Fernando Iwasaki: «Quise hacer un inventario de las figuras que todos admiramos»

Desde su casa en Andalucía, a las afueras de Sevilla, en el sur de España, Fernando Iwasaki Cauti es un atento seguidor de lo que ocurre en su país de origen, el Perú. Lo es tan así que menciona con suma claridad –al ser preguntado por lo fatal que ha sido la pandemia del coronavirus aquí– lo terrible que resultó para muchos contagiarse del virus haciendo cola para cobrar un subsidio del Estado. Pero ese es solo un apunte que este historiador y escritor tiene sobre una situación que nadie previó y que, en los próximos días nos habrá arrebatado a 200 mil compatriotas.

En esta ocasión, el motivo de esta charla es “Brevetes de Historia Universal del Perú”, el nuevo libro que el autor de “Neguijón” acaba de publicar en Alfaguara. Se trata de un conjunto de pequeñas narraciones con vida y milagros de distintas personalidades nacidas o vinculadas con nuestro país. Desde héroes como Daniel Alcides Carrión hasta artistas como Tilsa Tsuchiya, pasando por Rosa Arciniegas, Lucha Reyes, Miguelina Acosta y más.

Según cuenta aquí, aunque muchos de estos personajes y sus peculiares historias lo persiguen desde hace muchos años atrás, el proyecto de agruparlos surgió en 2014. Hoy finalmente ve la luz y está enfocado fundamentalmente para el público nacional, al que no le será necesario apuntes a pie de página para comprender (y disfrutar) lo que lee.

– ¿Es de los que piensa que el mundo ha cambiado mucho tras estos 17 meses de pandemia o cree que las cosas han vuelto a ser lo mismo?

Creo que nada volverá a ser igual porque, después de mucho tiempo la idea de que las enfermedades no serían un problema para la humanidad, no existe más. Estamos descubriendo nuestras limitaciones humanas, a pesar de todos los desarrollos tecnológicos y científicos. Creo que la naturaleza cada cierto tiempo regresa para hacernos ver cuál es nuestra real dimensión. Lo vemos con las catástrofes, con el ‘Fenómeno El Niño’ o con los tifones y los ciclones que castigan Indonesia. Así que todo esto al final marcará por completo la conciencia de nuestro lugar en el mundo, más aún en esta época en la que la conciencia ecológica ha ido consolidándose.

-Siendo peruano y viviendo en España hace mucho, ¿cómo ha visto el desarrollo de la pandemia específicamente en estos dos países? Aquí ya casi con 200 mil fallecidos y allá primero con mucho sufrimiento y luego tal vez ya encontrando cierta estabilidad gracias a las vacunas.

Una cosa que es real y debemos tenerla en cuenta siempre: los países tienen más o menos recursos, riqueza, entonces en el Perú se aprobaron medidas que parecían muy sensatas, como teletrabajar, entregar ayudas económicas o la posibilidad de mantenerse en casa para cuidarse, sin embargo, si en un país la gente no tiene refrigeradora, cuenta corriente o buena conexión a Internet, es obvio que tendrá que salir a la calle. Y todas esas personas que se enfermaron haciendo cola para cobrar sus bonos, pues ahí vemos la diferencia entre un país que se puede permitir dictar esas medidas –incluso de impedir que la gente salga a la calle—pero porque sus ciudadanos sí tienen la posibilidad de teletrabajar de verdad, o de operar sus cuentas bancarias vía conexiones de wifi eficaces. A todo eso habría que añadirle que no se ha luchado contra la pandemia igual en países orientales que en los occidentales.

– ¿En qué sentido?

El filósofo coreano Byung-Chul Han, autor de “La sociedad del cansancio” y de una serie de libros muy interesantes, explicaba cómo en países como Japón, Singapur o China, la disposición de sus habitantes a la disciplina y a sacrificar cuotas de libertad por seguridad les llevó a controlar muchísimo mejor los efectos negativos de la pandemia. Creo que la riqueza por una parte y la idiosincrasia por otra, nos ha permitido ver cómo la pandemia ha afectado a los distintos países.

