El mexicano Diego Enrique Osorno (Monterrey, 1980) comparte unos minutos de su tiempo para conversar con nosotros sobre “La montaña”, obra con la que ganó el V Premio Anagrama de Crónica Fundación Giangiacomo Feltrinelli. Además, dialogamos sobre su visión actual respecto del oficio periodístico.
En otra parte de la charla pudimos consultarle en torno a “Sierra madre: prohibido pasar”, serie de MAX que marca su debut como guionista de ficción. La propuesta, que coescribió junto a Gabriel Nuncio, cuenta la historia de una comunidad mexicana que, una década atrás, usa sus recursos para enfrentar la violencia, en un contexto de dramática ausencia del Estado.
Osorno es autor de más de una decena de libros que van desde la biografía de Carlos Slim hasta «El cártel de Sinaloa. Una historia del uso político del narco», pasando por «La guerra de los Zetas. Viaje por la frontera de la necropolítica», entre otros. También fue responsable de películas y documentales de mucho prestigio, entre los que destacan «1994», «El valiente ve la muerte solo una vez» y «La montaña«, un paso previo a la crónica con la que ganó el ya mencionado Premio Anagrama.
–“La montaña”, texto con el que ganó el V Premio Anagrama de Crónica Fundación Giangiacomo Feltrinelli, es acerca de una travesía realizada con los zapatistas. Sobre eso usted estrenó una película en 2023. Es un caso curioso de salto de la pantalla al libro, no al revés, como es usual.
Sí, “La montaña” es una crónica del viaje que hice con una delegación zapatista que cruzó el Atlántico. Tuve la invitación a hacer el registro de ese acontecimiento que era muy importante para los pueblos originarios zapatistas y mayas, y ellos querían que un testigo externo dé constancia de ello. Así que subí al barco con ese compromiso. Me sentí afortunado, pero también con mucha responsabilidad de dejar un registro que sirviera para que los propios pueblos pudieran tener la forma de ver lo que hizo su delegación y, por otro lado, poder aportar una mirada propia sobre lo que significaba ese gesto en mi mirada. Y la película surgió primero porque para mí fue lo más puntual de entregarle a las comunidades. Era un ‘aquí está su registro. Esto es algo que ustedes hicieron, que me invitaron a que mirase, y se los comparto’. Esa cinta fue a festivales y esperemos que llegue en algún momento a una plataforma de streaming. A la par de todo el proceso, ya sintiéndome más relajado de haber cumplido esa tarea, pude terminar de trabajar este libro, que se publicará ahora y que habla de ese viaje, pero también hace una revisión más panorámica de otros temas que me importan mucho también a mí en la realidad actual de México.
–Entre presidentes populistas, políticos corruptos y empresarios armados, ¿qué papel o rol tiene el periodista hoy en día?
Creo que interpretar la información, darles contexto a los lectores y verificar lo que se dice. Antes queríamos dar la primicia todo el tiempo, y ahora me parece que esta resulta secundaria frente a la necesidad de mostrar los diversos puntos de vista que hay sobre una realidad. La verificación de los hechos, y con ello poder ofrecer una interpretación, un análisis de lo que ocurrió. Que el lector tenga algo más que la primera impresión, con la que actualmente se construye la opinión. Hoy en día la leyenda de un tuit puede ser suficiente para que alguien sienta que sabe sobre un personaje, pero es necesario tener, primero verificación, luego contraste, y finalmente también un contexto de diverso tipo: histórico, sociológico o político, de ese dato, y así poder generar una reflexión mucho más sensata, profunda. Y creo que ahí es donde entra el mundo de la crónica, libros y series inspiradas en la realidad. Pienso que las series pueden ofrecerle al espectador una narrativa mucho más rica que un hilo de tuits.
–Usted hizo “1994”, un brillante documental sobre el crimen del político mexicano Luis Donaldo Colosio, tal vez comparable con el cometido contra Luis Carlos Galán en Colombia en 1989. ¿Pueden hoy palparse las consecuencias de un asesinato tan impactante como ese en México?
