Aleksandra Lun: «Un régimen totalitario es tierra muy fértil para un escritor»

Es una convencida de que a veces las grandes cosas pasan por casualidad. Aleksandra Lun (Polonia, 1979) ha llevado un camino lento, pero fructífero en la literatura. La escritora, filóloga de profesión, ganó la prestigiosa beca PEN/Heim del PEN America por su primera novela, “Los Palimpsestos”, una –como ella misma describe—sátira algo «grotesca» sobre grandes autores que optaron por escribir en idioma ajeno.

Casi una década después, la oriunda de Gliwice se llevaría el LIV Premio Internacional de Novela Ciudad de Barbastro con “Química para mosquitos” (Galaxia Gutenberg, 2024), la fascinante historia de una niña criada entre dos mundos, uno ficticio, con naves espaciales y alas que crecen en su espalda, y otro, aparentemente, más realista: la Europa del Este en la segunda mitad de los setentas. Más precisamente: un territorio cuyo régimen político parece controlarlo todo.

Lun accedió a conversar con este medio, y reconoce que les debe a los autores latinoamericanos tal vez mucho más que a los españoles. Su novela puede verse como un guiño a ese realismo mágico que permitiría al colombiano Gabriel García Márquez hacerse conocido en todo el orbe.

A continuación, nuestra entrevista con Aleksandra Lun acerca del proceso de construcción de su novela, de los elementos utilizados, los personajes que la habitan y, además, un vistazo general a sus influencias, que van desde los grandes autores polacos de narrativa y poesía, hasta exponentes algo más cercanos a nosotros, como Julio Cortázar o el ya mencionado García Márquez.  

Aunque la novela no menciona el lugar donde transcurre, ¿podemos imaginar que existe algún vínculo entre “Química para mosquitos” y la propia infancia polaca de Aleksandra Lun? Incluso en las ficciones más puras dicen que algunos autores toman cosas de su pasado…

Seguramente hay elementos que apuntan hacia mi biografía, el hecho de que todo pasa en un país de régimen comunista, con una niña pequeña, o sea, hay hechos que apuntan hacia allí, pero eso no significa que haya escrito sobre mi propia vida. Sin embargo, y suelo comparar esto con la siguiente idea: yo crecí en un país donde nevaba mucho, y cuando ves la nieve, notas huellas de alguien. En las novelas pasa un poco eso, ves las huellas del escritor en la nieve, sabes que ha estado allí, puedes ver hacia dónde ha ido, porque las huellas llevan hacia algo, pero no sabes quién fue, y tampoco puedes ver la silueta entera. Es algo así, hay detalles que apuntan hacia mi biografía, pero no es una novela sobre mi vida.

Además, hay muchos elementos de ciencia ficción: la nave espacial, las alas que crecen en la espalda de la menor, etc. ¿Podemos ver esta novela como híbrida? ¿Cómo fuiste mezclando estos elementos en un solo corpus narrativo?

Escribo sin un plan predeterminado. Creo que hay escritores que escriben como yo, y otros que son más organizados, y saben exactamente antes de empezar qué tipo de historia van a contar. Para mí es importante también el proceso, porque cuando comienzo a escribir no sé sobre qué lo haré, qué pasará con mis personajes ni cómo terminará la historia. Es un proceso que poco a poco se desvela ante mí, y de hecho lo más difícil es dejarles hacer. Porque a veces tengo la tentación de decir ‘este tendría que hacer tal cosa’, pero no. Lo más difícil es seguir esa palabra algo pasada de moda: inspiración. Porque hoy hablamos mucho de novelas como artefactos. Incluso en los cursos de escritura los personajes hay que ‘hacerlos así’, como si se tratara de una pieza de bricolaje: o sea, si sigues esta receta, vas a tener un libro. A mí me parece importante no olvidar que también hay una parte de inspiración, que no necesariamente tiene que ser una ‘divina’, sino más bien dotada de experiencias, lecturas, pensamientos que hemos tenido, asociaciones que hacemos de las películas vistas…

