Massimo Di Ricco, autor de «Los condenados del aire»: «Muchos aeropiratas querían ir a Cuba, pero desconocían lo que se iban a encontrar allí»

Pensó en un ensayo académico, pero terminó escribiendo un libro atrapante. Quería abordar la historia de los secuestros aéreos en Colombia, pero terminó consiguiendo lo más parecido a un estudio político y social de Latinoamérica en la segunda mitad del siglo XX. Muchas cosas cambiaron en el proceso de elaboración de “Los condenados del aire”, notable obra del periodista italiano Massimo Di Ricco que publica en España el sello Libros del K.O.

Como cuenta en esta entrevista, Di Ricco –un experto en Medio Oriente que hoy trabaja como catedrático en Barcelona—partió del secuestro al avión de la Sociedad Aeronáutica de Medellín (SAM) ocurrido el 30 de mayo de 1973 para explayarse a través de una serie de hechos similares ocurridos en la denominada ‘edad dorada del secuestro aéreo en América Latina’.

Aunque tuvo una versión previa publicada en Colombia, esta edición española de “Los condenados del aire” toma hoy un incomparable impulso gracias a “Secuestro del vuelo 601”, la serie que acaba de estrenar Netflix y que tiene en su reparto a actores de renombre como Christian Tappan, Mónica Lopera y Ángela Cano.

A continuación, Massimo Di Ricco explica los pormenores de su investigación, los ‘inputs’ que recibió antes de sentarse a escribirla, las particularidades de estos raptos –felizmente—sin desenlaces trágicos que lamentar, el proceso de retornar a las fuentes para elaborar un Podcast, y la expectativa ante la adaptación de su libro a la pantalla chica, entre otros temas.

Más que un libro sobre la historia de los secuestros en una región, esto parece a ratos un estudio sobre la historia latinoamericana, con mucho de política y sociedad. Eres italiano, radicas en España, cuénteme sobre cómo llegas a Colombia y te interesas por este tema.

Viajé por primera vez a Colombia en 2010. Mi especialidad es Medio Oriente, y había vivido mucho tiempo entre Líbano, Egipto y Siria. Siempre me fascinó el tema de los secuestros de aviones. En los años 70 y 80 hubo muchos en Europa perpetrados por guerrilleros palestinos, chiitas y libaneses. Viví en Bogotá y también me mudé un tiempo a Barranquilla, pues investigaba sobre cómo los descendientes de árabes consiguieron hacerse del poder en esta ciudad de la costa, y mientras buscaba en las hemerotecas datos sobre la llegada a la política de estos personajes, hallé el tema de los secuestros de aviones. De casualidad, uno de estos secuestradores era un jordano, hijo de inmigrantes árabes, que en América Latina son llamados –incorrectamente– ‘turcos’. Y me asombró al principio porque creía saber bastante sobre los secuestros, pero me di cuenta que, por un lado, no había información en América Latina sobre este fenómeno y, por otro, la historiografía regional, nacional e internacional había dejado de lado especialmente su ‘característica particular’. Conforme iba revisando todo eso me parecía cada vez más raro. Trabajé en ello por un tiempo, lo dejé, lo retomé, y le di una forma. Fue un proceso bastante largo.

¿En qué momento te diste cuenta de que lo que habías conseguido investigar daba para un libro? Porque “Los condenados del aire” tuvo una primera edición en otro sello en 2020.