Estamos hoy en un periodo electoral en el que hay decenas de candidatos asesinados. La realidad que había hace 30 años, difícil por el asesinato de Coloso y también el de José Francisco Ruiz Massieu, y otros. Fue una situación muy dramática y crucial. Hay un antes y un después de ese hecho, pero, en términos cuantitativos, el dramatismo que existe hoy en día es superior. Se ha incrementado exponencialmente esa violencia política y nos hemos resignado a vivir en esa ‘normalidad’ tan trágica, con decenas de asesinatos que ya no generan una conmoción, un parteaguas. Pasa lo mismo con los periodistas. Es paradójico: estamos en un momento donde hay muy buen periodismo en México, y al mismo tiempo se está atacando como nunca a los periodistas de manera directa, con muchos asesinatos, pero también con asedio judicial, hostigamiento e intimidaciones. Y hace 30 años, que es la época en que transcurre “1994”, no había la libertad de expresión que existe hoy en día.
SU PRIMERA INCURSIÓN EN LAS SERIES DE FICCIÓN
–Hablemos sobre “Sierra madre: prohibido pasar”, la serie que ha escrito para MAX. Cómo así una historia se escribe y se encarpeta por casi 10 años hasta ver la luz hoy…
Cuando trabajas una historia como esta, una serie de ficción, empiezas con un documento al que suelen llamarlo ‘biblia’, donde están los planteamientos iniciales, su argumento, pero también descripciones sobre el mundo que te estás imaginando, sobre los personajes, su evolución, y también sobre ciertas leyes que los rigen. En nuestro caso, empezamos con ese documento y, normalmente, luego un estudio lo revisa, aprueba y, entonces, pasas a la escritura de guiones, etc. En nuestro caso no fue tan así. Por osadía y también por algo de ignorancia, escribimos la ‘biblia’, además de un piloto y toda la (primera) temporada que nos imaginamos, e inclusive una posible expansión a continuaciones. Esa inmersión durante un año fue algo fascinante. Junto a Gabriel Nuncio pudimos plasmar muchas de las cosas que creímos sustanciales para la historia y, entonces, al estudio le dimos todo lo que tuvimos. Así que tal vez a ellos tomó tiempo procesarlo, hasta que finalmente se activó el proyecto. Ya habían pasado algo de ocho años y se tuvo que hacer una adecuación porque surgieron nuevos elementos, como las redes sociales, y había también que adaptar, en términos del presupuesto proyectado por la plataforma, el total a menos episodios. Así que se hizo un nuevo desarrollo junto a un equipo de guionistas fascinante.
–¿Qué diría que caracterizaba a esa ‘biblia’ inicial? ¿Tal vez cuatro o cinco hechos reales, históricos, y luego todo ficcional?
Era muy importante reflejar la zozobra que se sentía en la sociedad, en ese contexto que teníamos en Monterrey. Había una gran violencia, mucho miedo, la gente no salía a la calle luego de las 7 de la noche. Había libertades civiles básicas restringidas. Muchos no podían abrir negocios en ciertas zonas porque llegaban a pedirles una extorsión. Teníamos que reflejar esa sensación de miedo a lo que puede llegar y arrasar con tu forma de vida, con tu status. También resultaba crucial explorar ese miedo en una comunidad próspera, con recursos especiales para hacerle frente. Y a partir de este mecanismo de miedo, ver cómo esa comunidad privilegiada o especial, reaccionaba ante la situación. Luego, nos pareció importante destacar la cultura. Yo soy de Monterrey, que está al norte de México, en el noreste. Y esa zona tiene una característica muy peculiar, que la hace distinta al resto del norte (Sonora, Sinaloa). El noreste de México es una región que en muchos sentidos culturales está más ligada a Texas que a México. Los regiomontanos, en muchos sentidos, son más texanos que mexicanos. Hay más historia en común en algunos casos con Texas. Y esa zona de EE.UU., es a su vez un mundo aparte, tienen una cultura muy propia. A mí a veces me dicen ‘los regiomontanos se creen gringos’, pero más que gringos, hay muchos regiomontanos que se creen texanos, que es una cosa muy distinta. Y es curioso porque Texas en EE.UU. es el estado más rezagado en lo cultural, que siempre Washington debe estar conteniendo de todas las barbaridades que plantea. Mientras que en Monterrey es visto como una especie de modelo aspiracional o referente para el resto de México. Así que era clave que se reflejara eso.