Todo lo que nos pasa en la vida…

Así es. Y mi libro se ha ido desarrollando así. Yo no me esperaba para nada escribir un relato de ciencia ficción y elementos fantásticos. Empezó como una historia realista. Era una niña protagonista, poco a poco se han ido develando estos elementos fantásticos, y al final lo que me han permitido es intentar hablar de temas importantes, como el tiempo, o sobre cómo hemos llegado hasta aquí, porque son temas muy difíciles de hablar, pues corres el riesgo de que suene banal o kitsch lo que dices. Y yo creo que a través de elementos fantásticos he podido entrar en temas que de otra forma hubiera sido difícil.

¿Que la protagonista sea una niña enferma, delicada, frágil, es un factor que condiciona el relato en adelante? Porque da la impresión de que siempre le surgen nuevas vulnerabilidades…

A menudo, en literatura, los personajes que tienen alguna dificultad ven más allá. Es un arquetipo que se ha usado antes: cómo tener límites físicos desarrolla otros sentidos. Luego, también está el tema de que ella está muy desadaptada a su medio, al principio. Hay este doble nacimiento, en el que ella no sabe muy bien dónde se ubica. Está un poco en dos mundos, luego poco a poco se va acostumbrando al mundo en el que nace, en un país de Europa del Este, bajo el comunismo, pero es como un pez fuera del agua, porque se siente muy pesada, como si la gravedad pesara más sobre ella que sobre las otras personas. Y esto, aunque no lo había pensado así mientras lo escribía, hoy, visto en perspectiva, me parece que muestra que en este libro hay mucho simbolismo, alegoría, y es también en parte la metáfora de lo ‘desadaptada’ que es ella, de lo difícil que le resulta estar en este mundo que nace. Y a la vez, era también una manera de mostrar cómo a veces todos nos sentimos tan fuera de nuestro lugar. Porque todos en algún momento nos hemos sentido extraterrestres en alguna situación, así que, a través de síntomas físicos, se ha mostrado esta sensación de extrañeza, de extrañamiento, esa cosa ‘Kafkiana’ que aludo directamente en algún pasaje del libro. La alienación es una palabra que la literatura ha tratado mucho en el último tiempo.

Es también esta una novela de contrastes. La madre prefiere la ciudad, mientras que la abuela no se imagina fuera del pueblo…

Es uno de los dobles ejes de la novela, claro. El libro tiene varios. Está, por ejemplo, la ciudad y el campo. Como bien dices, la ciudad como este espacio más de tecnología (de aquella época), de ciencia (porque la madre no deja de tener una profesión muy científica), en oposición al campo que es un mundo más intuitivo, más conectado a la naturaleza. Y estos personajes son un poco la quintaesencia de los dos medios. La madre que dirige un departamento de Química, y la abuela que está muy conectada con sus animales, que no necesita ni del reloj, que tiene una intuición desde siempre sobre la procedencia tan extraña de la niña, y también lo cerca y lo lejos que están estas mujeres. Están cerca porque son madre e hija, han coincidido en el tiempo, pero luego sus caminos se han bifurcado totalmente. Me gustó la idea de plasmar esta oposición. Por otro lado, en el libro hay más paralelismos. A mí me gusta mucho jugar con un registro doble. Y creo que tiene que ver con el idioma quizás, que yo estoy un poco entre dos mundos, entre Polonia y España, y siempre me siento atraída hacia estas cosas dobles. Estar en dos sitios a la vez. Entonces, la madre y la hija, la ciudad y el campo, el mundo de los humanos y el de los insectos, etc. Me parecía interesante la perspectiva para un escritor: ver las cosas desde dos lugares distintos. Porque estas dos mujeres ven a la protagonista y podemos ver sus diferentes perspectivas.

