Paul Gootenberg: «La cocaína tiene más de 100 años de historia en Perú, pero hoy es un tema negado»

A cualquiera que se adentre en la obra de Paul Gootenberg (Washington, 1954) le pasa por la cabeza en algún momento la interrogante de si acaso los guionistas de millonarias películas y series de Hollywood como “Narcos” u “Ozark” han tomado como referencia algunas de las miles de páginas que este historiador ha escrito en torno al fenómeno de las drogas en Latinoamérica. Porque son muy pocos los académicos que han dedicado gran parte de su vida a escudriñar los orígenes de una relación que, aunque lleva más de un siglo, aún tiene mucho por revelarnos.

Como cuenta en esta entrevista, a propósito de la publicación de su libro “Hecho en el Perú. Ensayos históricos sobre la cocaína” (Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 2023), Gootenberg miró primero a nuestro país –hace casi medio siglo– con un interés académico vinculado esencialmente a la historia económica. Fue a partir de los noventa que protagonizó un giro que le cambiaría la vida. Porque estudiando la cocaína y todo alrededor suyo, se convertiría en un académico de referencia internacional.

Aunque con su característica humildad, el historiador estadounidense prefiere no ahondar en los parecidos existentes entre sus notables ensayos del pasado y las millonarias nuevas producciones con mega estrellas como Pedro Pascal y Diego Luna detrás. Gootenberg prefiere ir al grano: aunque tiene un siglo de historia vinculada a la cocaína, Perú hoy niega su pasado. Tal vez esa negación, sumada a otras razones, impide afrontar de una manera adecuada el fenómeno de las drogas.

A continuación, el autor responde una serie de dudas sobre su libro, un notable compendio de ensayos publicados entre 1999 y 2015 que recogen información, antecedentes, pero sobre todo enriquecedores puntos de vista en torno a temas como los orígenes de la cocaína en Perú, el papel de compañías como Coca Cola a fines del siglo XIX e inicios del XX, los intentos por industrializar el producto, el viraje hacia una ‘Guerra contra las drogas’, el fracaso de las políticas represoras, y el espiral de violencia que todas estas etapas han dejado en varios sectores de Latinoamérica.

Para quienes lo leemos por primera vez, este libro resulta clave para conocer tal vez lo más saltante de sus estudios vinculados a la historia de la cocaína en nuestro país. Y para entender también algunas de sus conclusiones respecto a este flagelo…

Empecé estudiando el Perú hace aproximadamente 40 años, siendo estudiante de doctorado, aunque en esa época era más un historiador económico sobre el siglo XIX. Luego de publicar un par de libros sobre la época del guano, ya había cierto interés en las exportaciones que integraban el Perú al mundo. Me atrajo entonces la cuestión de la cocaína, que fue un ‘Boom’ en el Huallaga en los años noventa. Y una colega mía, periodista, trabajando sobre drogas en los Andes, me dijo que era un tema muy interesante que no se había trabajado mucho. Así que empecé a indagar más sobre la historia de las drogas en general, pero también en los archivos, buscando fuentes primarias, y el resultado fue –diez años después—mi libro en inglés “La cocaína andina”, que abarca desde mediados del siglo XIX hasta los años setenta, una especie de pre-historia del ‘Boom’ ilícito de cocaína que veríamos en los años ochenta y noventa en Perú. La cocaína fue por mucho tiempo una mercancía legal en el mundo, y Perú fue su productor más grande. No obstante, una de las conclusiones más dramáticas que sostengo es que, la mayoría de gente en el mundo piensa que la cocaína es algo reciente, y que empezó en Colombia en los años setenta y ochenta, con los cárteles de Medellín o Cali. Eso no es verdad. Colombia fue el último de los países de los Andes que tuvo una experiencia con la cocaína. Toda la prehistoria de ello se desarrolló mayormente en Perú, específicamente en la zona del Huallaga, en Huánuco, que tenía más de un siglo de conexiones con la cocaína industrializada. Y ahí puedes ver una especie de micro cosmos de todo el mundo. Se dieron grandes cambios en la historia de la cocaína. Primero, el alza de una mercancía industrial nativa peruano empresarial a fines del siglo XIX, cuando este país no solo fue el productor número 1 del mundo, sino también inventor de muchos de los procesos locales de ‘procesamiento’. En ese sentido, hubo algo muy moderno en la conciencia peruana. La coca fue algo tradicional y cocaína era lo moderno.