–Son varios los elementos que aparecen a lo largo de la trama de “Sierra Madre: prohibido pasar”. Uno de ellos es el periódico El Futuro, acompañado de su revista social Chepinque Mag. Uno pensaría que, entre gente con tanto dinero, una prioridad menor es leer el diario. ¿A qué responde la presencia de estos dos elementos, digamos, periodísticos en la serie?
Era muy importante reflejar también las costumbres de esta comunidad, por un lado. En San Pedro hay una valoración desde hace mucho tiempo sobre la imagen y sobre lo que se conoce como ‘la nota social’. Las revistas de sociales, que son como un preámbulo al Instagram o al Facebook, (y significan) esta oportunidad de mostrarte y ver qué hacen los demás como para poder tener pulso de gustos o modas, son algo muy inserto en San Pedro. Lo que es real es que hay varias revistas sociales que son muy exitosas ahí, que se leen más que cualquier otra publicación. Entonces, partiendo de ahí, había otro elemento que a mí me gustaba mucho en lo particular: tanto la nota roja como la nota de sociales, son dos vetas de las que uno puede agarrarse como cronista para poder entender muchas cosas. Porque ambas ofrecen la información en estado puro, bruto. Y entonces si uno tiene la posibilidad de mirar con cierta reflexión, de tener un análisis crítico de lo que es la información que producen ambas, puedes elaborar narrativas o discursos de ficción como los que elaboramos en la serie. Por eso era importante, más que el periódico en sí y el cliché del periodista investigando, tener a una periodista de sociales investigando aquella información que tiene en bruto para así darle una interpretación. Porque eso es finalmente lo que tenemos que hacer hoy los periodistas: todo está en las redes sociales y lo que nos toca es interpretarlo. Nos pareció clave plantear a una periodista con ese rol, que ahora se vuelve más vigente que en la época en que creamos el personaje.
–Hablando de vetas, ¿cómo hace para manejarse casi simultáneamente en distintos géneros? Supongo que cuando escribía esta ‘biblia’ de “Sierra Madre” a la vez hacía sus columnas o tal vez escribía crónicas. Tiempo después incluso saltaría al Podcast. ¿Esto es como cambiarse un saco y colocarse otro distinto para salir a la calle?
Esencialmente me siento un reportero, aspiro a ser un cronista. Desde ese lugar trabajo ya sea un libro de crónica o una serie como esta, que es ficción, pero que está muy impregnada de la realidad. “Sierra madre” es mi primera ficción, y escribirla fue una experiencia muy catártica. Fue aprovechar ese espacio que nos da la ficción a quienes trabajamos con la realidad, a quienes nos interesa tener un discurso sobre lo que está pasando en nuestro entorno y época. Ahora mismo vengo trabajando una segunda serie de ficción, también inspirada en hechos reales, pero con un proceso más desafiante. Pienso que “Sierra Madre” fue algo más bárbaro, salvaje, en estado puro, de descubrimiento. Pero yo me veo igual, como un cronista que a veces usa la ficción, o a veces la columna, que más que tener opiniones puntuales, trata de hilar un tema. A veces sí tengo cosas puntuales qué decir, pero normalmente mis columnas son como un hilo de historias que se van concatenando, pues mi afán siempre es por ‘croniquear’.