La historia comienzo a trabajarla en 2013, que es cuando encuentro esta noticia y luego, claramente, estaba haciendo otra cosa y de vez en cuando iba buscando la poca información que había. Y empecé a tener la idea primero de centrarme sobre Colombia, pero al ver que no había tanta información, pues pensé en hacer un compendio sobre los casos ocurridos en América Latina. Al principio pensé en un ensayo, pero en 2015, 2016, ya de vuelta en España, lo aparté. En 2017 sentí que tenía mucha información, y decidí que haría un libro. Pero no quería que fuera un ‘ladrillo’ con puros datos de los secuestros, entonces, me puse a pensar en hacer algo más entretenido. Porque, sé que suena surrealista hablar de entretenimiento al analizar secuestros de aviones, pero para mí era entretenido porque, como habrás leído en el libro, pues no hubo tantos episodios de violencia. Entonces, intenté pensar la forma en que mi información encaje. El caso del avión de SAM era el más llamativo, pero digamos que lo ninguneé en algún momento, porque me parecía demasiado. Ya había leído algo sobre ese hecho. Era una nota donde habían sacado la información de periódicos, sin mayor investigación. Pero había mucha gente en el avión secuestrado, que además daba vueltas por toda América Latina. Hay diferentes actores involucrados y sentí que tenía la posibilidad de utilizar, a través del movimiento del avión, toda la información conseguida. Y al final yo creo que fue una buena idea para meter algo más de cultura, de política de la época, y para situar a los lectores en una época bastante diferente a la actual.

¿Hay diferencias saltantes entre la versión colombiana de 2020 y esta hermosa nueva edición española que sale vía Libros del K.O.?

Ellos hicieron su propio proceso de edición. O sea, el libro tuvo dos procesos de edición distintos. Uno, colombiano, donde hubo cambios más técnicos. Y ahora el español, con algunos cambios, aclaraciones, sabiendo que principalmente era para un público español. Y entonces el enfoque era ese. Hubo una reversión de cierto orden en algunas cosas, pero el grueso del libro se mantuvo igual. También se corrigieron algunos hombres entre una edición y otra.

El tráiler de la serie que adapta el libro de Massimo Di Ricco.

¿Y en qué momento te contactan para la serie de Netflix?

Esta productora colombiana (Miracol Media) ya me había contactado. Ellos estaban buscando historias para proponer a diferentes plataformas. Me preguntaron sobre el libro. Primero fue algo genérico. Les comenté que haría un trabajo para Radio Ambulante sobre el mismo tema. Y la verdad que salió un Podcast espectacular. Fue muy emocionante volver a entrevistar a las personas que ya había entrevistado para mi libro, pero esta vez con audio. En Radio Ambulante son muy buenos para crear una historia, para generar tensión a nivel narrativo. Y claramente luego de oír este Podcast, la productora me contactó y me dijeron que querían cerrar (el acuerdo por) el libro y producir algo. No dijeron primero con quién, pues tenían algunas opciones. También me contactaron de otros lados, pero sentí que esta productora era bastante seria. Creo que para ellos el proyecto fue muy importante. Y en seguida, luego de dos o tres llamadas, aún sin firmar nada, pude hablar con los directores, a quienes ya los conocía de otras series que había visto. Y me pareció que era gente que trabajaba muy bien. Y ya luego solo quedaron las cuestiones legales. Quedó en sus manos la posibilidad de ver a quién conseguían ‘venderle’ la propuesta.

Entonces, podríamos decir que la historia detrás de este y todos los secuestros aéreos investigados te permitió transitar por varios géneros. Reporteaste, visitaste hemerotecas, hiciste un Podcast, escribiste un libro, y ahora se viene la televisión…

Yo veo esto como algo bastante circular. Mi intención era escribir un libro, o por lo menos un ensayo, aunque también creo que el trabajo final está muy influenciado por mi consumo de series tipo true-crime, de Podcasts como Radio Ambulante, etc. Uno con la literatura intenta buscar modelos, no para copiar, pero sí detecta cosas que le interesan. Me parece que el input más importante para “Los condenados del aire” vino de otro tipo de medios, como los Podcast, series, televisión y películas. Claramente, para escribirlo he tenido, además, muchos años empapándome de todo lo que fuera posible en cuanto a crónicas latinoamericanas.

