Marté Sánchez: «Los procesos de reconciliación se han entendido mal en nuestro país»

La concisión no es una característica común de las varias publicaciones (peruanas y extranjeras) que abordan el periodo de violencia que vivió nuestro país desde 1980. Esta regla, sin embargo, tiene excepciones. Un ejemplo es el libro que Marté Sánchez (antropólogo y docente universitario peruano) y Jerónimo Ríos (politólogo y catedrático español) han escrito a cuatro manos.

«Breve Historia de Sendero Luminoso«, publicado originalmente en España bajo el sello Catarata, acaba de lanzarse en nuestro país gracias a Revuelta Editores.

Estamos ante un agudo compendio en torno a los orígenes, desarrollo y alteraciones del periodo violento que dejó casi 70 mil víctimas (según cifras oficiales). Y es que no todo se resume a la toma de ánforas en Chuschi, o a la ‘Captura del siglo’ en 1992. Hay en medio (o alrededor) de la violencia una serie de factores y personajes que Sánchez y Ríos no han dejado pasar, convirtiendo su obra en una de consulta obligatoria para conocer nuestra historia reciente.

Aquí nuestra entrevista con Marté Sánchez, uno de los autores del libro:

-¿Cómo evalúa el conjunto de libros publicados previamente en el Perú sobre el mismo tema? Le hablo de obras de Carlos Iván Degregori, Gustavo Gorriti, entre otros…

La literatura sobre Sendero es bastante amplia y va de esfuerzos que intentan pensar una etapa determinada (la de la violencia), a otros que intentan entender el surgimiento de Sendero, y también algunos que se enfocan en la post violencia, algo más a tono con la CVR. Este libro lo que intenta es una historia en su integridad, es decir, que incluye los tres periodos mencionados.

-Dentro de los varios factores históricos que menciona el libro está la reforma agraria que ejecutó Juan Velasco Alvarado. ¿La forma en cómo esta se llevó a cabo y sus resultados finales tuvieron algún tipo de incidencia en el proceso de violencia acaecido después en Perú?

Creo que sí. La reforma agraria lo que hace es dilatar la presencia de Sendero. Muchos de los documentos revisados en Ayacucho y en Lima hacen referencia a cómo SL se expresaba sobre el gobierno militar y la reforma. Mencionan que este proceso no descentralizó las tierras ni las puso en manos de la población campesina. Ellos asumen que la reforma concentró las tierras en un nuevo ‘señor feudal’ para el Estado y, por lo tanto, (aseguran que) su tesis política de que la tierra esté en manos feudales sería válida.

-Se menciona mucho Ayacucho, porque es la ciudad donde surge todo, pero principalmente la Universidad San Cristóbal de Huamanga (UNSCH). ¿Por qué esta casa de estudios llegó a albergar este nivel de agitación tal y no el resto de universidades a nivel nacional?

Creo que el proyecto modernizador que tuvo la Universidad de Huamanga generó justamente las contradicciones propias de una universidad tan tradicional. En 1959 esa universidad se reabre, y al hacerlo incorpora un conjunto de profesores, entre ellos los llamados ‘internacionales’, y también los jóvenes que buscaban un proyecto académico en la universidad. Entre estos últimos estaba Abimael Guzmán. En esa época la UNSCH se reapertura bastante bien a los espacios campesinos. Entonces, personajes como Díaz Martínez o Guzmán Reynoso, al notar que hay una institución que capta el interés de la población, se incorporan a ella mediante cargos estratégicos.

-¿Ustedes consideran que las publicaciones previas sobre el periodo de la violencia en el Perú no ahondan lo suficiente sobre el factor educativo y su importancia en lo que ocurrió?

Es correcto. Si uno mira el informe final de la CVR en la parte relacionada a la UNSCH prácticamente toma el discurso planteado por Carlos Iván Degregori sobre el surgimiento de Sendero Luminoso. Sin embargo, en Huamanga venían ocurriendo otros eventos no solo universitarios. El primero es el tema de la gratuidad de la enseñanza. El segundo es la reforma universitaria de aquel momento, la cual permite el acceso a estas dos personas (Díaz Martínez/ Guzmán Reynoso) y otras más al control de la universidad. El tercero es que se da un proceso de contratación docente. Y, finalmente, el cuarto elemento es que las organizaciones sociales, políticas y campesinas, estaban atravesadas por un germen de la política, principalmente insurreccional de parte de todos los sectores políticos, no solo de Sendero Luminoso.

-¿A qué llaman ustedes ‘caracterización de la sociedad peruana’?

