Efraín Kristal: «Borges enseñó a los latinoamericanos que podían reescribir las obras que les impactaron con gran originalidad»

Cuatro años después de la aparición en castellano de “Tentación de la palabra”, su notable ensayo en torno a la obra del Nobel peruano Mario Vargas Llosa, el crítico literario y catedrático universitario Efraín Kristal publica un acercamiento muy personal a la obra de otro titán de las letras en español: Jorge Luis Borges. En “Querencias” (Fondo de Cultural Económica, 2022), el estudioso nacido en 1959 agrupa algunos de sus más interesantes artículos, ensayos y conferencias en torno al autor de “El Aleph”.

Según cuenta en esta entrevista, este volumen de 255 páginas segmenta la obra del genio argentino en tres temas que se entrelazan en su obra con particular persistencia: las guerras, la traducción y la filosofía. Kristal es un convencido de que no hay libro firmado por Borges –en cualquier etapa de su vida—que le rehúya a cualquiera de estas preocupaciones.

El cuarto y último capítulo de este libro publicado por el FCE (“Borradores y últimos relatos”) incluye un acercamiento a las últimas piezas escritas por Borges, las cuales en opinión del estudioso peruano ejemplifican magistralmente el nivel de madurez y perfección al que llegó su pluma, reeditada en distintas latitudes a lo largo de las últimas décadas.

A continuación, nuestra charla con Efraín Kristal sobre “Querencias. Guerra, traducción y filosofía en Jorge Luis Borges”, libro que puedes comprar tanto en el FCE Perú como en las principales librerías del país.

¿Cómo surgió su inquietud por agrupar todos sus artículos y ensayos en torno a la obra de Jorge Luis Borges y por qué ha titulado este libro “Querencias”?

La palabra querencias, como también la palabra malquerencias estaba fijada en el vocabulario de Jorge Luis Borges en los años 20 y 30. Y por querencias lo que él quería decir era un cariño profesado, un entusiasmo por alguna cosa. Así que, una de las razones por las que le puse este título a mi libro es porque los tres temas que incluye: la guerra, la traducción y la filosofía como fuente de temas literarios, eran las querencias de Borges. Y de alguna manera eran también los elementos que él utilizaba como un pintor utiliza una paleta de colores. Así que estos eran elementos esenciales durante su proceso de creación literaria. Hay muy pocos relatos o poemas suyos que no tengan de manera directa o indirecta algún tema bélico. Y no creo que haya relato o poema suyo que no dependa de un proceso previo de traducción. Porque él tradujo toda su vida, y muchas de sus ideas literarias surgieron del proceso de traducir. Por último, para él la filosofía era una fuente muy rica de temas literarios. Le interesaba leer filósofos no tanto para que le proporcionaran una visión del mundo filosófica, sino porque le daban ideas para crear mundos literarios. De otro lado, titular el libro así es expresarle mi propio cariño a Borges. A su figura. Y le dediqué el libro a un maestro mío, a Luis Andrés Murillo, que murió hace poco, a los casi 100 años. Fue mi maestro en los temas de Cervantes y Borges. Él editó una edición de “Don Quijote” que estudiamos juntos en la universidad, y diez años antes había publicado un bello libro sobre Borges y Joyce, que eran sus querencias.

Si hablamos de la estructura, el libro tiene tres episodios bien definidos y un añadido al final. Que cada capítulo tenga una extensión determinada; traducción mucho más grande que los demás, luego guerra y finalmente filosofía, ¿indica que usted encontró mayor información sobre lo primero para analizar, o tiene que ver fundamentalmente con algo subjetivo?

Se podría escribir un libro entero sobre el tema de la guerra en Borges. Y lo mismo sobre la filosofía. Aunque para mí el tema de la guerra ha sido muy poco trabajado o comprendido. Y cuando venía trabajando el libro me di cuenta de que para un lector que se acercara a estos temas por primera vez era esencial que comprendiera varios aspectos de la traducción para incluso apreciar los otros dos temas. Entonces, le di más extensión al tema de la traducción en la medida en que nos ayudaba a acercarnos a los demás tópicos. Y el último capítulo era una reivindicación de los últimos relatos de Borges. Para mí toda la obra de este autor es importante, pero creo que han sido injustamente soslayados sus últimos relatos, donde todo confluye, donde todo está más afinado e intenso. Así que era una gran forma de terminar (el libro) a través de estas reflexiones.

