En medio del intenso trabajo que significa escribir una biografía sobre José Carlos Mariátegui, el historiador Paulo Drinot se toma una licencia para presentar en público su más reciente ensayo. Se trata de un breve e interesante acercamiento a uno de los intelectuales peruanos más notables nacidos a finales del siglo XIX, pero desde un aspecto aún poco abordado: su discapacidad.
En “José Carlos Mariátegui o el ‘cojito genial’” (Planeta, 2023), el profesor de Historia Latinoamericana en la University College London intenta situar a la discapacidad como un fenómeno histórico, valiéndose de la experiencia personal del autor del clásico “Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana”.
Para cumplir su propósito, Drinot –quien tiene en su haber textos como “La seducción de la clase obrera” o “Historia de la prostitución en el Perú”—utiliza una serie de recursos de archivo que van desde las cartas y los documentos personales, pasando por las fotografías. Es precisamente este último elemento visual (el volumen recoge 25 imágenes del Archivo Mariátegui) pasivo de una interpretación que obedece no solo a gestos, sino también al contexto de la época.
José Carlos Mariátegui nació el 14 de junio de 1894 en Moquegua y falleció tempranamente el 16 de abril de 1930 en Argentina, país al que viajó con la idea de colocarse una prótesis que le facilite la movilidad. El libro de Drinot, que se suma a la Colección Perú Breve que dirige Alberto Vergara, repasa algunos de los aspectos más importantes no del periodista, pensador y político, sino del hombre que vio limitados sus movimientos casi toda su vida.
En casi 100 páginas, conoceremos la forma en cómo Mariátegui afrontó este devenir del destino, los tratamientos que siguió por recomendación médica, las complicaciones, quiénes estuvieron de su lado y quiénes le dieron la espalda e incluso lo trataron de forma burlona y humillante. Aunque, como el propio Drinot remarca en esta entrevista, claramente no estamos frente al caso de un pensador marginado por sus males, sino todo lo contrario: hablamos de alguien que supo salir adelante y trascender con sus ideas, granjeándose mayoritariamente el respeto de los demás.
Muchos hemos visto alguna vez en nuestra vida las fotografías o los monumentos a José Carlos Mariátegui. ¿En qué momento esas imágenes que tú también viste te llamaron la atención, pero desde el tema de la discapacidad del personaje?
Todo fue un proceso muy lento y una realización que viene muy tarde, y que tiene que ver en parte con mi desarrollo como historiador y los campos en los que me he ido metiendo. Como peruano siempre me interesó Mariátegui, porque es una figura central en nuestra historia y en nuestro pensamiento político. Eso siempre estuvo ahí. Además, cualquier historiador peruano y/o peruanista lee libros clásicos como “La agonía de Mariátegui” de Alberto Flores Galindo, o sea, es una parte de tu formación. Pensar en Mariátegui no resulta algo inusual. Pero yo empecé en lo que sería la historia económica y luego me fui hacia la historia social, y en mis trabajos anteriores me metí cada vez más más en lo que debería ser la historia de la medicina y la salud pública. Y leyendo ese campo comencé a encontrar textos sobre la historia de la discapacidad, no en Perú, sino en Europa y Estados Unidos. Y me pareció un tema bastante interesante. Por otro lado, armé una propuesta para una beca que gané y que me ha dado tiempo para dedicarme a lo que estoy haciendo, que es una biografía de Mariátegui. Entonces, en el transcurso de esta investigación sobre la vida de Mariátegui, como efecto de haber leído esos textos sobre la discapacidad, me fui dando cuenta de la importancia de este factor en cualquier intento de pensar a este hombre no solo como un pensador, como parte de una vanguardia cultural y política, sino como una persona.
Estás escribiendo una biografía de Mariátegui. Son varios los libros dedicados al personaje, incluso por colegas tuyos del extranjero. ¿En algún momento un historiador se plantea la idea de ‘tal personaje ya está sobre estudiado’? ¿Por qué decidiste embarcarte en dicho proyecto?
Es cierto, sobre Mariátegui se ha escrito muchísimo y desde todas las perspectivas imaginables. Ahora, se ha escrito mucho más sobre su pensamiento que sobre la persona. Hay buenas biografías, una muy famosa, antigua y difícil de encontrar hoy, escrita por Guillermo Rouillón. Luego hay otra más reciente, de Servais Thissen, que está muy bien ilustrada. Él ha hecho un muy buen trabajo con el acervo fotográfico. Sin embargo, creo que hay espacio para otra biografía, con otro tipo de aproximación, escrita por un historiador, porque ninguno de los dos autores mencionados lo son. Y en mi caso particular, lo que me interesa es relacionar de manera más explícita lo personal, lo intelectual y lo político. Y pienso que este interés por la discapacidad viene un poco por ahí. Y, bueno, los que trabajamos sobre Mariátegui tenemos la suerte que hay un magnífico archivo que está prácticamente todo digitalizado, lo cual facilita mucho el trabajo. En lo personal, para la biografía que vengo trabajando, estoy usándolo mucho, pero también me ha sido bastante útil para este proyecto algo más limitado sobre la discapacidad (“José Carlos Mariátegui o el ‘cojito genial’”).
