Gabriela Mc Evoy: «Muchos irlandeses dejaron su país buscando un mundo mejor, pero algunos ni siquiera pudieron llegar a América»

Como experta en el estudio de la inmigración europea hacia Latinoamérica desde mediados del siglo XIX, Gabriela Mc Evoy publicó en 2018 un interesante libro titulado “La experiencia invisible. Inmigrantes irlandeses en el Perú” (Fondo Editorial UNMSM). En él –valiéndose de diversas fuentes primarias—recopiló múltiples historias de varones y mujeres que (en su mayoría) se lanzaron a descubrir las bondades del Nuevo Mundo, encontrando no siempre los resultados deseados, pero demostrando una apreciable capacidad de adaptación y coraje.

Mc Evoy, directora del Departamento de Lenguas de Lebanon Valley College en Pensilvania, Estados Unidos, da un paso adelante en su acercamiento a este grupo social publicando “Palimpsesto. Relatos cortos de irlandeses en el Perú” (Editorial Pliegos), un volumen de ficción en el que muchos de los personajes del ensayo que publicó dos años atrás parecen tomar vida propia y, entrelazados por múltiples actividades, se integran a una nación sumamente compleja.

Para la autora, si algo asemeja a los inmigrantes pobres de mediados del siglo XIX con los del presente es una serie de patrones como la incertidumbre y la nostalgia. En un peligroso viaje de 90 días en barco desde Liverpool hasta el Callao hace más de un siglo, o trepados sobre La Bestia –el tren que recorre México llevando a cientos de centroamericanos que sueñan con llegar a Estados Unidos—en la actualidad, prevalece una misma sensación: lo traumática que muchas veces puede ser la experiencia migratoria.

Sobre su primera aproximación a la ficción, conversamos con Gabriela Mc Evoy. Su obra puede ser adquirida en la página web de Editorial Pliegos.

– ¿Este libro surgió a raíz del ensayo que publicó con la Universidad San Marcos o era una idea que venía trabajando desde mucho antes?

Cuando presenté “La experiencia invisible” en la Sociedad de Estudios Irlandeses Latinoamericanos una de mis colegas me preguntó si se había escrito ficción sobre la migración irlandesa, pero la verdad es que en ese momento no había nada. Y en lo personal, tanto en mi tesis como demás trabajos, siempre me he enfocado en la migración europea hacia Latinoamérica desde fines del siglo XIX. Leí mucho al respecto, especialmente cosas publicadas en Argentina. En Perú he leído sobre inmigrantes judíos, chinos, árabes, pero no había algo sobre irlandeses. Entonces, al ver que tenía mucha información de fuentes primarias me pareció una gran oportunidad convertir en personajes literarios a estas personas que llegaron desde Irlanda. Me parece importante que estas historias se difundan y por eso las planteé a manera de pequeños cuentos.

– ¿Usa en el título de su libro la palabra Palimpsesto para referirse a la coexistencia de presente y pasado vinculada a la migración de irlandeses?

Empecé mi búsqueda desde la etapa contemporánea y luego pude hallar más cosas, por ejemplo, cuando fui al cementerio y vi (sobre las tumbas) nombres de inmigrantes escritos incluso en inglés. Entonces, se va formando una capa sobre otra y son generaciones tras generaciones que van instaurando algo que podríamos llamar tejido social. Un caso es el de los Gallagher, que son como cinco o seis generaciones distintas que van aportando al Perú. Me gustó la idea de convivencia entre lo antiguo y lo moderno, lo contemporáneo y lo irlandés, y esto último con lo peruano.

-Y dentro de estas historias aparece Thomas Mc Evoy, alguien que la toca muy de cerca a usted…

Sí, él fue mi bisabuelo. Cuando veía sus documentos supe que tenía una historia entre manos. Sabía que a él le gustaba tocar el violín, que llegó en un barco posterior (al primero), y que se casó sin hablar todavía muy bien el español, por lo que incluso tuvo un traductor en su boda. Incluir su historia apoyaba mi idea de visibilizar (a los inmigrantes) porque, aunque aparentemente muchos no hayan quedado en la historia, sí existen huellas de que existieron y sobre todo de que formaron una clase obrera importante, especialmente en el proceso de modernización gestado a fines del siglo XIX en Perú.

-Hablando de los detalles. Usted describe a irlandeses viajando rumbo a Perú con una papa en el bolsillo como recuerdo de sus raíces. ¿Esto fue investigado o es parte de un pacto con la ficción?

Hay algunos añadidos, sin duda. De las muchas historias que leí, lo que mencionas es algo simbólico de lo que se habla mucho. Irónicamente, esas plantaciones fallidas de papa propiciaron la salida de muchos habitantes de Irlanda. En ese entonces había allí monocultivo, y ellos vivían de eso, comían esas papas. Todo giraba alrededor de ese tubérculo. De lo que se lee, algunos dicen que los inmigrantes llevaban estas papas como una especie de ‘raíces portátiles’.

– ¿Por qué el Perú no llegó a ser una fuente más grande de inmigrantes como sí lo fue, por ejemplo, Argentina?

