Dos libros que en realidad son tres. Así describe Lucio Antonio Vásquez el pack de textos “Docencia y decencia” y “Leyenda y legado” sobre la vida y obra de Víctor Raúl Haya de la Torre, escritos a cuatro manos junto a Roque Benavides Ganoza y publicados bajo el sello Debate de Penguin Random House Grupo Editorial.
Activista y escritor, ‘Mochero’ –como lo conocen por la gran identificación con su lugar de nacimiento (Moche en La Libertad) — tiene varios títulos dedicados al político nacido en 1895 y fallecido en agosto de 1979.
En “Docencia y decencia”, descrito como “una travesía por la trayectoria vital” del fundador del APRA, el lector podrá encontrar además un ensayo titulado “Víctor Raúl, el ser humano”. A su vez, en “Leyenda y legado”, se intenta aterrizar en el presente varios de los puntos que marcaron el pensamiento político, económico y social de Haya de la Torre a lo largo de su vida pública.
En febrero pasado se conmemoraron 130 años del natalicio de Haya. En mayo de 2024, miles de apristas celebraron el primer centenario de fundación de su partido. El APRA llegó dos veces al poder mediante un mismo personaje: Alan García Pérez, quien se quitó la vida en abril de 2019.
En la siguiente entrevista, ‘Mochero’ Vásquez repasa algunos aspectos de estas publicaciones, las cuales tienen entre su principal fortaleza el haber sido escritas por autores que estuvieron durante varios años de su vida bajo el influjo de un político inigualable. Nada mejor que un testimonio de primera mano para entender ciertos aspectos de la vida de un determinado personaje.
¿Cómo resumiría esos años viviendo junto a Víctor Raúl Haya de la Torre?
Fueron cinco años que cambiaron mi vida. Siempre digo que mis padres me dieron educación, salud, lo que todos los buenos padres les dan a sus hijos, trazaron de alguna manera mis horizontes y metas, pero Haya de la Torre complementó todo eso, me dio el sentido de la conciencia, de lo que en realidad nosotros tenemos que ser como seres humanos. A veces nos quedamos en el simple hecho de ser un buen profesional, pero nos falta el lado humano, y ver el colectivo. Haya de la Torre me dio esa conciencia de que, si eres grande, debes serlo para que tu sociedad y para que tu país, lo sean también.

¿Es posible hablar del APRA sin hablar de Haya de la Torre? ¿Podríamos verlos como dos entes separados?
Él siempre quiso que el APRA sea una institución sólida. No quería que se hable de ‘hayismo’. Incluso hay anécdotas. Una de ellas tiene que ver con Chirinos Soto, que una vez llega a la jefatura del partido en Alfonso Ugarte y le dice ‘Víctor, yo no soy aprista, soy hayista’. Y Víctor Raúl le responde: “En el APRA hay apristas, no hayistas”. Pero mirando ya en el siglo XXI, yo sí creo que el denominado ‘hayismo’ y el aprismo son una misma unidad. Recuerdo otra situación: una vez nos íbamos a Vitarte, de madrugada, y en el camino íbamos Jorge Idiáquez y yo en la parte de atrás cuidando a Víctor Raúl. Y él reflexionaba: “esta palabra ‘hayista’ me suena a Haya de la Torre más como una institución”. Tuve la suerte de escucharlo aquella vez, y hoy uno mira el mundo y nota el aporte que ha dejado Haya de la Torre, no solamente en lo doctrinario, filosófico e ideológico, sino también en el aspecto de su vida misma. Yo me he convertido en un aprista y en un ‘hayista’ por esa forma de vida que él tuvo. Además, por conocer y estudiar a través del tiempo cómo fue él.
Ha publicado usted junto a Roque Benavides dos libros dedicados a Haya de la Torre. ¿Cómo esquematizaron ambas obras?
Esos dos libros en realidad son tres, porque ahí está incluido “Víctor Raúl, el ser humano”, que es el primer texto que escribimos con Roque. Ya luego el editor decidió incluirlo en el tomo “Docencia y decencia”. Con Roque nos juntamos en 2017 y me dijo: “siempre hablamos del político dando discursos, pero no hemos hablado del Víctor Raúl que vimos”. Porque la familia de Roque era muy ligada a Haya de la Torre. Él los visitaba constantemente, iba a la casa de su prima hermana Mercedes La Torre y se encontraba ahí con Macedonia La Torre, sus dos primos queridos. Y de la familia Benavides Ganoza, el que más cercano estuvo fue Roque, por lo que guarda muchas anécdotas. Rememora a muchas personas que llegaban a buscarlo para pedirle un consejo. La gente lo miraba como un hombre grande y pensaban que podía ayudarles a solucionar sus problemas. Y Haya lo hacía en la medida de sus posibilidades. Chicos con problemas legales, con problemas de salud, a jóvenes también. Ese es el eje del primer libro.
