«Una vocación de editor»: Ignacio Echevarría y Claudio López Lamadrid, una amistad marcada por los libros

Dos años después del fallecimiento de Claudio López Lamadrid (CLL), la editorial Gris Tormenta publica “Una vocación de editor”. Se trata de un muy compacto volumen escrito por el editor, crítico literario, colega y amigo de CLL, Ignacio Echevarría.

Tal como se anuncia en la portada del texto, estamos ante un acercamiento bastante personal a la vida y obra de uno de los editores fundamentales de las letras hispanoamericanas en las últimas décadas.

Surgidos ambos en las canteras de Tusquets, Claudio e Ignacio fueron trazando a pulso carreras sumamente exitosas, plagadas de diversos logros que, en el caso del primero (por haber fallecido ya) lo convirtieron en casi una leyenda del ámbito editorial.

Una vocación de editor” presenta una estructura bastante sencilla. Un prólogo en el que, partiendo de una anécdota y cerrando con un detalle sumamente conmovedor, Emiliano Monge (escritor y editor mexicano que conoció y se dejó editar por López Lamadrid en el último tiempo) nos cuenta quién es para él CLL.

La segunda (y última parte) del texto es, básicamente, un testimonio en primera persona de Ignacio Echevarría sobre los caminos que siguió su amistad con López Lamadrid. Fue en Tusquets –sello creado por Beatriz de Moura y Antonio López de Lamadrid a fines de los años sesenta—que ambos terminaron de cimentar su pasión por la lectura, las letras y todo lo vinculado al libro.

Probablemente fue esa posibilidad de desempeñarse en diversas facetas del proceso editorial lo que ayudó a moldear a López Lamadrid como un todoterreno. Pero Tusquets no fue todo. Luego vendría Mondadori, donde CLL evolucionó hasta convertirse en un editor respetado internacionalmente.

Mientras Echevarría enumera las diversas etapas que su amigo López Lamadrid vivió en las últimas décadas del siglo pasado, el lector es testigo de interesantes análisis en torno a la industria editorial y su crecimiento.

La forma en cómo CLL asume la labor de editor, la importancia de tener un background solvente y no solo centrarse en novedades, y lo vital que resulta leer casi compulsivamente, son algunos de los elementos que se repiten a lo largo de las páginas de “Una vocación de editor”.

Otro detalle imposible de soslayar al revisar este repaso por la vida y obra de un editor fundamental es la impronta que este terminó dejando en cada etapa laboral que se le ponía en frente. Como es público, el sistema editorial fue testigo en la segunda mitad del siglo pasado del surgimiento de editoriales independientes, sin embargo, también hubo un reforzamiento de las principales compañías (mediante compras millonarias y fusiones).

Testigo privilegiado de esto último, CLL supo siempre sacarle provecho a los cambios y se esforzó por tratar de salvar el producto final (libro), apostando por determinados autores, aplicando nuevas estrategias y lanzando sellos con estrella propia. Así vendrían Reservoir Books, Caballo de Troya o iniciativas como El Mapa de las Lenguas. Esta última propuesta buscaba equilibrar el peso de los autores ibéricos con el de los latinoamericanos.

Finalmente, contrariamente a lo que uno podría pensar de una de las cabezas más visibles de la industria editorial entre el siglo pasado y el presente, CLL jamás se cerró ante lo digital. Tenía redes sociales y leía en Kindle. Aunque era consciente de que la piratería carcomía este sector (tal vez tanto como lo hizo tiempo atrás con el lado impreso), jamás perdió la fe en la lectura sobre pantallas.

Una vocación de editor” parece de esos libros escritos de un solo tirón. En sus páginas vemos el cariño de un colega y amigo a otro con el que no necesariamente coincide en todo, pero que sí comparte el amor por la lectura y los libros –seguramente– con la misma intensidad.

Claudio López Lamadrid e Ignacio Echevarría en una foto de El Cultural

SOBRE EL LIBRO

Título: “Una vocación de editor”

Autor: Ignacio Echevarría

Editorial: Gris Tormenta

Páginas: 131

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