Incluso con un conflicto tan doloroso como la Guerra del Pacífico al medio, no sería correcto circunscribir las relaciones peruano-chilenas solo a dicho acontecimiento. Bajo esa premisa, el historiador Joshua Savala pensó y elaboró durante más de una década, una investigación que desentraña muchos de los vínculos posibles más allá de lo ocurrido entre 1879 y 1883.
En «Más allá de la guerra: historias de cooperación en el Pacífico peruano-chileno, 1856-1929» (Fondo Editorial PUCP, 2024), el autor estadounidense desmenuza antecedentes, hechos, pero, sobre todo, presenta una serie de actores que coadyuvaron en tejer lo más parecido a una historia común. Desde trabajadores portuarios hasta médicos, pasando por académicos y burócratas, todos son parte de una realidad poco explorada a lo largo de los últimos años.
Este volumen es la traducción al castellano de «Beyond Patriotic Phobias. Connections, Cooperation, and Solidarity in the Peruvian-Chilean Pacific World» (California Press, 2022), libro que recibió menciones honoríficas en los premios Flora Tristán y Mejor Libro sobre el Cono Sur que entrega LASA. Conversamos, pues, con su autor, en torno a ciertos pormenores del modo de su investigación, y también acerca de los hallazgos en sus años metido en los archivos peruanos y chilenos.
¿Cuándo y cómo surgió su interés por estudiar estos aspectos vinculados a la Guerra del Pacífico? ¿Cuánto tiempo le tomó trabajar esta investigación para el libro original publicado en inglés en 2022?
Creo que la idea surgió cuando estaba en el pregrado (2000s). Entré en la universidad para estudiar ingeniería química, pero pronto me di cuenta de que el laboratorio no era para mí. Pasé por clases de ciencia política y relaciones internacionales, pero no encontré el tipo de análisis que me interesaba. Después de ello empecé la carrera de historia (y sociología), tomé clases sobre Latinoamérica, y mi profesor, Chuck Walker, habló conmigo sobre su programa de historia en Cusco. Con la idea de mejorar mi español y aprender más sobre Sudamérica, seguí su recomendación, y después hice un semestre de español en la Universidad de Concepción en Chile. Aquella experiencia que significó dialogar con peruanos en Cusco y chilenos en Concepción, y pues tal vez fue ahí donde nació todo. Años después, hice un magíster en Historia, pero mayormente sobre Chile—estudiaba con Peter Winn, quien dedicaba décadas estudiando ese país. Escribí una tesis sobre el terremoto de 1906 en Valparaíso y aunque me gustó el proyecto—publiqué un artículo basado en la tesis en Journal of Social History—, sabía que quería hacer mi doctorando vinculando Chile y Perú. Lo empecé en Cornell University en 2012—trabajando con Ray Craib, Ernesto Bassi y Eric Tagliacozzo—y desde el primer año empecé a leer más sobre las relaciones peruano-chilenas, y ya en 2013 me fui al Perú y Chile a buscar fuentes en varios archivos. En resumen, investigar y escribir el libro duró alrededor de diez años, pero la idea tiene una vida algo más larga.
¿Cuál es el tipo de investigación que llevó a cabo para construir este libro? ¿Fue solo a nivel de archivo?
La investigación en archivos para el libro duró alrededor de 20 meses, y casi toda fue en Perú y Chile. En mi opinión, uno tiene que seguir la ruta de la pregunta de la investigación, lo que significa visitar varios archivos para un proyecto transnacional como el mío. Además, los sistemas archivísticos en Perú y Chile son bastante diferentes—mientras en Chile todo es muy centralizado en Santiago (con la excepción de algunos archivos en otras partes), cada departamento tiene su propio archivo en el Perú. Más que investigar en cada país, lo que quiero destacar es la necesidad de leer ampliamente en los archivos, lo que significa para mí hacerlo en varios fondos, pasando por cientos y cientos de documentos que no tienen nada que ver con el proyecto para, en el final, recién encontrar un informe o carta que habla de chilenos en el Perú o al revés. Si el/la lector revisa la bibliografía, hay una lista de los archivos y los fondos, algunos de los cuales no tenía planes de visitar. No tenía planeado tampoco escribir sobre la historia de la medicina y el cólera, por ejemplo, pero pasando por cartas de los 1880s, el cólera está por todos lados. Fue, entonces, cuando decidí que había algo en el tema y, después, una amiga—la historiadora Patricia Palma—me llevó al archivo histórico de la Facultad de Medicina de San Marcos.