¿Cómo me podría resumir la diferencia entre hoja de coca, coca y cocaína?

Hoja de coca y coca es más o menos lo mismo. Coca es una planta que probablemente todos los peruanos la conocen, que viene de la ceja de la montaña. Tenía antes otras procedencias, y ahora está mucho más en la Amazonía plena, en su fase actual. La coca tenía usos tradicionales, pero en el siglo XIX hubo un auge de usos comerciales, como la Coca Cola, las medicinas, el Vin Mariani en Europa. Ya en el siglo XX, la coca volvió a sus usos tradicionales en Perú. La historia en Bolivia es distinta, porque allí es más extensiva y aceptada en la población. Pero en Perú ha regresado a ser, primero, discriminada por las élites limeñas, y médicas, que la han culpado de ser uno de los factores del atraso de los indígenas, lo cual es completamente ficticio. No hay ningún mal asociado con la coca.

La cocaína fue producto del intento por — en la época científica, mayormente alemana del siglo XIX, luego francesa, y luego americana— hallar alcaloides dentro de plantas. Durante un tiempo no se sabía qué uso exactamente tenía. Se hablaba de un impacto energético, claro, pero todo lo médico sería posterior, ya en los ochenta. Inicialmente fue un anestésico, y consiguió un impacto medicinal revolucionario, porque muchas droguerías cambiaron radicalmente por el uso de cocaína. Entonces, la demanda para esta medicina industrial científica explotó a finales de los ochenta. Y el Perú fue el lugar de donde se sacó esta. Por un movimiento farmacéutico con industriales locales con alemanes y franceses. Y al final del siglo esta industria de la cocaína fue ubicada mayormente cerca de Huánuco. Y era muy respetable.

¿Podría decirse que ese uso médico y científico de la cocaína comienza a distorsionarse cuando se ensayan los primeros usos recreativos del producto?

Sí. A inicios del siglo XX había tanta cocaína en el mercado, por la productividad de los peruanos y después por los holandeses de Java, y también por los japoneses en Formosa, porque estos han amplificado e industrializado las técnicas peruanas, y entonces la cocaína empezó a dispersarse en usos recreativos. Primero entre grupos marginales, raciales, como entre los trabajadores negros de Estados Unidos, pero también con criminales, prostitutas, con gente de élite buscando algo de excitación. En Argentina estaban los clubes de tango, los puertos, etc. Surgió, pues, una cultura recreativa o ilícita de la cocaína, pero todavía no era completamente ilegal. Eso pasó décadas después. En sí, este uso temprano de la cocaína, que es más tipo ‘leyenda’, sí existía en algunas partes del mundo como Rusia, China, India, en puertos de Europa y América Latina. Y no fue algo muy distinto en escala del boom actual de los años 80 y 90.

Paul Gootenberg con su libro publicado por el Fondo Editorial PUCP.

Le han preguntado ya mucho sobre la Coca Cola y su mágico componente narcótico. Pero yo lo quería llevar por otro lado: ¿es posible imaginar el sabor de esa bebida hoy con el añadido narcótico que usó en el pasado? ¿Sería muy distinta a la que nos venden hoy en una bodega?

Coca Cola ha tenido un origen directo en la cultura de la coca. Primero fue Vin Mariani, que fue un vino francés con coca de los años 60. Aquello fue una explosión comercial en Francia, entre elites. Fue como una bebida de salud, pero para las elites. Y una de las mercancías más modernas del tiempo. Y Coca Cola empezó casi en esta misma época, en el sur de los Estados Unidos, como una bebida para la salud, pero sin alcohol. Y tenía ingredientes secretos, de farmacia. Y una de sus siete combinaciones de sabores era la de coca. Y Coca tenía mucho afán en esa época, tanto en Estados Unidos como en Europa, porque tenía imaginado propiedades de salud, y también cierto impacto sobre condiciones de los nervios. Así que fue vista como una bebida para la salud, aunque recreativa. Sin embargo, lo que pasó fue que muy rápidamente –por su sabor también—(ocurrió) una gran explosión comercial en el sur de Estados Unidos, pero con toda la negatividad sobre la cocaína de uso recreativo, y de problemas de salud o de hábitos de impacto negativo, y entonces en 1903 los dueños de Coca Cola sacaron la cocaína. Hoy existe una fábrica en New Jersey que todavía realiza este proceso: toma la coca del norte de Perú, la extraen en NY, y tienen una especie de jarabe de coca sin cocaína. Es como una Coca ‘descocainada’. Entonces, hoy, Coca Cola sigue teniendo el sabor de la coca, pero sin ese estimulante.

