Incansable promotor de la lectura, Benito Taibo no deja de sorprenderse por el éxito de “Persona normal”, aquella entrañable historia de amor por los libros que publicara una década atrás. Con una trama aparentemente simple (un chico –que podías ser tú o yo en cualquier país del mundo—perdía a sus dos padres en un accidente y queda bajo el cuidado de su tío Paco), la obra se abrió paso de México hacia el mundo porque en sus páginas congregaba didácticamente grandes clásicos de la literatura universal, pero fundamentalmente porque en sus capítulos reflejaba esa inocencia que al llegar a la adultez nos resulta más difícil de encontrar entre nuestros semejantes.
En esta entrevista, el autor mexicano responde no solo sobre la nueva edición especial por los primeros 10 años de “Persona normal”, sino también brinda algunas apreciaciones sobre el poder de la lectura, actividad que le ayudó a sobrellevar a salvo la pandemia por el coronavirus, como a muchos de nosotros, por supuesto.
-Este libro tal vez es la muestra más fiel de que los lectores se renuevan. Te confieso que en diez años no lo había leído y ahora, al poder hacerlo, siento que ha sido la mejor forma de conocerte…
Definitivamente, los libros cambian, los lectores cambian. Ese libro que yo leí cuando tenía 14 años y que releo hoy, es distinto. Porque conforme fui creciendo como lector, fui encontrando voces, situaciones y maneras distintas de entender, pues entonces hay un cambio, sin lugar a dudas. Por eso leo cada tres años “Cien años de soledad” y siempre encuentro cosas sorprendentes de las que no me había percatado en mis lecturas anteriores.
-En una charla TED dijiste que uno debía leer, por lo menos, un libro por semana, y el resultado era casi 3200 en la vida, “pero aun así es poco” …
Sí. Nuestro tiempo en la tierra es finito. No dije que “había que leer”, sino que “si leyeras uno por semana, podrías leer 3200 en tu vida” y por lo tanto tendrías que escoger muy bien tus lecturas. Sin embargo, el lector tiene derecho a no leer. Ese es uno de los derechos implícitos en el acto de ser lector. Ahora, como nuestro tiempo es finito, creo que deberíamos apurarnos y leer mucho más. Y pienso que, más que los libros leídos, lo importante es la ausencia que esos libros no leídos dejan en nuestras vidas.
-Espera, ¿tenemos derecho a abandonar un libro a la mitad?
Y no solo a la mitad, sino antes.
– ¿Te ha pasado mucho?
A ver, yo antes leía los libros de punta a punta, hasta que un día dije “no, hay más libros que estrellas, ¿por qué tendría que perder mi tiempo en un libro que no me está diciendo nada o que no me apasiona? Si hay otros que están en la cola esperando por mí”. Dejar el libro por la mitad es nuestro derecho, y también lo es leer primero el final. Lo mismo doblar sus hojas o subrayarlo. El libro es un objeto cultural que solo sirve si es abierto y leído. De otra manera es solo un objeto, cultural, claro, pero no más que un objeto.
– ¿Sebastián y Paco surgieron en tu cabeza diez años atrás o ya venían de antes dando vuelta en tu cabeza?
Aproximadamente 11 años atrás. Me senté y empecé a contar su historia. Venía yo de una novela histórica complicadísima y, entonces, decidí escribir esta especie de homenaje muy personal a la literatura y a cómo los libros me cambiaron la vida. ¿Y sabes qué? Muchísimos jóvenes decidieron que este libro podía ser su cómplice o amigo. Y diez años después aquí estamos, contra todo pronóstico, de una manera rara, el texto ha ido pasando de generación en generación y yo vivo muy agradecido con todos aquellos jóvenes que han decidido leerlo y convertirlo en parte de su vida.
– ¿Qué es exactamente lo que se la ha añadido a esta nueva edición?