¿Cómo podría definir el estado del sector laboral en Chile y Perú durante el periodo estudiado? ¿En qué fase organizacional estaban los sectores vinculados a las actividades del mar? (Sindicatos, líderes sindicales, etc.)
Una cosa que menciono en el libro es que los sectores vinculados a los puertos fueron de los más organizados, y lo hicieron más temprano en muchos casos. Muchos han escrito sobre los movimientos obreros en Lima y Santiago, y con razón, pero si no investigamos los puertos perdemos una parte importante de la historia del movimiento obrero en los dos países. Clave para mí también resulta el hecho de que una parte de la clase obrera era muy cosmopolita. No solamente la gente que trabajaba en los barcos y puertos, sino también los que vivían y trabajaban en el Callao y Valparaíso (que) vinieron de otras partes del mundo. Y esta atmósfera cosmopolita ayudó a crear relaciones más allá de la nación. Claro que todavía hubo peleas y desacuerdos, pero encontré un mundo donde uno tenía que trabajar con gente de otras naciones (o gente de departamentos/provincias dentro del mismo Estado, pero bien lejos del puerto). En términos de la fase organizacional, por el periodo que trabajo (mitades del siglo XIX a inicios del siglo XX), podemos decir que hay una mezcla, desde organizaciones que se forman mayormente para apoyar gente del mismo trabajo, a grupos que quieren reconstruir el mundo basándose en las ideas de igualdad. A veces, en la literatura hay una tendencia de caracterizar el movimiento como una trayectoria desde algo menos político a organizaciones propiamente políticas, pero para mí esto no explica la historia del movimiento ni los matices que se vivían y (en que se) organizaron los trabajadores. En los primeros dos capítulos del libro, trato de pintar el escenario del mundo obrero y marítimo de la época, en otras palabras, cómo era trabajar y vivir en los puertos y barcos. En el cuarto, empiezo a pensar más sobre el anarquismo y cómo llegaron muchos trabajadores a la idea de organizar la industria. Esta es una parte de la historiografía sobre anarquismo y acerca del IWW (Industrial Workers of the World en inglés, y los de Sudamérica usaban las iniciales en inglés). La idea de organizarse todos, sin importar el trabajo que uno hacía, era algo revolucionario en el inicio del siglo XX. En el caso de Chile, tomaban parte de la idea directamente de miembros de la IWW estadounidense. Y en Mollendo, Perú, la descubrieron a través de años de organización.
Siendo el centralismo un problema clave históricamente en diversos países de la región, ¿cuál diría que era la importancia que tenían las ciudades portuarias en Chile y Perú durante el periodo estudiado? Callao, Valparaíso, Mollendo, Iquique, ¿qué tanto contrapeso le hacían a Lima o Santiago?
Creo que es imposible entender la historia de Chile o Perú sin pensar en las ciudades-puerto. ¿Qué es Lima sin su conexión al Pacífico por el Callao? Podemos preguntar lo mismo para Chile con las ciudades de Santiago y Valparaíso. En el caso de mi libro, estudiar lugares como Mollendo nos ayuda a narrar hechos que normalmente no entran en la historia. Hay muy poco escrito sobre los trabajadores de Mollendo, lo que me llamó la atención considerando que es un puerto muy importante para al sur del Perú. Y las fuentes de archivo que hablan de Mollendo (ubicadas en el Archivo Regional de Arequipa, Archivo General de la Nación y Archivo Histórico de Marina, en el Callao) son suficientes para contar y analizar los altibajos del movimiento, las acciones que tomaban, cómo pensaron el estado y por qué Mollendo era un puerto clave para las relaciones de solidaridad entre peruanos y chilenos en los 1920s. Este vector entre Valparaíso y Mollendo no aparece si nos quedamos contentos de estar en Lima y Santiago. A veces la historia empieza en los puertos y no en las capitales—una cosa que muestro cuando leo un documento creado para el Callao y que las autoridades en Lima usaron sin cambiar nada, salvo tachando “del Callao” y escribiendo “de Lima.” Aunque claro que Lima y Santiago todavía pesan mucho en la historia de cada país, pero esto es una historia que otros pueden contar—y ya la han contado por décadas.