Ese es un término que empleaba Sendero Luminoso y todas las organizaciones políticas de esa época. Era algo así como establecer un diagnóstico de cuál era la condición del Perú para buscar un remedio. En el caso de Sendero, ellos veían al Perú como “una sociedad semi feudal” y por lo tanto había que dar un tratamiento político a las poblaciones vinculadas al tema agrario.

-¿Usted cree que la izquierda hizo lo suficiente para resarcir la miopía que tuvo al inicio del conflicto?

La izquierda nunca ha podido hacer lo suficiente y creo que ese es su gran problema. ¿Por qué? Porque siempre ha estado en una serie de confrontaciones internas muy fuertes y como consecuencia de ellas nunca salió un proyecto total, salvo quizás el de Izquierda Unida en 1980. Pero antes de eso la fragmentación fue tal que justamente entre los resquicios de esta es que logran estar o hacerse presentes este tipo de propuestas más radicales.

-Pasa mucho con los despachos de las agencias internacionales que, al hablar sobre la violencia, usan términos que aquí siguen generando polémica como “guerrilla” o “conflicto armado”. ¿Le parece válido el debate al respecto o más bien inútil?

En Colombia (a las FARC) se le llama guerrilla y sin embargo han matado una gran cantidad de gente. Aquí Sendero sin llamársele así ha hecho lo mismo. Creo que, más allá del nombre, la violencia o el terror ejercido por las organizaciones es lo que se puede determinar a través de la cuantificación de muertes. No hay diferencia alguna. Son problemas más bien semánticos.

-Ustedes inciden más de una vez en dos términos fundamentales para este proceso de violencia: desaparecidos y torturas.

El desaparecido es una condición completamente distinta al del muerto, porque para el Estado peruano un muerto implica la existencia de un cadáver. De esta forma, en el caso del primero hablamos de una condición más dolorosa para la familia, porque están en un duelo interminable. Y el tema de la tortura tiene que ver más bien con una propuesta teórica planteada por Jean Amery a partir de su propia experiencia. En su definición él no busca una mirada lastimera de lo que le hicieron, sino a partir de la propia corporeidad. Es decir, si yo tengo la capacidad de controlar mi cuerpo entonces debo ser yo quien decida qué es lo que este siente. Eso es lo que Amery llama “perder confianza en el mundo”, o sea, cuando la sociedad organizada e instituciones públicas deben proteger a una persona y más bien le perpretran mayores dolores, estamos ante la pérdida de confianza en el mundo.

-Parte de la prensa e industrias culturales (cine, teatro y hasta literatura) reconocen el papel central del GEIN en la captura de Abimael Guzmán, sin embargo, cuando salen encuestas a nivel nacional la población atribuye como “uno de los grandes logros” de Alberto Fujimori haber derrotado el terrorismo. ¿Por qué esta desconexión?

Habría que pensar que en aquel momento el gobierno de Fujimori manejaba casi todos los medios de prensa. Había solo un discurso oficial. Y el GEIN fue a contracorriente de todo lo que se esperaba. Le quitó (a Fujimori) la ‘primicia’ de la captura de Guzmán. Míralo desde esa perspectiva: un gobierno totalizador –que intentaba atribuirse todos los méritos para sí mismo– de pronto es sorprendido por un grupo pequeñito y que trabajaba con pocos recursos. Eso rompía con la idea de estadistas que intentaban darse Fujimori y Montesinos. Algo parecido ocurrió con el rescate en la embajada del Japón. Ahí se vio cómo el gobierno hizo de aquella liberación de prisioneros una escena para dos actores conocidos: Fujimori y Montesinos. Sin embargo, los que hicieron el trabajo paciente fueron los del Comando Chavín de Huántar. Pero eso recién se ha llegado a saber después.

-¿Qué conclusión personal le dejó a usted el informe final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR)? Analizando el documento tantos años después, ¿sirvió, no sirvió, fue útil o quizás no tanto?

Se ha pensado que el informe final de la CVR era el punto de llegada pero no, es más bien el de partida. A partir de los ochenta se estudia Sendero más como una propuesta de conflicto social. Recién años antes de que empiece a trabajar la CVR se abordan el tema de la memoria y los testimonios. Y es justamente con la Comisión de la Verdad que ese espacio de la memoria se apertura. En resumen, si tomas al informe final de la CVR como el punto de llegada, definitivamente veremos que esta fracasó, pero si la vemos como una entidad que puso material a disposición para realizar análisis de casos, regionales o nacionales, entenderemos que fue un gran aporte para los investigadores y para la nación en general.