Dice usted en la página 244: “A un nivel profundo, que no suelen mencionar los empresarios ni la policía de control de narcóticos, toda la estructura segmentada del comercio andino de la hoja de coca, que la firma (Coca Cola) apoyó y rastreó, se volvió crucial para los métodos empleados por Estados Unidos para tratar la cocaína después de 1910 como una substancia temible y temida”. ¿Podemos asumir que Coca Cola terminó siendo una especie de ‘doble agente’?

Sí. Coca Cola tenía mucho interés político en el Perú. Estas compañías tenían una influencia muy grande porque eran como agentes del Gobierno de los Estados Unidos indirectas enfocadas en problemas narcóticos en los Andes. Tenían un tipo de contrato informal con las autoridades anti narcóticas en Estados Unidos. ‘Ustedes pueden usar coca, con este contrato, estas condiciones y con inspectores, pero por eso tienen que controlar el mercado’. Y el mercado era un monopolio, porque no había otra compañía importando coca a los Estados Unidos. Entonces, sí, tenían mucha influencia durante esta época de la economía política de la coca, que era de tratar de seguir el comercio para su bebida, que era estratégica para ellos, durante y después de la Segunda Guerra Mundial. Y, además, Perú tenía autonomía en su política para legalizar o crear fábricas de cocaína grandes, que fue una de las ideas tempranas, de hacer del Perú oficialmente un monopolio de cocaína estatal. Que fue más o menos la idea que resultó, aunque muy débilmente, convirtiéndose en Enaco en los años cincuenta: el monopolio de la coca.

Llama la atención que cuando empezamos a conversar sobre los usos recreativos iniciales de la cocaína, y de los sectores que la comienzan a usar, no mencionamos otras alternativas. Si hoy hay heroína, marihuana, hasta fentanilo. ¿Por qué la primera encima de las demás? ¿Podemos entonces ver a la cocaína como la ‘madre’ de todas drogas atribuidas a lo recreativo?

No, la madre de todas las drogas era la morfina, en esa misma época, claro. Y luego, ya en el siglo XX, lo fue la heroína. En este sentido la cocaína fue menor. Su fama fue más como estimulante y ocupó una parte muy pequeña en el total del crecimiento de las drogas ilícitas mundiales. Por muchas razones. Una de estas fue que no surgieron rápidamente unas rutas ilícitas grandes de la cocaína. Luego de la Segunda Guerra Mundial la cocaína empezó a crecer y fue solamente en los años setenta que explotó. Y por ser una droga muy cara generó interés en grandes grupos criminales. Ya en los ochentas y noventas, una tercera parte de las ganancias del negocio de las drogas era por la cocaína.

El libro de Gootenberg dedica muy buenas páginas a la historia de la Coca Cola y su vínculo con Perú muchísimo tiempo atrás.

Entonces, en la segunda mitad del siglo XX, Estados Unidos vira su política y pasa a reprimir. Y todos los países se alinean. ¿Hoy no existen países que sigan el camino de la investigación e industrialización de la cocaína?

Hoy estamos en un momento muy importante. Primero, hay más cocaína en el mundo que nunca en su historia. Hay el doble de cocaína producida en los Andes. Mayormente en Colombia, pero Perú es dinámico. Ahora, ha doblado su producción en los años anteriores. Entonces, muy poca gente –salvo los expertos de la Naciones Unidas—sabe que ahora estamos en el ‘peek’ de la cocaína. Pero a la vez todo el mundo, expertos incluidos, saben que la ‘Guerra contra la cocaína’ ha sido un fracaso total. Lo es no solo por las quejas de los impactos sociales y de violencia, sino además por su récord: la cocaína está globalizándose, no para. Así que hay una parálisis en la guerra contra las drogas. En los Estados Unidos, la DEA no está muy preocupada por la cocaína, porque tiene problemas muchos más fuertes como los muertos por el fentanilo. Entonces, la cocaína es una cosa menor y está más hacia el sur, Brasil, Europa y Asia. Todavía hay cocaína en los Estados Unidos, pero no es un problema muy grande. Luego, existe un efecto bumerang de la guerra contra las drogas, y es que ya los problemas sociales vinculados al tema son mucho más profundos que antes. Eventualmente todas las drogas serán sintéticas, hechas en Estados Unidos o Europa. En segundo lugar, el impacto político de la guerra ha sido de rechazo. México ya no coopera. Colombia con Petro, y antes con Santos, está rechazando la visión/modelo de los Estados Unidos. Recientemente han creado un plan de 10 años para tratar socialmente con el tema de los cocaleros, que es muy grande. Ahí sí están intentando hablar de otros senderos. Regulación de la droga, por ejemplo. Obvio que quieren reducir la cantidad, claro, porque trae muchos problemas sociales. No buscan una legalización grande, pero sí regular por el Estado y hacerlo socialmente.