Parte importante del libro ocurre en medio del bloqueo de Estados Unidos a Cuba y mientras los países de la región van tomando posición con respecto a la Isla y a los Castro. ¿Qué tan clave es ver el contexto histórico para entender la historia que nos presentas?

El contexto es la Guerra Fría, prácticamente la lucha de Estados Unidos contra cualquier cosa que oliera a comunismo, especialmente en una región que siempre ha sido vista por ese país como su ‘patrio trasero’. A diferencia de lo que ocurre hoy, en esa época EE.UU. tenía control sobre casi todos los estados de la región, excluyendo a México y Cuba, país en donde en el año 59 hubo una revolución, comunista al principio, pero que después –como cualquier revolución— tuvo la idea de exportar sus dictámenes. Entonces, muchos de los países de América Latina se pusieron bastante a la defensiva frente a este intento de Cuba de exportar la revolución, de generar grupos guerrilleros en todos los países. Y de allí viene el bloqueo hacia Cuba, que ocurre entre el 60 y el 61, por parte también de la OEA, que en esta época más que ahora era una plataforma de la política regional de EE.UU. Así que en esta época podemos decir que el continente estaba dividido con una gran mayoría (90%) muy conservadora, no muy a favor de lo que ocurría en Cuba y, además, la población, en la que muchos veían a la Isla como un lugar utópico, propicio para un cambio, para arrebatarle el poder a las élites tradicionales y conservadoras, relacionadas también con Estados Unidos, y que además claramente querían mantener el poder. Y como explico en mi libro, hay por un lado la versión de la revolución socialista y comunista, representada por Cuba y la ‘justicia social’, y por el otro lado la carrera al progreso representada por la Alianza para el Progreso, que era una institución que promovía el liberalismo en toda la región, con fondos y ayudas, pero que, desde mi punto de vista, vendió la idea de un cambio ‘excelente’, y yo no dudo que haya ocurrido un cambio positivo para muchos, pero también empeoró el nivel de vida en la región. Fue el momento en el que se crean las grandes ciudades, las grandes metrópolis, y sabemos perfectamente hasta hoy en día cuáles son los grandes problemas de estas zonas: seguridad, abandono del campo, desconexión, creación de tugurios, sacos de pobreza, etc. Por esta razón, muchas de las personas decidieron hacer esta ‘aventura’ de secuestrar aviones. Y no necesariamente eran castristas como los definía la prensa, pero en muchos casos eran personas que habían perdido un poco el tren del progreso, querían cambiar sus vidas, aunque sin saber mucho, porque Cuba era demonizada un poco por los medios, que eran en un 90% conservadores, así que muchos desconocían lo que se iban a encontrar al llegar a la isla.

Christian Tappan protagoniza la serie de Netflix que adapta el libro de Di Ricco. (Foto: Netflix)

Más allá de los contextos, hoy a veces ni te dejan subir al avión con una laptop. ¿Solo se explica por el alto costo de los detectores de metales que en la época estudiada se haya dejado pasar tantas armas, de fuego y blancas, al interior de aviones en toda Latinoamérica? ¿O también hay un tema, no sé, cultural?

Lo que más me ‘convenció’ en mi investigación tiene que ver con el costo de los detectores. La aviación comercial empieza en esta época a volverse ‘general’. No digo que haya sido accesible a todo el mundo, pero es vista como la punta de lanza de la modernidad. Son los años 60, 70, y en los periódicos esto era representado como ‘irse a Nueva York’. Había muchos vuelos desde Barranquilla directo a Nueva York, algo hoy impensable. Esto era para una élite que podía viajar en avión. Y cuando se implantó la idea de la aviación comercial se esperaba que sea como ‘tomar un bus’, sin que fueran necesarias grandes medidas de seguridad. Y frente a esto, viendo que son necesarias medidas, había que montar aparatos de tecnología avanzada en todos los aeropuertos del mundo, lo que hubiera significado un costo bastante alto. Sin embargo, y esta es una razón tal vez más filosófica, siendo la aviación comercial de la época una representación de esta humanidad que va adelante, sin mirar atrás, el hecho de poner trabas a ese medio de transporte que es principalmente para una élite, provocaría miedo y por ende un colapso de esta forma de trasladarse. Me refiero, por ejemplo, a ir horas a hacer cola por horas, y luego ser revisado, cosa que hoy sí vemos como normal.

