Karina Pacheco: «Cuando tomas conciencia de las cosas buenas del lugar donde vives, tu mirada se hace más agradecida»

Una de las novelistas peruanas más prestigiosas de su generación se vale en parte de su formación como antropóloga y, a través de una guía escrita con pulcritud y calidez, recorre el lado sur del Cusco, aquella región del Perú a la que muchos relacionamos básicamente con Machu Picchu, pero que esconde parajes ávidos de nuestra atención.

Karina Pacheco Medrano (Cusco, 56 años) aceptó el reto de diseñar una ruta atípica. Aquí no aparece ni la séptima ‘Maravilla del mundo moderno’ ni el Valle Sagrado, pero están Huasao, Raqchi y Tinta, puntos que la autora –montañista gran parte de su vida– conoce desde su experiencia viajando, pero, sobre todo, observando y dialogando con sus habitantes.

Autora de obras de ficción trascendentales como “La voluntad del molle”, “Las orillas del aire” o “Niños del pájaro azul”, esta vez, Pacheco Medrano presenta “Viaje al sur del Cusco” (IEP, 2025), un texto que está dos pasos por delante de la guía turística típica, sin llegar a ser un volumen de difícil comprensión para el lector de a pie.

En esta entrevista, la escritora responde sobre el origen de este singular proyecto, su visión del turismo en Perú y el mundo, los lugares que la marcaron, pero también acerca de elementos, digamos, externos, pero a la vez parte de sus preocupaciones intelectuales: desde Túpac Amaru hasta el uso de hoja de coca; pasando por un homenaje a colegas que retrataron al ‘ombligo del mundo’ de forma inolvidable, como Luis Enrique Tord, Clorinda Matto de Turner, entre otros.

¿Qué hace una narradora tan prolífica como tú dedicándose más bien a lo que parece ser una guía especializada?

Soy antropóloga y, por naturaleza, tremendamente viajera. Y como cusqueña he hospedado o he aconsejado a muchos amigos y familiares que vienen aquí, sobre lugares que van más allá de Machu Picchu y el Valle Sagrado, que es lo que suele apuntar el Cusco si de turismo hablamos. Entonces, cuando el IEP — que es una institución que a mí me ha formado mucho y donde se especializan en temas académicos y de investigación sobre política, ciencias sociales y etnohistoria– me consultó si estaría interesada en trabajar una suerte de guía personal, siguiendo el estilo que se usaba antiguamente, en donde el narrador no te está diciendo solamente qué lugares existen y cómo llegar a ellos, sino que te habla desde una propia mirada, pues me encantó la propuesta. Considero que poseo una mirada bastante amplia porque esta es una zona (antiguo Collasuyo) que he recorrido desde niña.

A veces olvidamos que para llegar a un punto deseado antes debemos pasar por otros, quizás también muy interesantes…

Efectivamente, el viaje no es ir de un punto a otro sin pensar en lo que ves. ¡El viaje es el camino! Y el camino está lleno de personas, celebraciones y situaciones especiales con su propia historia. Entonces, la idea era hablar de esos otros lugares importantísimos como hitos históricos, culturales o turísticos si se quiere, pero hablar del recorrido. O sea, ¿qué ves como viajero? Además, cómo es que en pleno Cusco, un lugar tan identificado por lo incaico antiguo, de pronto tienes una ciudad tremendamente urbanizada y caótica, o explicar también el porqué de esas transformaciones y cambios, de modo que el viajero curioso, el que va más allá de la selfie, preste algo más de atención y conozca también aspectos de la historia, de sus mitos y leyendas, que sepa también qué libros han hablado sobre esos sitios, aunque, claro, esto no es algo exhaustivo, porque se trataba de hacer un libro que no fuera demasiado grande.

Karina Pacheco en la presentación de su libro en la última Feria Ricardo Palma.

Como dices, no hay aquí Machu Picchu ni el Valle Sagrado, pero, ¿por qué elegiste la ruta sur?

El IEP había ya encargado trabajos similares a otras dos personas sobre Machu Picchu y el Valle Sagrado. En lo personal, pensé que, si la ruta iba a integrar la Tinta de Túpac Amaru, ese camino está repleto de cultura viva, de pueblos, tradiciones, sitios pre incas, paisajes diversos, de literatura y de escritores que han vivido y escrito desde aquí. Más adelante, me encantaría repetir algo así, pero sobre Quillabamba, cuya historia es también riquísima y tiene mucho para dar, lo que es la parte amazónica del Cusco hacia el lado de La Convención, que es otra zona que conozco bien. Porque para un libro como este, cuando tú conoces y amas un lugar, puedes escribir no solo desde el conocimiento, sino también desde algo quizás más valioso: la memoria, pero además (desde) la emoción que te evoca cada espacio.

