Un retorno a la nostalgia y el desarraigo. Así puede verse la segunda edición de “Paterson City”, novela que el escritor y editor Omar Guerrero A. publicara allá por el 2010, y que el año pasado decidió, motivado por tres razones muy específicas, traer nuevamente a la palestra, algo que terminaría concretando en la segunda mitad de este 2024, tanto en formato impreso como digital.
A continuación, el autor limeño nacido en 1977, literato y magíster en Estudios Culturales por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, ahonda en algunos detalles del niño que protagoniza su novela –su paso a la pubertad y posteriormente a la adolescencia—y explica, a su manera, cómo se puede manifestar una cultura fuera de su espacio de origen.
En “Paterson City”, el protagonista viaja, llevado por su madre, desde Lima a una ciudad que inicialmente parece totalmente ajena, pero que pronto irá develándose como un punto de encuentro con compatriotas y aspectos de los que le resultará imposible desligarse. Todo eso lo mantendrá conectado a un espacio donde quedó no solo el recuerdo de su padre ausente, sino el de su abuelo, un enternecedor anciano que, estafado por CLAE, se quedó sin dinero para acompañar a su hija y nieto a los Estados Unidos.
¿Por qué decidiste reeditar “Paterson City”?
Tengo 25 años trabajando en el rubro del libro y nunca había visitado la Feria de Guadalajara. El año pasado por fin pude hacerlo. Y ahí tuve la oportunidad de conocer muchos colegas extranjeros, con los que antes mantenía solo comunicación virtual y, sobre todo, conocí mucha gente nueva, principalmente de ese país, y que estaba metida trabajando en el mercado editorial. Yo había llevado muestras de mi libro de cuentos (“Literatura anónima”, 2022), pero solo tenía un ejemplar de la primera edición de “Paterson City” que publiqué con Estruendomudo en 2010. Y me preguntaron por qué no había sacado una segunda. Y les dije que acá el mercado es chico y las editoriales no suelen reeditar primeras ediciones sacadas por independientes hace tanto tiempo. “¿Y si tú eres editor, por qué no lo haces?”, me preguntaron. Ahí surgió todo. En Guadalajara, además, me encontré con Gustavo Rodríguez, quien me animó a sacarla por mi cuenta. Eso fue en noviembre de 2023, y un mes después, él me avisó que saldría en Jugo de Caigua un artículo de Américo Mendoza sobre mi novela y que, entonces, “le gustaría leerla”.
¿De qué trataba ese artículo?
Era a partir de la liberación de Fujimori (por decisión del TC). Gran parte de los peruanos que viven en Paterson llegaron producto de las fugas masivas ocurridas por la violencia en los ochenta y, queramos o no, muchos de estos compatriotas consideran que Fujimori finalizó todo eso. Entonces, Paterson podía hacer –según ese artículo—un bastión del fujimorismo. Y para hablar de esto, mencionaba mi novela, aludiendo a peruanos que viven en una “nostalgia constante”, la cual probablemente se desbordaba sobre todo con la liberación de Fujimori. Así que, con lo que me dijeron los colegas extranjeros, con las palabras de Gustavo, y con el artículo de Américo, pues me puse a trabajar en esta nueva edición.
¿Cómo definirías el proceso de escritura de “Paterson City”, hace más de una década, y además siendo tu primer libro?
Como un aprendizaje. Ya había fracasado en intentos previos, pero coincidieron una serie de elementos, y sentí que como una avalancha que ya no pudo parar. Entonces, una vez que terminé la primera versión, tuve que volver a revisarla, y cerciorarme de que encajen ciertas cosas. Porque hay otros personajes e historias que se van cruzando, las cuales vienen de lecturas que había hecho desde la universidad. Y, entonces, quería que se dé una especie de cruce, como ocurre con las películas, que hablas de un personaje A y cortas para hablar de otro B, y dices: ¡qué tienen que ver! Hasta que se van cruzando en la misma calle, con la misma situación. Y eso viene de películas latinoamericanas como “Amores perros”. Así que busco insertar estos elementos, y en lo literario también, siempre. Creo que esas son las dos bases con las que escribo.
¿Qué llevó al fracaso, digamos, a tus dos proyectos anteriores a esta novela?
