Acaba de publicarse “Destino Machu Picchu” (Fondo Editorial de la Universidad del Pacífico). Se trata de la traducción al español de “Making Machu Picchu” (UNC Press), notable libro que publicara el historiador Mark Rice en 2018 en el que hace un sustancioso repaso por los múltiples factores alrededor del auge del turismo vinculado a nuestro emblemático atractivo cusqueño.
“Pienso que a través del turismo uno puede mirar las cosas desde una perspectiva algo diferente”, dice el catedrático de Baruch College antes de esta entrevista sobre la publicación. Su propia historia personal es curiosa. Empezó estudiando sobre Chile, pero un giro inesperado lo traería al Perú. Quince años después, ese primer interés por la ‘maravilla peruana’ se ve plasmado en un texto que destaca no solo por su ambición sino fundamentalmente por su claridad y vigencia.
Aunque resulta difícil resumir un libro que abarca un siglo, la idea central de Rice es que más allá de Bingham, hubo una serie de personas que desde diversas instituciones y en distintos momentos, colaboraron en construir lo que hoy es Machu Picchu ante los ojos del mundo.
Aunque trata fundamentalmente sobre el pasado, el siguiente diálogo también se proyecta al presente y toca controversias como la construcción del aeropuerto de Chinchero. Por último, analiza posibilidades de desarrollo turístico en las postrimerías de la tercera ola de la pandemia del coronavirus, un factor que Rice ha visto desde lejos con suma atención.
-Cuéntame primero sobre tu acercamiento a Cusco y a Machu Picchu específicamente. ¿Cómo llegaste a estudiar sobre estos temas?
Lamentablemente, llegué de una forma poco romántica a estudiar este tema, casi por azar. Para ser honesto, originalmente mi plan era estudiar algo sobre Chile, pero a la mitad de mi carrera tuve que cambiar hacia el Perú. Vine buscando temas, y creo que una consecuencia inesperada fue que, casi por ignorancia, no tenía ideas fijas sobre ‘este es un tema importante que debo investigar’, así que empecé a pensar en el turismo, porque como tema histórico no había muchas investigaciones al respecto. Sí hay estudios técnicos muy buenos sobre la industria y, recientemente, surgieron trabajos muy buenos como “Una historia del turismo en el Perú” de Fernando Armas Asín.
Al estudiar Machu Picchu me di cuenta que había un montón de trabajos excelentes sobre su historia arqueológica, también historias acerca de Hiram Bingham, revisiones críticas y necesarias en torno al personaje, etc. Pero si de explicar el ascenso de Machu Picchu hablamos, la verdad es que no había mucho. Más o menos el consenso era que, después de Bingham, el lugar estuvo más o menos predestinado a ser importante y famoso. Y mis investigaciones llegaron a la conclusión de que en verdad el turismo en Machu Picchu no fue una cosa predestinada. Había muchos momentos en que el turismo estuvo por terminar allí, o Machu Picchu iba a regresar a ser un sitio arqueológico importante, pero sin fama global. Entonces, más o menos descubrir y analizar esa narrativa, la consecuencia feliz era tocar en muchos temas sobre la historia cusqueña y del Perú.
Así llegó a concretarse mi proyecto. No fue algo a lo ‘Bingham’ de aventura y romanticismo (aunque tampoco ese caso realmente fue así), sino más o menos una cosa de azar, pero finalmente una historia feliz para mí. Y todo esto se logró con la ayuda y el apoyo de muchos peruanos. Cuando yo llegué, sin muchas conexiones ni carrera establecida, tuve una bienvenida muy amable de la comunidad de historiadores locales. Este proyecto es un logro gracias a ellos.
-Hablando de predestinados y de lugares tan hermosos, ¿qué hace de particular a Machu Picchu en comparación a otros lugares turísticos de Latinoamérica?
Hablemos primero sobre comparaciones globales. Una cosa única en Machu Picchu es que la mayoría de sitios de turismo cultural son famosos por su rol histórico ‘conocido’. Machu Picchu es único en llegar a ser famoso para ser desconocido. Si pensamos en catedrales de Europa, coliseos, pues son famosos porque son presentes en el conocimiento histórico nacional. Machu Picchu es único en su ausencia. Y esto es valioso para el turismo y para las narrativas turísticas, porque hay la oportunidad de escribir narrativas nuevas, e incluso imaginarse historias místicas.