Perú aparece en tu libro, tiene el récord del primer secuestro, pero como pasa en los casos ocurridos en otros países, está la particularidad de que no hay desenlaces sangrientos. ¿Por qué cree que ocurrió esto?

Tal vez por algo de empatía hacia los pasajeros. Creo que fueron clave los primeros secuestros. Y hablo cuando comienza esta ‘época de oro’, desde el 66, 67. Se ve que estas personas, que no son necesariamente gente violenta, buscan llegar a Cuba. Porque está presente la idea de aterrizar allí, pasar una noche con todo pagado, con la ilusión de ver un lugar del que todo el mundo habla, pero nadie sabe realmente nada. Asimismo, empezaron a salir informaciones en torno a que estos secuestradores no eran como los de Europa. Porque en el Viejo Continente había guerrilleros palestinos que mataban o que ejecutaban atentados sangrientos contra los aeropuertos. Así que fue clave los primeros tiempos donde hubo poca intervención de las autoridades, los comandantes fueron bastante permisivos y se propagó esta idea de que solo era un viaje a Cuba y ‘no nos va a pasar nada’, como efectivamente en gran número de casos ocurrió. Es más, creo que el único pasajero que murió, de las más de 5 mil personas que ‘viajaron’ a Cuba fue una persona que murió tras un paro cardiaco luego del secuestro. En ese sentido, estadísticamente, era mucho más peligroso caminar por la calle de cualquier ciudad.

Hallaste en tu investigación varios estudios sociológicos, tanto sobre secuestradores como sobre secuestrados. ¿Te satisfizo lo hallado o crees que aún hay mucho por investigar sobre la mente de quien se sube a tomar un avión y de quiénes lo sufren?

Bueno, yo utilicé estas fuentes con cierta ironía porque de vez en cuando sacaban teorías muy surrealistas, como las de un psicólogo estadounidense que todos mencionaban en su momento al hablar de piratería aérea. Sin embargo, hoy en día uno mira y resulta complicado entender la mentalidad de estas personas (aeropiratas). Ahora, tiene que ser durante esta investigación, especialmente en la segunda parte, 2015-2017, en el momento en el que había decenas de miles de europeos que se estaban embarcado en la utopía de ir a luchar por el ISIS en Irak. Y me llamó mucho la atención porque, haciendo la debida distancia entre lo que es Cuba revolucionaria y el ISIS, que no tienen nada que ver, pero si uno iba mirando a estos europeos que iban a enrollarse en el ISIS, la mayoría no era ni religiosos, sino gente que tenía experiencia en crímenes, que había estado en la cárcel o quería una aventura. Gente que buscaba una razón de vida o una utopía también, porque al final lo del ISIS, por cuanto violenta y sangrienta, era una utopía para muchos. Y mira, en este caso, hay mucha gente que no era guerrillera e iba a Cuba buscando una utopía. Y en ambos casos muchos terminaban decepcionados de lo que hallaron porque no tenían ni idea de lo que había allí. Entonces, quizás más que mirar qué tenían en su cabeza, yo creo que una gran importancia la tienen estas personas que querían simplemente cambiar su vida, empezar desde cero. Hoy empezar de cero es más difícil, pero en los 60,70, decías ‘borrón y cuenta nueva’ en Cuba, que es un lugar donde hay educación, donde se creía que todo el mundo puede vivir bien y, en ese sentido, ¿cuál era la única forma para ir? Secuestrar un avión.