Tiene diez capítulos extras escritos en pandemia. Cuando comenzó todo esto, al mes casi, notaba a los chicos desesperados. Muchos de ellos quizás estaban listos para salir a la calle a dar su primer beso, para salir a su primera fiesta, para hacer las cosas nuevas que el mundo les deparaba, y de pronto los encerramos para que sobrevivieran. Y yo decidí escribir estos diez capítulos, una especie de spin- off, poniendo a los dos personajes fuera de tiempo y espacio –en medio de la pandemia—para que contaran cómo la literatura en estos contextos también ayuda a convertir lo cotidiano en extraordinario. Primero los publicamos gratuitamente en las plataformas de Planeta y fueron leídos con la lógica del ‘folletón del siglo XIX’, uno cada tres días durante un mes. Y cuando ya decidimos sacar el libro del décimo aniversario optamos por agregarlos.
-Algunos creen que los chicos de hoy no son tan ‘inocentes’ como eran los de hace diez o veinte años. ¿Coincides?
No lo sé. Creo que hay una etapa en la vida en la que todos somos inocentes, y luego algunos se vuelven culpables, y eso es lo grave. Quiero decir, entre los 13 y los 16 años estás con los ojos muy abiertos esperando a encontrar esas claves que te determinen, que te enseñen, que te permitan descifrar el alrededor para poder tomar decisiones que influyan el resto de tu vida. Creo que los jóvenes de todos los tiempos seguimos siendo los mismos, por lo menos en esa etapa de la vida, en la que somos más permeables y tomamos cosas que nos transformen y nos cambien para el resto de la vida.
-Rápidamente Sebastián pierde a sus dos padres en un accidente y esto me genera la interrogante de por qué algunas personas superan, digamos, más fácilmente una pérdida tan fuerte como esa a una edad muy joven, mientras que otros no, e incluso ya en la adultez, terminan devastados al perder a uno o sus dos progenitores.
Eso tiene que ver con la condición humana. Algunos somos más resistentes, otros menos. Algunos hemos tenido la suerte de tener a nuestros padres hasta muy entrada la madurez. Mira, el personaje de un huérfano –y eso lo sabía muy bien Dickens—te permite contar el camino del héroe, de la redención, su historia de amoldamiento al mundo y su lucha constante por salir adelante a pesar de esa carga que lleva en las espaldas. Y ahí está el tío Paco para ayudarlo, y por supuesto los libros, como una especie de tabla de salvación para el naufragio.
– ¿Y este Paco de la historia de tu libro tiene algo de los ‘Pacos’ de tu vida?
Claro. De mi padre, de mi hermano, de mi tío abuelo, y de los amigos que me pusieron un libro cómplice en el momento preciso, y que me hicieron mirar al mundo de manera distinta. Las bibliotecas me transformaron, las librerías que me cambiaron, los autores que me hicieron mirar de una forma distinta. Leer es estar, es una de mis frases preferidas. Cada vez que leo ‘estoy’ en lo que leo, y por lo tanto está presente la posibilidad de la reencarnación instantánea, del mirar a través de otros ojos, de la otredad, de sentir con otras pieles, oír con otros oídos y besar con otras bocas. La literatura existe porque el mundo no basta, decía Fernando Pessoa.
– ¿Por qué todos somos capaces de leer y muy pocos de escribir y menos aún de hacerlo bien?
Es que es un proceso. Para ser escritor primero debes ser un lector, porque debes encontrar tu voz entre las voces, y no todos tienen esa facultad. Yo digo que escribir es un oficio que debes seguir constantemente. Hay que aprender a borrar, a empezar de nuevo y a encontrar tu propia manera de expresarte. Y no todos los oficios son para todos. Yo no podría ser médico porque la sangre me pone muy nervioso.
-En esa misma línea, ¿por qué a algunos nos cuesta tanto entender la poesía?
La poesía es el perfume de las palabras. Está llena de metáforas e imágenes. Yo creo que la mejor manera de acercarse a la poesía es con el oído. Leer en voz alta poesía hacer que entre mucho más fácil a tu oído y que entiendas mejor. Leída directamente y para ti mismo puede resultar compleja. Así que yo propongo leerla en voz alta.