Si le pidiera una comparación entre «Querencias» y «Tentación de la palabra. Arte literario y convicción política en las novelas de Mario Vargas Llosa«, ¿cuál diría que es la particularidad que tiene el estudio de Borges que no posee el del Nobel peruano?

Ambos libros, desde mi punto de vista, tienen un acercamiento metódico que es parecido. Y ya aludí a ello cuando hablaba de la paleta del escritor. Uno de los filones de mi acercamiento a la crítica literaria es el estudio del proceso de creación literaria de un escritor. Comprender cómo se creó esta obra, cuáles fueron los procedimientos, los problemas que se tuvieron que resolver, los conocimientos que se tuvieron que haber tenido para poder haber escrito determinada obra literaria. En el caso de Vargas Llosa, me di cuenta que era esencial comprender las vicisitudes de su trayectoria política. Me di cuenta que las convicciones políticas de MVLl eran esenciales, en el sentido que muchos de sus temas literarios, incluso sus procedimientos, o lo que Mario ha dicho en muchas ocasiones sobre lo que es la literatura, cambiaba, se modificaba, en función a los cambios políticos que tuvo. Y tuvo varios. El otro elemento era comprender las lecturas que MVLl había hecho. Él dialoga intensamente con sus lecturas. Y, por cierto, esa es una herencia de Borges. Y el tercer elemento era cómo MVLl transformaba la experiencia propia y la de la gente que conocía en temas literarios. De modo que esa era la paleta de Vargas Llosa. Ahora, en el caso de Borges, su paleta eran los tres temas mencionados: la traducción, la guerra y la filosofía, o sea, los elementos a los que acudía. De modo que cada escritor tiene una paleta distinta, y lo que traté de hacer es identificarlas.

Para un escritor nacido en 1899 y fallecido en 1986, que en su tiempo de vida ocurrieron dos guerras mundiales, y que además proviene de un país como Argentina, resulta inevitable hablar de la guerra…

Exacto. Un aspecto es no solamente que vivió la época de la primera y segunda guerra mundial, sino que la primera lo afectó de forma muy directa. El padre de Borges sufría una enfermedad congénita a los ojos que más tarde también lo afectó a él. Y esa fue una de las razones por las que él quiso hacer un viaje a Europa con su familia. Justamente en 1914. Iba a ser un viaje de algunos meses, pero cuando llegan a Europa estalla la Primera Guerra Mundial. Y deciden esperar, pensando que tardaría un par de semanas o tal vez pocos meses. No esperaban que la guerra aumentara. Pero la guerra se siguió prolongando y la familia no pudo regresar a Argentina. Entonces, por la primera guerra mundial la familia se traslada e instala en Ginebra, Suiza. Gracias a eso Borges va a un colegio suizo donde aprende el francés, el alemán y el latín, y son influencias decisivas para su formación literaria, una formación en la que cada día estaban pendientes del conflicto. Ya luego cuando regresan a Argentina, él cada mes reseñaba un libro sobre la Primera Guerra Mundial. Y luego estaba muy al tanto de la situación bélica y política de Europa, y también estudió la Segunda Guerra Mundial con muchísimo cuidado. Reaccionaba ante ella cuando sucedía, escribió sobre ella tras su finalización, y tuvo un gran impacto en la escritura de sus libros. Y, además, habría que añadir otra gran dimensión, que son las guerras americanas. Porque ambos padres de Borges se criaron en la región de Entre Ríos, es decir, en región bélica, donde había guerras entre caudillos (Uruguay, Argentina, Brasil, o había un recuerdo claro de las guerras con Paraguay). Y muchos de los parientes de Borges habían luchado en las guerras de independencia, participaron en estas guerras civiles, y son guerras que concluyen unos cinco o seis años después de su nacimiento. De modo que están muy presentes en la conciencia de su familia. Entonces, tanto las guerras americanas como las guerras mundiales son esenciales en la formación de la persona de Borges y él aprovechó todo este impacto en sí y en su familia para crear literatura.

El libro de Efraín Kristal publicado por el Fondo de Cultura Económica.