Desde la época en que se abolió la esclavitud se dieron cuenta de que faltaban ‘brazos’, aunque sí había indígenas, claro, pero tal vez se pensaba que estos no tenían la fuerza o la capacitación suficiente. Quizás también hubo un tema de racismo, me refiero al intento de ‘blanquear’ la raza local, o se pensaba incluso que (desde Europa) iban a venir personas civilizadas, amantes de las artes, y de la cultura occidental. Entonces, hubo intentos (de atraer más inmigrantes), pero en el Perú no había un sistema muy fortalecido, entonces, al llegar al país muchos de los terratenientes no querían hacerlos colonos sino más bien trabajadores, mientras que en países como Argentina y Chile les decían ‘ok, van a tener su porción de tierra’. Eso, aunque no fue tampoco para todos, sí significó una gran oportunidad para muchos que terminaron convirtiéndose en estancieros. Ahora, en el Perú incluso hubo una propuesta para traer 20 mil inmigrantes, pero con la intención de llevarlos a las zonas altas, a vivir sobre tierras áridas, algo que no funcionaría.

-Y al no cumplirse las expectativas, los inmigrantes terminan más bien sobreviviendo…

Exacto. Por ejemplo, los que llegaban con un contrato sabían que no tendrían tierras. Y eran pocos (170). Además, había lo que se llama ‘cadenas’, o sea, si a ti te va bien, pues traes a tu familia. Sin embargo, todo indica que en el Perú eso no funcionó pues llegó ese grupo y ahí quedó todo.

-Hoy uno busca viajar de la forma más segura posible, sea en avión o en bus. Usted describe un viaje de 90 días en el que moría mucha gente que luego (ya en cadáver) debía ser arrojada al mar. Esto supongo que generaba un efecto traumático en quiénes sí completaron el trayecto desde Liverpool hasta el Callao. ¿Existe mucha información sobre esta dura travesía?

Depende mucho de la categoría (del viaje). Siempre han existido las clases, así que, aunque algunos viajaban de forma acomodada, otros lo hacían en ‘tercera’. Allí había limitaciones de comida, de limpieza. La gente se enfermaba, tenía fiebre. Y tal como mencionas, los que morían debían ser arrojados al mar. Se daban escenas de vómitos, de situaciones nauseabundas. Etapas de tormentas muy fuertes, de niños golpeándose las cabezas con partes del barco. La tasa de muerte durante el trayecto era altísima, tal vez del 40%. Es irónico y triste porque mucha gente salía por un mundo mejor y algunos ni siquiera pudieron llegar a América.

-Cuénteme sobre la estructura de su libro. Empieza con relatos algo más extensos y descriptivos, y termina con pequeñas ‘estampas’ de personajes peculiares…

Al principio intento contar la propuesta (laboral) a partir del contrato que celebran un ciudadano irlandés que vivía en Perú y otro que estaba en Irlanda (reclutamiento). Entonces, ambos gestarán lo que vendrá. Y aquí hay un pacto de ficción con investigación, con algunas historias ya contadas en el libro “Merchant Adventurer” de Marquis James, una de las pocas biografías existentes sobre William Grace. Luego (mi libro) va avanzando y aparecen pequeños relatos tipo estampas en los que se posiciona a inmigrantes haciendo labores diversas. Hay tres o cuatro irlandesas que al morir fueron registradas como lavanderas. Mi tarea fue ubicarlas en el espacio, con sus nombres propios y labores. Quizás ya en una próxima publicación me gustaría darles un mayor estatus o una mayor presencia. Luego también aparece un padrecito (sacerdote) de la misión de Cork, que sí existió. Yo recuerdo a mi padre llevándome de chica a San Martín de Porres, donde había unos padrecitos irlandeses. Así que me valgo también en parte de mis memorias en ese relato.

– ¿Sería posible hoy cuantificar a los descendientes de irlandeses en el Perú?

Durante el trabajo previo a “La experiencia invisible” me fui contactando con algunas personas y otras me buscaron. Sé que hay muchos descendientes. Por ejemplo, yo jamás me imaginé que Jaime Bayly o el padre Augusto Vargas Alzamora tenían antepasados irlandeses, porque se pierden siempre los apellidos al pasar las generaciones. Existe una embajada de Irlanda en Perú, Chile y Ecuador, que está ubicada en Santiago, y sería muy interesante que a través de ella se pueda hacer un registro de descendientes de irlandeses en nuestra región.

-Ya publicó un ensayo con la Universidad San Marcos y ahora incursiona en la ficción. ¿Cuál será el siguiente paso de su trabajo vinculado a los irlandeses en Perú?

Estoy haciendo dos trabajos un poquito entre la literatura y la historia. Uno es sobre las conexiones entre irlandeses y Perú, pero calzando esto con las ideologías de independencia y las ideologías contra el colonialismo, que son muy características de ambos lados (dominio español/criollo vs. dominio inglés). Me gusta también la historia de William Grace y quisiera ampliarla. Porque existen biografías del personaje, pero a veces este tipo de ficción es una manera más práctica de llegar a otros. Yo, por ejemplo, uso estos pequeños relatos en mis clases y me resulta sumamente útil. Pienso que hay mucho por averiguar sobre este tema que me fascina.

– Finalmente, ¿tuvo algún tipo de referente en cuanto a la escritura de relatos mientras trabajaba este libro?

Me gustan los cuentos sobre inmigración. He leído mucho a Roberto Payró de Argentina. Disfruto ver películas sobre esta temática, como “Titanic” o “Brooklyn”, porque –entre otras cosas– me permiten visualizar la historia de los puertos, que son espacios llenos de gente con idiomas distintos y sueños propios. Por otro lado, aunque esto ya es más relacionado con lo técnico, admiro el manejo de frases cortas que tiene García Márquez, y en sí yo enseño bastante a autores que como Cortázar y Quiroga. En resumen, siempre me han gustado los relatos capaces de contar información valiosa sobre algún personaje.

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