– ¿Cualquier cosa impresa en papel es un libro? Lo digo porque está la duda sobre si un libro de recetas es un libro, o si una guía de autoayuda, no lo sé…
Libro es nuestra definición de eso que está hecho de papel, es cuadrangular, está encuadernado y tiene palabras y párrafos. No voy a calificarlos. Hoy el libro también viene en formato digital y leído en voz alta, o en sistema braille y hasta en Podcast. Pero el libro es libro y es perfecto. Igual que las cucharas, como decía Umberto Eco. Y las cosas perfectas son para siempre.
– ¿Tienes una idea formada sobre la piratería? Supongo que en México este es un tema tan delicado como en Perú. Los escritores finalmente viven de sus libros, entonces, ¿cómo comprender que se puede masificar la lectura a través de un delito?
Es un tema muy complejo. Entiendo que existe mucha gente que no tiene el dinero suficiente para comprar libros, y por lo tanto el mundo del libro es algo injusto. Yo creo que llamar ‘piratería’ a este problema me parece algo fuerte. Mira, si se hace con mala intención y esos libros son copiados y revendidos, está muy mal. Pero si un chico copia algo y lo pasa a su círculo cercano porque ama la lectura y porque los demás necesitan ese libro para sus vidas, lo entiendo. Hay entonces una sutil diferencia: crimen organizado vs. apropiación de las letras.
-Se han visto iniciativas para quemar o, no sé, pedir que no se compre obras de tal o cual autor por determinados temas. ¿Crees que el autor debe ser siempre separado de su obra?
No hay que quemar libros. Eso lo hacían los nazis. Se pueden dejar de leer o advertir sobre ellos. Los lectores tienen la capacidad de discernimiento suficiente para poder decir qué es bueno y qué no lo es. El autor y su obra son uno solo, y sin embargo la vida política, económica y civil del autor es una cosa distinta a las palabras que expresa. O sea, siguen siendo uno, pero a la vez son dos cosas distintas que debemos mirar en absoluta perspectiva.
-Desde muy chico has vivido rodeado de libros. Resulta difícil imaginarte en otro oficio que no sea el de escritor. ¿Crees que el destino te buscó a ti o todo lo contrario?
Si no hubiera sido escritor hubiera sido escritor (risas). Porque al serlo he podido ser biólogo marino, bombero, domador de fieras salvajes, espía internacional. La literatura me ha permitido desdoblar y vivir todos esos fondos y esas personalidades. Así que no me veo de ninguna manera en otro sitio que no sea dentro de las páginas de un libro.
-Hace poco hubo un lío en Perú por la delegación que nos representaría en la FIL Guadalajara. De pronto los escritores de uno y otro lado salieron a escribir en sus redes sociales encendidas críticas de todo tipo y tenor. ¿Si todos aquí estamos interesados en los libros por qué no podemos simplemente ser una familia feliz?
En todas las familias hay posiciones distintas. La tía híper católica y el tío ateo se reúnen en una mesa a comer los domingos y establecen ese tiempo de paz. Los autores de diversas ideologías se reúnen en las ferias del libro y hay momentos de paz sin dejar de ser ellos mismos. Mira, las familias desavenidas no dejan de ser familias. Creo que es un tema muy complejo y, sin embargo, yo veo a autores en las ferias con los que no comparto, pero que su literatura me gusta y llena. Y los saludo porque así saludo su arte, su talento.
– ¿Entonces sería un error idealizar el mundo alrededor del libro?
Por supuesto. El ser humano tiende a la sacralización de las cosas. Y el libro se convierte en un objeto de culto, pero yo lo veo solo como un objeto. Porque mientras un libro no es leído es solo un objeto. Y en eso insistiré siempre: el libro debe ser abierto y leído para que te transforme. Mientras tanto solo servirá para detener una puerta o subir el nivel de una cama.
-En esa charla del TEDxUnam que te hablé hace un rato mencionaste decenas de libros, autores, situaciones y hasta diálogos. ¿Cómo hace Benito Taibo para cultivar su memoria?
Creo que todos esos personajes, libros y momentos están en mi cabeza. No es necesario apuntar a veces porque son cosas que cambiaron mi vida, que son parte de mí. Pienso en “El hombre ilustrado” de Ray Bradbury y creo que estamos llenos de libros que nos cambiaron la vida. Son textos indispensables para la creación de una educación sentimental.