-Has tenido la oportunidad de recorrer varios países donde el Boom del Turismo ha devenido en crisis, en un desgaste, con mucho descontento de los residentes, quienes temen quizás que los turistas puedan destruir sus ciudades. ¿Cómo crees que se vienen manejando las cosas en Cusco?

España tiene dos mil lugares turísticos y su industria está más diversificada que en el Perú. Aquí la atracción turística mayor es Machu Picchu, que es como las ‘Pirámides de Egipto’. Y cuando uno piensa en Egipto, pasa lo mismo que en España, tiene varios lugares para visitar. En nuestro país la gentrificación está dándose básicamente en Valle Sagrado y en Machu Picchu, lo cual está poniendo en riesgo la misma llaqta de Machu Picchu. El sitio se ha vuelto algo caótico. Su administración no solo lo está poniendo en peligro, sino que también hace que muchos turistas salgan ya no sintiendo admiración hacia el esplendor del lugar, sino también cierta amargura respecto al caos y a la masificación que perciben. Quizás, así como yo he diseñado esta especie de otra ruta, sería importante que en otros lugares del Perú se replicaran proyectos similares. Me parece que hay que descentralizar la mirada de lo que es el turismo en el Perú. Y en el mismo Cusco descentralizar la mirada que está destruyendo Machu Picchu, o que simplemente piensa en ‘lo inca’, cuando también hay un patrimonio preinca importantísimo. Y en esta ruta sur está uno de los monumentos preincas más importantes, que es el de la cultura Wari, Piquillacta. Pero, además, la cultura viva, que muchas veces por el racismo es dejada de lado. Asimismo, en Cusco, como pasa en otras regiones andinas, hay una serie de fiestas patronales a lo largo del año. Y al final de cada capítulo yo apunto cuáles son esas cuatro, cinco o seis fiestas principales al año.

¿Las nuevas generaciones dejaron esta ruta sur del Cusco y migraron a Lima? Luego, ¿cómo dirías que se viene presentando el proceso de urbanización?

Sigue habiendo mucha gente que migra a Lima, pero los procesos migratorios también se dan a las grandes ciudades o grandes pueblos de cada región. Por eso, lugares como Urubamba, Calca o Sicuani, que son polos económicos muy potentes, están creciendo muchísimo. Entonces, muchas veces la gente dice que ‘Lima sigue siendo un polo de atracción’, pero la migración económica se está dando también hacia regiones vecinas, y también está ocurriendo esta otra migración hacia la selva, en busca de lavaderos de oro o de madera, lo cual está generando también el problema de la deforestación y la contaminación de los ríos de la Amazonía. Entonces, el fenómeno de la migración ha cambiado mucho respecto de cómo lo conocíamos en los años 70, 80, incluso hasta los 90, y creo que a partir de los 2000 son otras dinámicas las que se están produciendo.

Karina Pacheco es una de las autoras más reconocidas de su generación.

Otros elementos presentes son Tupac Amaru, la hoja de coca y la Plaza de Armas como punto de inicio y final…

Sí, la plaza de armas, en especial para esta ruta. Porque dentro de lo que conocemos como el Qhapaq Ñan, la ruta troncal mayor es la que va al Collasuyo, pues de allí venían los Incas, incluso en términos míticos. O sea, Manco Capac, Mama Ocllo, pero también el culto de Wiracocha tan importante venía desde el altiplano. Así que había muchos elementos que hacían inicio y fin. Mira, para gente que viene desde Argentina, Bolivia, e incluso Chile o Arequipa, por carro o antiguamente por tren, esas eran zonas de llegada. Entonces, Raqchi, Tinta, podrían plantearse como puntos de inicio para quienes están viniendo desde todos estos países y regiones, y es muchísima la gente que hace este recorrido. No todo el mundo llega por avión, muchos llegan haciendo la ruta desde Bolivia, entonces entran al Cusco, digamos desde Puno, Sicuani, y luego se encuentran con Raqchi y Tinta. Creo que si vinieran directo al Cusco se perderían de ver todo lo que ese camino ofrece. Ahora, si vienes al Cusco y vas a ir hacia Puno, que es una ruta que muchísima gente sigue, el inicio casi natural es la Plaza de Armas. Y, entonces, cuando piensas en Túpac Amaru, el inicio de la gran rebelión es en la antigua provincia de Tinta, que es la zona de Tungasuca, Pampamarca, Canas. Y, digamos, Tupac Amaru es supliciado, sometido a tormentos y ejecución con toda su familia y muchos otros líderes rebeldes en la plaza de armas. Entonces es como un punto de principio y fin, pero al mismo tiempo de renacimiento.