A propósito de la propagación del cólera entre ambos países, ¿podemos hablar de una distancia real entre las capacidades de la medicina chilena de indagar sobre este brote, en comparación con la medicina peruana?
Dudo en sugerir que había una diferencia enorme entre las capacidades de la medicina chilena y peruana en el fin del siglo XIX. Claro que una diferencia existía, pero para el proyecto, lo que me interesaba, más que las diferencias, eran las similitudes. En el tercer capítulo escribo sobre un mundo donde los médicos son en su mayoría hombres, por ejemplo, y como esto facilitó la creación de relaciones de amistad. Y si los dos estados faltaban (con) los materiales y los procedimientos estatales para combatir el cólera, el brote y el miedo a ello empujaron a cada estado a intentar expandirse en varias direcciones. Este intercambio del conocimiento de la medicina dentro de Latinoamérica me parece importante. Muchos de los estudios sobre historia transnacional de la medicina ponen a Latinoamérica siempre en relación con los EE.UU. o Europa, lo que resulta importante, pero, ¿por qué las relaciones casi siempre tienen que ser así?
Entre tanto nombre que menciona respecto a la colaboración peruano chilena, ¿cuáles dos o tres destacaría como principales baluartes de este intento por unir a obreros y empleados marítimos de ambos países?
Muchas veces la literatura sobre las relaciones peruano-chilenas presupone que el conflicto al nivel internacional llegó a toda la población. Y claro que muchos integraron el conflicto en su visión del mundo, pero el nacionalismo es un proceso, algo que tiene que ser enseñado, aprendido y reproducido; no es una idea que podemos asumir de la población. Entonces, un principio importante para el libro es no asumir el nacionalismo, y esto nos ayuda a ver que algunos trabajadores marítimos y portuarios tenían otra forma de pensar de sí mismos, vinculada a su trabajo y/o el mar. Cuando viajaban por barco a otros puertos y hablaban con trabajadores, veían que había una similitud entre ellos. Y esto pasa al mismo tiempo que están pensando con las ideas del anarquismo, una ideología que (la mayoría del tiempo) es antagónica al nacionalismo y a los Estados. Entonces, lo que es importante es un proceso doble: pensar y vivir el anarquismo mientras uno tiene una identidad vinculada al trabajo y el mar.
¿Qué tan ‘peligrosa’ era la organización laboral en el periodo estudiado que motivó un proceso de reforma policial en Chile y Perú? Y hablando de represión, ¿qué efecto diría que tuvo la decisión de deportar líderes laborales durante el periodo estudiado? ¿Esto generó un retroceso en los reclamos o fue el efecto contrario?
