Pedro Novoa: “Hubiera dado mis brazos por escribir ‘Los gallinazos sin plumas’”

Un libro parejo acaba de publicar la editorial independiente Trascender. Se trata de “Inmersión” del escritor y catedrático Pedro Félix Novoa (Lima, 1974). El ganador del Premio Internacional de Novela Corta Mario Vargas losa 2012 presenta esta vez 15 relatos entre fantásticos y realistas.

En esta entrevista con “Libros a mí”, el autor detalla algunas claves de su proceso creativo, marcado por la extracción de momentos cotidianos que une al humor y a viejas técnicas literarias que parece conocer muy bien.

Inmersión” está ya a la venta en las librerías del Fondo de Cultura Económica en Perú ubicadas en el distrito de Miraflores. Su precio es de S/20.

-¿Cómo llegaste a publicar tu libro de cuentos “Inmersión” en una editorial independiente como Trascender?

La idea era difundir una serie de autores, entre ellos Pedro Llosa, Fernando Cueto, Alejandro Neyra, entre otros, y tratar de brindar una literatura buena, corta y ágil para el Plan Lector. Pero la idea también fue que el libro no sea muy caro. Así que traté de escoger cuentos míos que se adapten a ese perfil. Y se los alcancé al editor responsable de la curación, Mauricio Málaga.

-¿Cuántos relatos son inéditos, cuántos no y en qué periodo de tiempo fueron escritos?

Hay algunos inéditos, como por ejemplo “La calle y sus lechuzas”, que es de corte urbano;  y hay otros como “Inmersión”, que han tenido una difusión mediana y con el que gané el premio que otorga “Caretas”. Al libro le puse ese título porque es el de un relato que vincula al resto, pues muchos de los personajes de mis cuentos se introducen en sí mismos. Es como un viaje interior a sus pequeños dramas.

-¿Y esta división de primera parte con cuentos futuristas y segunda con realistas nació de ti o del editor?

Eso nació de él y se lo agradezco mucho. Me considero esos escritores tradicionales/antiguos que dicen “sale todo o nada”. Porque los cuentos son como tus hijos. Pero el editor no piensa así. Él quiere características, similitudes, ejes temáticos y una perspectiva desde el horizonte de recepción (lectores). Así que me propuso dos vertientes: ciencia ficción al inicio y realismo al final. Y me gustó porque yo tengo el corazón partido entre ambas vertientes. Así es mi producción cuentística.

-¿Depende del momento en que te encuentras para escribir cuentos realistas o futuristas?

Generalmente trato de escribir cuentos realistas pero cuando veo que hay una posibilidad fantástica me arriesgo y lo quiebro. Aunque reconozco que el cuento fantástico es inexplicablemente subvalorado. Y estos son relatos que te permiten ver otras dimensiones. Por ejemplo, a mí los cuentos de Borges me gustan tanto como los de Onetti.

-Hay un cuento titulado “Gardenias rojas” amparado en una temática homosexual pero con la nobleza propia de la adolescencia. ¿Por qué se lo dedicaste a Oswaldo Reynoso?

Se lo dediqué porque es su historia en clave simbólica. Se trata de una persona (el protagonista) no aceptada por su entorno. Oswaldo no lo fue. Es una persona con una sensibilidad muy diferente al resto, la cual Oswaldo tuvo. Además, que el personaje sea golpeado y agredido, también eso le ocurrió a Reynoso. Por último, el hecho de que (el protagonista) vomite sangre en el patio del colegio y que esta forme algo bello, es su identificación con lo rojo: que es su formación política (de Oswaldo). Llegué a entregarle a él este cuento y le gustó mucho. Y por otro lado, este cuento es una historia sobre el bullying. Porque el protagonista es un niño, que además de sufrir problemas cognitivos, es también homosexual. Y vive un despertar tierno, muy puro, con sensaciones incomprensibles. Y no sabes cómo puede enamorarse de su agresor. Es un cuento muy ambiguo y con muchas lecturas.

-El libro abre con “Al revés, el cuento”, un relato con estilo muy lúdico que hace pensar que los demás son también así. ¿Escribir cuentos para ti es una diversión?

Trato de que lo sea. “Al revés, el cuento” es una historia en la que, desde el punto de vista técnico, altero la sintaxis al momento de colocar los sujetos y verbos. Entonces hago que las cosas provoquen acciones al ser humano. Tú no enciendes el televisor,  sino que este te enciende a ti. No tocas la puerta, sino ella a ti. Eso en el aspecto técnico. Pero ya en lo temático, esta dislocación de la realidad, que todo esté de cabeza, responde a una sensación contemporánea. A veces uno se siente al revés y piensa ¿por qué estoy así? ¿Yo trabajo el dinero o este para mí? ¿Manejo mi celular o este a mí? Esa dislocación me permitió escribir este cuento.

-Creo que esa es una gran forma de abrir el libro. Pero también hay otro cuento denominado “Disparo predecible”, muy futbolero y con un delantero que podría sonarnos muy conocido a los que gustamos de ese deporte en Perú. ¿Es quizás tu cuento más realista dentro de libro? Por los personajes y el ámbito donde se desempeñan.