Luego está la presencia de la hoja de coca…

Todos sabemos que cuando llegas a Cusco el gran remedio natural cuando frente al mal de altura es tomar una infusión de hoja de coca o, mejor aún, chachar, es decir, masticar hojas de coca y mantenerlas en la boca hasta que el último jugo se ha ido, porque la hoja de coca era sagrada por muchos motivos, pero concentra una cantidad alucinante de calcio, hierro, vitamina A, pero además ayuda a que el organismo absorba la mayor cantidad de oxígeno del ambiente.  Y la falta o escasez de oxígeno es la que te produce el dolor de cabeza. Por otro lado, revindico a la hoja de coca porque una de las mayores injusticias es que la sigan satanizando, incluido peruanos, que en ocasiones la ven como una costumbre extraña. Quién sabe si dentro de algunos años mirarán a esta hoja como miran a la quinua, como algo súper gourmet y exquisito. Así es, la vida siempre da muchas vueltas.

Siempre que converso con personas que han ido a Cusco estas coinciden en la energía única que tiene la ciudad. ¿Identificas alguna ciudad del mundo que te haya generado a ti esa sensación?

Me ha pasado con Atenas y con Creta. Su antigüedad te deja pasmado. Creta es mucho más antigua que Atenas. Ahí se desarrolla una civilización minoica, 3000 años antes de Cristo, sofisticada, muy amante de la naturaleza, están los edificios de hace 2000 años de antigüedad. Los sitios antiguos tienen eso, que te dejan pasmado. Ahora, más allá de lo visible, no sé si es la presencia contundente también de la naturaleza, ¿no? Mezclada con el asombro por la gente tan magnífica que pudo elevar estas construcciones, y además alcanzar grados de civilización tan potentes. Olvidamos que, sobre la época de los incas, una de las cosas que más llamó la atención a los cronistas no solo eran las construcciones, sino que no hubiera hambre, que no hubiera mendigos. Y es un tema que está continuamente relatado. Y que hubiera un sistema que garantizaba la protección de los huérfanos, de las viudas, algo que hasta ahora no alcanzamos en el Perú actual. Eso es civilización también, es decir, aparte de todos los alimentos que de manera autóctona se han dado desde acá para el mundo.

Recuerdo que la primera vez que visité Atenas me eché a llorar. Lo mismo en Creta. Son espacios que concentran el misterio de lo antiquísimo, el asombro entre civilizaciones tan antiguas que lograron cosas que nosotros aún no alcanzamos. Además, la presencia de paisajes tremendos. En Creta, Grecia, está el mar, impresionantemente turquesa. Aquí tenemos un cielo azul unido a montañas y nevados, donde hay enclavada tanta historia y tanta cultura viva. Son, pues, sitios que concentran inmensa belleza, historia y que nos dan para el asombro

El libro de la escritora Karina Pacheco Medrano.

A propósito de Huasao, capital mundial del curanderismo andino, un oficio que uno, tal vez por prejuicio, suele atribuir a adultos mayores. ¿Cómo van manejando el tema los hijos y nietos de estas personas? ¿Están trasladándose estas costumbres o se empezaron a perder con los años?

Es curioso. Cuando era estudiante de antropología, en primer ciclo de universidad, a fines de los 80s, recuerdo que empecé a hacer mis primeros ‘cachuelos’ como asistente de investigadores y visité Huasao. Ya era un lugar conocido por contar con mucha gente especializada en leer la coca. Había ‘especialistas’ en hacer daño, pero también otros buscaban sanar a través de la medicina tradicional. Pero tal vez en esa época habría pues unos nueve o 10. No eran muchos. Paradójicamente, ha crecido el turismo, la ciudad se ha urbanizado, hay gente que genuinamente sigue haciendo todo esto, pero –por la demanda– también todo eso se mercantiliza. Entonces, vas a Huasao y hay mucha más gente leyéndote el futuro. Y la denominan ‘Capital mundial del curanderismo andino’, aunque en esa ruta es gracioso: cada pueblo se auto denomina capital mundial de algo. Entonces, el pueblo previo es ‘Capital mundial de los chicharrones’ y el que le sigue es ‘Capital mundial del pan chuta’.