Si hablamos de América Latina, también estamos frente a un lugar interesante y único para llegar a ser famoso por su valor cultural e histórico. La mayor parte del turismo original en América Latina fue de recreación. Estamos pensando en sol, playas y recreo. Y por esa razón el turismo originalmente en muchos países latinoamericanos no fue bienvenido, porque para las clases medias fue visto como un vicio, algo que avergonzaba, sobre todo en Cuba. Había un rechazo de muchos cubanos hacia la imagen de su país como una tierra de vicios. Entonces, lo interesante en el caso de Machu Picchu es que desde el principio hay un consenso para crear un turismo más cultural. O sea, no con la idea de solo vender recreo, sino para reevaluar y promover cosas como indigenismo y folklorismo cusqueño. Y obvio que había otros casos, pero me parece que el de Machu Picchu fue el más exitoso.
-Me has hablado de varias versiones críticas hacia el aporte de Hiram Bingham. También en tu libro citas un gran libro de Chris Heaney al respecto. ¿Cómo crees que debe valorarse hoy el legado de este explorador en la imagen global que posee Machu Picchu?
La narrativa histórica sobre Bingham está bien hecha. El libro de Chris Heaney (“La historia de Hiram Bingham y la búsqueda de las ultimas ciudades de los incas”) es excelente. También hay trabajos muy buenos de Mariana Mould de Pease. Yo creo que mi libro no está negando el trabajo existente, sino que simplemente estoy continuando la narrativa. Mi argumento es el siguiente: si no existiera Bingham, Machu Picchu no sería tan famoso. Sin embargo, Hiram no fue el actor principal en la creación del turismo. Lo que fue necesario fueron personas en Cusco, indigenistas, personas como Alberto A. Giesecke. Porque incluso más que Bingham, si hay un norteamericano con un rol central fue este exrector de la UNSAAC. Él fue un actor muy importante en promover en los años veinte la idea de que el Cusco será el centro del turismo internacional en el Perú. Pero a él habría que sumarle líderes cusqueños, funcionarios del gobierno de Velasco, etc.
Mira, sé que cuando pensamos en el gobierno de Velasco tenemos unas ideas políticas socialistas y de reforma agraria, pero los funcionarios en ese momento fueron muy hábiles para atraer inversiones extranjeras al Cusco. Entonces, hay muchos actores muy importantes que no tal vez no son conocidos lo suficiente, aunque tuvieron roles igual o más importantes que el propio Giesecke. No sé, Luis E. Valcárcel durante la reconstrucción del Cusco tras el terremoto. Entonces, mi conclusión es que Bingham es muy importante, pero para explicar el ascenso de Machu Picchu debemos reconocer a muchos más actores y también el rol central que tuvieron los cusqueños.
-En tu libro, así como mencionas etapas del turismo, también mencionas el tipo de turismo que llega. Algunos de lujo, luego hippies, y también locales. ¿Crees que todos ellos fueron moldeando una idea de ‘ciudad’ alrededor de la ruina?
Sí. Creo que eso fue una cosa muy atractiva del turismo, sobre todo para los indigenistas. Una cosa que me sorprendió fue que el turismo fue un ámbito muy grande del indigenismo cusqueño desconocido. Casi todos los escritores y pensadores indigenistas escribieron una guía turística. Y estoy pensando en el porqué. Mi conclusión fue: la narrativa turística es muy útil para formar una narrativa histórica, porque el turismo es una cosa de ‘vender’. Entonces, creando guías y viajes es cómo los indigenistas pueden subrayar que ‘estos son los sitios muy importantes para entender el Cusco. Hay que visitar estos sitios, hay que leer estos libros’. Y eso es algo que se incluso se mantiene. Yo soy historiador del Perú, pero debo decir que la mayoría de la información del turismo aprendida por los extranjeros proviene de guías turísticos. Hay que ser humilde con eso.
Pienso que los cusqueños reconocieron este hecho muy temprano, me refiero a crear una narrativa sobre lo que significaban los incas, cómo interpretar la cultura cusqueña, usar guías turísticos para empatizar algunos temas y negar otros. Esto era una herramienta para reforzar una narrativa única y poderosa de lo que significaba la cultura cusqueña. Porque en una narrativa turística no hay narrativas alternativas. Así que para formar una narrativa única el turismo fue una herramienta cultural muy poderosa para los indigenistas en los años veinte, treinta y cuarenta, cuando el gobierno peruano y la política del ‘Buen Vecino’ estaban buscando narrativas para usar en el nacionalismo, pues era la narrativa turística cusqueña que ya estaba preparada para servir a audiencias nacionales y extranjeras.
-Hablando de la política del ‘Buen vecino’ resulta imposible hablar de tu libro sin mencionar a Estados Unidos. Porque, aunque te apoyan con una política así, luego mandan una alerta por terrorismo, o por el coronavirus y piden que nadie venga, y todo parece venirse a pique. ¿Es tan preponderante para Machu Picchu Estados Unidos como lo era 50 años atrás? ¿Vislumbras que seguirá siendo la situación así?