Si algo hay en Perú es falta de institucionalidad, de regulación, etc. ¿Cómo imaginar entonces que podíamos nosotros haber optado por producir y regular productos cuando ni siquiera hay una entidad que fiscalice correctamente el servicio de telefonía que pagamos cada mes?

Es muy difícil, sí, pero parece que Colombia lo va a intentar. Bolivia ha hecho eso con su coca, convirtiéndola en algo casi estatal, con contrato social con los cocaleros, y sistemas de control por comunidades. Y no es que Bolivia tenga un estado mucho más fuerte que Perú. Pero tenían la voluntad de los campesinos. Y ha tenido algo de éxito, por lo menos ellos no tienen violencia relacionada a drogas ahí. Pero sí, estoy de acuerdo en que cualquier solución sería difícil para el Perú porque no hay voluntad política para hacer casi nada, pero también las instituciones casi no existen. Y es un país que tiene este problema en todos los niveles de gobernabilidad. Sé que esto parece un cliché, pero es muy cierto. Así que puedes imaginar que Colombia puede controlar mejor, y Bolivia sigue haciéndolo a su manera, pero el Perú sería lo más descontrolado. Es casi una utopía imaginar la cocaína regulada por el Estado en Perú, pero también es un hecho que la guerra contra las drogas ha quedado un poco en el pasado.

Mientras leía su libro recordaba las narco-series que tanto éxito han tenido en televisión y hoy en streaming. ¡Parece que los guionistas hubieran leído sus viejos ensayos! Por ejemplo, el detalle de la dictadura de Pinochet acribillando a los primeros narcos chilenos y borrando de golpe el problema, está en el comienzo de “Narcos” de Netflix. ¿Qué piensa cuando ve cosas que escribió mucho tiempo atrás en producciones multimillonarias de Hollywood?

No soy el único que ha notado eso que mencionas de Pinochet. Mi libro fue la primera narrativa muy precisa de lo que pasó en Chile y Bolivia y los comienzos de los narcos en Colombia. Lo que es interesante para mí es que hay tantas obsesiones con las drogas en los medios. Hollywood, Netflix, Europa y América Latina. Y en Estados Unidos no es solo “Narcos”, sino también a traficantes como los de “Ozark”. Es una obsesión algo exagerada. Aunque, mira, “Narcos” no fue tan mala como representación, aunque muchos la hayan criticado. Sí me parece tal vez algo literal, como (si fuesen) los ojos de los Estados Unidos, de la DEA. Pero tiene aspectos realistas también, como la idea de que la droga es un negocio muy grande, una actividad capitalista. Eso es parte de su trama también. ¡Me gusta que la gente haya aprendido de mi trabajo!

«Narcos no fue tan mala como representación, aunque muchos la hayan criticado», dice Paul Gootenberg sobre la serie de Netflix. (Foto: NETFLIX)

Más allá de sus métodos, efectivamente, Pinochet sí pudo deshacerse rápidamente de las cabezas vinculadas al narcotráfico en su territorio…

Porque un país autoritario puede hacer lo que quiere. Chile fue el Colombia de la cocaína en los años 50 y 60. Fue la ruta para la pasta básica de cocaína, que venía primero de Bolivia, del Chapare, con la influencia peruana en cuanto a técnicas, claro. Y eran grupos chilenos, del norte, que venían comerciando la cocaína por Cuba, México y un poco hacia los Estados Unidos. E iba creciendo y creciendo. Pinochet vino y se dio una oportunidad de hacer amigos con EE.UU., porque tenía publicidad muy mala vinculada a la violencia del golpe. Entonces, identificó cerca de 20 líderes de exportaciones de cocaína y los han deportado, asesinado, muy rápidamente. Algunos de esos se fueron literalmente a Colombia, y entonces esa nueva ruta empezó a tener un sentido común. Huallaga, Medellín, Miami, etc. Y muy rápidamente en los años 70 o 80, grupos colombianos iban expandiendo el comercio a velocidad. Así que el golpe de Chile fue una especie de empuje final hacia el norte, hacia una cosa más lógica que fue Colombia.