-Uno puede suponer que la vida laboral de un profesor o de un médico cambia mucho por algo como una pandemia, pero ¿qué pasa con un escritor? ¿Me equivoco al pensar que uno escritor desde que empieza a serlo realiza teletrabajo?

Me considero más un lector que un escritor y al mismo tiempo soy a la semana más horas profesor que escritor. Entonces, a los escritores nos han pedido constantemente durante el confinamiento que escribamos algo, que compartamos nuestros pensamientos y que enviemos mensajes a libreros. Incluso la UNAM nos pidió hacer una entrada para un diario de la pandemia y de eso resultó un libro. Ahí firman autores no solo hispanohablantes, sino también estadounidenses y europeos. También nos han pedido muchas narraciones ambientadas en supuestas épocas de pandemia. En Lima podemos citar “Cuentos peruanos de la pandemia” de Ricardo González Vigil, pero lo que yo sí hice me parece que está más relacionado con mi condición de lector. Así que para los periódicos que colaboro o para mi universidad, yo grababa unos videos donde contaba cómo el autor de “Robinson Crusoe”, Daniel Defoe, publicó además una obra titulada “El diario de la peste”. También me interesaba hablar sobre cómo unas novelas muy famosas como “Muerte en Venecia” se producen en medio de una epidemia. Entonces, hay una gran cantidad de novelas donde la muerte, la enfermedad y la peste están presentes. Y me interesaba mucho que en estos videos se rescatara eso. Porque la humanidad se ha enfrentado en otras ocasiones a situaciones como esta y las conductas a veces fueron las mismas. En el libro de Defoe están la idea de cerrar comercios y puertos, de impedir el tráfico, y de establecer controles perimetrales, lo que hoy puede verse como un toque de queda. También me parecía importante recordar que en las ficciones distópicas contemporáneas, muchas veces es una enfermedad el origen del apocalipsis. La película de Will Smith “Soy leyenda” nace de una enfermedad. En una serie como “The Walking Dead” nadie sabe cómo es que se vuelve zombi la humanidad, pero también es a causa de una especie de virus. Todo está en el imaginario, sin embargo, nunca habíamos creído que una enfermedad iba a volver a atacarnos como nos atacó. Hay que remontarse al Sida, más a o menos a fines de los ochenta, para encontrarnos en una situación parecida.

-Cuando conversamos por última vez hace un par de años había sobre la mesa tres libros: “Tres noches de corbata”, “Aplaca señor tu ira” y “Arte de introducir”. Si algo caracteriza tu obra es la diversidad. ¿Cómo encaja aquí “Brevetes sobre Historia Universal del Perú”?

Encaja porque, por una parte, soy historiador, y hay una mirada sobre la historia desde la literatura, desde la narración. Ya incluso en “Aplaca señor tu ira”, aunque era un libro académico, me interesaba que su prosa tuviera una ambición literaria. En la literatura pasa lo mismo. El compromiso que tenemos es siempre con la verosimilitud, pero este no es un libro solo literario, sino también histórico, por ende, no solamente debo tener presente la verosimilitud sino la veracidad. Es más, en algunos casos lo verdadero. Entonces sí, yo creo que este nuevo libro dialoga con otros previamente publicados. Y en la forma, estamos ante un libro de textos breves que podría recordar a “Ajuar funerario”, que contenía micro relatos. Pero estos no son micro relatos porque no son ficciones. Por eso apelo al peruanismo ‘brevetes’. En ningún otro país se emplea esa palabra para definir una licencia de conducir. Al mismo tiempo, es una palabra que tiene muy presente que debe ser algo breve. Así echo a rodar una palabra que el lector peruano va a comprender. Y hago hincapié en esto último porque este es un libro escrito para el Perú, para gente que conociera los personajes o por lo menos los contextos históricos en los que se desenvuelven, las poblaciones que se mencionan en las páginas, y que por lo tanto no necesiten una nota a pie de página para poder ubicarse de forma temporal o espacial.

-El libro ha salido coincidiendo con las celebraciones del Bicentenario. ¿Qué sensación cree que deberían dejarnos las historias que incluye?