En el ensayo mencionas cuando Mariátegui decide recurrir a los descansos frente al mar para aliviar sus dolencias. Algunos ven esto, tal vez hoy más que antes, como una especie de tratamientos digamos ‘alternativos’ a la medicina/ciencia. ¿Cómo eran los tratamientos para las dolencias de JCM en su tiempo?
Lo que mencionas fue un tratamiento recomendado por su médico, entonces, no es que él no pensara en la ciencia médica. Ahora, en mi ensayo hablo un poco sobre su relación con los médicos, que es algo importante, pues, a diferencia de la mayoría de los peruanos, en esa época de los años veinte, él tuvo acceso a muchos doctores de renombre. Entonces, este tratamiento no era una alternativa sino más bien la norma que se usaba en casos como el de Mariátegui, que era esencialmente de tuberculosis. A los tuberculosos se le mandaba a un clima más seco, en montañas. Chosica, por ejemplo, si hablamos de Lima. Y también estas curas de playa, donde supuestamente el aire marino ayudaba a mejorar la condición. Claro, no es que la TBC se cure con eso, pero había la idea de que se podían aliviar los síntomas.
¿Cómo eran los tratamientos que se recomendaban para pacientes con TBC en países como Estados Unidos o Gran Bretaña en esa época?
En muchas partes eran tratamientos de aislamiento en lugares de montaña, donde había mejor aire. Pero no había un método específico propiamente dicho, hasta que ya luego aparecen los antibióticos y otras recomendaciones médicas. Los tuberculosos, que eran muchos, porque hablamos de una enfermedad que afectaba a muchísima gente, tenían que vivir con eso. Y, de hecho, sobre todo en el siglo XIX, ya menos en el XX, había una visión media romántica del tuberculoso como una figura de la noche, en fin. Era una enfermedad bastante asociada a los artistas, a los creativos. Pero en el caso de José Carlos se manifestó principalmente por problemas con las piernas, con sus huesos, aunque le afectó también la respiración. En general, le causó mucho sufrimiento. Por esto en mi ensayo me fijo en cómo él busca resolver su condición y averigua tratamientos y, en particular después de que le amputen la pierna en 1924, hay una búsqueda por encontrar una pierna ortopédica, una prótesis que le permita una mayor movilidad.
Has mencionado la importancia de los médicos a los que accedió Mariátegui. Él tuvo automóvil, acceso a buenos doctores, viajó, y dices en tu ensayo que su caso personal de discapacidad no era representativo del universo peruano. ¿Podemos llamar “privilegios” a todo lo que este accedió?
En cierto modo, pero tampoco es cuestión de exagerar. Mariátegui no era parte de la élite económica peruana que pudiera acceder a los beneficios que vienen con el dinero. Pero relativamente sí, porque era parte de una élite intelectual, donde circulaban muchos expertos. Y tenía muchos amigos que buscaban ayudarlo porque le tenían respeto y admiración. Entonces, le proporcionaban un tipo de ayuda a la que no podían acceder el promedio de peruanos, incluso pertenecientes al sector económico de José Carlos. Porque, como sabemos, plata siempre faltó en casa de Mariátegui. Y eso queda muy claro en sus cartas. No es que viviera en una situación particularmente cómoda, pero como era un intelectual famoso, miembro de muchas redes de otros intelectuales, y también de obreros en Lima, pues lo que planteo en el estudio que es estas funcionaban como un apoyo no solo emocional sino también económico. Un caso que puede servir de ejemplo es que después de la amputación de su pierna, Luis Alberto Sánchez y otros se organizan para pagar los costos de la operación.
La coyuntura nos hace olvidar, a veces, que existió un antes. Ahora mismo nuestros políticos se dicen de todo que ni nos sorprende. Pero en tu libro mencionas ejemplos de cómo rivales se refieren a Mariátegui de forma burlona, despectiva. Incluso citas a Haya de la Torre –quien fue su amigo y del que también se han dicho cosas fuertes en el pasado—en un tramo. ¿Qué nos dice todo esto sobre cómo era la política de ese entonces?
