David Jiménez: «La justicia para aquellos que tienen poder y dinero es distinta a la de aquellos que no los tienen»

Tras publicar tres libros en tres años, el periodista y escritor David Jiménez García (Barcelona, 1971) se tomará un año sabático de la escritura. Pero eso no significa un alejamiento pleno de sus miles de seguidores en España y el resto del mundo, pues acaba de anunciar la apertura de su canal de YouTube, en el que tocará, con su particular estilo personal, las noticias que importan.

Valiéndose de su experiencia de décadas como periodista, reportero de guerra y director del diario El Mundo, Jiménez García ha escrito varios libros de notable factura. El camino inició con “Hijos del Monzón”, un conjunto de crónicas publicado hace 17 años que hoy acaba de ser reeditado por Kailas Editorial. Luego vendrían novelas como “El espía de Kabul” o “El corresponsal”, y también, el libro que le ha generado reconocimiento en diversas latitudes: “El director” (Libros del K.O.), bestseller en el que repasa su convulsa etapa al mando de El Mundo, uno de los diarios más emblemáticos de España.

En esta ocasión, conversamos con David sobre “Días salvajes” (Planeta), su último acercamiento a la ficción. Promocionada como “una novela sobre el coraje de vivir”, esta es la historia de tres familias que se colisionan por un hecho trágico: el crimen que Bosco Zabala comete una noche mientras manejaba su lujoso automóvil.

Bajo los efectos del alcohol, el hijo de una banquera acaba con la vida de su mejor amigo, Iván Moncada, pero también con la de Martha, una joven de clase media cuyo padre resulta traumatizado ante la pérdida. El accidente y las fatalidades son solo los primeros insumos de una historia en la que poderosos harán lo posible para salvar a los suyos de sus errores.

En el plano del frente, y al ver que la justicia no lo ampara, un padre se verá cara a cara con la sed de venganza. ¿Hasta qué punto somos capaces de perdonar, pero sobre todo de olvidar un dolor tan grande?

La cuenta de YouTube de David Jiménez García.

Nos habías adelantado en la última entrevista que te hicimos que se venía una incursión total en el género de la ficción, es decir, dejando de lado tus recuerdos como periodista. ¿Cómo evalúas la experiencia publicando “Días salvajes”?

“Días salvajes” es el texto más distinto entre los que he publicado. Casi todos mis libros, ya sean los de reporterismo, ensayos como “El lugar más feliz del mundo” o “Hijos del Monzón”, están basados en mis años como corresponsal. Pero es que incluso mis novelas estaban de alguna forma inspiradas en mi trayectoria, como “El corresponsal” o “El botones de Kabul”, que se inspiró un poco en mi labor durante la guerra de Afganistán. Luego está el libro que más éxito me ha dado, “El director”, donde narro mis vivencias en la dirección de El Mundo. Sin embargo, “Días salvajes” es una creación que viene un poco de la nada, en la que al menos mis recuerdos profesionales no están tan plasmados. Y, bueno, ha sido una bonita experiencia, salir un poquito de cosas que ya había hecho, intentando recrear al Madrid salvaje de los dos mil. Contar la historia de dos familias muy diferentes. Una que viene de la riqueza y otra de un ámbito más humilde, y ver cómo esos dos mundos se cruzan, en esa tragedia que sucede, de madrugada, una noche de julio del año 2007.

Para uno que ha visitado ocasionalmente Madrid, le parece que la ciudad siempre es salvaje, dispuesta a ofrecerte un par de tragos y algo más. ¿Qué tan distinta era esa Madrid que retratas a la de hoy?

España vivía en aquellos días una euforia desenfrenada. Fue antes de la crisis del 2008-2009, el país estaba muy optimista, ya habían pasado algunos años de la muerte de Franco y la llegada de la democracia. La economía iba para arriba, y todo el mundo pensaba que eso iba a durar para siempre. Los periódicos internacionales hablaban de nuestro país como ejemplo de transición a la democracia, de su ‘Boom económico’. En ese ambiente es donde comienza mi novela. En una casa de banqueros, de una familia adinerada, donde ese chico que ha vivido en algodones desde muy pequeño, va a provocar una gran tragedia después de una noche de drogas, alcohol y demás. Por otro lado, en otro barrio, yo quise describir cómo incluso en los años del ‘Boom español’ no todo el mundo vivía tan bien y estaba tan feliz. Y dentro de esa otra familia más humilde había una chica que una mañana se despertó para ir a trabajar a un supermercado, para pagarse la universidad y, desgraciadamente, se encuentra con este kamikaze, con este conductor borracho proveniente de una familia privilegiada. Ahí ocurre el choque que menciono.

