En un mismo año Alonso Cueto ha publicado dos novelas que tienen como protagonistas a mujeres. La primera del género histórico (“La Perricholi. Reina de Lima”-Literatura Random House) y la segunda más bien contemporánea (“Palabras de otro lado”-Galaxia Gutenberg).
Más allá de que ambas publicaciones muestran a féminas aguerridas y capaces de sobreponerse a circunstancias complejas, los ingredientes que hicieron posible la primera surgieron de una exhaustiva investigación, mientras que en la segunda se evidencia un componente más autobiográfico por parte de su autor.
Y es que –como lo cuenta en esta entrevista– Alonso Cueto vivió una temporada en Madrid. A esa ciudad llegaría Aurora, la protagonista de “Palabras de otro lado” que un día descubre –por la confesión de su madre agonizante—que su padre biológico no es quien siempre creyó.
La necesidad por conocer qué pasó con su verdadero padre la hará dejar Lima y viajar rumbo al Viejo Continente. Desde ahí, en una España veloz, intensa y copada de migrantes, unirá piezas que le permitirán descubrir su esencia.
Este relato tan peruano como español y lleno de referencias de actualidad se hizo merecedor del II Premio de Narrativa Alcobendas Juan Goytisolo.
-¿Cuál es el origen de su nueva novela, “Palabras de otro lado”?
Esta es una especie de re-escenificación del viaje que hice a España cuando tenía 22 años. Las experiencias que Aurora tiene son un poco las que yo sentí en ese momento, al conocer un mundo más veloz y ruidoso. Pero al mismo tiempo vi un mundo muy familiar. Para mí vivir en Madrid era como vivir en una América Latina más intensa. Así que sí hay un componente autobiográfico. En segundo lugar, hace años que tengo en la cabeza esta idea de una madre revelándole en su lecho de muerte a su hija que su padre nació en otro país, en otro continente, y que es alguien que debe buscar y conocer. Además, uno de mis grandes temas personales es la pérdida de mi padre a los 14 años. Uno piensa a veces que ha superado estas pérdidas pero creo que esto nunca pasa, y la manera de darte cuenta de ello es mientras escribes. Porque creo que escribir es una especie de negociación con tu inconsciente, una forma de descubrirte, de hablar contigo mismo y de darte cuenta de que hay temas, obsesiones, traumas y preocupaciones que no sabías que existían en ti y que de pronto descubres.
-Es muy común que las personas que buscan a sus padres en realidad lo hacen para exigirles pensiones atrasadas o herencias en bienes y dinero. Sin embargo, esta Aurora busca otra cosa…
Ella busca saber qué pasó. Quiere recuperar un pasado como una forma de su identidad. Desea saber quién es realmente ella. Y quiere saber bien quién fue y es su padre. He conocido historias de chicas que han sido abandonadas por los padres y de pronto averiguan sus nombres y los siguen por las calles. Considero que la identidad es algo siempre en duda. Uno piensa que sabe quién es, pero eso realmente nunca llegas a saberlo. Hay esa idea de (Baruch) Spinoza en torno a que todos los seres quieren perseverar en su ser, pero tu ser a veces se te escapa y no puedes perseverar en él porque no lo alcanzas, no lo conoces.
-Las ciudades son elementos muy presentes en su novela. Cusco, Madrid y Lima. ¿Coincide con la idea de que Cusco es un lugar más vinculado a los recuerdos del pasado?
Sí, pero es un lugar que también es un misterio para ella aunque viene de ahí. Aurora, viviendo en Lima, se da cuenta de que Cusco y Madrid se parecen mucho. Son capitales de imperios, ciudades con sol y frío (en verano e invierno, respectivamente) y ella está un poco en el medio (Lima).
-¿Cómo es la Madrid a la que llega Aurora y cuánto influye en su forma de manejarse durante la búsqueda de su padre?
Es una Madrid de migrantes, al comienzo extraña y ajena. Aurora poco a poco se va apropiando de la ciudad y va imponiendo sus condiciones. Se encuentra con un amigo (Luis) y una amiga (Nuria) que no están del todo seguros de su propia identidad. Ella es hija de migrantes y él es un gay que tiene una relación distante con su familia. Mira, a mí me parece que una novela es una exploración y búsqueda por nuevas preguntas. Creo que al final todas las novelas se resumen en la pregunta esencial: ¿quiénes somos? Y esa interrogante nunca tiene una respuesta definitiva.