¿Cómo podríamos definir el pensamiento político de Borges? Esto teniendo en cuenta que criticó en sus escritos el nacionalismo extremo, el fascismo, y a la vez vivió la época del peronismo, una corriente que lo criticó mucho…

Creo que el peronismo es fundamental para comprenderlo, o por lo menos su interpretación del peronismo. Hay gente que no estará de acuerdo con él, claro, pero para Borges Perón representaba una dictadura equivalente a la que podría haber sido la de Hitler al comienzo del Tercer Reich. Y Borges también pensaba de alguna manera que Perón tuvo mucha suerte en que no llegara al poder hasta 1946, cuando ya había concluido la segunda guerra mundial, y cuando Estados Unidos quería reconciliarse con todos los líderes latinoamericanos. Entonces, él aceptó una política de reconciliación con EE.UU. Este país nunca decidió investigar las posibles relaciones ideológicas que (este) pudo haber tenido con el fascismo italiano o con el nazismo alemán. En cualquier caso, Borges pensó que, de haber (Perón) tomado el poder en la época de Hitler, no hubiese habido ninguna duda de la conexión entre los dos. Para él, el peronismo fue una tragedia para su propio país. Al comienzo lo mencionaba por su nombre. Incluso, uno de los textos más importantes de Borges se titula “La fiesta del monstruo”. Y no es una coincidencia que haya una novela de Vargas Llosa titulada de forma parecida, “La fiesta del chivo”. Se trata de un cuento que Borges escribió con Adolfo Bioy Casares, para expresar la visión que tenían de Perú como un dictador. De modo que, para Borges, el peronismo fue una tragedia para la política argentina. Y cuando Perón entra en el poder, Jorge Luis se siente un poco al margen de la política de su país, y piensa que el presente de Argentina y muchos de sus futuros posibles son algo a lo que él ya no pertenece. Luego, ya cuando Alfonsín empieza su campaña política, él dice: bueno, la historia ha corregido mis opiniones y tengo nuevamente esperanzas. Así que hubo como un regreso al entusiasmo político hasta cierto punto, cuando termina la dictadura militar y Alfonsín llega al poder.

Hay esta preocupación permanente porque el escritor con lado político pueda infectar su obra de una noción casi panfletaria, lo cual no ocurrió con Vargas Llosa. ¿Podemos decir que ocurrió lo mismo con Jorge Luis Borges o sí identifica cierto tufillo ideológico en sus escritos?

Borges estaba más alejado del tema político directo en sus escritos que Vargas Llosa. A él le interesaba el tema de la guerra, los peligros del fascismo, del nazismo. Esas cosas le preocupaban mucho. Y es cierto que en una serie de textos americanos de Borges uno tiene que conocer con lujo de detalles la situación política en la que suceden para poder comprenderlos. Pero él no tuvo el interés constante ni el protagonismo en asuntos políticos, y tampoco sintió la necesidad de comentar el mundo en que vivía, de manera regular y cotidiana, como sí pasaba con Vargas Llosa. Entonces, yo creo que en el peruano uno siente mucho más la presencia de los hechos políticos recientes que en el argentino, en cuyos textos uno siente una visión más global sobre lo que es la política. Por eso es que, de alguna manera, el texto de Borges en un sentido político más cercano a lo que hizo Vargas Llosa es “La fiesta del monstruo”.

Probablemente muchos ubicamos a Borges más como poeta, como autor de ciencia ficción, pero no tanto como traductor. Siendo usted un estudioso de su obra, ¿en qué piso de la pirámide de su obra ubicaría el trabajo que este realizó como traductor?

Creo que la traducción es un poco la espina dorsal de la obra de Borges. Su primer texto publicado, a los diez años, es una traducción, y hacia el final de su vida, el último libro que publica, es también una traducción. Él tradujo conjuntamente con María Kodama un libro titulado La alucinación de Gylfi”, basado en una saga nórdica que siempre le interesó. Me parece notable que concluya su carrera literaria con una gran traducción, porque hablamos de una pequeña obra maestra que se debería estudiarse como tal. Y a lo largo de su vida, Borges siempre tradujo. En la época en la que salen los relatos más famosos, él diariamente traducía. A veces con amigos. Se reunía cada noche con Adolfo Bioy Casares y con Silvina Ocampo, cenaban juntos y traducían juntos. Luego, cuando perdió la vista, reclutaba amigos para que le ayuden a traducir. En un momento de su vida, cuando le preguntaban cómo definirlo, él decía, ‘en primera instancia soy traductor’. Con el tiempo empezó a decir ya ‘soy un lector cuidadoso’. Y es a partir de esas lecturas que surgirán otras cosas.