Leo frecuentemente cómo en España hay intentos por equiparar la presencia femenina en ámbitos de poder y en tu novela el protagonista (Bosco) es hijo de una banquera. Su madre se ha movido y ha crecido en un mundo que solía ser solo de hombres. ¿Por qué decidiste que la imagen fuerte de la ‘familia central’ del libro sea una mujer?

En España tenemos un ejemplo muy claro, de una mujer (Ana) que hereda el banco más importante del país, el Santander. Es la familia Botín, que ha dirigido el mayor banco aquí durante muchísimos años, ahora en manos de ella. Sobre mi novela, me parecía más original que ese peso caiga sobre una mujer. Además, el personaje femenino en este caso tiene muchas contradicciones, porque siendo mujer debe demostrar que vale para ese puesto como gran directiva, que además tiene un marido artista, un soñador, que en cierto modo ha fracasado en la vida, y me gustaba esa relación, intentar que mis personajes no fueran demasiado estereotipados. Estamos, pues, ante una familia que, aunque rica, es infeliz. Bosco ha crecido teniéndolo todo, salvo quizás el cariño de esa familia desestructurada, y a partir de ahí, bueno, se van a explicar muchas cosas, tanto del comportamiento de él como de su madre, que además tiene que decidir algo muy importante: cuando su hijo comete este crimen, ella siendo una gran banquera, con poder, se verá envuelta en una contradicción: ¿dejo que mi hijo pague las consecuencias de las muertes que provoca, o el instinto de madre se impone y debo usar mi poder para que este no pague las consecuencias? Ahí surge una encrucijada moral importante.

El periodista y escritor David Jiménez García.

Más allá de cómo se resuelve la novela al final, ¿crees que la ficción permite incluso sentir empatía por los poderosos? Porque si tú te despiertas y ves en tu celular que tu hijo mató a dos personas, sentirás un shock por todo lo que se te viene, seas rico o pobre.

Sin hacer mucho ‘spoiler’ de la novela, es verdad que Bosco, esta especie de príncipe de Madrid que lo ha tenido todo, va a terminar pasando por la cárcel, perdiendo todos sus privilegios, descubriéndose a sí mismo en este cambio brutal. Y, claro, el armario de su cuarto es más grande que la celda donde va a convivir. Yo pienso que no debemos caer en el estereotipo de ‘los ricos son malos, malísimos, y los pobres son todos buenísimos’. Todas las personas tienen claroscuros. Y sería demasiado fácil poner etiquetas. Yo creo que hay contradicciones, aristas, diferentes maneras de ver a la familia Zabala, que vive un poco despegada del mundo real. Y eso les puede hacer parecer un poco faltos de empatía hacia los demás, y en parte eso es así, pero también siguen siendo personas, y tienen sentimientos, preocupaciones y complejos, es decir, casi las mismas cosas que tiene una familia humilde.

Antes de hablar de Luis, otro de los grandes protagonistas de la novela, sino el principal, según mi opinión, quisiera hablar de los Moncada, una familia que está casi en el medio de todo. Los denominas ‘los nuevos ricos’. ¿Son identificables en una España como la actual?

Cuando Bosco, borracho, provoca un accidente, mata a dos personas. Primero, es a su mejor amigo (Iván Moncada), que va con él en el automóvil, y la otra es Martha, la cajera, que viene de una familia humilde. Me parece interesante el caso de esta otra familia, que perdió a su hijo y que, como dices tú, viene del dinero nuevo, el que se creó en España en los ochenta y noventa, con la construcción y el turismo, pero que no tienen el ‘pedigrí’ de las grandes familias españolas. A muchas de estas últimas, ese vínculo les viene incluso de los tiempos de la conquista de América. Y, bueno, los Moncada son una familia que ha buscado integrarse en la monarquía del dinero tradicional en España, y parece que lo han conseguido, y en ese punto les llega esta tragedia fatal, la muerte de su hijo. Entonces, empiezan a culparse: ‘si no hubieran intentado entrar en ese mundo de la manera en que lo hicieron, probablemente su hijo seguiría vivo’. Ahí se producen contradicciones. Y a mí me gusta poner a los personajes en esas situaciones difíciles, a la espera de que el lector también entre en un dilema respecto a qué podría hacer en dichas instancias.

En la novela Luis recurre a una psicóloga tras la muerte de Martha. Cómo fue tu acercamiento a grupos en los que deudos cuentan su experiencia perdiendo a un ser querido. ¿Esta fue una labor casi periodística?