-¿Qué busca Aurora al observar las fotos de sus familiares muertos tan frecuentemente?
Sus familiares muertos son el pasado y el padre que busca es el futuro. Creo que uno nunca se libra del pasado y tampoco del futuro. Ambos están siempre presentes en tu vida. El presente no es otra cosa que la calidad que tienes de relaciones entre tu pasado y tu futuro. Siempre cito esa frase en quechua en la que el pasado es lo que está frente a ti y el futuro lo que está detrás.
-Al iniciar la novela, con la confesión de la madre de Aurora, uno piensa casi por impulso que el final podría ser ver a la protagonista con su padre viviendo felices en Madrid. Sin embargo, esto no ocurre. ¿Qué tipo de finales le interesan a Alonso Cueto?
Los finales que me interesan son los que arrojan preguntas: ¿qué pasará con el protagonista más adelante? ¿Podrá seguir adelante luego de los hechos vividos? Porque lo que me interesan de los finales es que establezcan una relación con el lector, o sea, que al lector le interese o le conmueva la suerte del protagonista. Me parece que una novela es un ejercicio de servidumbre hacia el personaje. Este es el que tiene que brillar, destacarse y lucirse en una historia. Por una razón u otra. Mi compromiso es hacer que el personaje esté vivo.
-¿Los personajes secundarios que usted creó para esta novela podrían considerarse felices o más bien insatisfechos con la vida?
Creo que en la vida de ellos hay una insatisfacción general matizada por pequeñas recompensas. El trago que se toma Luis con Aurora o el viaje que hace Nuria. En general todos estos personajes han sufrido grandes pérdidas, sin embargo, también disfrutan de los pequeños placeres de la vida cotidiana: tomarse un trago, correr, comer algo, mirar el cielo y sentir el calor de la amistad.
-¿Qué determina que un escritor elija el tema de su próximo libro? Me explico: usted venía escribiendo “La Perricholi” (novela histórica) y luego se presenta “Palabras de otro lado”, tal vez una novela más actual…
No lo sé. En ambos casos las protagonistas son femeninas, son mujeres que se sobreponen a una pérdida e imponen unas condiciones. Eso creo que es una experiencia muy frecuente, o sea, cómo las mujeres han ido ganando derecho y han empezado a imponer su presencia. Esto con toda razón, por supuesto. Y el segundo tema es la migración. Vivimos en una época de migraciones inédita. En España, Estados Unidos, Alemania o Inglaterra. Hoy el alcalde de Londres es un tipo de origen paquistaní. Hay una mimetización de las culturas. Y yo siempre he pensado que toda la cultura contemporánea está marcado por esto. No hay identidades ni razas puras. La gastronomía española tiene a la tortilla de patatas que se hace con un tubérculo que viene de América. Y nosotros aquí pensamos que la música andina es nativa, pero no, porque están los instrumentos europeos como el violín o el charango. Así que no hay culturas puras. Así que contra los nacionalismos y la exacerbación de las identidades regionales que crean a caudillos como Trump, como Boris Johnson o como VOX, habría que decir que somos una mezcla de todo.
-Me tocó ver los últimos debates antes de la elección de jefe de gobierno en España y noté como los candidatos hablaban uno encima de otro, se peleaban y acusaban de todo. ¿Cuán similares somos Perú y España con respecto a factores como la política?
Muy similares. En ambos lugares se crean divisiones, regionalismos y caudillos. Mira, en España gobernó 40 años uno que se hacía llamar ‘El caudillo’: Francisco Franco. Y ahora surgen otros. Hay en América Latina y en España un culto al ‘yo’, al individualismo. Eso es algo que Ortega y Gasset llamaba “el complejo de Adán”, que ha marcado claramente nuestra cultura y nuestra política.
-Curiosamente el Premio que usted ha ganado con una novela sobre los viajes, la migración y la identidad tiene un nombre como el de Juan Goytisolo…
Es verdad. El nombre del premio está asociado a un autor que escribió “Juan sin tierra”, que de una u otra manera también presentó la identidad del migrante como una característica del mundo moderno. Así que me siento recompensado, agradecido e identificado con el nombre del premio.