La escritora polaca Aleksandra Lun y su mascota, Kafka.

Evidentemente, no estamos ante una novela política, pero hay en el ambiente flotando varios aspectos: la economía controlada, el recorte de libertades, etc. ¿Era inevitable por el contexto histórico en que más o menos transcurre la novela?

Sí, aunque yo no sé por qué, pues yo tenía 10 años cuando cayó el comunismo. Eso de decir ‘cayó el muro de Berlín’, pero las cosas en la historia no ocurren en un día, los cambios históricos toman su tiempo. Y aunque yo no menciono que la novela ocurre en Polonia, sino que presento un país imaginario, porque invento cosas que no han pasado, no hay que negar que me he inspirado en lo que viví en Polonia en mi época. Por otro lado, creo que esto es algo que como escritor siempre te afecta: un régimen totalitario es tierra muy fértil para un escritor, porque todo es ficción. Hay una cosa que sucede, pero te dicen que pasa otra. Y vives en un mundo poco real, poco realista. Es como si una nube lo rodeara todo, y en ese sentido era inevitable que saliera el tema. No era mi pretensión hacer un libro político, pero sí mostrar mis personajes frente a la historia. Como yo entiendo la literatura, esta es la historia de cómo gestionamos los grandes acontecimientos históricos, los desarrollos de las sociedades, de los individuos. Y en ese sentido yo me he querido inscribir en esta corriente de investigar qué hace el individuo frente a la historia. Si es completamente aplastado, como sucede muchísimas veces en los sistemas totalitarios, o si hay un pequeño margen de libertad individual, porque a veces esa libertad no es para nada externa. Y lo que muestro en el libro son cosas básicamente materiales: no poder tener coche, no poder tener una vivienda, no poder tener un teléfono, pero, me parecía interesante mostrarlo así porque hoy en día vivimos en un ‘paisaje de productos’. Tú estás en Perú, yo estoy en Bruselas, y seguramente hay productos de cierta marca que usamos ambos, que se convierten en paisajes dentro de las casas. Porque los paisajes ya no solo las montañas, los lagos, las ciudades, sino también las marcas con las que convivimos. Y en ese sentido, quería mostrar un poco mostrar aquellos tiempos en los que algunos productos eran muy difíciles de conseguir, y también la relación de las personas con ellos y cómo de cierta manera también afectaban a la vida.

Claro, y escoges cosas importantes….

Sí, el coche es movilidad, teléfono es comunicación o información. Y la televisión. No escojo cepillos de dientes.

¿Y a qué responde este acercamiento a términos muy específicos que aparecen constantemente en la novela? La tabla periódica de elementos químicos, una casi anatomía de los mosquitos, los términos médicos para explicar la salud de la niña, etc. ¿Surgieron todas en pleno proceso?

En varias épocas de la vida hay como temas que me atraen. Javier Cercas dijo en algún momento que cuando uno escribe una novela la realidad te trae temas. Y es verdad. Es como si cuando estás escribiendo las cosas que necesitas aparecen mágicamente. Pasa a veces que como tu cerebro está trabajando en algo, este se fija en cosas específicas vinculadas a ello. Es muy interesante cómo una novela se construye también mientras la vida sucede. Porque el proceso de escritura de estas toma cierto tiempo. No es –en teoría, claro—como un relato corto, que puede hacerse en una semana o un mes. A mí una novela suele tomarme más de un año, entonces, pasan cosas en la vida que la nutren. Algo similar pasó con este libro. La tabla periódica me ha parecido siempre algo muy misterioso. Es una hoja pequeñita, un recuadro, que contiene todo lo que nos rodea: los que somos nosotros, nuestros perritos, nuestros padres, nuestras casas, etc. Y luego esa idea de los espacios vacíos. Todo eso me parece muy de ficción. Para mí ese objeto es como un intento de ordenar el mundo. A veces miro la tabla y tengo la sensación de que estuviese a punto de saber algo. Pero no, sigo en el problema existencial de siempre.