No sé, tal vez falta de información. No existe una novela emblemática que hable sobre la Reforma Agraria. Normalmente siempre tratamos de tener novelas que hablen sobre ciertos episodios de ese hecho. Eso es lo que estamos viendo también en el doctorado que curso: la literatura como representación de la historicidad de una nación, y como parte de su identidad. Hay novelas que han marcado determinadas etapas, como “Conversación en la Catedral” con la dictadura de Odría, “Abril rojo” de Santiago Roncagliolo, con el tema del terrorismo. Pero si vamos a hacer una revisión más exhaustiva del pasado, incluso reciente, no hay una novela emblemática sobre la Reforma de Velasco. Las de Scorza ocurren en la zona andina, incluso antes de la reforma. Y uno de mis proyectos era sobre este tema. Lo tengo pendiente. Recién ahora que se han cumplido 50 años de ese hecho han surgido una serie de publicaciones que tengo en cola de lecturas y que siento me ayudarán a ver si existe la posibilidad de retomar un proyecto como ese. No sé, una historia como lo que pudo haber ocurrido en la Hacienda Huando. Yo como lector no encuentro algo así todavía.
La experiencia de leer tu novela me hizo recordar a cuando me hablaste de ella por primera vez, un momento muy grato, la recordabas nítidamente, casi como si fueras capaz de recitarla de memoria. Estamos ante la voz de un niño entrañable…
De un niño que va creciendo, que pierde su inocencia, sobre todo cuando pisa suelo americano.
¿Qué es lo primero que te viene a la cabeza si te pido recordar el proceso de construcción de esta novela? ¿Te tomó mucho tiempo, salió de un tirón?
No encontré tanta dificultad. La novela empecé a escribirla en 2009. En esa época mi mamá había viajado a Estados Unidos y nos comunicábamos todos los domingos por la noche. Ella cuidaba niños, trabajaba como una doméstica en la casa de americanos en Newark. Cuando recién llegó, como todo latino, iba seguido a Nueva York, y se paseaba por todo lo que uno ve en las películas. De pronto conoció a mucha gente — especialmente latinos y peruanas –que, como ella, trabajaban en ese país. Así comenzaría a cambiar NY por Paterson, y pasó de contarme que paseaba en Central Park, a decirme que se había comido “la papa a la huancaína más cara de su vida”. Yo le preguntaba: ¿Y por qué has hecho eso? Y me decía que “el lugar era más cálido que el mismo Nueva York” y que “ella tenía que estar donde estaban los peruanos”. A todo esto, habría que sumarle mi contacto con «La maravillosa vida breve de Óscar Wao».
Entonces, la gran novela de Junot Díaz también influyó en la construcción de tu primer libro…
Sí, la leí en 2008. Es una novela sobre una comunidad de dominicanos en New Jersey. Comencé a averiguar, a ver reportajes que en ese tiempo estaban muy de moda, y mostraban a peruanos celebrando fiestones en NJ y en Paterson. Asimismo, otro antecedente a mi novela tiene que ver con la maestría que hice en 2007, donde mi entonces profesor Luis Millones nos mostró un video de cómo se prepara una procesión del Señor de los Milagros en Paterson. Y es muy similar a lo que ocurre en Lima: congregaciones y hermandades se juntan. Hacen una especie de réplica de lo que ocurre en la avenida Tacna, con anticucheras, picaroneras, etc. Y la consigna de Millones era ver cómo se manifiesta una cultura fuera de su espacio original. Entonces, lo que me contaba mi mamá, la lectura de la novela de Junot Díaz y la maestría con Millones, fueron los tres elementos que coadyuvaron a que escriba mi primera novela. Por otro lado, en esa época salían muchas novelas que hablaban del conflicto armado interno. Y hay algo muy peculiar de la novela de Junot, una conexión entre Paterson y Santo Domingo, que es el pasado violento que se vivió en la isla con la dictadura de Trujillo. Es más, podría haber vasos comunicantes entre esa novela y “La fiesta del Chivo”, porque lo que le pasó a Urania, es casi lo mismo le pasa al protagonista de «La maravillosa vida breve de Óscar Wao». Entonces, pensé, acá no me voy a remitir a una dictadura, pero sí haré el puente con el periodo de violencia más cercano, que era lo que todos tocaban en sus novelas.
Aunque eso está recién en la parte final de tu novela, no es que la comprenda en toda su extensión…
Es verdad. Es que había muchas cosas que las vi desde el cine, y esto también lo he replicado mucho en proyectos que aún no salen, me refiero a hacer mención de hechos o personas que tú dices: ¿por qué no se habla de esto? Así que casi al principio de la novela él está hablando que a su papá nunca lo conoció, y que su mamá nunca le cuenta lo que le pasó a este. Y yo decidí dejar todo esto (del tema del terrorismo) al final.