Destaca usted que Borges se alejaba por completo de la simple perífrasis y más bien intervenía el texto para convertirlo en algo más. ¿Es posible entonces calificar de vanguardista su labor como traductor, más aún en ese momento histórico?

Es muy interesante porque, efectivamente, Borges cuando traducía, modificaba. Cuando un texto lograba recuperar todos los detalles del original, él no lo llamaba traducción sino copia. Para él, la traducción era un proceso de creación. A Borges le fascinó una idea de Paul Valéry que también entusiasmó a su amigo Alfonso Reyes. La idea era que no debíamos caer en la trampa de creer que porque un texto está impreso entonces ya es definitivo. Un texto publicado se podría comprender como un borrador para uno posterior. Y lo que decía Paul Valéry es que no debíamos seguir la fantasía de que un texto impreso era sagrado. Siempre como humanos podíamos haber cometido algún error, o se nos podía haber escapado una idea esencial, o siempre podemos pensar ‘esta sección de mi texto no corresponde y tengo que cortarla’. Esa metodología le gustó a Borges. Pero lo interesante aquí es que en muchos de los casos el espíritu de Borges no es de malograr el texto que tiene entre manos, sino de mejorarlo en el espíritu del original. Entonces, él dice ‘voy a leer con mucho cuidado el texto, y si lo que quería hacer el autor me parece un proyecto interesante, pues lo tomaré como un borrador para que ese proyecto se realice aún mejor de lo que pudo haber hecho el autor original’. Eso explica los cortes, los añadidos, los cambios que él hacía. Pero detrás de eso hay una visión muy profunda de la literatura. Porque Borges tenía la convicción de que nosotros hemos llegado demasiado tarde a la literatura para realmente poder ser originales. Tenemos la ilusión de la originalidad, pero eso quizás lo pudo haber tenido Homero. Hace tres mil años teníamos el derecho a la originalidad, pero ya no.

Justo sobre eso. El libro también menciona el tema de los derechos de autor. Y hoy ese es un tema que genera conflictos sumamente polémicos y controversia por millones de dólares. ¿Qué visión tenía Borges sobre este factor?

Creo que una parte importante de la obra traducida de Borges sería imposible de hacer hoy en día. Cuando Borges, Bioy Casares y Silvina Ocampo publican en 1940 este libro tan importante, porque cambió toda la literatura latinoamericana y tal vez también la española, la “Antología de la literatura fantástica”, ellos no tenían una idea clara del problema de los derechos de autor. Traducían lo que les interesaba. Nunca investigaban si había que comprar derechos. Modificaban todo lo que traducían. Y ni siquiera se preocupaban de sus propios derechos de autor. Lo que pasa es que aquella era la primera vez que se traducían dichos textos al castellano, entonces nadie se dio cuenta de que estos se estaban modificando.  Aun cuando Borges y Bioy Casares editaron una edición de novelas muy interesantes titulada “El séptimo círculo”, aludiendo al círculo de la violencia de la divina comedia de Dante, eran textos policiales, porque se dieron cuenta de que no existía la novela policial en América Latina y querían difundirla. El que se ocupaba de los derechos era Bioy porque a Borges no le interesaba ese asunto. Y Bioy publicó un libro muy interesante de casi dos mil páginas, que son los diarios de sus experiencias con Borges. En un momento él dice ‘una editorial italiana compró los derechos de nuestra antología de la literatura fantástica, y cuando les explicaron el texto, Borges se enfureció, porque los italianos buscaron los originales y tradujeron a partir de ellos. Entonces, Borges dijo ¡se ha perdido todo nuestro trabajo! ¿Para qué nos dan derechos? ¿Para qué nos pagan si están publicando algo que no tiene que ver con lo que hicimos? Porque nosotros habíamos transformado cada uno de estos textos que hemos incluido en la antología’. Pero luego Bioy le dijo a Borges que mejor no era meterse en eso porque podían tener problemas legales. Bioy siempre dice que Borges nunca entendió del todo lo que eran los derechos de autor. Para este último, detrás de esto había una visión literaria profunda, porque uno puede cambiar los nombres propios, los lugares, los topónimos, pero básicamente, la esencia de estas historias que se cuentan, aun cuando uno cree que son autobiográficas, ya han sido ensayadas miles de veces por otros seres humanos. Y Borges era consciente y consistente con eso. Él siempre decía ‘no tengo ideas originales, soy un traductor, un lector, alguien que está modificando y combinando lo leído’.