“Docencia y decencia” se proyecta a temas bastante vigentes…
Sí, el eje de este libro está centrado en lo que nosotros comenzamos a mirar ya en estas últimas dos, tres décadas. Alcaldes, gobernadores, regidores, consejeros, congresistas y presidentes, enjuiciados y otros en la cárcel. Y desgraciadamente uno llevado contra la pared, el caso del compañero Alan García, que terminó en el suicidio. Vemos cómo la política se fue deteriorando. El círculo virtuoso cambió. Hasta el año 80 hubo grandes personajes, como Jorge del Prado, Isidoro Gamarra, el mismo Hugo Blanco, o Javier Diez Canseco. Era una izquierda con gente pensante, comprometida, pensando, inteligente, aunque tal vez equivocados en sus análisis. Y, al frente, veías a Cornejo Chávez, al doctor Bedoya Reyes, al Partido Acción Popular de ese entonces, o el propio APRA con personajes como Armando Villanueva, Andrés Townsend, Luis Alberto Sánchez o Luis Heysen, etc. No estamos diciendo que eran ángeles, pero sí eran seres humanos que hacían docencia política. Sin embargo, ya desde el 80 hacia adelante, el ejercicio de la política se fue deteriorando. Y eso hizo que nosotros tomáramos como eje fundamental, escribir ese libro titulado “Docencia y docencia”.
“Leyenda y legado” es un libro más teórico…
Sí, una vez conversando con Roque me dijo: “es importante replantear a Haya, quien decía que no existen verdades absolutas”. Y sí, en el libro hay una anécdota en la que una vez él le dice a su tío Víctor Raúl “Tío, yo creo que esto del espacio y tiempo histórico es la ley del acomodo”. Y este le responde: “no, hijo, el espacio y tiempo histórico nos lleva a mirar la política relativamente. Todo cambia, el mundo está en constante cambio. La ciencia, la tecnología, todo nos da elementos, argumentos”. Y a partir de eso comenzamos a analizar los cinco puntos programáticos, y tomar como escenario principal el lugar desde donde estamos, lo miramos, y vemos cómo proponer hacer política. Ese es, digamos, el tercer libro, conmemorando los 100 años del nacimiento de Víctor Raúl Haya de la Torre y los 45 de su partida.

Sobre lo personal, ustedes mencionan el tema de los exilios, o cuando Víctor Raúl estuvo preso. Hoy, ciertamente, existen celulares con mucha tecnología y redes sociales, entonces uno puede verse todo el día si lo desea con otra persona en otro punto geográfico. ¿Cómo hacían ustedes para entablar diálogo con Haya en los momentos que este se mantenía fuera del Perú?
Llegué a Haya de la Torre en el 74, pero la historia también nos dice cómo él, a partir del 7 de mayo de 1924, que se propone crear un movimiento continental llamado APRA, pudo construirlo cuando no había Internet ni comunicación virtual. Él, todos los días escribía y recibía cartas. Hay una literatura relacionada a sus misivas bastante interesante. Haya decía: ‘en Perú, tienes tu casa, y si no tienes tu casa, por lo menos sales al campo y te comes una fruta o un camote, pero en Europa no es así. Yo tengo que trabajar duro y parejo, a veces no me pagan, y a veces debo limitar mi alimentación para poder pagar las estampillas y poder enviar comunicación a mis amigos de Perú y Latinoamérica’. Por eso, él, en ese siglo XX que comenzaba, donde la tecnología se limitaba apenas a la máquina de escribir y al papel, debe intentar seguir comunicándose con sus contactos. Arciniegas hace un recuerdo sobre eso, destaca que Haya pudo construir un movimiento continental y comunicarse con los desterrados de Chile, Bolivia, Argentina, Uruguay, Centroamérica México, y con todos sus amigos de Europa. Porque Víctor Raúl tuvo un entorno muy interesante. Algunos piensan que él fue solitario, pero no, sino mira cómo así pudo conocer y hablar con Trotsky. ¿Cómo fue eso? A través de intérpretes primero, y luego ya hubo contacto epistolar.
¿Cómo fue cambiando la mentalidad o la forma de pensar de Haya y del APRA en sí sobre actores de la sociedad como los militares, los comunistas y la Iglesia?