Es interesante esa relación porque, claro, Mariátegui y Haya de la Torre primero fueron amigos, colegas, compañeros de ruta política también. Pero está muy claro que esa relación empezó a quebrarse en la segunda mitad de la década del 20, y muere especialmente en 1928, cuando Haya decide armar un partido político. Es una historia bastante conocida. Y existen unas cartas en las que Haya se burla de Mariátegui, en particular de su discapacidad, de forma muy fuerte, brutal incluso. Y creo que eso es un reflejo de hasta qué punto esa relación se quebró y se volvió tóxica. Quizás es algo a lo que nos hemos acostumbrado hoy, aunque no creo que fuese tan distinto en esa época. También encontramos otros casos de disputas políticas muy violentas verbalmente e incluso algunas con violencia física. Así que quizá ahí hay más bien una historia de continuidad más que de quiebre. Sin embargo, lo que me parece interesante ahí –y eso es algo que planteo en mi ensayo– es el uso de la discapacidad como una manera de ataque político de parte de Haya de la Torre es como una excepción, porque en general lo que veo en las fuentes es que la discapacidad de José Carlos se persigue y representa como algo positivo, como algo que demuestra su valor. Entonces, hago mucho hincapié en el hecho de que constantemente encontramos a personas que dicen ‘él tiene una discapacidad, pero es un genio…’. De ahí el título de mi libro, claro. Así que la valoración positiva es más presente porque el personaje es visto como alguien que ha superado su discapacidad.
¿Tiene que ver con la idea del supercrip que mencionas en tu ensayo?
Exactamente. Es algo que tomo de un campo de estudios (de la discapacidad) que se ha masificado en los últimos 20 años. De este campo muy rico y multidisciplinario surge la figura del supercrip. Y es la idea de representación exageradamente positiva de la persona con discapacidad que la supera. Así que actúa como una especie de superhéroe. Es una figura que me pareció que se podía utilizar para pensar a Mariátegui también, porque muchas de las valoraciones que encuentro en las fuentes me hacen pensar en ella. En mi ensayo junto esta perspectiva analítica que viene de los estudios de la discapacidad con las representaciones que uno encuentra tanto en fuentes escritas como visuales donde hay una representación que se aleja de la idea dominante de la discapacidad como algo negativo.
Luego viene también la idea del ‘discapacitado digno’, referida a que el discapacitado que sirve a la sociedad es digno y el que no puede, termina siendo casi un peso. ¿Crees que eso ha trascendido el tiempo?
Es un término que meto en el ensayo sin desarrollarlo mucho, pero sí creo que uno percibe esa distinción en la valoración de las personas con discapacidad en función de si lo que hacen se considera bueno para la sociedad o no. Lo que prima, por lo general, es una visión muy crítica de las personas que no sirven, que no aportan. Pero, dentro de eso también hay un discurso que resalta al discapacitado que tiene una aptitud o capacidad particular, que hace algo por encima de lo que uno esperaría. Y a eso me refería con el término de discapacitado digno.
Otro buen aporte de tu ensayo es el factor visual. ¿Cómo has conseguido estas fotografías y, luego, cómo es el proceso de interpretarlas? Porque tú colocas, por ejemplo, una imagen de Mariátegui postrado en una cama de hospital y lo describes de una forma, pero yo puedo pensar que su aspecto era otro distinto…
Tenemos la suerte de contar con el Archivo Mariátegui en donde se ha digitalizado casi todo. Sus cartas, sus artículos, pero también hay un acervo fotográfico lo suficientemente importante para hacer posible un estudio visual. Algunas de esas imágenes el Archivo Mariátegui las ha ido juntando de otros lugares, como por ejemplo de la familia Lomnitz, que son descendientes de esta pareja de judíos que eran amigos de José Carlos y que le tomaron algunos de estos retratos. Ahora, ¿cómo interpretarlas? Como cualquier fuente, en realidad. También las fuentes escritas se pueden interpretar de diferentes maneras, y dos historiadores puede ser que las interpreten de manera distinta. Entonces, claro, lo que hago es, por un lado, analizo la foto, pero también trato de pensarla en su contexto. Por ejemplo, en la imagen que dices, aparece él después de su operación: está echado en una cama y alrededor suyo están varios de sus amigos. Claro, como yo sé que es después de una operación traumática, porque no solo hay fuentes escritas de contemporáneos donde se menciona ese duro trance, sino además que no es difícil imaginar que las cosas fueron así. Entonces, si tú lees lo que te dice la foto y lo pones en diálogo con la información contextual, creo que las conclusiones siempre se pueden poner en cuestión, pero me parecen por lo menos válidas.
Comentaste que habías accedido a libros sobre la discapacidad, pero en el extranjero. ¿Estás en condiciones de evaluar cómo está la producción académica/histórica en cuanto a este tema en nuestro país? ¿Estamos ante un campo con mucho por explorar todavía?
Creo que sí. He encontrado muy poco aquí: algunos estudios sobre la discapacidad como una realidad contemporánea, algunas tesis universitarias. También hay publicaciones de grupos de activistas de personas con discapacidad, que se movilizan en torno a esa temática. También está el trabajo legislativo de personas como Javier Diez Canseco, que fue una de las autoridades que impulsó mucho la normativa en torno a la discapacidad, pero específicamente en mi campo de la historia es muy poco lo encontrado en el contexto peruano. Diría incluso que en América Latina en general. Es un campo que, no obstante, puede tomar impulso y en mi ensayo cito algunos trabajos en Argentina y México. Espero que otros historiadores se interesen por el tema y contribuyan a pensar más la historia de la discapacidad en el Perú.