Si bien la política es el ambiente natural de “Las maldiciones”, esta es una novela más bien sobre la paternidad, sobre hasta qué punto un hombre es capaz de sentir el vínculo con un ser humano que fue creado en parte gracias a él.
La sensibilidad que derrocha Claudia Piñeiro en esta, su nueva novela publicada por Alfaguara, es de un nivel superior. El relato –si bien transcurre en Argentina—podría coincidir en algunos aspectos con la realidad peruana. Esto permite una lectura más llevadera y provechosa.
La autora nacida en 1960 aceptó conversar con nosotros sobre “Las maldiciones”, la historia de Román Sabaté y Fernando Rovira, pero principalmente el retrato del amor puro en un contexto de ambiciones y falta de escrúpulos atrapante.
Aquí la entrevista que “Libros a mí” le realizó a Claudia Piñeiro en la FIL Lima 2017.
Desde el nombre del partido político de Fernando Rovira, Pragma, hay un intento por hablar de la nueva política, para muchos esencialmente pragmática. ¿Cuántos males de la vieja política arrastra esta nueva vertiente de políticos que hay en Argentina y Latinoamérica?
Lamentablemente, muchos. Y quizás no arrastra lo que a mí más me gusta de la política antigua: el discurso político con peso e historia. Hay males que están enquistados en la política, y muchas veces la corrupción y los intereses económicos es difícil que queden atrás por más que hablemos hoy quizás de la ‘nueva política’.
En Lima pasa algo parecido a ‘La maldición de Alsina’ (creencia en la novela por la que ningún gobernador de Buenos Aires puede ser electo presidente de Argentina). A los alcaldes de Lima les es casi imposible ganar la presidencia del Perú. ¿Por qué si gran parte de los provincianos aprecian el ‘desarrollo’ de la capital no es suficiente para convertir al alcalde en presidente?
En la novela hay dos entrevistas reales a Ricardo Alfonsín y Eduardo Duhalde, que son líderes de los principales partidos políticos de la Argentina, en las que teorizan al respecto. Mira, sin saber tanto de política, creo que manejar una provincia como Buenos Aires es muy difícil. Es una provincia con muchas complicaciones y a veces se mira demasiado a sí misma pero no al interior. Entonces quizás cuando hay que votar en el interior no necesariamente la gente quiere votar a alguien de Buenos Aires. Es algo histórico: ningún gobernador de B.A fue elegido presidente. Ahora, la realidad de por qué, seguro que no tiene que ver con una maldición. Pero como no hay una explicación, se repite que es ‘la maldición de la bruja tolosana’.
¿Cree que María Eugenia Vidal (actual gobernadora de la provincia de Buenos Aires) pueda acabar con esta ‘maldición’?
Un poco en chiste y un poco en serio recuerdo que cuando la tolosana hizo esta maldición (dio las vueltas alrededor de la piedra fundacional en La Plata y dijo que ningún gobernador de B.A será presidente) no le pasó por la cabeza que podía ser una gobernadora porque en ese momento las mujeres ni votábamos, entonces seguramente María Eugenia escapa a esa maldición.
En “Página 12” dicen que hay ciertas afinidades entre Fernando Rovira y Mauricio Macri. ¿Cuán cierto es eso y qué tan cerca está este personaje de hacer el ‘bailecito de la alegría’ que hizo Macri cuando venció en la presidencial al kirchnerismo?
Creo que Rovira debe bailar muy mal. Lo veo más amargo que Macri. Pero de todos modos es claramente un representante de la ‘nueva política’. Es un empresario que deviene en político y en ese punto tiene coincidencias con Macri, también en las formas de armarse políticamente desde el márketing y la publicidad. Pero ahora como persona no tiene nada que ver. Es otro tipo, bastante distinto. Igual te comento que mientras escribía la novela pasaban cosas en la política argentina que yo decía ¡basta, que no pasen más! Porque todo lo que se me ocurría para el libro era menos interesante de lo que ocurría en la vida real (risas).
Las entrevistas con Duhalde y Alfonsín son reales. ¿Cómo fue el proceso de contarle a estos políticos que sus diálogos iban a estar inmersos en una ficción?
Les dije que quería mezclar ambos discursos: el discurso de la ficción es mentira pero entonces termina siendo verdad, porque yo te digo ‘esto es una novela’ y tú lo lees sabiendo que es mentira, entonces no te estoy engañando. En cambio en la política hay un discurso que uno nunca sabe si es verdadero o no. Entonces quise mezclarlos. Las entrevistas se las hice diciéndoles que pondría tal cual sus respuestas, pero que todo sería parte de una ficción.
¿Comparte usted algún rasgo de la personalidad o del manejo periodístico que tiene el personaje de La China?
Siempre hay algo de uno en todos los personajes. Por ejemplo, yo escribí una novela que se llama “Betibú” en la que la protagonista era una escritora que también hacía notas periodísticas. Y muchos me decían que yo era Betibú. Pero quizás en “Las grietas de Jara”, donde el protagonista es un varón, no se les ocurría que puedo ser yo. Pero en todos los personajes hay algo del autor porque uno les presta sus obsesiones, miedos y temores siempre. La China tiene cosas mías pero también otras que no. Ella es alguien solitaria, no tiene familia. Y yo tengo 3 hijos.
Y tiene un oficio que en Argentina es muy popular: notera (reportera de calle).
Sí, en Argentina hay muchos noteros que son muy populares porque la gente les ve mucho la cara. Algunos de ellos son emblemáticos e incluso más que los periodistas que se sientan en la mesa. A veces la gente incluso ve los programas por verlos a ellos.