Puede ser. Hay mucha gente que se burla de nuestro fanatismo del fútbol y uno les dice “oye, tú no entiendes”. Esto es muy sentimental. Uno no apoya a la selección porque sean buenos (los jugadores) sino porque la ama. Es el cariño que sientes por tu equipo, por temas sentimentales. Sin embargo, este relato es un ajuste de cuentas hacia todo lo que nos han contado de las ‘viejas glorias’. Al comparar al Nene Cubillas con Pizarro –a quien en mi cuento llamo ‘Bizarro’–, lo cierto es que uno dice ¿por qué él nunca destacó con la selección? Si bien es cierto, el fútbol es una pasión de multitudes, es a la vez un golpe individual. A veces puedes gritarlo en grupo pero luego tú, a solas, te sientes mal. O quizás bien. Pero te significa demasiado. Entonces, en dicho cuento quise exorcizar mi fanatismo hacia el fútbol y que se vengue de todos esos tiros que no llegaron a ser gol.

-Destaca la diversidad temática de tus cuentos. ¿De dónde sacas la inspiración para escribir un relato tan distinto con relación a otro?

Siempre converso con gente que me cuenta sus historias en bares. Tres o cuatro cervezas te aseguran una buena historia. Todo el mundo tiene una buena. La vez pasada conocí un boxeador, ex campeón nacional, que enseña matemática. ¡Esa una novela pero no he podido escribirla!  Y también hay gente que te dice ¡yo quiero ser uno de tus personajes! Y yo le pregunto ¿pero te puedo hacer un vil personaje? ¡No importa! Me responde (risas).

-Hablando sobre eso hay un cuento que se llama “Quiero ser un personaje de cuento”, en el que una persona le exige al narrador que lo incluya en su relato. ¿Cuál es el origen de esta técnica?

El título juega un poco con “Siete personajes en busca de un autor” de Pirandello. Pero a mí me ha pasado varias veces. Es más, he cortado amistades porque me han encanallado en algunos cuentos. Sé que soy más o menos así, pero tampoco tanto. Hay gente que me pide lo incluya en algún relato y terminan contentos. Y específicamente para este cuento, aluciné el caso de los pintores que no tenían plata para pagar, Van Gogh quizás. Imaginé a un escritor que quizás podría pagar sus deudas con un cuento.

-¿Si tuvieras que elegir un cuento de la literatura peruana o universal que te hubiera encantado escribir, cuál sería?

“Los gallinazos sin plumas” de Julio Ramón Ribeyro. Creo que, tanto para mí como para muchos de mi generación, captar la sensibilidad y la textura de ese cuento que a la vez es interesante porque tiene acción y suspenso, raspa la realidad peruana desde su fondo. Ves muchas cosas ahí. Este para mí es un relato inacabable en sus interpretaciones, pero que habla mucho de las clases sociales. Y a mí me vacila que cuando estás en modo realista te sitúes en lugares como el Rímac, La Victoria, Cercado, no sé. Para mí este cuento fue escrito para mucha gente como yo, que se siente identificada con lo duro que puede ser la realidad. Hubiera dado mis dos brazos por escribir ese cuento.

-Tienes 42 años de edad. ¿Te planteas objetivos o simplemente te dejas llevar?

Sinceramente, se me ha pasado la etapa de soñador. Especialmente cuando conocí a Mario Vargas Llosa. Él mismo una vez me dijo “déjalo todo por literatura”. Sé que se lo ha dicho a todos los que se acercaron a él, pero yo creo que esa suerte de valentía jamás la tuve. Soy de los escritores que trabajo y escribo. Conozco a algunos que han seguido y se ponen el reto de escribir la gran obra. Lo que sí he aprendido es que con el tiempo uno debe aprender a exigirse a sí mismo, y como una vez me dijo Jorge Eduardo Benavides, “ser escritor es como ser jugador de golf. Debes vencerte a ti mismo. No vale compararse con nadie”. Mi reto próximo ahora es publicar una novela para julio, quizás para la Feria Internacional de Libro, y espero que esta sea verdaderamente ‘la novela de la adultez’.

-Finalmente, ¿te imaginas como personaje de alguno de tus cuentos de una novela tuya? Eres un profesor universitario, escritor, humilde. ¿Es posible situarte en un escenario propio?

Creo que el escritor siempre se desmenuza y coloca poco, regular o mucho de él en sus cuentos. Por más que me digan que eso es autoficción. Mira, la auto ficción también tiene de mucha ficción y lo que supuestamente no lo es, también tiene algo del autor. Somos una especie de caníbales de nosotros mismos. Usamos nuestros recuerdos, personajes de nuestro entorno, alteramos y cambiamos nombres. Pero el escritor es su circunstancia. No puedes decir ‘voy a escribir en neutro y nada me va a tocar’. ¿Que sea un reflejo de mi vida? Puede ser ah, pero creo que sería un poco obsceno tomarme una foto desnudo. Si alguien lo hace de casualidad, puede ser. Lo contrario sería exhibicionismo.

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