Aunque marcado por una figura paterna ausente, tu protagonista está, paradójicamente, rodeado de hombres. Desde el ‘Gringo’ Mike hasta los vecinos, el comediante retirado, y el abuelo distante, que no puede viajar por una serie de problemas económicos…
Comencé a hacer un listado de todas las problemáticas surgidas desde los años noventa. En realidad, la historia se sitúa a inicios del 2001, porque se hace mención a la caída de las Torres Gemelas, pero como es un chico que tiene entre 10-12 años, él va contando su infancia de lo que vivió en los noventa. Y una de las cosas que ocurre ahí fue lo de CLAE, que terminó empobreciendo a su abuelo y así, quitándole la chance de obtener una visa para Estados Unidos.
En la primera parte de la novela resalta mucho más el abuelo, pero en la segunda es el gringo Mike quien toma protagonismo y se convierte en cómplice y casi ‘guía’ del protagonista, más allá de sus muchas diferencias.
Sí, en la segunda parte este amigo o familiar, porque hay una cercanía entre la mamá del protagonista y la del co-protagonista, que es un chico hijo de peruanos, pero que no se asume como tal, que representa el desarraigo total, porque además no quiere saber nada del Perú, porque él habla inglés.
Y es ahí donde entra el spanglish…
Sí, que, en su momento, cuando la novela salió, muchos críticos me dijeron que funcionaba. Y, claro, es también una réplica a lo que sucede en la novela de Junot Díaz: el spanglish denotaba el desarraigo. Y más, sobre todo, cuando hay esa confrontación entre lo que le va contando este niño peruano y este latino ‘agringado’, que se va sorprendiendo cuando escucha lo que ocurría en su colegio religioso de Breña. Entonces, si Mike es el desarraigo, el protagonista es la nostalgia. Hasta que se van de viaje a Nueva York juntos.
Se van a conocer a una actriz porno, y esta resulta siendo una alusión permanente a lo prohibido, a los pensamientos no tan santos, sin embargo, desatacando en varios momentos que es “una figura muy peruana”. ¿Cómo llega Alexis Amore a tu novela?
Una de las cosas que me quedaron nítidas de aquella primera década del nuevo milenio tiene que ver con el cine. Hay dos películas argentinas que me hicieron reír mucho. La primera es “Nueve reinas”, en la que el protagonista (Juan/Gastón Pauls) toda la película le pregunta a todo el mundo por una canción y nadie le presta atención. Y al final sale el tema: “Il ballo del mattone” de Rita Pavone. Luego, con “El hijo de la novia”, ocurre algo parecido. Casi toda la cinta, fuera del drama de la madre que tiene Alzheimer y (el protagonista) buscando juntar a los amigos de la juventud de sus padres, sumado al también drama de la separación, la hija y la ex esposa, este personaje tiene un amigo con el que siempre hacen la analogía de un actor de cine para adultos. Y siempre decían ‘ni que fuera como…’. Y nadie sabía quién era. Hasta que, al cierre de la historia, encuentran una película del fulanito. Así que sentí que quería hacer algo igual. Y leyendo los periódicos de 50 céntimos (muchos años atrás) se mencionaba a las Hermanas Bernaola, que se hicieron famosas en Playboy. Pero en ese mismo tiempo se mencionaba a una peruana que era figura de las películas hard. Porque Playboy era erotismo o glamour, no sé. Y así que quise meter a esta actriz como un aporte de peruanidad.
¿Es complicado sostener una voz de niño convincente durante casi 180 páginas?
Claro, por eso lo hice crecer, porque es pasar de la niñez a la pubertad y de ahí a la adolescencia. Es más, cuando en la segunda parte va a este espectáculo de cine para adultos, con la idea de encontrar a esta musa peruana que triunfaba en dicho mercado, cuenta que termina perdiendo la virginidad, pero en otras circunstancias. Este otro protagonista, Mike, es el que lo ‘inicia’. Entonces, se calcula que él tiene entre 15 y 16 años, pues aún no termina el colegio, y obviamente, hablando del nuevo milenio, conocí mucha gente menor que yo que incluso perdió la virginidad en los últimos años del colegio. Lo mismo me pasó a mí. Estaba preparándome para la universidad. Descubrí, entonces, que con la llegada del nuevo milenio y la masificación de la información, la actividad sexual empezaba mucho antes de lo que solía ocurrir con la gente de mi generación.
Más allá del crecimiento del protagonista, la novela la vas acompañando con alusiones a símbolos patrios, fiestas nacionales, platos típicos, bailes originarios, programas de TV. ¿Cómo fuiste armando todo esto? A ratos parece una enciclopedia para conocer nuestro país.