También están los mosquitos, otros protagonistas de la narración…

Se trata de seres que conviven con nosotros, que despreciamos, matamos muchas veces, y que sin embargo no sabemos muy bien cómo es su vida. Incluso decimos ‘la vida de un mosquito no vale nada’, pero claro que sí tiene una vida, un instinto, un principio, un final, unos objetivos, no sé, alimentarse, llegar a algo. Y quería un poco ponerlo bajo la lupa. En esta novela me muevo entre lo macroscópico, el planeta, sus tiempos, la evolución, y luego lo microscópico, que podría ser la vida de un mosquito. Y me ha servido esto también para comparar un poco los tiempos en que nos movemos, entre los 40 millones de años de un mosquito dentro de un ámbar, con lo que realmente viven, que puede ser una semana o dos. Y, mira, yo recuerdo que de pequeña estaba en vacaciones en el Báltico, y en esa época había mucho ámbar tras las tormentas, algunos muy grandes y con insectos dentro. Resulta algo muy misterioso. Incluso de los dinosaurios solo encontramos sus esqueletos, pero con los insectos, sí. Vemos un ser que estaba hace 40 millones de años en un árbol y de repente nos llega, así que no lo tratamos como algo lo suficientemente importante.

Naciste en Polonia y de muy joven fuiste a España. ¿Qué te hizo enamorarte de la lengua española por sobre la inglesa, la francesa y demás?

Fue todo por casualidad, que es como acontecen los grandes eventos de la vida. Hoy en día parece que tenemos muchísimo control sobre la vida, pero en realidad no es así, cualquier cosa puede ocurrir y trastocarlo todo. Yo había estudiado inglés y francés en la escuela pública. Empecé con el ruso, claro, porque era obligatorio durante el comunismo. Y, a diferencia de las matemáticas, los idiomas eran algo muy fácil para mí. Avanzaba muy rápido y a partir de ahí empezó la cosa. Al escoger la universidad, era muy evidente que iría a esa rama. Así que como ya había estudiado francés e inglés, pues había la posibilidad de estudiar español. Y fue algo muy casual. No es que yo haya estado interesada desde mi infancia. Pero fue como un enamoramiento, porque la lengua española me encajó, era como si hubiera habido un espacio en mi cerebro que estaba esperando esta lengua. Y pasaron las cosas rápidamente. Empecé a hablarlo muy rápido, y por otra casualidad de la vida, fui a España por un año (a Barcelona) y conseguí quedarme, acabar la carrera. Es como si la lengua me guiara un poco en mis elecciones, y he sentido como si esta me adoptó. Yo escribí una primera novela, “Los Palimpsestos”, acerca de escritores que escriben en lenguas extranjeras. Tiene un tono distinto, en registro satírico, algo grotesca, pero analicé ahí porqué un escritor decide cambiar de idioma. Es una elección difícil, claro, porque aún hoy sigo cometiendo algunas faltas, y preciso a veces del diccionario. Pero esos escritores que investigué (Beckett, Conrad, Agota Kristof) tenían todos una relación muy emocional con el idioma, hablaban de él como si este fuera el padre o la madre, o viéndose ellos como los ‘hijos de’. Y creo que algo de eso me pasó también. En algún momento el idioma se convierte en parte de lo que eres tú. Porque yo mientras vivía en España no escribía, había escrito relatos cortos, pero nunca una novela. A los 30 me marché a Bélgica por trabajo, y fue extraño porque si tú emigras a otro país, lo normal es que la lengua materna no se olvide, más no una adquirida. Sin embargo, al cabo de varios meses, empecé a sentir como si desapareciera una parte de mí, como si con la lengua mis recuerdos desaparecieran, y una parte de mí se quedó en algún sitio. Así que decidí escribir un diario, y así vino todo lo que he escrito.