Por tu oficio de narradora, estás acostumbrada a escribir en primera y tercera persona. Pero aquí escribes frases como ‘debes tener cuidado, comer ligero apenas llegas, tomarte un mate, descansar el primer día’ para sortear el soroche’. ¿Cómo fuiste manejando este esta forma de dirigirte al lector?

Esa es la manera natural como me dirijo a los amigos y conocidos que llegan a Cusco. Mi familia siempre ha sido muy hospitalaria. Entonces, quizás no sabemos de memoria los protocolos de aclimatamiento a la altura, pero sí sabemos que hay que comer ligero al llegar, o que durante las primeras horas en Cusco hay que evitar esforzar demasiado, para que el cuerpo se aclimate casi naturalmente en una posición de reposo. Así que, esto es como si a todos les dijera: ‘Soy de Cusco, discúlpenme, están llegando a un lugar que amo con todo mi corazón, y me encantaría que disfruten cada día aquí’.

Has viajado por muchos países donde, como en Perú, cada pueblito tiene su Iglesia. Pero, ¿qué crees que diferencia a toda esta esta red de templos que tú enumeras en tu libro con las que podrías encontrar, no sé, en Valencia, en Galicia, en algún lugar recóndito de España?

Creo que patrimonio cultural, felizmente y por fortuna, hay en todo el mundo. Entonces, a mí, en ese sentido, no me gusta ser chauvinista y decir, ‘Solo acá hay esto’. Porque eso sería faltar a la verdad. Así que lo que trato de hacer es destacar tantas cosas hermosas que hay y que a veces incluso los que somos de acá no las vemos. Entonces, ¿qué propongo? Pues un viaje al sur este en términos geográficos estrictos, pero es la ruta del Collasuyo. Y hay una concentración de mucha historia, patrimonio, pero creo que nos estamos enfocando en Machu Picchu y Valle Sagrado, pero hay muchísimo más por proteger, preservar, y no solo visitar. Para mí, las piedras o las rocas de una montaña tienen mucho por contar. Los ojos de la modernidad nos ciegan a ver la belleza que hay en las rocas, en el agua, en la montaña o en los bosques.  

¿Qué siente alguien como tú de haber nacido en un lugar al que a diario llegan miles de personas con la esperanza de pasar un momento inolvidable? Es cierto, quizás con expectativa del gran selfie en Machu Picchu, pero con un golpe de suerte tal vez pueden hallar otro de los tantos lugares que destacas en tu libro.

Me siento privilegiada porque soy consciente de que vivo en un lugar muy especial, que ha sido ombligo de civilizaciones, punto de confluencias, y que supo hace más de 500 años tomar lo mejor de las diferentes e importantísimas culturas que lo precedieron, en lugar de destruir e imponer solo un modelo. Pienso que cuando tomas conciencia de las cosas buenas del lugar donde vives, tu mirada se hace más agradecida. Todo eso te permite ver la belleza que hay en otros lugares. Y así, cuando vas, por ejemplo, no sé, a París, puedes buscar más allá de Notre Dame y la Torre Eiffel, porque te aseguro que vas a encontrar cosas tan o más bellas. Vivir en el Cusco me ha ayudado a aprender que no solo hay que ser o vivir en un lugar, sino que debes ser explorador de tu propia ciudad para descubrir los pequeños mundos que hay dentro de ella.

Finalmente, ¿recuerdas una novela o un cuento que al leerlo te haya hecho pensar: ‘este Cusco es el que yo siento cuando camino por aquí’?

Rescataría a Luis Enrique Tord. Él escribió cuentos maravillosos que partían de su trabajo como historiador. Sus relatos, ambientados en el Cusco incaico, colonial, en el temprano republicano, pero también en el de las montañas, son capaces de dar retratos que tocan esas esencias. En mi libro también hay una mención a “Asesinato en la gran ciudad del Cusco” de Lucho Nieto, y otra a un libro de Fietta Jarque titulado “Yo me perdono”. Y tampoco podría dejar de lado a autores como Narciso Aréstegui y, por supuesto, Clorinda Matto de Turner.

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