¿Cómo evaluar el trabajo de la prensa en el contexto de la ‘fiebre de los secuestros aéreos’? Supongo que al comienzo la reacción es de pánico, susto, pero pasan los años y al ver –felizmente—que estos hechos no se tornan necesariamente sangrientos, el tratamiento va cambiando. ¿Qué halló en la revisión de los periódicos de la época?

Creo que al principio la prensa en general en América Latina, y he podido leer periódicos de distintos países, tildaba a todos los secuestradores de castristas. Esto también era parte de un aparato de propaganda de la élite conservadora que quería describir estos secuestros de aviones como una trama bien organizada por Fidel Castro y su hermano para desestabilizar todo el continente. Entonces, la prensa no se caracterizó por investigar realmente quiénes eran estas personas. El mensaje era ‘los terroristas son castristas que quieren sacar aviones hacia Cuba’. Y claramente hay mucha alerta al principio, especialmente en el 69, que creo que es el año con más secuestros de aviones, pero luego se da cierto cansancio con el tema. Yo he encontrado notas en los diarios con gente diciendo que ‘quería irse a Cuba de vacaciones’. Luego, ya en los setentas, con menos casos, no se les da mucho seguimiento. Se ve que (los secuestros) están disminuyendo, y sabemos cómo es la prensa, si algo vende se le da, y si no, pues toma menor importancia.

En su relato enumera algunas singularidades del secuestro del caso que inspira “Secuestro del vuelo 601”: 60 horas y 15 minutos, 630 mil dólares gastados, gasolina, paradas, etc. No sé si un algún avión hoy en día pueda resistir tanta exigencia. ¿Hablamos de un súper avión? ¿Cómo se explica que un aparato sea sometido a tanta presión sin caerse en pleno vuelo?

No soy técnico de aviación (risas), pero creo que ni hoy se caería. Aunque hoy estamos acostumbrados a tanto control de seguridad que sería impensable un escenario parecido. Claramente, cada avión que viaja de un lugar a otro, cuando llega a destino tiene un montón de controles, de limpiezas. Imaginar 60 horas entre el despegue y el aterrizaje es algo impresionante. Y sí, el avión estaba bastante al límite. En algún momento se le tuvo que poner aceite, combustible, y se tuvo que ver las llantas. Pero, claro, desde el punto de vista de los secuestradores, mientras menos agentes externos intervengan en el control del avión, más tranquilos estarán, y como consecuencia también la tripulación. No sé cómo sería hoy un avión retenido 60 horas, pero espero que esto sea algo que no se dé.

Massimo Di Ricco es experto en Oriente Medio. Actualmente se desempeña como catedrático en Barcelona. (Foto del autor)

Hoy uno puede enumerar una larga lista de problemas en Cuba, desde la pobreza hasta la falta de libertades y el abuso a los derechos humanos. ¿Qué nivel de importancia le dieron en su momento los Castro al hecho de ver cómo se secuestraba tanto avión para llevarlo a su país?