No quisiera lanzar un pronóstico, porque en la conclusión del libro original en inglés yo dije que “el turismo en Cusco no muestra ninguna señal de detenerse”, ¡pero vino la pandemia y todo fue al revés! Pero yo creo que sí, por factores de población y economía, además de la cercanía. El mercado de turistas de los Estados Unidos va a seguir siendo importante en el futuro del turismo en Perú. Por otro lado, creo también que el crecimiento de la clase media china hará que ese sea un mercado más importante en el futuro. Y también hay que reconocer que son importantes los mercados en América Latina, sobre todo Chile, Brasil y Argentina.
Pienso que Estados Unidos sí tiene un rol sobre el ascenso de Machu Picchu, pero este no fue unidireccional. Lo que en realidad llama la atención es la habilidad de los cusqueños y otros actores culturales peruanos en usar las redes –como la política del ‘Buen vecino’–para promover sus ideas de turismo y de identidad peruana. Y es que no había una narrativa de los Estados Unidos diciendo ‘ok, ustedes van a celebrar a Bingham como héroe’. ¡Lo que pasó fue todo lo contrario! Fueron los cusqueños, quienes negaron primero a Hiram y en los años cuarenta lo reinventaron como héroe para atraer turistas de los Estados Unidos.
Creo que lo que más pasó en el siglo XX fueron logros en ambas partes, usando oportunidades de enlace internacional y transnacional en promover su visión de turismo. Por ejemplo, durante la política del ‘Buen vecino’, más o menos lo que pasó fue que diplomáticos estadounidenses pidieron a cualquier país de América Latina que les informen cuál era su identidad nacional. Por ejemplo, con México podemos hacer una película documental corta sobre la cultura Azteca, etc. Luego, en Argentina, hay gauchos y se ofrece una película sobre gauchos. Y al llegar al Perú lo interesante es –en los años 40—quienes son las autoridades culturales aquí. Son Giesecke, que trabaja en la embajada estadounidense, Luis E. Valcárcel, que dirige varios museos nacionales. Ellos están hablándole a los cusqueños. Y en lugar de promover Lima o Chan Chan, promoverán Machu Picchu y Cusco como lo peruano en los 40s. Eso será muy importante para desarrollar la demanda turística en los Estados Unidos, porque ¿cuáles son las imágenes que los consumidores estadounidenses tuvieron en los 40 o 50s? Son imágenes de Machu Picchu y el Cusco, no de Lima, Trujillo o Áncash. Este es un ejemplo que muestra que la influencia de los EE.UU. es importante, sin embargo, son los peruanos quienes son más hábiles en usar para sus fines todo esto.
-Hablas en tu libro de la controversia en torno a la construcción del Hotel Machu Picchu y de inmediato uno piensa en lo que ocurre hoy con el proyecto de Aeropuerto en Chinchero. ¿Tiene cierta lógica comparar ambos casos para comprender el conflicto alrededor de factores como turismo y medio ambiente?
De acuerdo 100%. Como historiador, obviamente, siempre te voy a decir que podemos entender mucho leyendo historia. Pero este es un caso muy particular. Lo que ocurrió fue que en los años 70 el gobierno de Velasco se desarrollaron planes para construir un hotel de lujo al lado de Machu Picchu, o sea, en la montaña. Era un proyecto súper moderno, pero de un estilo algo ‘brutalista’, como muchos de los edificios de la época de Velasco en Lima. Lo interesante fue que, tal como pasa con Chinchero, los cusqueños estaban a favor del proyecto. ¿Por qué? En los 70s ya era evidente que los bienes y las ganancias del turismo ya estaban yendo hacia manos privada, limeñas y extranjeras. Las grandes cadenas de hoteles e inversiones no se quedaban en manos cusqueñas. Y entonces, como un proyecto público del Estado, la idea de los cusqueños (sobre el hotel) era ‘por fin vamos a tener un proyecto bajo control local’. Pensaron que daría trabajo, que el dueño sería el Estado, o sea ellos, y por eso creo que hay muchos paralelismos con Chinchero. ¿Y quiénes se opusieron? Los que hoy llamaríamos ‘caviares’: académicos, preservacionistas de Lima. Una persona muy determinada en negar el proyecto fue Martha Hildebrandt, que era jefa del INC en esa época. Los argumentos de los cusqueños eran claros: estos ‘caviares’ de Lima quieren negarle una oportunidad de desarrollo al Cusco.
