Con el objetivo de celebrar los 100 años de la creación de la Refinería Talara, Petróleos del Perú (Petroperú) decidió reeditar una obra fundamental para entender la sociología urbana de dicha localidad ubicada en el departamento de Piura.
“Del proyecto urbano moderno a la imagen trizada. Talara: 1950-1990” de la socióloga Edith Aranda Dioses es un libro fundamental porque presta atención a una ciudad ni grande ni pequeña en su nivel de desarrollo, sino más bien intermedia. Hay, además, algo que hace muy particular a esta zona del país: su eje de progreso estuvo siempre ligado a un recurso natural.
En poco más de 200 páginas, Aranda Dioses desmenuza de forma precisa los cambios que atravesó Talara, desde ser una caleta de pescadores hasta convertirse en una ciudad campamento, luego en una ciudad empresa y finalmente (con la estatización del petróleo) en una ciudad abierta.
Cada cambio significó alteraciones en las relaciones humanas de la ciudad. Hoy, según la propia Aranda nos cuenta en esta extensa entrevista, la población tiene una amplia expectativa por el proceso de modernización de la refinería (PMRT).
Aquí nuestra entrevista con la autora de este texto reeditado 19 años después por Ediciones Copé.
-¿Qué la motivó hace 19 años a investigar sobre los cambios y transformaciones sufridas por Talara entre 1950 y 1990?
En términos de diseño urbano y arquitectónico, Talara es distinta al resto de las ciudades del país. Esa diferencia siempre me llamó la atención, además de que soy talareña de origen. Quise, desde una perspectiva sociológica, explicar el impacto de esa imagen urbana en la vida de la gente, en sus formas de sociabilidad; la manera cómo la gente se relaciona en esa forma de organización del espacio, y también (quise) explicarme la evolución de lo que fue Talara, desde ser un campamento, hasta una ciudad empresa y finalmente su transición a ciudad abierta.
-¿Qué había en Talara y cuánta gente vivía allí antes del inicio de la explotación petrolera?
No tengo el dato exacto de cuánta gente vivía allí, pero leyendo el libro “El Perú visto por viajeros” de Reneé Lesson que compendia Estuardo Núñez, se señala que Talara era un pequeño asentamiento donde se encontraban pescadores que se movilizaban por esa parte de la costa noroeste, y había un conjunto de ranchos en los que estas personas hacían una pascana.
-¿El campamento de madera como el que hubo en Talara (entre los años 1914 y 1950) fue algo único o se repitió en otros lugares del mundo?
No, esa fue una forma universal. Se replica en todas las zonas de explotación minera o petrolera en el mundo entero porque son ciudades que surgen a partir de la inversión de una empresa para explotar determinado recurso natural. Se instala (la empresa) en el lugar y construye un pequeño centro poblado o ciudad industrial que va a servir como casa-habitación de los trabajadores, personal técnico y staff mientras se desarrolla la actividad. Lo que pasa es que esas ciudades a veces evolucionan y se tornan mucho más amplias y consolidadas en términos urbanos.
-Con la experiencia que nos otorga el tiempo transcurrido, ¿se podría evaluar el aporte de la IPC en la transformación de Talara durante el tiempo que dicha empresa estuvo?
Claro. Talara inicialmente fue un campamento de madera, te hablo de fines del siglo XIX, cuando se instala la London Pacific Petroleum Company. Ya en 1914 esta empresa inglesa vende sus acciones a la IPC, estando ya construida una parte del campamento de madera. Lo que hace la IPC es mejorar el espacio urbano, dotarlo de más mobiliario y equipamiento. No obstante, el gran aporte de la IPC se da en 1945 cuando decide desmontar el campamento de madera y construir una ciudad empresa moderna. Ahí se contrata a arquitectos peruanos para que la diseñen.
-¿Quedan todavía habitantes de lo que fue la ciudad campamento en Talara?
Sí, hay gente que se jubiló, compró su casa en la zona y se quedó a vivir ahí. Son pocos pero hay.
-¿Los habitantes de la ciudad empresa llegaron a tener un sentido de pertenencia con Talara que pensaron quedarse para siempre o simplemente buscaban estar ‘hasta que el petróleo se acabe’?
Creo que sí se logró construir un sentido de pertenencia e identidad. La gente permaneció ahí. Si bien sus hijos migraron, ellos permanecieron en la ciudad. Más bien cuando termina la etapa de ciudad empresa –con la nacionalización– son ellos los que van a expresar un sentimiento de nostalgia por lo perdido, porque se rompe el modelo mencionado y la ciudad crece de manera desordenada y caótica como cualquier otra del país. Y además se produce el fenómeno de ocupación informal del suelo, la emergencia de las barriadas en la periferia, cosa que no había antes.
-¿Si no se hubiera dado la estatización del petróleo a finales de los sesenta, hubiera sido posible sostener una ciudad empresa por varios años más?
