Sonríe cuando le digo que es como una pequeña maquinita de premios literarios. Pilar Adón (Madrid, 1971), sin embargo, prefiere encausar la charla rápidamente y destaca lo agradecida que se siente porque “De bestias y aves” (Galaxia Gutenberg, 2022), ha logrado reconocimiento desde distintos sectores: lectores, libreros y críticos han coincidido en el poder de esta ficción sobre la identidad y la pertenencia.
Curiosamente, entre que se pactó y se realizó esta entrevista, la también poeta, editora y traductora fue reconocida con el Premio Nacional de Narrativa 2023 en España. Y aunque esto genera una exposición evidente en medios y redes sociales, Adón remarca que su oficio es y será siempre “una actividad solitaria”.
Publicada a mediados del año pasado, “De bestias y aves” cuenta la historia de Coro, una mujer que en medio de un viaje en automóvil termina pidiendo ayuda en la puerta de Betania, una casa habitada únicamente por mujeres. La protagonista solo precisa de un poco de gasolina para continuar su recorrido, pero de pronto se verá ‘encerrada’ con iguales que parecen conocerla, aunque ella jamás las había visto.
El jurado calificador del Premio Nacional de Narrativa 2023 eligió a esta ficción firmada por Adón “por su gran originalidad, belleza, riqueza poética y fuerza del lenguaje”. Sobre estos y otros aspectos de su escritura, compartimos aquí nuestra entrevista a la autora española, una de las grandes invitadas al Hay Festival Arequipa 2023.
¿Mientras uno va armando una historia tan potente como “De bestias y aves” va presintiendo que puede terminar logrando tanto éxito como finalmente ocurrió con la novela?
Es que, en mi caso, ciertamente, y va a parecer una respuesta común o habitual, pero te soy muy sincera, por mi manera de escribir, por mi trayectoria, y por considerarme ante todo lectora, cuando escribo en lo único que pienso es en hacer el mejor texto posible, crear una historia que fuera la que me gustaría leer a mí, y como si la Pilar lectora estuviera sobrevolando todo el tiempo sobre la Pilar escritora, con su exigencia y su manera de entender la literatura, entonces, no creo que haya muchos escritores que estén pensando en la vida una vez terminada su novela. Mientras escribes una, o tal vez un libro de cuentos, estás sentada en la propia obra, en su propio desarrollo, en la forma, y la vida que viene después, luego de publicado el libro, es otra realidad, y no tiene nada que ver con la vida de la creación mientras estás en ello.
¿Diría que ese proceso creativo es muy distinto en poesía que en prosa?
En mi caso, sí. Yo me siento capaz de escribir prosa en cualquier momento y en cualquier lugar, ya sea bueno o mala, la pueda conservar, vaya directamente a la papelera, o pueda transformarla luego, pero con la poesía no me sucede eso. No puedo decir ‘ahora me voy a sentar a escribir un verso, un poema’. Muchas veces cuando te llaman de revistas y te piden ‘mándame un poema inédito’, normalmente digo que no, salvo me den un plazo extenso. Mientras que, con el relato, si me dan un plazo interesante, digo que sí, porque sé que voy a poder escribirlo. Entonces, sí que es verdad que las sensaciones son distintas. Ya te digo, esa capacidad de escribir o no, es distinta. Y creo que se debe a que yo llegué tarde a la poesía. No fui una escritora de ese género en la adolescencia o en la juventud, como les sucede a muchos poetas. Yo empecé publicando relatos, luego ya vino la novela, empecé a traducir y recién después la poesía.
Aunque existen premios de poesía, ¿por qué dicho género se asocia más a lo íntimo, a lo marginal, a lo no-comercial, que por ejemplo la novela o los libros de cuentos?