Yo puedo entender por qué los cusqueños respaldaron el proyecto del hotel en estos años y también por qué muchos hoy respaldan Chinchero. Para ellos es una oportunidad de desarrollo más inclusivo, pero ¿acaso Machu Picchu sería tan atractivo y valioso hoy con un hotel de 10 pisos al lado? Yo pienso que, si fuimos capaces de evitar un desastre patrimonial en los setenta, sería muy lamentable cometer un error así hoy. Y no soy una persona que solo busque decirle ‘no’ al desarrollo. Entiendo que la infraestructura turística debe ser renovada, claro, pero creo que ese proyecto específico en Chinchero no es la mejor opción. Me parece que hay otras alternativas y sitios, además de la posibilidad de renovar el aeropuerto actual. Y mi confianza se basa en que, por ejemplo, en este libro se muestra siempre la innovación de los cusqueños, su habilidad de pensar en el futuro, de desarrollar el turismo. En épocas cuando mucha gente del Gobierno no tenía ninguna política turística, fueron los cusqueños quienes lideraron un modelo turístico muy exitoso. Así que yo creo que, si ellos tienen la habilidad de desarrollar un turismo accesible y sostenible, sería una lástima que se dé un proyecto que tiene detrás razones políticas ‘fáciles’ y no un concepto de desarrollo sostenible, pensando en lo que será el turismo en 100 años.
-Una ruina no es un recurso natural, pero en este caso depende de nosotros que dure a largo tiempo o que termine destruida. En tu libro mencionas que el turismo no genera tantos recursos como otras industrias (minería o hidrocarburos). ¿Cómo optimizar el flujo turístico, generar más ingresos, sin destruir la maravilla? ¿Es posible lograr un equilibrio?
Sí. Una constante en la historia de Machu Picchu es la idea de ‘la ciudadela va a ser destruida’. Ya desde los 40s había artículos tipo ‘Machu Picchu va a caer’. No quisiera negar que había y hay muchas cosas serias en torno a la conservación del lugar. Obviamente es importante considerar que la experiencia turística de Machu Picchu no tiene que continuar siendo estática. Hoy en día es muy abierta, lo cual es positivo para muchos, pero uno puede pensar que si el flujo aumenta mucho también podríamos imaginar una experiencia donde será imposible transitar alrededor del sitio. Por ejemplo, en el caso de Stonehenge en Inglaterra. Hace cincuenta años atrás era posible caminar a través de ese lugar, pero hoy es imposible. Debes solo pararte a unos metros y mirar. Uno se puede tal vez imaginar una experiencia similar en Machu Picchu. Existe un circuito muy fijo y limitado. Pero como después de criticar Chinchero también hay que decir cosas positivas sobre los planes de turismo, pues yo creo que en los últimos 10 años el Estado peruano y el gobierno del Cusco sí han trabajado en ampliar la oferta turística, en desarrollar accesos a Choquequirao, Vilcabamba la vieja, para dispersar la demanda turística, lo que me parece un buen plan. Entonces, yo tengo esperanzas. Otro ejemplo: en los últimos años, Aguas Calientes ha sido renovada. Hay una situación sanitaria mucho mejor. Son logros que uno debe reconocer y celebrar. Y pensando en el futuro, una cosa interesante que para mí fue una sorpresa es que originalmente yo era un historiador económico, y mi plan original era hacer una historia económica de Machu Picchu para descubrir que a lo largo del siglo XX el impacto económico de la maravilla no fue tan grande como su impacto cultural.
Sin embargo, hoy en día es muy interesante notar que en el Cusco incluso, aunque el impacto económico no es tan poderoso –macro económicamente hablando– al mismo tiempo, los impactos de la pandemia del COVID-19 sí fueron fuertes. Se estimaba que 10 mil personas perdieron su empleo en Cusco durante la pandemia. Fue una situación muy grave. Ahora, ¿cómo podemos reconstruir un turismo más flexible para el futuro? Obviamente, no quiero tener un ego grande y decir que mi libro tiene todas las respuestas, pero yo creo que estamos en un momento para repensar el turismo en Cusco, para re establecerlo en unos años. Y desde el pasado puedo decir que el turismo funcionó mejor en el Cusco cuando tenía enlaces económicos y culturales con los cusqueños, y los problemas se presentaron cuando los enlaces fueron menos cercanos. Entonces, para tener un turismo con apoyo regional y exitoso hay que reconocer el valor de mantener enlaces con la población local. Es muy interesante ver que el turismo sostenible y el micro turismo, son los sectores menos impactados porque son los más flexibles. Interesantemente, son los sectores de turismo que ofrecen los bienes más grandes a cusqueños. Yo espero que en el Cusco puedan continuar el desarrollo de estas actividades. Voy a reconocer que antes de la pandemia ya había programas en desarrollo para ampliar el turismo sostenible y local, y fueron exitosos. Espero que se puedan continuar.