Creo que, aunque uno se haga novelista y escriba ficción, no deja de ser un reportero, y al momento de acercarme a la realidad de mis novelas, intento siempre hacer un trabajo de investigación. En este caso, quería conocer mucho más de cerca cómo es el duelo tras perder a una de las personas más importantes de tu vida, en este caso a tu hija. Y tengo una amiga psicóloga, en Málaga, que se ofreció a introducirme en ese mundo del duelo. Ella organizaba cada viernes unas terapias para padres que habían perdido a sus hijos. Ellos fueron muy generosos dejándome entrar en esa intimidad del dolor que estaban sufriendo, y creo que eso me ayudó a describir en “Días salvajes” de manera más cercana, más empática y más sensible todo el proceso del duelo, que es algo que el padre de Martha irá viviendo junto a esta psicóloga que intenta ayudarle. Porque ella busca, primero, evitar que Luis caiga en la desesperación y, segundo, impedir que este se vengue de la familia que le ha quitado lo que más quería.

A lo largo de la trama, si bien está la madre de Bosco y las autoridades a las que debe pedirles un favor, en el medio hay una especie de cabilderos que terminan intercediendo para que el ‘devuélveme el favor que te hice’ se concrete. ¿Qué me puedes decir de estos personajes?

“Días salvajes” también va sobre el poder y sobre cómo este funciona en las sombras. Cuando Bosco Zabala provoca esta tragedia se ponen en marcha esos intereses políticos y económicos para intentar librarle de pagar las consecuencias de lo que ha hecho. Y hay un sitio donde eso se produce mucho en la capital de España: el palco del estadio Bernabéu, donde van los políticos, empresarios y los periodistas más importantes del país. Ahí se está cociendo una negociación para intentar indultar a Bosco Zabala. Bueno, yo creo que esto es parte de la realidad de España, es un mundo que existe, que he conocido cuando dirigí El Mundo, y en mi carrera como periodista, y generalmente es un mundo que vive en la impunidad. Y esto no ocurre solo en mi país, sino en casi todos aquellos donde hay una élite que opera con unas reglas diferentes a las de los demás. Cuando se meten en líos consiguen siempre salir, son los primeros en encontrar la puerta de emergencia. Y eso está muy presente en la novela.

¿Dirías que todo eso estaba más presente en la España del 2000 que en la actual?

Me parece que no ha cambiado mucho. Es algo invariable. Hay crisis y no crisis, hay circunstancias que van cambiando y lo único que se sostiene imperturbable es el poder, que siempre tiene estos mecanismos para mantenerse. El poder del dinero en España sigue siendo el mismo. Y en lo político, al final en este país han gobernado dos partidos y son castas políticas. Es muy difícil cambiar eso. Y es uno de los temas que presenta esta novela, esa impunidad ligada al poder, el privilegio que no es solo económico, sino también de protección frente a los errores que uno comete.

«Días salvajes», la más reciente novela de David Jiménez.

Uno de los personajes incidentales en la novela es la nana de Bosco, una humilde mujer ecuatoriana llamada Dolores Quichua. Ella es parte de esta ola de migrantes que han llegado a tu país en las últimas décadas. ¿Cómo evalúas, a partir de ella, a este sector poblacional en la España vigente?

“Días salvajes” intenta retratar un país y un momento que es historia, que son los años 2000, y ahí se produjo ese fenómeno. Mientras España prosperaba mucha gente vino de Latinoamérica y de otras zonas del mundo a trabajar. Y ecuatorianos vinieron decenas de miles. Creo que para hacer el retrato de aquel país era necesario incorporarlos. Y, bueno, ahí se cuenta también la historia de la migración, de la búsqueda de oportunidades, y de cómo muchas personas dejaron a su familia detrás, a sus hijos, para educar a los hijos de los españoles, haciendo un grandísimo sacrificio. Y eso está ahí reflejado en Dolores, que es una persona que ha sacrificado el ver y educar a sus hijos, para educar a los de otra familia. Ella transmite ese amor que no le puede dar de la misma manera a sus hijos en Ecuador a este Bosco Zabala, que por circunstancias que son normales en cierto modo, según va creciendo, también se va despegando de ella, lo cual le genera un dolor.

Mientras uno va leyendo la novela presume que, por el poder de esta familia, Bosco tarde o temprano será liberado sin cumplir una condena justa. Como narrador. Siendo una novela de 350 páginas, ¿te fue muy difícil sostener la intriga a lo largo del libro?