Quería insertar el tema de la peruanidad, y ahí viene lo que vimos con Millones: las manifestaciones culturales fuera de su espacio original. El cómo se replican. Por ejemplo, hay un capítulo de cómo se desarrolla allá la procesión del Señor de los Milagros, sin embargo, pensé que en cada capítulo debía haber una alusión a lo peruano. Desde lo más simple, como decir que se van a comer unas hamburguesas de alpaca y que la regla no es que te ponen todas las cremas sino el Ketchup y la mayonesa en el medio para simular la bandera peruana. Todas esas cosas, hasta la música o incluso la idiosincrasia misma de los peruanos, como ver a las viejas glorias del fútbol peruano. Y esto último me lo contó mi mamá, porque me dijo que había visto una vez allá un partido con Perico León. Y lo recuerdo a él en una vieja edición de “Goles en acción”, hablando de su experiencia en Paterson, Estados Unidos. Y contaba el temor y miedo que se sentía tras el ataque a las Torres Gemelas. Más allá de que él era latino y el ataque fue contra los americanos.
Es curioso porque has construido una novela tan detallada como esta sin haber visitado si quiera una sola vez Paterson.
Todo es armado en base a información, lecturas, películas, reportajes, etc. Es más, siempre bromeo diciendo que ni siquiera tengo Visa. Y no es porque me hayan rechazado, sino porque prefiero visitar el resto de Latinoamérica o Europa inclusive. No le encuentro el interés a Norteamérica. Aunque, bueno, ahora que he regresado a la vida académica, y que tengo varios amigos que residen allá y que desarrollan investigaciones, y que obviamente eso demuestra lo que puede otorgar una universidad americana que te puede sustentar y brindar apoyo económico solamente investigando y no solo dando clases, lo cual parece el ‘mundo ideal’, sin embargo, veremos qué ocurre más adelante cuando termine mi doctorado. Tal vez por un PhD sí tendría que irme a Estados Unidos.
Por la época en la que se fue esta multitud de peruanos, entre los ochenta y el dos mil, resultaba inevitable llegar al tema de la violencia en tu relato…
Necesitaba adjudicarle un trasfondo al padre, para hacerlo mucho más dramático, porque no solamente con el dolor que siente el protagonista una vez que le comentan lo ocurrido con su abuelo en Perú, y el mayor dolor de no poder regresar a su país, y que tiene que hacerlo su madre. Y después descubrir porqué su abuelo siempre lo protegió de que no se enterara de todo lo que ocurrió en su país en los ochenta y noventa, mientras él dejaba de ser un bebe y pasaba a ser un niño. Yo recuerdo inclusive en mi época escolar, a los periódicos, que ponían en sus portadas no solo las fotos de la ‘vedette’ del momento, sino que te ponían al costado las fotos de las torres (eléctricas) caídas, no solo en Lima, sino también en provincias, sobre todo en la sierra. Más y más muertos. Y el protagonista decía: ‘nunca pude leer eso porque cuando yo llegaba del colegio mi abuelo me tenía separada la sección de deportes’. Así que, sí, era inevitable, no existía otra forma de adjudicarle al padre el tema de la violencia vivida durante el terrorismo.
Publicaste esta novela en 2010, luego el libro de cuentos “Literatura anónima” en 2022 y ahora tienes lista una segunda novela. ¿Cuál dirías que es el interés literario común que marca estas tres obras?
En todos los textos, o por lo menos en los dos ya publicados, hay la mención de la literatura y también libreros. Es más, en “Paterson City” hay un librero argentino que lo quise insertar sí o sí. Y en los cuentos hay mucha literatura y libreros, como este que ayuda al doble de Thomas Pynchon a encontrar al original. En mi próxima novela no hay libreros, pero sí hay una mención constante a la literatura, sobre todo a la poesía, porque el protagonista es el poeta Carlos Oquendo de Amat, es decir, es acerca de su persecución, tortura, destierro y muerte, que va desde 1928 hasta 1936. Él fallece el 6 de marzo, cuatro meses antes del inicio de la Guerra Civil Española. Y durante toda la novela, si bien hay una fascinación por un proselitismo político en favor del Partido Socialista de Mariátegui, fundado en 1928, siempre hay la constante de la poesía y de la literatura. Es más, Oquendo, en uno de sus pocos y esporádicos trabajos –para poder subsistir—vendía libros, puerta a puerta. Así que los libreros, los libros y la literatura son el punto en común de lo que publico.