Menciona usted las primeras influencias filosóficas de Borges, pero también dice que para él no es una preocupación neta y clara el ‘yo quiero escribir filosofía’. Él ve este elemento como una herramienta para su literatura. ¿Es correcto?

Sí. Hay mucha gente que quiere encontrar en Borges una filosofía. No estoy seguro de que la haya. Y creo que también es posible leer un autor a contrapelo, en contra, de lo que este pensaba que venía haciendo. Borges estaba buscando en la filosofía temas, ambientes, conceptos para crear mundos literarios. Y en realidad, si uno ve a todos los filósofos que él usó, encuentra contradicciones. Para un relato le interesa el concepto del determinismo, pero para otro le interesa el libre albedrío. Luego, para un relato le interesa el tiempo circular, y para otro el tiempo cronológico. Borges usa ideas contradictorias porque a él no le interesaba buscar la ‘coherencia filosófica’ que a otros sí. Él leía textos filosóficos como un minero busca piedritas de oro para construir su mundo literario. Y en varias ocasiones Borges dijo que, si tuviera que rehacer la “Antología de la Literatura Fantástica”, incluiría fragmentos filosóficos, porque él cree que la filosofía –como la teología—son un subgénero de la literatura fantástica. Así que yo no creo que haya un sistema filosófico en Borges, y estoy seguro de que él tenía la convicción de que no lo había, pero respeto a la gente que al leerlo intenta construir un sistema tal. Porque sí, Borges hizo muchas lecturas filosóficas y tenía una gran inteligencia y capacidad de comprensión y de síntesis. Es más, en algunas ocasiones, por ejemplo, un filósofo tiene diez premisas, y a Borges le interesaban dos o tres, despreocupándose totalmente de las otras. A veces incluso usaba dos premisas de un filósofo y dos de otro, y las combina. En el cuento “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” tenemos a unos conspiradores que escriben una enciclopedia que representa un universo alternativo al resto. Y ese universo depende de la filosofía de Berkeley, del empirismo inglés. Pero luego, el mundo empieza a cambiar a partir de las premisas de la enciclopedia. Ahora, la idea de que el mundo pueda cambiar a partir de la voluntad de los seres humanos viene de Schopenhauer. Entonces, la filosofía de Schopenhauer con la de Berkeley son absolutamente incompatibles, pero Borges usa algunos elementos de una y algunos de la otra, y crea un magnífico texto literario.

Recuerdo que cuando lo entrevisté por «Tentación de la palabra. Arte literario y convicción política en las novelas de Mario Vargas Llosa» le preguntaba si era posible dividir la obra del Nobel peruano por etapas, según sus ideas políticas. ¿Podemos realizar un ensayo parecido con Borges?

Hay etapas políticas, pero no tienen el impacto en la obra como sí pasó con Vargas Llosa. Con el peruano uno puede organizar la obra a partir de los cambios políticos. El periodo socialista de Vargas Llosa tiene su coherencia. Hay una visión política que no es inconsistente con la visión política de sus novelas, aunque estas no sean de tesis, igual está la visión política detrás. Hay una visión sobre lo que significa la literatura, que corresponde a lo político, y además técnicas y procedimientos literarios, que corresponden a lo mismo. Se puede decir lo mismo de los años ochenta, cuando se da un cambio político en Vargas Llosa. También cuando pierde las elecciones presidenciales y aparece una voluntad de reconciliación con sus enemigos políticos de otra época, en fin. En “Tentación de la palabra” tenía todo el sentido del mundo organizarlo en función a estos tres o cuatro momentos que tuvo el autor, porque en ellos Vargas Llosa se está reinventando como escritor a partir de sus convicciones políticas. Bueno, esto no lo veo en Borges. Él no es un escritor que se reinventa a partir de las vicisitudes de su vida política. Lo que hay en él es una especie de visión de la literatura que cada vez se profundiza más, se destila más. Por eso el capítulo final del libro en el que hablo de los últimos relatos de Borges. Es una especie de destilamiento, de síntesis de todo lo que venía antes. Así que aplicar las divisiones políticas para organizar la obra de Borges no tenía el sentido que sí lo tuvo cuando hice mi libro de Vargas Llosa.