Es curioso porque con relación a estos secuestros de aviones ‘todo empieza un poco por Cuba’. Perú tiene un caso en los 30, pero es anómalo. Ya tras la revolución, hay muchos fieles de Batista o militares que secuestran aviones cubanos para ir a Estados Unidos, y también muchos exiliados cubanos en EE.UU. que intentan secuestrar aviones para irse a Cuba. Así que esto ‘nace’ en parte en Cuba. Ahora, cuando empieza la ‘época de oro’ de los secuestros aéreos, 66, 67, pude ver en algunos artículos de Granma que esto era celebrado como ‘miren, alguien escapa de vuestro mundo tan bonito y liberal para venir a esta utopía revolucionaria’. Entonces, era un ‘orgullo para Cuba’ que exista gente que buscaba participar de la revolución. Así que al comienzo lo tomaban de una forma bastante eufórica, hasta que vieron que, especialmente desde Estados Unidos, empezaban a llegar cualquier tipo de personas. Gente que había robado bancos, que había asesinado a alguien, o sin ninguna intención política, sino solo con la idea de buscar ‘asilo’ no político, sino para escapar de las autoridades. Y entonces se dieron cuenta de que, por un lado, empezaban a tener miedo a que muchos fueran infiltrados de la CIA, o de alguna agencia de seguridad americana, infiltrados para ver cómo funciona Cuba y, por otro lado, hacerle mala publicidad a Cuba, porque dicen ‘alguien acaba de robar un banco, o matar a una persona, toma un avión y se va a buscar asilo en Cuba’. Como si fuesen una guarida de criminales. Todo esto iba a estropear la narrativa de Cuba como cuna de la revolución. Entonces comienzan a tomar muchas más precauciones. Y esta también es la razón por la que muchos secuestradores no tuvieron una vida tan bonita en Cuba, porque los Castro y su régimen se pusieron muy atentos a ver quiénes eran estas personas que llegaban.

¿Qué razones van propiciando el declive de esta feria de secuestros aéreos?

Claramente, los secuestros van funcionando hasta el 73,74, luego se ‘paran’ un poco, pero más tarde continúan. No todos con Cuba como destino, pero ya a finales de los 70 hay episodios bastante violentos de miembros de guerrillas. Luego de esta época yo creo que van desapareciendo porque lo que consiguieron informalmente estos aero-piratas fue que los países de Latinoamérica y Cuba se sentaran a hablar del problema. Porque al final era un problema para todos. Y surgieron leyes de piratería, controles en el aeropuerto, y se dieron cambios de gobierno más hacia la izquierda, como en Ecuador, Panamá y Venezuela. Y ya Cuba, especialmente después de la muerte del Che Guevara, ya no tenía como primer objetivo la idea de exportar la revolución a todos los países. En esa línea, la tensión entre los diferentes países de América Latina y Cuba va disminuyendo. Se mantiene cierto bloqueo, pero no hay relaciones tan tensas como antes.

Como experto en Oriente Medio, con los años que vivió en Latinoamérica y España, ¿podría mencionar algunas diferencias, no sé, culturales entre la sociedad colombiana o la europea, y la forma en cómo reaccionan frente a un momento criminal como un secuestro aéreo?

La cosa que más me asombró es cómo en América Latina podían los pasajeros tomar con tanta calma y tranquilidad un hecho así. Nunca he leído que alguien en Europa se lo tome parecido. Quizás es algo cultural, o cierta empatía con los secuestradores, con lo que estos querían, no sé. Siempre generalizar en cuanto a rasgos culturales es algo complicado. Creo que más que a nivel cultural, estaba la idea de que en Europa desde el principio (el secuestro de un avión) se veía como algo violento, y la gente estaba atemorizada antes esas formas de terror, mientras que en América Latina la idea de lo violento no estaba muy latente.

¿Qué sintió cuando leyó los guiones de la serie? ¿Cuáles son sus expectativas con respecto a “Secuestro del vuelo 601”?

Sí, tengo emoción de ver la serie en pantalla. Ver el tráiler fue emocionante y claramente en el contrato que hice con ellos les di totalmente carta blanca para que puedan dramatizarlo de la forma en que querían. No era mi interés que reflejaran la historia real, porque sé que cualquier cosa ocurrida es mucho más loca, complicada y surrealista de lo que vayan a contar ellos. Puedo decir que la han dramatizado bastante. Hay muchas cosas que no están en el libro. Y supongo que a algunos autores les podría molestar esto, pero a mí no. Porque para mí se trata de otro tipo de medio que necesita contar la historia de otra forma. Por ejemplo, está claro que en el libro hay dos tripulaciones. Y yo sé que, si vas a poner seis episodios de 50 minutos, no vas a poder colocar otros seis actores de nivel, porque no es sostenible en lo económico. Pero desde el punto de vista de los contenidos, creo que soy muy flexible. Sé que es otra historia. No soy el director. Pero al mismo tiempo sí hay muchas cosas del libro. Los guionistas y los directores lo han estudiado bien.  Y ya desde el tráiler me emocioné porque hay cosas que han salido de mi investigación. Por ejemplo, cuando el copiloto se da vuelta y pregunta: ¿es un atraco? Luego, cuando al final la escena una azafata escucha una voz que le dice ‘tú tienes que sonreír siempre’. Es algo que una azafata me dijo en la investigación. Entonces, hay muchas cosas que son parte de mi investigación y aunque no reflejen directamente la parte en que aparece en el libro, ha sido tomada en cuenta, y eso es algo que me enorgullece bastante.