En los varios ensayos que incluye su libro hay un retrato de cómo los países de la región sufrieron las consecuencias del narcotráfico en los setenta. Y varios de estos lugares hoy siguen en crisis. En Argentina hay muertes por narcotráfico, en Ecuador hay problemas muy graves. ¿Por qué cree que Latinoamérica no puede salir de este bucle violento vinculado a la droga?

Empezó todo con el Plan Colombia, cuando los Estados Unidos y los gobiernos conservadores colombianos tenían esta idea de destruir toda la producción de coca. Su idea era bajar radicalmente y militarmente las cifras. Y se fracasó. Tuvieron un impacto, pero en 2012 recrudeció. En sí, el impacto que tenían era de dispersar empresarios y rutas de la cocaína hacia el sur. Por Brasil, que tenía grupos criminales muy grandes, mayormente en Río y Sao Paulo, grupos con entrenamiento en cárceles, y también Argentina, Paraguay, menos tal vez Uruguay. Pero también había un alto consumo de cocaína en las clases medias de esos países. Entonces, Brasil ha sido la etapa próxima en este proceso, y ahora es un gran exportador hacia Europa y otros lugares del mundo, por barcos y aviones. Es una globalización hacia el sur. Y de ahí viene la crisis de la cocaína en Sudamérica, donde hay mucho consumo, pero también muchos narcotraficantes y estos son de vez en cuando violentos. Y se dice que Venezuela será la próxima Colombia. Estamos esperando algunos años más, no lo sé. Pero lo que ha pasado en Ecuador es dramático. (Los narcos) muy rápidamente buscando rutas nuevas desde Colombia han creado una crisis de narcoviolencia sin precedentes. Es un país muy débil que no tiene los recursos para enfrentarse a este fenómeno.

¿Ha visitado recientemente Tingo María o Huánuco en Perú? Es curioso, un lugar donde puedes pasear tranquilamente en la plaza de armas, comprar algo para comer, ignorando que a un par de kilómetros hay una mega industria de la coca…

La zona que mencionas es muy distinta a lo que era en los ochenta y noventa. Pero ahí empezó realmente el boom moderno de la cocaína en el Perú, en los setenta. Tengo otro libro que se llama “Los orígenes de la cocaína” y ahí exploramos junto a otros autores específicamente lo que pasó en el Huallaga, y también en Bolivia y en Colombia. El Gobierno peruano empezó proyectos de colonización de campesinos en los años cincuenta y sesenta para evitar problemas graves en la sierra. En Huallaga tenían escuelas técnicas, créditos, programas agrícolas y había miles de campesinos. Pero cuando este proyecto se cayó, por la época de Velasco y posteriormente, estos campesinos regresaron a la coca y cocaína. Algunos no tenían pasado en ello, pero se adaptaron. Y ese es el origen de la cocaína en masa, no solo en Perú, sino también en el Chapare de Bolivia, que fue la zona de migración desde las alturas, y también en dos o tres zonas de Colombia. Es un patrón de modernización fracasada.

En Estados Unidos uno puede comprar cannabis en una tienda sin problemas, pero a la vez se persigue la venta de cocaína, y al mismo tiempo encontramos gente tirada muerta en las bancas a causa del fentanilo. Entiendo que cada droga tiene sus características, pero, ¿cómo podría resumir hoy la relación que su país tiene con las drogas?

Es una pregunta difícil. Los Estados Unidos han tenido una relación de amor – odio con las drogas por siglos. Estamos entre los más fanáticos usuarios de drogas medicinales en el mundo. Pero también tenemos este prohibicionismo que mencionas. La idea de criminalizar no solo fue de los Estados Unidos, pero mayormente en el caso de la cocaína sí, por razones históricas. Bueno, esto viene cambiando, pero los impactos son distintos dependiendo de la droga a la que nos referimos. Cannabis es casi legal en la mayoría de los estados, y federalmente la están descriminalizando. Hay un mercado muy grande con respecto a esto. El impacto público de salud que sería positivo es que el uso de cannabis reemplaza al del alcohol, que es muy malo para jóvenes, y al uso de drogas más adictivas como la heroína, fentanilo, cocaína y anfetaminas. Pero no podría decirte si esto tendrá efecto a largo tiempo, o sea, que persista un gran uso de cannabis en vez de las otras drogas. Ahora estamos en una crisis. Pero depende también del régimen político. El fentanilo causa más de 110 mil muertes al año en Estados Unidos. Y provenientes de grupos que antes no eran muy afectados, como pobres blancos en el campo, gente así. Así que ha cambiado la perspectiva lentamente y ahora ellos están vistos como víctimas de compañías farmacéuticas, y no son criminales. Hay espacio para ejecutar otro tipo de soluciones medicadas a los problemas de adicción. No obstante, nosotros tenemos problemas políticos en Estados Unidos. Podemos regresar a este fascismo de Trump y no habrá progreso. Por otro lado, a pesar de Obama, no tenemos un sistema nacional de salud factible. Y este es un problema de medicalizar las drogas, porque no puedes hacer tratamiento fácilmente como sí los países europeos. Estamos, pues, ante un panorama muy complejo. Creo que en este momento estamos en una especie de tregua en la guerra contra las drogas.