En ambos casos, así como te he hablado que a la hora de componer, escribir y crear sí noto esas diferencias, también te digo que la recepción posterior –y aquí también te hablo mucho como lectora, porque me considero primero eso que escritora—entiendo que ambos géneros, prosa (relato y novela) y poesía deben tener una calidad, una honestidad, o sea, se tiene que ofrecer siempre el mejor texto posible. Esa es la función principal del autor o la autora: ofrecer el mejor texto posible y que nos satisfaga a nosotros mismos como lectores exigentes. Entonces, este misterio del que hablas, esta conexión casi anímica que se produce entre el lector y el escritor, esa especie de diálogo, porque yo entiendo la literatura siempre como un diálogo, y para mí es más importante cómo se cuenta que qué se cuenta. Y quizás algunos aspectos de esa frase tal vez podrías jalarlos más hacia la poesía, en la que siempre parece que importa más el término exacto, la desnudez del lenguaje y el ritmo. Estas tres características que te digo las aplico igualmente a la prosa.
Acabo de terminar de leer “De bestias y aves” y lo primero que encuentro en Google es que todas sus novelas tienen algún tipo de vínculo entre ellas. ¿Esto cree que complica o más bien ayuda al lector a comprender el mundo particular de Pilar Adón? ¿Fue complejo armar el conjunto de su obra siguiendo ciertos personajes o temas?
Más que vínculos entre los personajes, que también los hay, se trata de vínculos temáticos. Tengo la sensación –y sobre todo ahora que lo miro con cierta perspectiva sobre mi propia obra también, con varias novelas y poemarios publicados– de que al final los escritores terminamos escribiendo sobre unos temas que son los que nos agarran. Se produce con ellos una vinculación en doble sentido. Es como si el escritor obedeciera a la llamada de esos tópicos y al mismo tiempo busca explorar, indagar y adentrarse allí. En mi caso son el aislamiento, la soledad de los personajes que se aíslan, pero una soledad siempre voluntaria, el miedo, el deseo de estar en otra parte, la huida para intentar escapar de la presión del grupo y mantener la personalidad. Entonces, cuando decimos que –y es verdad—toda la obra está impregnada de estos temas, en realidad es algo que yo observo ahora con cierta perspectiva. Hoy sí que soy muy consciente. Pero por lo que me preguntabas de si había sido algo muy laborioso, complicado, yo te digo que desde el principio surgió de una manera muy espontánea. La obediencia era lo que primaba en ese momento, y yo obedecía a esos temas. Para que te hagas una idea, el primer relato con el que gané un premio literario en Radio Nacional de España a los 18 años, fue un cuento. Y en ese relato el personaje principal se encerraba en una habitación y no salía de ahí. Luego ya seguiría escribiendo sobre personajes que se encierran, entonces, sí que es verdad que por ejemplo en encuentros con lectores, en clubes de lectura, muchas veces estos tienen necesidad de saber algo que, si hubieran leído libros previos, tal vez les llegaría de una manera más fácil, porque vas entrando en una dinámica, en un ritmo, en una pretensión que va continuada. Y a mí me interesa mucho esto: no entiendo la literatura como un monólogo sino como un diálogo. Por eso esta participación del lector que quiere saber, que indaga, que se pregunta, y entonces también puede encontrar respuestas en otros libros, por este diálogo que se establece, es algo que me interesa muchísimo. Y yo creo que, como lectores, nos pasa que, cuando te gusta mucho un autor, vas buscando todos sus libros. Es algo que sucede.
¿Alguna vez un lector le mencionó que al leer “De monstruos y aves” recordaba “Ellas hablan”, la película finalista del último Premio Oscar basada en la novela de Miriam Toews?
En alguna ocasión un lector me ha recomendado que vea la película, pero recién la vi hace muy poco.