-¿Considera válida la objeción de sectores como por ejemplo la milicia en torno a una supuesta no participación (o tal vez una menor que la de la parte civil) en la elaboración del informe final?

No sé si sea una crítica válida porque dentro de la CVR estaban representados varios sectores y entre ellos también los militares. Arias Graziani [teniente general (r) de la Fuerza Aérea] participó. Ahora, la proporción de los  testimonios de las partes creo que está en el porcentaje de víctimas que tuvo cada una. Y de hecho que la población civil tenía que testimoniar más ya que fue esta la que sufrió mucho más las consecuencias de la violencia de uno y otro lado.

-En la parte final de su libro ya aparece la caída del fujimorismo y se hace mención al ‘Vladivideo’ que propició todo. Y hace unos meses fueron audios los que propiciaron una ola social anticorrupción en Perú. Es como si nuestra política estuviera impregnada por un componente multimedia o audiovisual. El ‘yo te grabo y caes’…

Los miles de dólares que se ponían sobre una mesa o los ‘verdecitos’ que hoy piden otros confirman que el delito se ha convertido en un negocio desde el Estado. Esto es algo que dos antropólogos muy conocidos han venido estudiando: “se está viendo el delito como un  negocio”. Eso ha sido refrescado con los audios. Sin embargo, creo que hay una gran diferencia. En la caída del fujimorismo hubo muchos ‘Vladivideos’ que no se expusieron, así que solo pudimos ver la punta del iceberg. Espero que esta vez el manejo de los audios y cómo se van dosificando nos permitan ver cómo la red de corrupción llega no solo a instancias superiores.

-Hay dos propuestas definidas en torno al tema de las drogas: liberalizar su consumo o combatir su producción. Si hoy, como ustedes dicen en su libro, Sendero Luminoso es casi un ‘chaleco’ de los narcos en el VRAEM, ¿cuál de las dos propuestas debería hacerse efectiva en un país como el Perú?

Las dos terminan siendo extremistas y quizás tendría que buscarse un punto medio. Creo que el control sobre el espacio productor de coca no es el adecuado. O sea, para que salgan toneladas de droga de estas zonas también deben entrar insumos por toneladas. Eso no se está controlando. ¿Cómo pasan los elementos que se usan para procesar la coca? Entonces, ¿hablamos de controlar la salida de la droga o su producción? Para mí, el punto está en controlar la producción.

-Finalmente, ¿qué hacemos con los senderistas que cumplen su condena y salen de prisión? En su libro hablan de la reinserción. ¿De profesores? ¿De médicos e ingenieros? ¿Y de políticos? ¿Cuándo, quién y cómo debe decidir eso?

Como la biblia dice sobre Caín, creo que Sendero está marcado para siempre. Y creo que los procesos de reconciliación se han entendido mal en nuestro país. Se cree que debe reconciliarse una persona con otra, pero lo que se tiene que reconciliar es la sociedad en su conjunto. Yo no pretendo que un senderista o un militar se reconcilie(n) con su(s) víctimas. Lo que está en juego aquí es la reconciliación de un Estado Nación que genere políticas de reinserción no solamente para la gente de Sendero que actuó muy mal o para los militares o ronderos. Hay un tema curioso, en España la gente de ETA no se ha reconciliado con los hijos de sus víctimas sino con el Estado Nación. Está integrándose a él. Me parece que cuesta mucho aceptar que el senderista también es un ser humano. ¿Ha hecho lo peor? Sí. Pero pensemos más allá: estas personas actuaron a partir de un ideal (la ideología senderista). El mismo ideal, pero con otra connotación, lo tenemos nosotros cuando apelamos al nacionalismo. Siempre detrás de nuestras acciones tenemos un ideal. Creo que si el Estado peruano tiene espacios para hacer procesos de reinserción social, como son las cárceles, y estas no funcionan como tal, entonces algo está mal. Sin embargo, bajo esa lógica ninguna persona que delinque podría reinsertarse en la sociedad, o sea, estaríamos siendo una sociedad más de ‘externos’ que de ‘internos’, pues todo aquel que ya esté estigmatizado  no podría volver a reinsertarse y tendríamos que crear islas para que ellos habiten. Me parece algo complicado de aceptar porque aún la herida está abierta. El proceso de reconciliación no se ha dado. En las escuelas no se le da (a los niños) una historia completa de la violencia sino una de parte. El libro que escribimos con Jerónimo Ríos intenta dar una mirada integral y mostrar a todos los actores que interactuaron en este proceso de violencia que aconteció en el Perú.

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