Miguel La Serna: “Quise plasmar una narrativa que capturase la complejidad de los años del conflicto”

El historiador Miguel La Serna empezó a interesarse en el período de la violencia cuando realizaba su tesis para la para la Universidad de California en San Diego. Producto de esa investigación publicaría en 2012 «The Corner of the Living. Ayacucho on the Eve of the Shining Path Insurgency«, un ensayo que aborda los diferentes factores que dieron forma a la reacción que los campesinos ayacuchanos tuvieron ante la aparición del movimiento terrorista Sendero Luminoso, principal protagonista de lo ocurrido entre 1980 y el 2000.

Casi en la misma línea, ya en el año 2019, el hoy docente de la Universidad de Carolina del Norte, lanzaría junto a su colega estadounidense Orin Starn uno de los textos más interesantes en torno al surgimiento de la referida organización subversiva. «The Shining Path Love, Madness, and Revolution in the Andes», volumen que sería traducido al castellano dos años después bajo el título “Ríos de sangre. Auge y caída de Sendero Luminoso”.

En medio de su indagación sobre el fenómeno senderista, La Serna –un académico de padre peruano, premiado con el Premio a la Excelencia Tumi-Estados Unidos por sus estudios sobre el mencionado periodo histórico—se sintió intrigado en torno a otro de los actores parte de aquel aciago periodo violento: el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru. Responsable del 1.5% de muertes reportadas a la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), esta organización subversiva desplegó acciones siguiendo una estrategia distinta a sus pares senderistas, aunque con efectos igual de dolorosos para nuestra sociedad.

Encontré una muy buena tesis del historiador Mario Meza, pero en cuanto a publicaciones, el material era escaso. Algunas eran muy buenas, pero no estudios académicos. Así que me planteé trabajar una historia narrativa y política del MRTA”, refiere La Serna, quien luego de varios años de investigación publicó en 2020 «With Masses and Arms. Peru’s Tupac Amaru Revolutionary Movement», texto que indaga «desde cero» y hasta el final, la conformación y la esencia de un movimiento plagado de contradicciones, cuyas acciones de terror seguramente producirán nuevos acercamientos dentro y fuera del Perú.

En la siguiente entrevista, Miguel La Serna explica algunas particularidades de su estudio, los propósitos que siguió y el tipo de participación que tuvieron algunos actores, desde los gobiernos de turno hasta las fuerzas del orden, pasando, por supuesto, por los propios emerretistas, con los que él habló en exclusiva para su libro, ya traducido al castellano bajo el título «Con las masas y las armas. Auge y caída del MRTA» (Instituto de Estudios Peruanos, 2023).

Se ha escrito tanto sobre Sendero Luminoso que incluso a sus estudiosos se les llama ‘senderólogos’. ¿Por qué cree que ha pasado exactamente lo contrario con el MRTA?

Por varias razones. Una es que Sendero Luminoso era tan distinto como grupo armado en cuanto a la historia y el contexto de América Latina de los ochentas y noventas que llamaba mucho la atención de historiadores y periodistas. Creo que había gente que quería abordarlo, por curiosidad, y para entender un movimiento armado que realmente causaba mucho terror y sufrimiento. Había ese deseo de entenderlo bien para poder evitarlo a futuro. Pienso que en otro contexto el MRTA hubiese sido el grupo armado más estudiado, pero como apareció un poco después de Sendero, me parece a todos les interesaba más este último. Por otro lado, el MRTA y Sendero han sido puestos dentro de la imaginación popular como terroristas y punto. Entonces, han sido agrupados como una sola fuerza, y por eso me parecía necesario precisar la historia del MRTA para poder entender mejor los años de la guerra.

¿Como académico tuvo algún tipo de precaución para evitar que su trabajo corra el riesgo de romantizar la violencia? Porque estamos claramente ante un periodo donde se causó mucho año a miles de personas.