¿Detecta algún tipo de hilos comunicantes entre esa película y su novela? Se trata de grupos de mujeres que se protegen, aunque, claro, decirlo con imágenes es un tipo de reto muy distinto al que plantea “De monstruos y aves”, donde solo queda cerrar los ojos e imaginar la cabaña, las mujeres, los animales…
Es verdad que al final hay una comunidad de mujeres que se defienden. A ver, (en la película) ellas son atacadas de una manera muchísimo más brutal que en las comunidades de mujeres que yo hablo. En la cinta hay agresiones físicas y morales muy brutales y en las comunidades de mujeres de las que yo me encargo no hay esa agresividad tan violenta, tan física. Siempre sigue siendo la presencia de un intruso que suele ser un hombre, que de repente llega a la comunidad en busca de algo. Por ejemplo, en “De bestias y aves” el intruso es Tobáis Moss que llega y dice que la casa es de él. Y en una novela previa, “Las efímeras”, llegaba también otro hombre. En esta comunidad en concreto, que está basada en otra que existió de verdad, que se llamaba La Colmena, en francés era La Ruche, creada por Sébastien Faure, a principios del siglo XX, en la que quería que los niños tuvieran una educación que de otra manera no tendrían, pero finalmente fracasó porque empezó la Primera Guerra Mundial y aquello no pudo continuar. Y (ahí) también llega un intruso que quería cobrar impuestos a la comunidad que había quedado de aquella, que fue lo que yo inventé para “Las efímeras”. Entonces, sí que es cierto que (en mi novela) hay esa presencia amenazadora de un intruso, pero nunca con esa violencia que existe en esta película. Entonces, podemos vincularla por la comunidad de mujeres, por cómo habla y por cómo se comportan. Sin embargo, yo te digo que esa novela de Miriam Towes no la leí y la película la vi hace tres semanas recién.
En su novela aparecen perros, aves, hormigas, una mariposa sobrevolando dentro de un carro. ¿Estos elementos son cosas que usted tiene en una especie de ‘carpeta imaginaria’ y que va sacando para cada nuevo libro, o es que simplemente surgen en plena construcción ficcional?
La naturaleza desde mi punto de vista y de cómo la concibo en mi escritura en general, en la poesía y en los relatos, tiendo a verla como un personaje más. Veo a la naturaleza como un elemento imprescindible e ineludible, como que la naturaleza quiere estar ahí. Entonces, esos elementos que mencionas no son elementos externos que yo vaya incluyendo para generar una inquietud, y menos adornos, sino que son tan imprescindibles, tan esenciales en la obra como los personajes de carne y hueso, como las conversaciones, como la propia casa. Son elementos totalmente intrínsecos a la obra, ineludibles, y que están perfectamente hilvanados dentro de la novela, porque van surgiendo, tal como surgen las conversaciones, las descripciones, las reflexiones internas de Coro. Así van surgiendo la descripción o la presencia de la naturaleza en la novela. Mira, yo tengo un vínculo con la naturaleza bastante íntimo. Yo vivo en Madrid habitualmente, pero creo que solo una vez en mi vida he escrito un relato sobre esa ciudad. Y todo lo demás está siempre ambientado en la naturaleza, y últimamente mis últimas novelas y relatos tocan una naturaleza que conozco muy bien, asociada a mi padre, a su vida. Y a él le dediqué “De bestias y aves”. Es una naturaleza no domesticada, que tampoco me gusta adjetivar. Esta es la naturaleza que es, y que está mientras los personajes tienen su propio devenir y su propia historia.
Uno puede ir leyendo “De bestias y aves” en el tren, pero al terminar el viaje vuelve a una realidad durísima: récord de feminicidios año a año, cifras preocupantes sobre machismo y misoginia, etc. ¿Si el lector de su novela cree que está ante una metáfora sobre todos estos problemas, porque usted presenta a mujeres recluidas protegiéndose también de los invasores (hombres), es algo que le importa como autora o más bien esto escapa de sus manos?