A algunos les encanta decir que en Perú vamos camino a México, otros que vamos camino a Colombia. ¿Estudiar durante treinta o cuarenta años la cocaína en Perú le puede dar herramientas para intentar predecir lo que ocurrirá aquí en algunos años?

No creo que (el Perú) termine convirtiéndose en un narcoestado. Sería exagerar. En narcoregiones o cocaregiones, podría ser. Ojo, pero algo sobre mi libro que no hemos hablado mucho es el concepto de la negación de la cocaína en Perú. Porque en Bolivia y Colombia hay una conciencia muy alta, pública, de esos problemas o cuestiones nacionales, por distintas razones. Y tienen institutos y estudiosos y programas, y planes, y pueden ser utópicos, pero tienen sus ideas nacionales sobre las drogas. ¡Perú no tiene nada así! Las drogas, coca y cocaína son cosas muy alejadas, negadas, des-estudiadas. Algunos etnógrafos y estudiosos han empezado a hacer cosas, pero no es como Colombia con docenas y docenas de expertos sobre violencia y drogas, y tampoco como Bolivia, con muchos equipos para tratar con cocaleros y presentar ideas nacionales sobre la coca. Hay una negación. Y esa es la contradicción que plantea mi libro: la cocaína empezó en el Perú, tiene 100 años de historia aquí, es una cosa muy peruana, pero la conciencia sobre eso es muy baja. Y ojalá que mis escritos puedan cambiar algo en panorama.

Usted abrió el camino, marcó la trocha muchísimas décadas atrás, pero si un joven estudiante de historia le pregunta: ¿qué puedo estudiar sobre la cocaína vinculada al Perú hoy?

Toda la historia de la coca en Perú es desconocida. La coca es una cosa cambiante. Las ideas de la élite sobre su uso social son casi no conocidas en Perú. Bolivia tiene más estudios y más fuentes, porque hubo mayor debate de elites, sobre los impuestos que recaían en la coca. Así que yo creo que sería muy importante tener trabajos de investigación sobre la coca, desde la Colonia hasta hoy. También sobre narcotraficantes. Quizás mi trabajo tocó bien el tema de la industrialización de la cocaína, su fase legal, sus inicios en lo ilícito, pero la historia de lo que pasó después, en los años ochenta y noventa, y más allá de los narcotraficantes y las zonas donde operan, esto aún no se ha escrito. Sé que es difícil de investigar, claro, pero se puede hacer algo. Por otro lado, también faltan estudios sobre la no institucionalidad como Gobierno peruano hacia las drogas. ¿Por qué se ha tenido una respuesta tan débil históricamente? En los setenta, ochenta y hasta hoy. Se teme que los narcos pueden tomar más poder local, pero también está el peligro de que el Perú puede ser víctima nuevamente de las políticas de los Estados Unidos. Por ejemplo, si la DEA, ya que no puede trabajar en Colombia y Bolivia, decide enfocarse en Perú, y Dina Boluarte está abierta a la idea de represión a las drogas, podría terminar apoyando –por ejemplo—el sobrevuelo de avionetas sobre la Amazonía, algo que ya fracasó en el pasado.

Pero usted me dijo que la DEA tiene otros problemas más graves…

Sí, pero como están buscando una misión y una amiga, quizás miren acá. Porque Perú es más pasiva que Colombia, Bolivia o México. México específicamente está completamente rechazando la cooperación desde los Estados Unidos.

Ahí entra lo que menciona del régimen político…

Sí, tanto en México como en Estados Unidos.

Compártelo