Borges en una fotografía rescatada por La Pleiada.

Para un estudiante de literatura, para un aspirante a filólogo, ¿hay cosas para investigar hoy sobre autores tan estudiados y publicados como Borges y Vargas Llosa? Porque basta con leer los libros que usted ha publicado sobre ambos autores para pensar si acaso todavía queda algo por escarbar…

Creo que quedan muchos detalles por escarbar. Lo más fácil y lo más común, y es respetable, es el trabajo de un crítico que lee lo que ya se ha escrito sobre un autor y lo toma por sentado y luego encuentra algún detalle que no se había visto antes a partir de un marco en particular. Yo creo que, si uno parte de los marcos creados por los críticos anteriores, pues la crítica sí logra rellenar huecos. En cambio, los jóvenes filólogos deberían –en primer lugar—encontrar sus propios marcos. Buscar a partir de cuáles pueden acercarse a la literatura. Luego ya considerar lo que otros han hecho, si es que lo desean, y ver qué les podrían aportar. Y, por supuesto, leer las obras de los autores, estudiar sus contextos, leer lo que hayan leído, estudiar los momentos históricos que se vivieron, y siempre se encontrarán cosas interesantes. Incluso hay momentos en los cuales las preocupaciones que tenemos nos ayudan a ver aspectos de una obra que no se podrían haber visto en otros momentos históricos. Es decir, el mundo en que vivimos ahora le puede dar importancia a ciertas obras de ciertos autores que no la habían tenido cuando otros críticos se ocuparon de ellas. Además, cuando Borges dice que ‘no hay nuevos temas’, no estamos ante una aseveración con pesimismo. Él sabía que varios de los mayores autores de la literatura de todos los tiempos eran autores que tampoco habían hecho nada original. Shakespeare no tenía la capacidad de inventarse una historia. No hay originalidad en él desde el punto de vista de los temas. Los estudiosos ya han visto eso. El 90% de sus temas provienen de otros. En “Hamlet” la tragedia de la venganza era un lugar común en su época. En otras palabras, el genio de Shakespeare está en lo que hace con esos temas que ha recibido. En su originalidad al combinar cosas o al ponerle énfasis en determinados aspectos.

Teniendo en cuenta esto último, ¿cuál podría decir que es el regalo que Borges le ha dejado a la literatura latinoamericana?

Uno de los regalos que él le dio a la literatura latinoamericana es el ejemplo de que no tenían que depender ni de sus experiencias personales, ni de las experiencias históricas en sus países para crear literatura, aunque por supuesto podrían tratar las dos cosas. Les explicó, les dio el ejemplo, de cómo se puede reescribir lo que les entusiasma de una manera interesante, original. Vargas Llosa, García Márquez, Carlos Fuentes, Isabel Allende, siguieron el ejemplo de Borges: reescribieron de manera sumamente interesante textos literarios que ya habían leído. La primera novela de Vargas Llosa tiene una relación muy estrecha con una novela de William Faulkner titulada “Luz de agosto”. Luego, “La muerte de Artemio Cruz” de Carlos Fuentes tiene una gran deuda con otra titulada “La muerte de Iván Ilich” de Tolstoi. Incluso si uno lee con cuidado “Cien años de soledad”, y estudia la genealogía de los Buendía, lo que uno verá es que García Márquez se inspiró en la genealogía de “Los Buddenbrook”, novela de Thomas Mann. Y no es una coincidencia que los Buendía se llamen así, y que los Buddenbrooks se llamen Buddenbrooks, porque esa es una forma de saludar a Thomas Mann, porque García Márquez aprovechó esa genealogía. Pienso que Borges les enseñó a los latinoamericanos que tenían el derecho a reescribir las obras que más les han impactado y de hacerlo con gran originalidad.

Finalmente, ¿qué libros considera claves para comprender la obra de Jorge Luis Borges?

“Ficciones”, “El Aleph”, “La memoria de Shakespeare”, que, aunque él no publicó ese libro como tal, reúne los últimos cuatro relatos que escribió, que para mí están entre los mejores, pero también habría que leer los ensayos de Borges. Y la mejor selección está en un libro titulado “Otras inquisiciones”. Y también habría que leer su obra poética.

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