-Me toca reseñar series y películas de Netflix, HBO y demás. A veces tengo al frente la televisión y sobre las manos un libro. Está entonces la disyuntiva de qué te jala más, lo audiovisual o las historias escritas. ¿Crees que al común de la gente le atrae más la imagen?
Creo que son elementos complementarios y no que chocan. Yo también veo muchas películas. Fui formado por el cine, la literatura y la música popular. Creo que cada una tiene su tiempo y espacio.
– ¿Si tuvieras que escribir el mejor de los libros sobre la sociedad mexicana cómo lo titularías?
Es una gran pregunta. No lo sé (risas). Somos una sociedad híper compleja, llena de contrastes, injusticias, pero también de cultura, de emociones, de gastronomía, de emociones, de grandes escritores y poetas. ¡Uff!
– ¿Qué libro te acompaña ahora en tu mesa de noche?
“El infinito en un junco” de Irene Vallejo, un ensayo muy interesante sobre el libro y sobre cómo ha llegado hasta nuestras vidas desde tiempos inmemoriales, y cómo ha sido rescatado, quemado, escondido, censurado, y pese a todo finalmente ha sobrevivido todo para llegar a nosotros y transformarnos.
-Salvo vivas en un palacio, supongo que no te alcanza el espacio para guardar tantos libros. ¿Qué haces con ellos?
Mi biblioteca está llena y todos los días entran en esta casa entre tres y cinco libros. Así que dono mucho, y estoy a punto de hacer una pequeña biblioteca comunitaria para así tener más espacio para lo nuevo que venga.
– ¿A qué atribuyes que una persona de treinta y tantos con muchas lecturas encima sea capaz de maravillarse al leer hoy la historia de Sebastián en “Persona normal”?
Un lector está hecho de dos cosas esenciales: curiosidad y asombro. Los lectores somos seres curiosos y queremos ser asombrados. Yo a mis 61 años sigo abriendo libros y siendo absolutamente asombrado. Un lector es alguien que conserva la curiosidad y, por supuesto, su capacidad de asombro.
-En algún momento de esta pandemia, con cifras tan horribles en tu país, ¿te cambió la forma de ver la muerte?
Sin lugar a dudas. Estábamos muy asustados, pero, por otro lado, yo sabía que no estábamos en el medioevo y que la ciencia estaba ahí permanentemente intentando encontrar la solución y cura. Y se ha encontrado, al menos una parte de la misma. Yo me postro ante pocos dioses y uno de ellos es el de la ciencia. Tanto este como el dios de la literatura me han salvado la vida en esta pandemia. Conforme uno se vuelve mayor la muerte se hace más cercana. Fui operado de la vesícula durante la pandemia y mientras iba al quirófano tuve pulsiones de muerte que fueron rápidamente controladas por la certeza de la medicina, y del amor que veía a mi alrededor.
– ¿Por qué crees que las escritoras fueron invisibilizadas por tanto tiempo y qué opinión te genera que esto poco a poco vaya dándose vuelta?
Pasó que el canon fue escrito por hombres. Las listas determinantes de los libros fueron escritas por hombres. Harold Bloom escribe el canon e invisibiliza a las mujeres. Pero yo creo que estamos escribiendo un nuevo canon con una paridad de género mayor. Por un acto de elemental justicia, porque además ellas están ahí listas para derrotarnos moralmente en el sentido de ¡qué injustos fuimos por no haberlas leído!
– ¿Hoy volverías a escribir “Persona normal” de la misma forma que diez años atrás?
Un libro vive su propia vida. Sin embargo, puede ser que le falten mujeres a esa lista que hice, pero ese pensamiento atávico que tengo en la cabeza, y el canon del que te hablé hace un rato, era así entonces. Si lo rescribiera tendría muchísimas más mujeres escritoras ahí presentes, sin lugar a dudas, pero tal vez eso quedaría mejor en un nuevo libro, porque no soy de la idea de reescribir mis libros.
*Foto: Universidad de Guadalajara