Mi idea era que se publicara en el tiempo que me permitiese ir a la feria del libro del libro de 2020. Pero, bueno, ya sabemos todo lo que ha pasado y se fue retrasando, luego vino la efervescencia política, y la editorial consideró que ese no era el mejor momento para sacarlo, por lo que ha salido casi coincidentemente con el 28 de julio. Probablemente las primeras historias de este libro empecé a escribirlas en 2017, aunque las ideas más poderosas las venía incubando desde 2013, 2014. Para mí, aunque no es un brevete, la introducción que escribí es muy importante. Recordar o ser consciente de que Mariano Melgar falleció con 24 años, Javier Heraud con 21, Valdelomar y Oquendo de Amat con 31, Mariátegui con 35 y Alcides Carrión con 27. En ese texto de presentación hago un repaso de peruanos extraordinarios que murieron antes de la edad en la que yo feché ese texto. Para mí todo esto era muy simbólico, y era importante entonces hacer un inventario de todas estas figuras que todos admiramos y que la muerte les impidió llegar a desarrollar al máximo su talento y todo lo que ellos atesoraban.

Quería relacionar esa reflexión, primero con esa frase de Tucídides en “La guerra del Peloponeso”, cuando en boca de Pericles evoca el discurso de las honras fúnebres, recordándole a los atenienses que esos cadáveres que están recibiendo murieron por una causa que merecía la pena: Atenas. Y también lo quise relacionar con aquel canto de “La Ilíada” donde el rey Príamo anciano se abraza a las rodillas del asesino de su hijo y le pide por favor que le devuelva el cadáver. La historia universal del Perú tiene que ser eso, un diálogo con toda esa tradición universal. Y entonces a lo largo del libro nos vamos a encontrar con peruanas y peruanos que murieron como los defensores de Atenas en la guerra del Peloponeso, y también con jóvenes como Héctor, muertos en la flor de la edad, y con padres como Príamo que van a pedir el rescate del cadáver de su hijo. Este libro es la gran responsabilidad de ‘somos los atenienses contemplando el regreso de los cadáveres de los caídos’.

La portada del nuevo libro de Fernando Iwasaki.

-Me ha mencionado a varios personajes masculinos que protagonizan sus brevetes, pero quisiera llevarlo hacia el otro lado, a las mujeres. Desde Miguelina Acosta, hasta Rosa Campuzano, pasando por Lucha Reyes. ¿Cómo podrías resumir la presencia femenina en tu libro?

Bueno, hay muchas más mujeres que varones en mi libro. Y me parecía un acto de justicia porque la historia del Perú ha privilegiado las gestas sobre todo de los hombres. Creo que la figura de las mujeres no solo no ha sido suficientemente atendida, sino que a veces las hemos ignorado. Un ejemplo que me viene siempre a la mente es Manuela López Visa, la mujer de Martín Chambi. No le vamos a quitar ningún mérito a él, pero a su lado estaba una mujer que conservó su patrimonio y lo atesoró con primor. Y cuando los hijos tuvieron las edades para darse cuenta de lo que había hecho su padre, pues el legado estaba impecable. Y, por supuesto, la hija del mariscal Cáceres. También mujeres que has citado como Miguelina, natural de la selva que tuvo una formación profesional impecable. Estudió en Suiza y luego ella se entrega como jurista para defender a las mujeres. Ella muere antes de los 50 años. Por otro lado, estaba esa mujer afroperuana que salía de casa de los Cáceres llevando fusiles debajo de su ropa para poder embarcarlos hacia Matucana. Y se sabe que en uno de sus viajes Gregoria nunca regresó, porque probablemente fue capturada y fusilada. Y no la recordamos. Si no fuera por las memorias de la esposa de Cáceres, escritas por su hija, y que hoy en día han borrado el nombre de esta última, pues no sabríamos de su existencia. Me pareció importante hablar de todas ellas.

-Desconocía que la noche en que se hundió el Titanic había dentro una estampita de la Virgen del Perpetuo Socorro del Rímac, de propiedad de Peter Dennis Daly. ¿Desde cuándo y cómo fue tu acercamiento a historias de este hombre?