Sí, uno corre siempre ese riesgo cuando trabaja la historia reciente, temas de memoria, y sobre todo en Perú, donde el tema de la guerra es muy complicado, duro y doloroso. He intentado hacer las cosas lo mejor posible, pero estoy casi seguro de que habrá gente que me acuse de romantizar, o que no soy lo suficientemente crítico. Hice todo lo posible para evitar eso enfocándome en las narrativas de los propios actores históricos. Tanto del MRTA como de los gobiernos, así como de las víctimas. Busqué plasmar una narrativa que capturase la complejidad de los años del conflicto.

En lo estratégico, ¿qué nos dice que Sendero Luminoso haya planteado su camino del campo a la ciudad mientras que el MRTA haya tenido a Lima como su primer campo de acciones?

Esa es una de las grandes diferencias entre ambos grupos, aunque ambos ejecutaron acciones en la ciudad y el campo. Pienso que el MRTA estaba aprendiendo y estudiando a otros grupos armados, a otras guerrillas en América Latina, estudiando la ‘mejor forma’ de hacer la guerra. Por ejemplo, en los 70s, en Uruguay o Argentina había grupos que pensaban cómo ejecutar el Foquismo en las ciudades, pensando que la mayoría de gente vivía en ellas. Y que la ciudad podía convertirse en el campo de guerra. Es algo que muchos en la izquierda que querían seguir la lucha armada empezaban a estudiar: cómo hacer sus guerrillas en la ciudad. Y creo que el MRTA viene de esa tradición de grupos armados que piensan en ir más allá de buscar un foco en la sierra maestra de Cuba, y pensando en cómo se adaptarían a las realidades y las situaciones locales y nacionales en Perú. Por otro lado, ellos también entendían que en el sur central de los Andes ya estaba Sendero Luminoso, entonces, buscaban otra manera de entrar a tallar.

A propósito de los movimientos que ha estudiado de otros países, ¿esta aparición de una línea dura que le hace frente a la línea política al interior del MRTA, es un rasgo singular de esta organización o se repite en otros casos del extranjero?

Es algo que se ve, no solo en la izquierda, sino en la derecha también. Me refiero a esa tentación de ser más radical, más militante, de buscar menos democracia dentro de la organización. Muchas veces cuando alguien está en esa lucha política y militar emergen también voces que quieren jalar el grupo hacia la derecha o la izquierda. Eso es algo que sucede. También puede pasar cierta militarización o autoritarismo, que a la vez que jala de un lado a otro, compromete al mismo grupo y a los deseos que están tratando de impulsar.

En el libro uno percibe claramente varios intentos por dejar en claro el doble discurso del MRTA, por ejemplo, en temas de género, demostrado en ocasiones su furia hacia los homosexuales.

Cuando empecé a hacer ese estudio quería escribir una historia narrativa de un grupo armado que era poco estudiado y poco entendido. Mientras iba investigando, indagaba en los archivos, o entrevistaba a gente que estuvo en ciertos eventos que yo estudiaba, me di cuenta que había esa lucha política interna que tenía mucho más que ver con temas como por ejemplo el género, o las acciones tomadas contra homosexuales. Me di cuenta que había algo ahí para analizar y explorar más a fondo. Porque encontré testimonios de gente que decía ‘eso es lo que pasó, queríamos un socialismo más democrático, queríamos cambiar los sistemas de poder, hacer lucha de clases, pero a la vez estábamos luchando nosotrxs por nuestra dignidad dentro de la misma organización. Compartimos las esperanzas, pero primero tenemos que ser tratados como ser humanos’. Es algo que yo no busqué, sino que se me presentó durante la investigación, y al hallarlo, como historiador, tenía la obligación de documentarlo.

El libro de La Serna ha sido traducido al castellano por Enrique Bossio.

