos perdidos. Francia no es una tierra perdida y quien regresa a Perú no tiene por qué idealizarlo. El Perú es el lugar donde uno vivió su infancia, su adolescencia, tal vez las experiencias que marcaron su vida, pero no es un paraíso perdido. Perú evoluciona, cambia, se transforma y tanto mejor así. Yo creo que he intentado formular una imagen del Perú dinámica, en movimiento, que no es unívoca, sino que obedece a distintas facetas como tanto personajes o narradores hay en un cuento. Está el Perú de la decepción, del descubrimiento, de la nostalgia, del regreso a la familia o de la reconciliación.

«Un sueño hecho ficción», notable ensayo que Terrones publicara en 2019 bajo el sello Calambur.

Me dijiste que este libro es como una continuación natural de “El viento en tu cara”, pero yo quisiera pedirte que lo intentes conectarlo con el conjunto de tu obra. Y, por último, ¿qué proyecto traes entre manos?

Creo que los vínculos son evidentes porque en este libro de cuentos se interroga mucho la identidad, quién se es, la naturaleza de exilio, de los viajes, de los desplazamientos, que es algo que tienes también en “Ríos de ceniza”, en algunos de mis micro relatos. Incluso en mi ensayo “Un sueño hecho ficción”, que está el prostíbulo, un espacio que cuestionaba las identidades de los personajes en las novelas que analicé. De un modo u otro, “Notas en un pasaporte” obedece a ese principio. Y eso no es buscado. Es como que yo alineo mis libros y me doy cuenta de que hay obsesiones, cosas que estoy exorcizando, y que aparecen una y otra vez en mis obras. Ahora estoy escribiendo mi segundo doctorado, buscando obtener la posibilidad de ser catedrático aquí en Suiza. Estoy trabajando mucho los textos que había dejado hasta el año pasado. Tengo una novela que ya tiene mi editor y que pienso vamos a comenzar a trabajar en el proceso de edición muy pronto. Es una novela novedosa en el sentido del que abordo las temáticas de las que hemos conversado, pero desde la óptica desde la política. Qué significa para un individuo regresar al Perú luego de haber dejado el país bajo la dictadura de Fujimori. Qué puede quedar de ese país nefasto que muchos hemos conocido.

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