Hay historias que he conocido incluso de adolescente, pero no existía un proyecto para que todas estuvieran juntas en un libro. Leí con gran conmoción la trilogía de Primo Levi “Si esto es un hombre”. Todo ese proceso que él vivió en el campo de concentración de Auschwitz, y había muchas historias de los prisioneros. Daba el nombre, te decía si eran músicos, jóvenes o mayores y él mismo decía “lo último que vamos a saber de estas personas es lo que yo estoy escribiendo”. Entonces a mí el libro se me fue ocurriendo de esa forma. Porque a lo largo de la historia del Perú han existido muchos Auschwitz muchas veces. A mí me parece que ahora no podemos leer la historia de Luis Pardo y no sentir verdadera indignación. No podemos leer el brevete dedicado a Luis Bustamante y no sentirnos consternados. O el de Manuelita Madroño, esta joven de 17 años que Bolívar se llevó hasta la batalla de Junín. Mira, la historia de Daniel Alcides Carrión es indignante. Pienso que estas figuras estaban en mi cabeza y cuando ya visualicé el proyecto del libro, alrededor del año 2017, empecé a tratar de buscar otras más, y al mismo tiempo a diseñar el esquema de la obra. Hay historias de la época prehispánica, de la Conquista, de la Guerra del Pacífico. Fui distribuyendo el número de textos por cada periodo, me fui fijando si eran hombres o mujeres, y trataba de ver que no todos fueran héroes en servicio militar. Así incluí también héroes culturales, como Tilsa Tsuchiya, Jorge Basadre, Lucha Reyes, Rosa Arciniegas o Chabuca Granda. Me esforcé, además, porque todas las historias no transcurrieran solo en Lima o en algún punto específico de los Andes. Hay brevetes de la selva, de Piura, de Tacna, de Puno y de Junín.

-Quería hablarte de Antonio Ruiz de Montoya, que aparece en uno de tus brevetes. ¿Crees que la historia no ha sido tan justa con él? ¿De qué forma crees que encaja su vida en tu libro?

Para mí encaja con toda justicia porque Ruiz de Montoya salvó a un millar de guaraníes. Los sacó de un lugar peligrosísimo, los hizo atravesar la selva y los salvó de la aniquilación por parte de los portugueses. Así que lo que hizo fue extraordinario. Además, fue un hombre que aprendió el guaraní, escribió un vocabulario de esa lengua, y en medio de ese mundo tan populoso que suponía llevar a todas esas personas a través de la selva desarrolló una mística personal. La mística, que es un campo precioso del estudio de la religión, no es un patrimonio exclusivo de la religión cristiana. Hay místicos judíos, musulmanes y por supuesto en todas las religiones orientales. Pero conocemos muy poco a los católicos. En España son muy conocidos, como Santa Teresa o San Juan de La Cruz. El místico va al desierto y es ahí, en la noche, en la soledad, cuando se encuentra con el creador, con el espíritu. Ruiz de Montoya no podía hacerlo en la oscuridad ni en el desierto, porque estaba en la selva y guiando a miles de personas con él. Entonces, al revés de los místicos que se ocultaban, él fue hacia los prójimos. Por ende, me resultó sumamente importante destacar eso en su mística. Por supuesto que su gran acto heroico fue salvarle la vida a esos miles de personas que libró de la muerte en la selva de Brasil, cuando no era aún Brasil.

-Me hablaste de Tilsa Tsuchiya, que pronto será imagen de nuevos billetes que lanzará el Banco Central de Reserva del Perú. ¿Dónde es el lugar correcto para conmemorar a personajes como ella y otros que recoges en tu libro?