La crítica que recae contra los medios por su supuesta falta de objetividad no es reciente, y a propósito de ello, ¿cuán clave resultó para el MRTA aquellas primeras coberturas mediáticas de sus acciones terroristas? Porque, cómo puedes buscar que te cubra un medio que a la vez cuestionas…

Creo que el MRTA era muy astuto en ese sentido. Sus líderes reconocían que tenían que ganar la guerra simbólica a la vez que la militar. A veces la simbólica era más importante incluso. La guerra de ideas y símbolos era clave. Entonces, reconocían que los medios de comunicación eran la forma de hacerle llegar al pueblo su narrativa. Claro que tenían sus propias publicaciones, como varios grupos armados, pero también hubo casos en los que secuestraron periodistas para poder realizar conferencias de prensa. Vendándoles los ojos, capturándoles, llevándolos a lugares alejados, donde les quitaban la capucha y empezaban la conferencia, donde tenían aquellos símbolos que querían hacer llegar al mundo: la bandera de San Martín, la imagen del Che Guevara, de Luis de la Puente Uceda, etc. También ejecutaron atentados ‘espectaculares’ que buscaban atraer a la prensa. Muchos de estos causaron dolor, muerte, y yo creo que eso algunos jefes del MRTA lo reconocen hoy en día. Por otro lado, también realizaron acciones que eran más bien simbólicas, sin tanto daño humano, pero que llamaban la atención del pueblo, como la toma de la embajada japonesa en 1997.

Todos hemos estudiado a Túpac Amaru en el colegio, pero no por ello vamos a robar un banco o a buscar cambiar el mundo a la fuerza. ¿Cómo cree usted que era la interpretación que esta organización terrorista le dio a dicha figura, y por qué la llevó hasta este nivel?

Sí, Túpac Amaru y después también un poco Micaela Bastidas. Bueno, muchos líderes del MRTA eran historiadores, básicamente, habían estudiado mucho la historia peruana, habían leído libros de Alberto Flores Galindo, el gran historiador en los años 80, y también la historia de América Latina. Dentro de ese contexto, los líderes del MRTA, y después sus seguidores entendían que para poder justificar su lucha armada necesitaban narrativamente conectar su lucha con las anteriores en la historia peruana. Entonces, trataron muy explícitamente de conectar lo que ellos hacían en 1980 con la lucha del MIR en los 60, con el APRA en los 30, con la Guerra por la Independencia en el siglo XIX, y con la Rebelión de Túpac Amaru en 1780. Entendían que su lucha no era solo una nueva sino parte de una historia revolucionaria del pueblo peruano. Y según sus líderes historiadores, el momento clave que empieza esa tradición revolucionaria es la rebelión de Túpac Amaru en 1780. Era una lucha anti colonial, por la dignidad de todas las razas, por el campesinado, pos los trabajadores, y contra el colonialismo. Entonces, en 1980 el colonialismo era reemplazado por el imperialismo, según los emerretistas. Y también habían cambiado los dueños del Perú, pero el sistema seguía igual, o sea, era un sistema colonial. En ese sentido, ellos sentían que estaban continuando la tradición revolucionaria y justa que empezó Túpac Amaru y Micaela Bastidas en la época colonial.

No hay mucho que indagar en la historia para encontrar lo caótico que fue el primer gobierno aprista. En esa telaraña de tantos problemas, ¿qué prioridad tuvo para esa gestión de Alan García la lucha contra el MRTA?

Alan García fue compañero de cuarto de Víctor Polay Campos. De jóvenes ambos fueron militantes apristas. Habían viajado juntos por Europa, tenían una relación, luego se separaron y Polay eligió tomar las armas, mientras que Alan continuó siendo político, por las vías legales de las elecciones, y terminó de presidente. Pero cuando surge el MRTA, a mediados de los ochenta, nadie sabía que Polay era el líder. No daba entrevistas. Se sospechaba, pero no se sabía de los liderazgos. Y él aparecía en los medios, pero encapuchado. Y no fue hasta 1987, cuando empezaron a hacer la guerrilla en el campo que finalmente se descubre que Polay era la cabeza. Ya estaban en plena guerra con el APRA. Y seguían luchando sabiendo que eran excompañeros apristas de cuarto. Surgieron rumores en torno a que, cuando los emerretistas escaparon del penal Castro Castro, el gobierno de García les habría dado la mano (para fugarse), antes de la asunción de Fujimori. No he visto pruebas que me aseguren eso, pero creo que eso se pensaba por la historia que ambos (García y Polay) tuvieron juntos. Lo que sí yo veo es que llegaron a ser enemigos. Y pienso que Polay quería vencer al gobierno del APRA. Hubo una ocasión, cuando Alan García fue recién elegido, en la que el MRTA dijo ‘vamos a ver cómo van las cosas con García. No continuaremos los atentados contra el Gobierno’. Eso duró un año y luego lo llamaron vendepatria y siguieron su cometido. No obstante, sí creo posible que el Gobierno del APRA haya menospreciado al MRTA, le faltara el respeto, siendo un grupo con capacidad de cometer atentados impactantes.