Sobre los comunistas, Haya de la Torre siempre dijo que ideológicamente ellos estaban equivocados. Cuando conoce Rusia en 1924 ya había muerto Lenin, pero él estudió toda esa realidad. En 1925 escribe “¿Qué es el APRA?” y define los cinco puntos programáticos, y en 1927 él va a un congreso de la izquierda mundial en Bruselas y ahí define lo que es el APRA. El APRA es un movimiento autónomo, autóctono y completamente indoamericano, sin ninguna intervención ni influencia extranjera. Entonces, los comunistas que querían captarlo, y que querían convertir al APRA en parte del comunismo, le dicen no, porque el proceso económico y productivo de Europa es distinto al de América Latina. ‘Ustedes allá están industrializados, Inglaterra, Alemania’, pero en A.L. el industrialismo es muy primitivo. Y les dice ‘el comunismo, el estatismo, en algún momento van a sucumbir, porque va a tener que convivir nuevamente con el sistema económico que ustedes piensan que están destruyendo, que es el capitalismo’. Lo que se ve ahora: Rusia y China usan el modelo capitalista. Eso fue con respecto a los comunistas. Por otro lado, con la Iglesia, Haya de la Torre planteaba un Estado completamente alejado del manejo y manipulación de esta. Recordemos que en América Latina se había iniciado todo un proceso para separar a la Iglesia de las injerencias políticas. Por eso el 23/5/1923 Haya de la Torre se levanta, porque querían utilizar al Corazón de Jesús para decir que, con ello, o sea, rezando, se iba a acabar la crisis económica. Haya dijo que no, que nosotros precisábamos un Estado laico. Esa fue la lucha con la Iglesia, y no porque Víctor Raúl haya sido un diablo o un bandido, para nada. Había de por medio una posición que signifique una neutralidad. La Iglesia y todos los credos eran bienvenidos porque existe libertad, que es la base del aprismo.
¿Y con los militares?
Fue un enfrentamiento, claro. Haya propone una revolución en la conciencia de las personas. ¿Por qué? Porque él sostiene su principio revolucionario en la educación de calidad. Él dice ‘el mejor programa social que los gobiernos deben desarrollar es la educación gratuita, desde el Kínder hasta la universidad’. Y desarrolla toda una propuesta, lineamientos que, si nosotros nos ponemos a revisar, pues confirmaremos que eso es lo que hay que hacer. ¿Por qué Alemania tiene premios Nobel? Porque la educación allá es gratuita y de calidad. Pero acá no pasa así. Entonces, esta bandera principal de terminar con la ignorancia es la que lleva a la Oligarquía, a la plutocracia, a utilizar al militarismo como un brazo político armado para defender sus intereses. Y no entendieron. Decía Haya de la Torre ‘los empresarios y ricos del país no me entienden. Yo quiero que ellos ganen más’, porque lo que él proponía con su anti imperialismo constructivo era ‘vengan los capitales, pero sométanse a la Constitución, a las leyes. Los beneficios a los trabajadores deben ser buenos si ustedes ganan bien’. Él dice: nosotros también queremos darles condiciones materiales y espirituales a los inversionistas, es decir, seguridad jurídica, pero también queremos esas mismas condiciones para los trabajadores, y que así puedan tener una buena casa, educar bien a sus hijos, alimentarlos, etc. Ya todo lo que conocemos como ‘justicia social’.
Muchos chicos menores de 35 años conocen a Haya de la Torre por su rol como fundador del APRA, pero muchos ignoran su papel en la famosa Constitución de 1979, que tantos evocan cada cierto tiempo. ¿Hubiera sido posible imaginar una Carta Magna como esa sin su aporte?
Hay que recordar que Haya de la Torre vivió la mayor parte de su vida perseguido, así que lo primero que tenía que recuperarse en ese documento eran los derechos fundamentales de las personas. Por eso en el artículo 1 se menciona que el fin supremo del Estado es el ser humano, la educación, la libertad en su máxima expresión. El APRA y Haya de la Torre fueron perseguidos prácticamente desde 1923, cuando sale en su primer destierro. Y luego desde ahí hasta el año 1968 que viene la ‘dictablanda’ de Velasco y luego esto cierra con Morales Bermúdez. Así pues, esa Constitución busca consolidar la libertad y los derechos.

Pero ustedes en el libro reconocen que, por ejemplo, en lo económico, muchos aspectos de esa Constitución no se aplicarían hoy…
Todo lo vinculado a derechos humanos, libertad y democracia, ha sido incluso transcrito en la Constitución del 93. ¿Qué pasó? Recuerda que la Constituyente del 79 tenía 30% de representantes de la izquierda. Estaba el PCR, el Partido Comunista, el PUM, el FOCEP. Y ellos, por más separados que estaban en ese tiempo, tenían un cordón umbilical que los unía: ponerle freno a la inversión, a saber tratar con el capital. Entonces, no podías hacer una Constitución de consenso. Eso fue lo que buscó Haya de la Torre, porque, como él mismo decía, a estos documentos también hay que aplicarles el relativismo. Comenzamos de algo importante, que era recuperar libertad, democracia, derechos humanos, y reconocer que los apristas que habíamos sido perseguidos por ser un partido que preconizaba la unidad continental, se reconocía el principio de luchar por la integración de los países de América Latina o Indoamérica. Quizás lo que fue débil ahí sí fue el tema económico, que es el que le ha dado a nuestra patria todo ese crecimiento económico que, por cuestiones de malos políticos, se ha detenido o decrecido, pero es lo que nos ha permitido a nosotros tener presupuestos para hacer obras de infraestructura.