Esto está inspirado en un hecho real. En 2013 hubo un conductor Kamikaze que cogió el sentido contrario y mató a un joven en Madrid. Y luego hubo un indulto del gobierno gracias a las conexiones políticas que tenía su familia con el Partido Popular, que gobernaba entonces. Eso me llevó a hablar de la impunidad, de los contactos políticos, de cómo librarse de las consecuencias de sus actos estando en una posición de privilegio. Me parece que es muy real: no hay una sola justicia. Hay una justicia para aquellos que tienen poder y dinero, que es diferente de la justicia para aquellos que no los tienen. Y eso se ve en la cárcel, el compañero de celda de Bosco está por el mismo motivo preso. En algún momento el primero sale, pero el otro se queda adentro. Esa diferencia es notoria. Pero lo importante no es que salga. Bosco pasa un tiempo en la cárcel, y eso le cambia en parte, porque es una experiencia traumática y transformadora, pero ¿cuál es la reacción de Luis, el padre que perdió a su hija, cuando ve que la justicia le ha fallado? Ahí es donde aparece el deseo de venganza de un padre, que yo creo que es natural, y yo quería que los lectores compartan esa sensación, y piensen: ¿yo qué haría? Me parece un sentimiento natural que– cuando te han arrebatado injustamente lo que más quieres y el sistema te falla– se te pase por la cabeza tomarte la justicia por tus propias manos, me parece algo normal.

Resulta ciertamente difícil hallar un tema central en tu novela. Para algunos puede ser la posibilidad de perdonar, o la venganza, el poder, no sé…

Incluso la amistad está muy presente en la novela. “Días salvajes” abarca diferentes aspectos porque la vida los abarca. Y todos estamos tocados por todas estas sensaciones y estos sentimientos, pero, bueno, me da la sensación de que el duelo, la venganza y el perdón como opción, son los temas centrales a lo largo de la novela. Ahora, hacia qué lado de la balanza cae esto, pues, para responderlo haríamos un spoiler muy grande.

¿Qué planes tienes para el 2025? ¿Una nueva novela? Acaba de salir una reedición de “Hijos del monzón” …

He publicado tres libros en tres años, así que mis planes son no escribir nada. En 2022 salió “El corresponsal”, en 2023 “Los diarios del opio” y ahora “Días salvajes”, así que estoy algo agotado de la escritura. Así que me tomaré un año haciendo otras cosas. Siempre hay ideas y cosas sobre las que uno quiere escribir. Y luego, es verdad, que tengo la suerte de que se siguen reeditando mis primeros libros. “Hijos del Monzón” fue mi estreno literario. Y me hace mucha ilusión que, 17 años después, un texto tan especial como ese siga gustando a los lectores y sigan viniendo nuevas ediciones. Eso es muy bonito, porque yo creo que una de las cosas más tristes de un libro, sobre todo desde el punto de vista de un autor, es cuando un este muere, cuando se descataloga. Y de repente ya nadie lo puede comprar, compartir o leer. Bueno, a lo mejor hay un ejemplar en una librería de casa y alguien da accidentalmente con él, pero no es lo mismo. Me gusta mucho que mis siete libros publicados sigan vivos, estando editados, y que la gente los pueda leer.

“Hijos del Monzón” es un libro de crónica periodística, y es inevitable terminar la charla preguntándote tu opinión sobre el estado del periodismo en tu país, ligado fundamentalmente a la sociedad y a la política también, como en muchas otras naciones.

Creo que el periodismo en España ha renunciado a hacer su trabajo en una mayor parte de los casos. Como ocurre no solo en aquí, sino en gran parte del mundo, hay una gran polarización, con bloques muy definidos. Y los medios han tomado partido por uno u otro. Y yo creo que es todo lo contrario a lo que debe hacer el periodismo. El periodismo debe estar en el medio, que es el lugar de la independencia, y desde ahí criticar a unos y a otros, y estar con la verdad y defender los intereses no de un partido político, no de una ideología, no de una religión, sino de los ciudadanos. Eso desgraciadamente se ha perdido en mi país, pero también en muchos otros. Esto me entristece, porque esta es una profesión que a mí me ha dado mucho, además que resulta fundamental en un momento en el que hay tanta manipulación, tanta desinformación, en un momento donde la mentira parece estar ganando. Necesitamos más y mejor periodismo para contrarrestar todo ese fango, toda esa falsedad que se está difundiendo, sobre todo a través de las redes sociales. Y desgraciadamente creo que estamos fallando en nuestra misión. En un momento clave e importantísimo falta valentía, coraje, independencia, pagar el precio de la verdad a veces, lo cual es parte del periodismo. Sin embargo, tengo esperanza en las nuevas generaciones. Voy mucho a las universidades y veo que ellos tienen ganan de mejorar las cosas, y eso me da ilusión de que vendrán tiempos mejores, pero ahora, desgraciadamente al día de hoy, mi diagnóstico del periodismo, en España y en otros muchos lugares, es negativo.

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