Hablar del anarquismo en el Perú y Chile es distinto a lo que sucedió, por ejemplo, en Argentina. La propaganda por el hecho o la violencia en general, casi no era parte del anarquismo en el Perú y Chile, especialmente en comparación con Argentina. Entonces el ‘peligro’ del anarquismo era más por sus ideas contra el estado, su poder para organizar huelgas y, para algunos, por su crítica al catolicismo. En el caso chileno, tenemos fuentes que nos ayudan a entrar en la ideología de la policía, y para mi libro lo fue la Revista de la Policía de Valparaíso. En esa revista, la policía habla sobre criminología, problemas que tienen en la ciudad y en varios artículos vemos una historia acerca de la ideología del anarquismo. Por su parte, (las autoridades) lo veían como una ideología foránea, algo que no tenía nada que ver con la historia de Chile y, por eso, se caracterizaba como una “gangrena social”—y ver a la izquierda como una ‘invasión’ al cuerpo de Chile se repite muchas veces por el siglo XX, en particular con la dictadura. Si la sociedad está infectada y podría morirse por esta infección, entonces tiene que ‘erradicarse’—así pensaba la policía de la época. El resultado, entonces, es violencia estatal, es llevarlos a la cárcel y deportarlos. Pero estamos hablando de unas décadas en que varios estados de Sudamérica están tratando a deportar gente que identifican como ‘peligrosos’. Como Ray Craib ha mostrado en su libro Santiago Subversivo, a veces los deportados se continúan organizando en sindicatos cuando llegan al nuevo país. Y a veces, como muestro en el caso de Mollendo, los deportados regresan al mismo lugar y continúan organizando a pesar de la amenaza de ser deportados de nuevo.
Otra cosa que me gustaría destacar sobre al movimiento obrero es que mucha de la documentación que tenemos sobre ello viene directamente de la policía. El historiador chileno Sergio Grez Toso habla de eso en su libro Los anarquistas y el movimiento obrero. Claro que el movimiento obrero publicaba periódicos, escribía cartas, etc., pero la policía escribió sobre el movimiento también. Entraron con espías en mítines, escribieron informes después de ir a marchas e hicieron investigaciones en las cuales aprendimos nuevos detalles sobre el movimiento. Por su puesto que tenemos que leer este tipo de documentos con cuidado, sin embargo, los mismos permiten un acercamiento que no vemos en los periódicos. Y en el caso peruano, nos ayudan bastante, así que, de lo que yo sé de Mollendo, no existen periódicos del movimiento de los 1910s-1920s. Ahora, ¿cómo podemos estudiar esta historia? Mayormente, por los documentos producidos por la policía. Hay un documento en el Archivo Regional de Arequipa donde un agente habla de su experiencia en un mitin de la Asamblea Popular en 1925. En dicha misiva, el agente da una lista de la gente involucrada con su oficio y dirección y con eso podemos crear un mapa social de los organizadores, un mapa que tal vez nos ayuda pensar la historia espacial del movimiento. El agente también escribe que “(dicha) sociedad no tiene presidente activo, sino que conforma al régimen anarquista, y la preside cualquiera de los asistentes a ella,” y con eso vemos que la organización no solamente usaba las ideas anarquistas para la esfera pública, sino también las usaban para la organización interna también.
Anarquismo es una denominación que se repite mucho en la segunda parte de su libro. ¿Por qué cree que esta doctrina no llegaría a cuajar ni en Chile ni en Perú con el transcurrir del siglo XX? Esto siendo la debilidad del Estado un problema permanente en nuestros años de naciones independientes…
Creo que hubo dos problemas para el anarquismo en el Perú y Chile, pero usaré más en el contexto del segundo. Primero, por la revolución rusa. Ya había un movimiento más o menos vinculado al comunismo antes de 1917 en Chile, pero la revolución rusa atrajo cada vez más gente al comunismo y hacia otra forma de organizar y pensar el estado. Pero no fue un cambio instantáneo: había anarquistas que pensaban que no hubo conflicto entre anarquismo y comunismo en los primeros años de la revolución rusa, o anarquistas que sí veían un conflicto y continuaban con su crítica al capitalismo y al comunismo. Hubo otros que, después de años, decidieron unirse al comunismo. Segundo, hacia fines del siglo XIX e inicios del siglo XX, el Estado chileno empezó a insertarse en la vida de la clase trabajadora, a investigar las condiciones de vida y trabajo, y con la Oficina del Trabajo/Dirección General del Trabajo trataba de ayudarles por leyes sociales y otros tipos de regulaciones del estado. Poco a poco, la crítica del estado que fue parte de la base del anarquismo empezó a fracturarse bajo las nuevas leyes sociales. Aunque debo añadir que el anarquismo en Chile y Perú no se murió en los 1920s. Más bien cambió de forma y hoy vemos diferentes tipos de anarquismo todavía vivos en ambos países.