La pregunta es muy interesante, pero la respuesta tiene una reflexión que quiero hacerte. Fíjate que te hablaba antes de que estamos en la soledad de la habitación, con una pantalla, escribimos, entregadas a nuestros personajes, la naturaleza, las mujeres, el encierro y, como escritora, para mí lo más importante es ofrecer el mejor texto posible, que cumpla las expectativas mías como lectora, y generar una forma de creación, que es la creación literaria, que va de la mano de la creación artística, pictórica, escultórica y musical, o sea, estamos hablando de crear arte al final. Por eso para mí muchas veces es muy importante hablar delas herramientas. Igual que un pintor tiene los pinceles, los escritores tenemos las palabras, y como esas herramientas tienen que ser las necesarias, y cómo tenemos que conocerlas y utilizarlas bien. Ahora, dicho todo esto, obviamente vivimos en el mundo en el que vivimos. Tenemos una perspectiva, un posicionamiento, un criterio y en mi caso soy mujer también. Entonces, al final, aunque mi literatura sea, como has visto, que parece que entra todo el tiempo dentro de lo simbólico, y seguimos hablando de la huida, estamos viendo un lenguaje y una novela muy literaria, no podemos evadirnos de la realidad ‘auténtica’ frente a la realidad literaria. Sí que es cierto que mis cuentos, mis novelas y mi poesía beben de la realidad literaria. Me gusta mucho, además, hablar de esa realidad, porque con frecuencia me pregunto hasta qué punto no es tan real “Madame Bovary” como lo fue Flaubert, “Ana Karenina” como Tolstói, o sea, dónde acaba esa realidad literaria para los lectores que hemos tenido esa formación y que a veces da la impresión, insisto, de que conocemos mejor personajes de obras que hemos leído tantas veces –como Orlando de Virginia Woolf, por ejemplo—que a muchos primos, vecinos o gente que nos rodea en la realidad habitual. Entonces, si mi perspectiva a la hora de escribir sea posicionarme literariamente en esta realidad social que planteas: no. No tengo una pretensión social, no hago realismo social. No es mi intención. Pero quiero incidir en esto: que mi posicionamiento, obviamente, es el de una mujer feminista del siglo XXI, que tiene una posición anti machista, es evidente. Pero ahí está la gran diferencia entre lo que es la realidad literaria y mi bagaje, mi impulso, hablando de creaciones sobre todo literarias.
Tiene usted más de veinte años escribiendo literatura desde distintos géneros. ¿Identifica a etas alturas algún tipo de evolución que sea capaz de mencionar? ¿Cómo se enfrenta a la página en blanco? ¿Es la misma sensación que cuando todo empezó?
Mi primera novela es del año 1999 y, dicho sea de paso, por esa novela fue la primera y única vez que viajé hasta Lima. Hoy tengo 52 años y ahí viajé a los 29 aproximadamente. Y, sí, mi proceso novelístico es curioso porque, en cuanto termino una novela empiezo la siguiente. Lo que pasa es que yo puedo estar años con esa novela. Porque en medio de todo escribo relatos, poesía, traduzco, tengo una editorial, siempre todo girando alrededor del libro. Y la novela está ahí, esperándome, y me da mucha seguridad saber que tengo una novela ahí esperándome. No me genera, como tal vez a otros, ansiedad saber que no la termino, al contrario, me da seguridad porque sé que hay unos personajes que están esperándome, sé que hay una trama en la que me puedo esconder, o que me puede amparar. La novela siempre está, y el proceso es como continuado. No te diré que estoy siempre escribiendo la misma novela, pero los temas son siempre el encierro, la huida, el deseo de estar en otra parte, personajes que se aísla. Y esto ya sucedía no solo en el primer cuento sino también en la primera novela que te menciono. Así que es un proceso tan continuado que, aunque sí que es verdad que cada novela es obviamente diferente de las anteriores, no tengo una sensación de ruptura. Si yo tengo que hablarte de una imagen mental que tengo con mis novelas, poemarios y libros de relatos, sería como una casa donde hubiera distintas habitaciones y cada una de estas es una novela. Todas están dentro de los mismos cimientos –los temas que ya te mencioné–, todos bien arraigados, y cada habitación tiene una decoración, una pintura distinta, cierras una puerta y abres la siguiente que es vecina a la anterior. Obviamente aprendes ciertas cosas, pero creo que una de las cosas más importantes del ser humano es la curiosidad y la indagación continua. Y a mí me gusta mucho esto último. Así que cada nueva novela es una nueva vuelta sobre los mismos temas.