–En una de las escenas iniciales de “Sierra madre” hallan un cadáver en una especie de óvalo de San Pedro. Tiempo después, Marcos Parra, el protagonista, adquiere armamento poderoso para –presumimos– defender a la comunidad. ¿Es posible comparar esto con algún tipo de violencia que castiga México hoy?
De los ejemplos que mencionas, creo que el caso de las autodefensas. Yo tengo un documental titulado “El valiente ve la muerte solo una vez” (2019), en el que Alejo Garza Tamez, un ranchero de Monterrey, al que en 2010 llega un grupo armado a pedirle que desaloje su rancho porque quieren quedarse con él –como lo hacían con mucha intensidad en esa época más que hoy–. Él despide a los trabajadores del rancho, junta las armas que tenía y cuando llegan a desalojarlo los recibe a balazos. Muere en el ataque, pero defiende su propiedad. Él se volvió un referente de los movimientos de autodefensa que surgieron en otros lugares del país, en Michoacán, en Guerrero, etc. Eso está en cierta forma en la serie, en la escena que describes, que es como ‘vamos a defendernos porque ya están por llegar’. Solo que aquí estamos hablando de una comunidad próspera, que no está en medio de la nada sino en medio de todo. Eso es algo que ocurre en San Pedro, en las periferias de la Ciudad de México, pero también en su corazón. En Tabasco, y más. Esa sensación de desamparo y de necesidad de defenderte por tus propios medios ante la falta de seguridad y de justicia es algo no exclusivo de San Pedro.
–Aunque tiene en su catálogo grandes documentales y programas con base histórica y periodística, MAX (HBO) es visto por muchos como un emisor de entretenimiento. Siendo usted un periodista y cronista tan reconocido, por sus libros y trabajos audiovisuales, ¿cómo tomó que su investigación salga ahora por una cadena de streaming como esta?
Creo que, de todo el ecosistema de streaming, MAX sigue siendo un referente de lo que se denomina ‘televisión Premium’, con mucha calidad. Fue en esa cadena que vi The Wire, porque “Sierra madre: prohibido pasar” es una reacción a haber visto The Wire en sus años y decir, sí, desde la ficción se puede hacer un retrato con enfoque sociológico de una realidad. Entonces, no juzgo todas las plataformas ni sus productos de la misma manera. Estoy consciente de que se trata de una industria del entretenimiento, con reglas distintas a las del periodismo y los periódicos en los que trabajé mucho tiempo. Pero también me seduce la posibilidad de contar buenas historias en plataformas importantes, o al menos de intentarlo. No hago las cosas con un afán de impacto, sino de seguir esas posibilidades de contar una buena historia que refleje los conflictos de mi época desde mi perspectiva, desde lo que más me importa. MAX tiene The Wire, y Los Soprano, que en mi opinión solo un libro como “Honrarás a tu padre” de Gay Talese tiene un nivel de profundidad similar. Pienso que muchos trabajos periodísticos se quedan cortos frente a ese texto.
–Aunque acumula un sinnúmero de premios, libros, películas y documentales, usted es bastante joven. ¿Es de planificar a mediano y largo plazo? ¿Qué objetivos tiene en adelante?
El primer documental que dirigí fue “El alcalde”, hace 12 años. A partir de ahí exploré con mayor intensidad el mundo audiovisual, haciendo documentales, sobre todo. Y ahora justo me siento con cierto afán de reflejar varias de las historias que he investigado o conocido a través del recurso de la serie de ficción inspirada en la realidad. En un proyecto así vengo trabajando, y en un par de cosas más. Si conversamos dentro de 10 años, espero que sea sobre una película que hice, que me dé la misma satisfacción que me dan los libros escritos, que son obras que me costaron muchísimo, pero que todos partieron de una intuición, de una búsqueda muy genuina, de un impulso que no puedes parar, o sea, de algo no tan premeditado. Y ahorita ese impulso lo siento más hacia el mundo de las series y de la ficción inspirada en la realidad.