Una de las escenas de la serie que ya está en Netflix.

Este no es un ‘chollo’, pero tampoco este es un libro pequeño. Entiende uno al leer la historia que, en un secuestro de tantas horas, hay baños sucios, comida regada por el suelo, es decir, suciedad. Y aunque colocas, por ejemplo, que en la bodega del avión había 300 pollitos que terminaron muriéndose, no narras vómitos ni nada similar. ¿Cómo maneja el tema de los detalles al momento de la escritura?

Es algo importante y es la razón por la que puse todas las notas al final del libro. Quise que se refleje que todo lo que sale en el libro no es mi versión. Aunque sabemos que con la crónica a veces los autores se dan cierta libertad para imaginar, con base en la realidad, claro. En mi caso puedo decir que, por ejemplo, no describí ninguna escena de vómito, porque en ningún diario o en ninguna entrevista me dijeron algo sobre eso. Cualquier cosa que sale en el libro, salvo dos o tres, son cosas que me contaron en entrevistas o que leí en periódicos, o vi en videos. Fui poniendo todo junto para reflejarlo. Luego, hay cosas como la entrada del libro, donde me imagino en la cabeza de los secuestradores, cuando tienen que empezar el atraco. Claramente ninguno ha dado su versión de cómo pasó, pero lo que digo es que se posicionan en un cierto lado del avión, que tienen a cierta persona al lado, y esto es consecuencia de lo que yo he leído. No es que lo puse en la mitad del avión por casualidad. En algún recorte sale eso. Y los diálogos también salieron en prensa. Yo no inventé nada. Luego, sé que cuando llegaron a Lima o a Guayaquil pidieron la prensa del día, porque querían ver qué decían los periódicos. Y ahí sí me tomé la libertad de imaginarme a ambos ojeando la prensa que llegaba. Pero eso es algo muy esporádico. El 99% de cosas que salen en mi libro son cosas que se han escrito en otro lado. Luego, el tema de los pollitos es algo que salió en la prensa y que me dijeron las azafatas también. Pero también hubo cosas que quedaron fuera, como cuando un pasajero me dijo que hubo cierto flirteo entre secuestradores y alguien más, pero no encontré más sobre eso. También describí fotos, o hablé del clima, como cuando menciono que bajan a Resistencia (Argentina), y ese día estaba lloviendo. Entonces, con base en esto fui describiendo e intentando acercarme un poco a la realidad. Y sé que siempre hay esta duda de cuánto el autor se ha inventado, pero en mi caso, tal vez por mi lado académico, he intentado mantenerme lo más cercano a la realidad. Aunque ciertamente tampoco hacía falta inventar mucho aquí.

Finalmente, me dijiste que durante tu investigación leíste mucha crónica latinoamericana. ¿Qué libros y autores recomendarías porque fueron los que más te marcaron?

Definitivamente, “Operación masacre” de Rodolfo Walsh. Luego, “Los crímenes de Moisés Ville” de Javier Sinay. Me costó mucho encontrarlo, pero me gustó porque mezcla un poco historia y crónica. Y leí muchos libros de Alberto Salcedo Ramos, un gran cronista colombiano.

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