Con esta novela, Aleksandra Lun ganó el LIV Premio Internacional de Novela Ciudad de Barbastro.

¿Te resultaría más fácil identificar de la literatura o poesía polaca que de lo escrito en español?

He leído mucho en mi vida, y hay muchos escritores polacos que me han influido. Más que escritores, la lengua también. Porque, aunque escriba en español, uso recursos que son muy polacos, como la elipsis: falta de información, no decir algo del todo. Esto es algo muy de poesía polaca, algo que el idioma permite hacer por su escritura sintáctica y, por otro lado, el español para mí es como tocar un instrumento musical. Su musicalidad me permite escribir. Yo nunca he escrito en polaco, pero la verdad que no tengo el reflejo, porque su musicalidad es muy distinta. Y sobre las referencias, pues son muy europeas en general. Me interesan, evidentemente, Kafka, aquellos autores que lidiaban un poco con la condición humana, el existencialismo. No hubo tantos en España. En la literatura contemporánea española se habla mucho de la Guerra Civil, de la historia reciente, entonces, los escritores españoles no seguían mucho los temas que me interesaban. De los polacos podría mencionar a Witold Gombrowicz, que vivió un tiempo en Argentina, entonces algo habrá de conexión también. Y yo te diría que estoy un poco en el medio, como un perro sin raza, que es una combinación de varias cosas. Y me parece importante que tengamos en la literatura más ‘sin razas’, o sea, menos dividida por nacionalidades, porque yo no soy muy partidaria del concepto de literatura nacional, de decir ‘este escritor es argentino o francés’. Para mí es un atajo mental, porque el autor escribe en un idioma, en un país, a menudo sobre la historia del lugar, de su sociedad, y es un reflejo de un entorno inmediato, claro, no digo que escriba en el vacío. Pero de ahí a compartimentarlo todo, no me parece que tenga mucho sentido. Quizás tiene sentido comercial y logístico, porque están sus traducciones y toca decir de qué idioma proviene, pero al final estamos todos escribiendo lo mismo, las mismas historias, porque todos hablamos de la condición humana.

Incluso lo hacen quienes no escriben del tema directamente…

Claro, el quiénes somos, que es un poco la pregunta que nos hacemos desde antes del siglo XX. Y entonces la literatura nacional siempre me hace pensar, cuando sale el Nobel cada año, que es un poco como la Champions League: ‘este año es Francia, el año pasado fue…’. Y son europeos, porque es un premio europeo, entonces históricamente está olvidando a gran parte del mundo, y eso no se puede negar. Pero la idea de que todo esto sea por países no tiene ningún sentido, porque la literatura es mucho más. Y creo que en eso hace falta más libros un poco ‘bastardos’.

¿Has tenido la oportunidad de leer autores latinoamericanos? Las alas de tu protagonista me remiten directamente al llamado ‘realismo mágico’ de García Márquez. ¿Cómo lo ves?

Gracias por tu referencia, me halaga que me compares con alguien del realismo mágico latinoamericano. Sí, he leído a Borges, García Márquez, Vargas Llosa, Cortázar y demás. Siempre me había parecido algo muy interesante, y más aún que aquello no hubiera aparecido en Europa Occidental, que de alguna manera es muy realista, siendo países con vidas algo más limitadas, por sus regímenes, por las situaciones políticas y económicas, y en esta limitación, bajo esa presión, a veces salen elementos muy inesperados que en sociedades más asentadas a veces no tienen razón de ser, porque todo es bastante más tranquilo. Entonces, sí, con toda la tradición que mencionas siento mucha conexión.

¿Recuerdas alguna obra en específico?

El relato “Casa tomada” de Julio Cortázar. Lo leí hace 20 años y recuerdo cada palabra. Ese ambiente tenso, el considerar normales cosas que no lo son. Acostumbrarse a algo muy incómodo, y eso en mi novela creo que está muy presente.

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