Usted ha escrito varios libros sobre Haya de la Torre y ha leído también otros. ¿Qué temas vinculados a este personaje falta por tocar todavía?
Aquí habría que tocar aspectos vinculados a la teoría aprista. Sobre el crecimiento económico, ahora nos enfrentamos al tema ecológico, que es manejado con un criterio que busca frenar la explotación de nuestros recursos naturales. Haya de la Torre va más allá y dice sobre política y producción: ‘nosotros tenemos que ir de la mano de la ciencia y la tecnología’. En 1977 a Víctor Raúl le hacen una entrevista, y le dice al entrevistador: ‘esto que usted está usando para hacer esta nota, es lo que va a ser la gran revolución en el mundo, la revolución social no socialista’. Mira, muchos dicen: Haya no conoció la Internet. Pero él sí tuvo referencias del tema, porque la Internet no comienza tras su muerte. Haya analiza todos los aspectos, el impacto de la ciencia en la conciencia de la humanidad y en las sociedades mismas. Por eso el tema de la ecología y el medio ambiente tiene que verse desde ese punto de vista de cómo utilizo yo la energía para poder explicar los recursos naturales. Yo creo que no hay que tener miedo de decir ‘debemos entrar a una exploración, a una explotación, usando la ciencia y la tecnología y a la vez respectando las costumbres y cultura, todo lo que implique darle calidad de vida a las personas’. Eso es importante.
En los libros escolares nos dicen que Perú siempre sufrió de caudillismos, de personalismos. Qué le diría a usted a aquellos que mencionan que la gran virtud de Haya fue a la vez su talón de Aquiles, porque no supo formar sucesores. Algo parecido ocurrió con Alan García, que no dejó un 2 visible e incluso el partido llegó a perder su inscripción hace un par de años.
Haya de la Torre siempre tuvo un equipo alrededor. En el 30, cuando él comienza el primer buró de convenciones, estuvo acompañado por Prialé, por Sánchez, etc. El segundo por otras personas. Y este último, donde estuvo Alan García, también hubo personas, como él o Polay. Y algunos se preguntan: ¿por qué Alan fue cuestionado? ¿Por qué Polay se fue a la extrema izquierda y propuso una revolución usando la violencia si Haya era pacifista? ¿Por qué Alan no demostró la transparencia que tuvo Haya de la Torre? Hay que recordar que Víctor Raúl fue un ser humano. Tuvo seguramente a su alrededor personas que, en el ejercicio mismo del poder, pudieron irse por caminos distintos, pero eso te está diciendo que Haya quería romper el caudillismo. Ahora, que la gente lo llamaba como líder, que lo instaba a asumir los pasivos del partido, es otra cosa. Pienso que si Haya hubiera sido un caudillo, el APRA hubiera desaparecido hace 45 años. El APRA es un colectivo que puede tener mil problemas alrededor, ideológicos, de moral, de capacidades, pero es una colectividad con institucionalidad. En el APRA nos sacamos la ‘chochoca’ de vez en cuando entre compañeros, porque pensamos que a veces hay compañeros que no están actuando bien, que su forma de mirar no es la que el APRA propone, y entonces los tonos se suben, pero aquí nadie dice ‘yo te boto porque tú no estás de acuerdo conmigo’. Aquí se aprende a polemizar, a discutir y a convivir dentro de estas discrepancias. Y eso hace que el APRA no sea un partido de caudillos. Por más que digamos ‘ahí está Víctor Raúl y luego Alan’. Ambas fueron personas con una personalidad muy fuerte, pero ese es otro tema. Yo soy parte de esas dos etapas, de la de Haya y de la Alan, y te diría que aquí en el APRA no hubo caudillos sino personalismos fuertes. Porque Sánchez lo fue, y Ramiro, Andrés, Armando, Heysen. Si el APRA hubiera sido un partido de caudillos, entonces tendríamos ‘sanchistas’, ‘alanistas’, ‘armandistas’, etc. Y en el APRA tenemos apristas.

¿Está escribiendo un nuevo libro sobre Haya de la Torre?
Sí, yo estoy escribiendo “Víctor Raúl, maestro del siglo XXI’. El tomo 1 y el 2 ya están. Ahora estoy trabajando el tercero y el cuarto, así como mis testimonios personales a su lado, desde los 16 años que me incorporé a la vida militante y activa del Partido Aprista Peruano.