El MRTA capturó la embajada japonesa en Lima el 17 de diciembre de 1996 y el Comando Chavín de Huántar la liberó el 22 de abril de 1997.

Las Fuerzas del orden no son las protagonistas de su libro, pero sí son actores con relevancia. Aunque presenta casos de algunos abusos, también hay otros de efectivos que hicieron bien su trabajo y capturaron a integrantes del MRTA. ¿Cómo evalúa el papel de este actor en el tema?

Para mí era muy importante tomar en cuenta la perspectiva y las experiencias de las fuerzas del orden, porque hay una tendencia en la Academia de decir que todos son asesinos y no queremos escribir sobre ellos. Eso está cambiando y recientemente se han publicado muy buenos estudios sobre las experiencias de las fuerzas del orden. Aunque casi todos esos libros sobre estas experiencias eran escritos por solados y generales, eso está cambiando poco a poco. Y yo quería contribuir a ese cambio en el sentido de mostrar la experiencia de soldados, detectives, almirantes y generales, que forman parte de la historia de la guerra. Así que lo que quise evitar fue escribir una historia solo desde la perspectiva del MRTA. Yo quería escribir una historia sobre las diferentes perspectivas y experiencias de la guerra. Así que tuve la posibilidad de entrevistar a varios, como policías que trabajaron en San Martín, o a gente que fue capturada en la embajada japonesa. Eso para mí era clave para entender la complejidad de toda la historia.

En cuanto a los datos, la información, la narración de anécdotas personales, ¿qué buscó priorizar durante la escritura del libro?

Es una gran pregunta porque aquello fue muy difícil para mí. Como se ha escrito tan poco sobre el tema, ¿qué debía incluir? Porque podría haber escrito un segundo libro solo sobre datos, cifras o listas de enfrentamientos. Pero yo opté por escribir una historia basada en personas, en gente de carne y hueso que vivía esos años, muchos que participaban, otras víctimas, de gente a la que la guerra tal vez le tocó la puerta. Yo quería escribir una historia basada en esas experiencias muy humanas. Mi idea no era romantizar al MRTA ni a las FF.AA., sino tratar de mostrar que eran gente de carne y hueso. Mi idea fue acercarme a su razonamiento, sin justificarlo de ninguna manera. Tenía que entenderlo y tratar de rescatarlo de nuestra historia.  

Finalmente. Ha investigado y escrito sobre Sendero Luminoso y también sobre el MRTA. ¿Qué se ha planteado como próximas investigaciones?

Sigo interesado todavía en el tema de las luchas armadas. Me gustaría escribir algo que vaya más allá del Perú, pero que no deje de incluir su experiencia. Siempre me ha interesado este país porque soy peruano estadounidense. Nací en Estados Unidos, pero mi papá es peruano y tengo familia allí. Así que por razones personales quiero seguir siempre escribiendo sobre el Perú. Pero me gustaría también explorar cómo la historia que ocurre en Perú es parte también de una historia más global, hemisférica. Así que ahora vengo estudiando sobre Túpac Amaru. Usted dice que lo has estudiado en el colegio, pero me gustaría saber cómo diferentes grupos y actores históricos en otros países han dialogado con el legado de Túpac Amaru. Pueden ser los tupamaros en Uruguay, la organización barrial Túpac Amaru que existe hoy en Jujuy, Argentina. O sea, cómo una figura peruana llega a ser casi universal en América Latina, y un poco indagar cómo otros han estudiado esa figura y cómo han tratado de seguir su ejemplo.

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