No lo creo. Si vemos la experiencia internacional, para hablar del ejemplo más cercano de ciudades empresa chilenas producto de la explotación del cobre, ahí hubo un proceso de cambio. Ya no hay más ciudades-empresas construidas o financiadas por la compañía que explota el recurso, sino que se han construido una suerte de ‘hoteles’ donde los trabajadores que laboran en la zona de explotación se alojan, pero las familias ya no viven ahí sino en ciudades más cercanas. El modelo de ciudad empresa ya no tiene vigencia en el mundo actual. Las tecnologías de la comunicación y de la información han cambiado mucho la categoría de tiempo y espacio.
-Usted conversó con varias personas para elaborar este libro. ¿Los mayores preferían mantenerse bajo las condiciones de una ciudad empresa o de una ciudad abierta?
De una ciudad empresa. Justamente son ellos los que sienten más nostalgia por lo perdido. Y marcan un hito: antes y después de la IPC. Cuando se recogen los testimonios de estas personas se recoge que la salida de la IPC significó un deterioro en su calidad de vida. La empresa les ofrecía una especie de beneficios indirectos que cuando se nacionaliza el petróleo ellos van a perder.
-Pero la apertura de la ciudad era una consecuencia natural de la estatización…
Claro, porque Petroperú no podía seguir manteniendo la ciudad. El problema es que la IPC administraba, gestionaba y controlaba el desarrollo urbano de Talara. El alcalde entonces era solo una figura que aparecía políticamente, pero quien tomaba las decisiones en términos de desarrollo urbano era la empresa. Petroperú no tenía recursos ni condiciones para asumir esa tarea de la gestión urbana.
-¿Y hubo mucha migración hacia Talara pensando que ahí se encontraría más trabajo?
Sí, las expectativas de la gente iban relacionadas con encontrar trabajo. El movimiento migratorio más importante se da en 1983, como consecuencia del fenómeno El Niño. Se da una masiva migración hacia Talara con la expectativa de hallar empleo. Sin embargo, la industria petrolera no genera mayores puestos de trabajo. Un efecto multiplicador, sí. Activa otros sectores de la economía en el lugar donde se instala, también, pero empleo directo, no. Además el empleo que genera es para gente con cierto nivel de calificación.
-¿Cuánto varió la magnitud de la industria petrolera en Talara a lo largo de los últimos años?
La industria petrolera ha estado en crisis y continúa en una situación de la que no puede mejorar. En los sesenta el Perú pierde su condición de país exportador de petróleo y eso no lo ha podido recuperar.
-¿Por qué ha sido difícil desarrollar otras industrias en Talara?
Porque el motivo por el que surge la ciudad y su eje de desarrollo socio económico fue el petróleo. Existe también la pesca, pero es artesanal. Y el resto de actividades son resultado del efecto multiplicador: servicios y comercio.
-El análisis de su libro culmina en 1990. Estamos casi en 2018. ¿La situación de Talara que encontró en estas últimas casi tres décadas ha cambiado mucho?
Sí, hubo un proceso significativo de deterioro urbano. Es decir, la imagen urbana que tuvo Talara como ciudad empresa estuvo prácticamente borrada. El diseño de las casas y la distribución de las zonas. Quedan algunos rezagos quizás pero son muy pocos. Yo creo que hubo un serio problema de gestión urbana de parte de las autoridades que han transitado por la municipalidad, que son los responsables de eso. Talara atraviesa hoy una crisis urbana en términos de organización, mejora de la calidad de vida, infraestructura, mobiliario y equipamiento urbano.
-¿Hay en las nuevas generaciones un sentido de permanencia hacia su ciudad o buscan más que todo migrar hacia Piura, Lima u otras ciudades?
Creo que las nuevas generaciones en su gran mayoría migran. Julio Calderón coloca en el prólogo de mil libro un dato muy importante: entre los años 1993 y 2007 la tasa de crecimiento urbano en Talara bajó, o sea, cada vez más gente sale del lugar buscando cumplir sus expectativas. Porque la actividad que da un empleo de calidad y otorga mayores ingresos es el petróleo, pero no todos pueden acceder a ella.
-¿Por qué ha sido importante reeditar un libro como este 19 años después?
Esto ha sido iniciativa de Petroperú. Ellos venían festejando los 100 años de fundación de la refinería de Talara y en ese contexto decidieron republicar el libro. Me consultaron y a mí me pareció muy interesante.
-En Lima, el imaginario de Talara se basa en las noticias que salen en la prensa, fundamentalmente en torno a la refinería y si se debe o no invertir en su modernización. ¿Cuáles son las expectativas de los talareños con respecto a ello?
La gente allí tiene mucha expectativa por el proyecto de modernización de la refinería de Talara. Los talareños piensan que es una decisión que hay que apoyar porque la consideran una alternativa para mejorar la ciudad. Piensan que la modernización va a contribuir de manera importante a resolver muchos de los problemas existentes. Aunque también hay un sector de gente que piensa que la mayor cantidad de trabajadores de la modernización no son de la zona. Pero eso habría que comprobarlo porque la idea era que se absorba mano de obra originaria del lugar.