Escuché que “De bestias y aves” tuvo siempre la misma portada, pero muchos títulos previos. Más allá de su labor de escritora y poeta, también es traductora y forma parte de la editorial Impedimenta. ¿Por estas últimas funciones es usted tal vez mucho más consciente de todo lo que conlleva el proceso de idear, construir y vender un libro? Porque a veces hay títulos interesantes, pero quizás el autor no da entrevistas o lo presentan apenas una vez y el libro se termina perdiendo entre tantas novedades. ¿Lo ve un poco así?
Antes de fundar Impedimenta con Enrique Redel yo ya escribía. Mi primera novela la publiqué con 28 o 29 años. Yo escribo porque leo, y comencé a leer muy joven. Y para mí la literatura es la creación. La vivo así, y mientras estoy escribiendo no pienso en absoluto en todo que me has comentado: la portada, el título (que es de lo último que me llega), la promoción, las entrevistas, etc., nunca, jamás. Es una entrega total. Y esto que te voy a decir no es nada nuevo: recuerdo una cita de la escritora Joy Williams, que dice algo así como el escritor es ‘el gran contradictorio’, porque por un lado quiere estar tranquilo con su obra y a la vez quiere ser leído. Yo muchas veces lo planteo como una sensación muy bipolar, porque a lo mejor por la mañana estás totalmente sola, muy metida con tus personajes, y yo soy una persona que me gusta estar mucho con mis libros y mis cosas, y de repente sales y tienes que explicar tu libro y relacionarte. Así que, yo no pienso en nada de lo que mencionas, pero sí que siento que forma parte de mi vida. Está muy relacionado con lo que te decía antes, cuando me preguntabas por mi posicionamiento en el mundo, Soy editora, traductora, conozco el mundo editorial, pero como creadora, solo vivo en la ‘realidad literaria’, en la realidad de la ficción que estoy generando, y todo lo demás queda fuera.
Finalmente, usted ha traducido a autores de la talla de Barbara Baynton, John Fowles, Penelope Fitzgerald, Joan Lindsay, Edith Wharton, entre otros. ¿Hay algún denominador común entre estos nombres?
Empecé con traducciones de ensayo, que no tiene nada que ver con lo literario, en lo que luego pude ir entrando. Últimamente he tenido la fortuna de poder elegir yo a quien traducir, porque muchos de ellos son para Impedimenta. He traducido a Penelope Fitzgerald, que es una autora que me fascina. También «El árbol» de John Fowles, que es un pequeño ensayo muy interesante sobre cómo el autor mezclaba sus paseos por la naturaleza, una naturaleza inhóspita, indómita, que es lo que a él le interesaba conocer, no a una naturaleza domesticada, y cómo relaciona esto con su manera de entrar en la literatura, en la creación, etc. Y, luego, he traducido a dos australianas, porque Australia es un país que no he visitado nunca, pero que me atrae muchísimo, entonces, tanto «Picnic en Hanging Rock» de Joan Lindsay como a Barbara Baynton. Entonces, lo que me interesa también mucho es ver el engranaje de cómo cada autor o autora creaba sus obras. Cuando estás traduciendo obviamente tienes que olvidarte de que eres autora, de tu voz, de tu manera de entender la literatura, y centrarte en la de esos autores, y es casi una labor de médium, y eso es algo que a mí me apasiona, por todo lo que te he dicho de mi afición puramente literaria. Así que, el poder ver, adivinar y finalmente plasmar en español cómo otros autores hicieron su trabajo me resulta apasionante, es como entrar a vivir otra vida que es la de ellos.
*Las fotografías que incluye esta nota son de Asís Ayerbe.