Los colegios. Yo creo que hay que hablar de estos personajes en los colegios. Cada maestro y profesora es el portador de este legado. Si muchas veces nosotros nos quejamos de nuestra situación en el mundo, como país en vías de desarrollo y con mucha corrupción, corremos el peligro de desanimar a la gente más joven. Corremos el peligro de crearles la persuasión de que ya no hay nada que hacer, la idea del “somos así y nunca vamos a cambiar”. Eso sería volver a matar a todos estos hombres y mujeres que he tratado de reunir en “Brevetes de Historia Universal del Perú”. Ya hay calles con los nombres de muchas personas que pueblan este libro, pero eso tal vez no cambiará las cosas. Si yo me voy a la plaza mayor de Chiquian me encontraré con el monumento de Luis Pardo, pero eso no ha garantizado que su memoria no sea venerada. Le seguimos llamando ‘El bandolero’.

– ¿Y sería muy ambicioso pensar, dentro de cuarenta años, en un brevete sobre Fernando Iwasaki?

¡Y desproporcionado! Debería haber un brevete sobre Walter Alva, que descubrió el Señor de Sipán, otro sobre Carmen Escalante, la antropóloga cusqueña que defendió su tesis en quechua aquí en España. Y, por supuesto, que también habrá brevetes sobre Julio Ramón Ribeyro, Mario Vargas Llosa, José María Arguedas y muchísimos escritores más.

-Finalmente, ¿qué otros proyectos editoriales tienes entre mano?

Aunque la pandemia retrasó muchos proyectos, en lo que resta del año están previstos salir cinco libros. Uno es nuevo, “Brevetes de Historia Universal del Perú”. El segundo es casi nuevo: en 2005 la editorial Sarita Cartonera me publicó un librito de cartón reciclado que se titulaba “Mi poncho es un kimono flamenco”, que tenía cuarenta páginas y prácticamente se regalaba en los barrios marginales de Lima. Hubo otra edición cartonera en Bolivia (Hierba Mala Cartonera) y una más en Ecuador (Mata Palo Cartonera), y sin embargo la Universidad Nacional Autónoma de México me ha pedido editar nuevamente este libro y de cuarenta páginas ahora tiene más de 300. ¿Por qué? Porque es un libro integrado por las conferencias que he impartido en países donde no se habla español. Sé que parece una cosa rara, pero es importante porque cuando tú hablas en un país que no es de tu lengua, ¿cómo te ve un turco, un egipcio o un danés? Eres un peruano de apellido japonés que vive España. De entrada, ya es una cosa rara. Y la pregunta por la identidad siempre está presente.

Además, se va a reeditar “Neguijón” con Seix Barral, y también con el Fondo de Cultura Económica en Lima “Extremo Oriente y el Perú en el siglo XVI”, que fue un libro del año 1992. La PUCP hizo una edición en 2005 pero de una tirada muy pequeña. Así que el FCE me ha dado la alegría de proponerme esta nueva edición, que incluye un prólogo del profesor Serge Gruzinski y un capítulo nuevo que le he agregado. Y, por último, hay un libro que básicamente está saliendo en España titulado “Sevilla sin mapa”, que también es una reedición, pero cuando lo publiqué en 2010 la editorial quebró a los tres meses. Entonces el libro fue confiscado y luego destruido, algo sumamente raro. Ahora una editorial lo ha rescatado y lo publicará en una edición de la cual me siento muy orgulloso. Luego de esto, me gustaría terminar unos cuentos que comencé a escribir y que los he dejado a medias. No creo que lo haga en un mes, a lo mejor hasta fin de año.

-Un regreso a la ficción…

Yo no publico ficción desde el año 2009. Los ensayos para mí son muy importantes, así que no me estoy quejando, sin embargo, si voy a retomar la ficción necesito practicar con cuentos. Estos me sirven para recuperar la ‘muñeca’ de la escritura. Y a ver si retomo una novela que abandoné en el año 2006. La dejé con 50 o 60 páginas y si tengo fuerzas, ánimo y creatividad pues la acabaré. Yo los libros los escribo con lentitud. “Ajuar funerario” me tomó ocho años. “Brevetes de Historia Universal del Perú” en cuatro, “Neguijón” en cinco. No tengo apuro en publicar porque sé que necesito tiempo y el principal crítico de lo que escribo soy yo. Entonces si veo que el libro no es lo que a mí me gustaría que sea prefiero que no se publique.

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