¿Haríamos mal en llamar esta historia exclusivamente una novela sobre la paternidad? Porque también hay otros temas, como la ambición, vergüenza por no ser como uno quiere…
Para serte sincera, para mí lo más importante de la novela es el tema de la paternidad. Sé que como esto transcurre en el mundo de la política, y este te toma, parecería una novela sobre la política. Sin embargo, lo que me motivó a escribir esta novela es la paternidad referida a cuándo un hombre se siente padre de un hijo. En el caso de la maternidad hay algo más directo con el cuerpo, pero, ¿cuándo un hombre dice ‘este es mi hijo’? Y eso no tiene que ver exclusivamente con lo biológico…
¿Para elaborar esta novela tuvo la oportunidad de conversar con padres solteros o padres adoptivos y así poder conocer qué sienten más allá del factor biológico?
A lo largo de mi vida he conversado muchas veces con padres adoptivos o que no son papás biológicos. Lo que pasa es que en los últimos tiempos el tema se ramificó en el sentido de que hay muchas más formas de paternidad. Hoy muchos argentinos subrogan vientres en otros países o quizás (las mujeres) reciben donaciones de espermas. Son muchas novedades ‘técnicas’ que van por delante de las leyes o las reflexiones. Y simplemente son cosas que pasan. Esta novela tiene una semilla muy inspirada en una situación de un amigo. Él es padre biológico de un niño pero no se siente papá porque solo donó el esperma. Y con el tiempo alguien le reclama que sí es el padre, pero cuando él donó lo hizo por ayudar a alguien que no podía tener hijos. Entonces, ¿es o no el papá? Empiezan a darse conflictos que hace 10 años eran impensados en la sociedad.
¿Se siente usted nostálgica de la vieja política? ¿No cree que esta también es responsable de habernos dejado una sociedad poco igualitaria y equitativa?
Sí, por supuesto que es responsable de muchas de las cosas que nos han pasado. Pero yo me siento nostálgica del discurso político con ideología y con peso. No creo que eso lo mejore un discurso político pragmático y amparado en la publicidad. Esto solo gana votantes pero tampoco mejora la situación de la gente. Me parece que mi nostalgia tiene que ver más con una forma de hacer política que, como bien dices tú, nos dejó muchos problemas, pero tampoco creo que eso sea superado con lo que viene después.
¿Esa vieja forma de hacer política es, por ejemplo, la del ir puerta a puerta buscando votantes?
La vieja política tiene para mí que ver con el objetivo del bien común, estar preparados para ser políticos. En Argentina hay muchos partidos nuevos que van puerta a puerta. El famoso ‘timbreo’ y la foto en redes. Y por ejemplo Alfonsín, un personaje que en mi novela está asociado a la vieja política, recorría el país, iba a lugares donde quizás había 30 personas, les daba la mano a todos. Era una cercanía verdadera. Y eso se notaba en las políticas que adoptaba. A ello súmale que era una persona que escribía, leía y estaba formado en política. Y a mí me parece que hay algo que tiene que ver con la función pública y con el bien común que escapa a la mirada económica nada más. Si no mira las políticas culturales: una feria del libro a lo mejor no da plata, pero también debe verse el tema social, el tener un pueblo más culto. Eso extraño de la vieja política.
Para los que leen por primera vez algo suyo, ¿le es fácil desprenderse de sus personajes o podríamos volver a ver a un Román Sabaté en una próxima novela de Claudia Piñeiro?
Hasta hoy nunca tomé personajes de otras novelas para libros posteriores. Me había pasado con Betibú y Jaime Brena, su partner. Tenía toda la sensación de que ambos podían aparecer nuevamente, pero cuando empecé a escribir una novela con ellos justo apareció muerto el fiscal Alberto Nisman. Y mucho de lo que había escrito tenía mucho que ver con ese caso. Así que la abandoné porque pensé que parecería que la escribí porque murió esa persona. Creo que (tomar personajes pasados) son fantasías que tengo en la cabeza, pero siempre irrumpe una nueva historia y las dejo de lado.
En la novela, el amigo de Román Sabaté busca ingresar al partido Pragma aprovechando sus conocimientos como politólogo. Sin embargo, pasa en Latinoamérica que muchos jóvenes intentan acceder a la política fundamentalmente porque tendrán trabajo fijo. ¿Qué mensaje tiene usted para ellos?
En esta novela puse a ese politólogo porque creo que hay gente de verdad quiere trabajar en política para hacer un país mejor. Sin embargo, si tú quieres solo tener trabajo, a lo mejor hay otras cosas que puedes hacer y no política. Creo que si buscas mejorar tu país a lo mejor sí puedes entrar en un partido, pero hay que tratar de elegir el mejor.
La última pregunta. ¿Existe realmente esta ‘grieta’ en la Argentina de la que tanto hablan los medios de comunicación? ¿Es real que su país está partido entre los simpatizantes del Kircherismo y los que no toleran esa facción política?
La mitad del país piensa de una manera y la mitad de la otra. Pero hay una importante cantidad de gente, entre la que me incluyo, que no está en ningún lado. Sí tomo partido en temas trascendentes y puntuales para la Argentina. Y cada vez que pongo en mis redes algo a favor o en contra del gobierno, porque me interesa un determinado tema, de un lado o del otro te empiezan a pegar porque está la grieta tremendamente, pero uno debe seguir con sus convicciones a pesar de eso. Sé que es difícil. Hay familias que se han peleado, parejas que se han separado. Tengo un amigo escritor que se divorció de su mujer. Sin embargo, también es cierto que esta grieta se fomenta porque para muchos es conveniente que exista. Así que sí existe y está fomentada. Las dos cosas.