Se ha promocionado como el regreso de un clásico y vaya que lo es. “La furia de Aquiles” se publicó por primera vez en 2001 y no pasó desapercibida. La primera novela de Gustavo Rodríguez retrataba la vida de cuatro adolescentes provincianos en la Lima de mediados de los ochenta.
Recluidos en una especie de ‘pensión’, Aquiles López y sus amigos trujillanos emprendieron el camino que los llevaría a hacerse hombres en una ciudad hostil y plagada de obstáculos. Sin embargo, el protagonista –huérfano de padre, tímido y ansioso por salir adelante—la tendría más difícil que el resto luego de ser el único que fracasó en su intento por ingresar a la universidad.
“La furia de Aquiles” tiene pasajes tragicómicos y tiernos que facilitan una lectura cálida. Sus personajes (Chacho Buendía, Cabeto, Mirko, Ulises y el propio Aquiles) son el amigo que cualquiera de nosotros podría tener en el barrio, sin embargo, su gran tema son los dilemas que todos enfrentamos antes de ser considerados ‘adultos exitosos’. Esto sea en el Perú de los ochenta o en el actual.
Conversamos con Gustavo Rodríguez a propósito de esta edición especial de su primera novela, ya a la venta en las principales librerías del país.
-Han pasado 16 años para que esta reedición especial de “La furia de Aquiles” sea posible. ¿Se te pasó el quinceañero o te adelantaste a los 20 años para traerla nuevamente a la vida?
No soy tanto Alianza Lima (risas). Es una sorpresa que me dio Alfaguara porque, efectivamente, se cumplen 16 años de la primera edición de “La furia de Aquiles” con ellos y me dijeron que querían volver a sacarla con este formato. Y es uno de los regalos más bonitos que me han dado en este 2017.
-¿Y cuál fue la primera sensación que te generó tener nuevamente en tus manos la novela?
Primero, temor, porque yo cuando termino la novela no la vuelvo a leer más. Y cuando esta vez tuve que releerla me reencontré con personajes que habitaron mi adolescencia y había dejado muy atrás. Escribí esta novela hace más o menos 18 años para reconciliarme con esa parte de mi vida, con mis amigos de la infancia, con esa época en la que yo era un provinciano con mis amigos que veníamos a descubrir la adultez y también Lima, una ciudad tremenda, caótica y hostil para cualquiera que venga de afuera. Se me removieron muchas cosas, sin embargo, no le cambié ni una coma porque sentí que debía respetar el espíritu original de la historia.
-Y hoy los personajes tienen casi las edades de tus hijas…
Eso sí es algo que me impactó. Recuerdo que cuando escribí “La furia de Aquiles” pensé ‘me encierro en un cuartito para escribir una novela que me salga de las tripas y así poder demostrarme que puedo hacerlo’. En ese momento volqué todo lo que tenía adentro, sin censura, sin miramientos, sin pensar que chicos de edades que hoy tienen mis hijas algún día la iban a leer. Para mí fue sorpresivo, cuando salió la primera edición hace 16 años, que –aparte de muchos adultos que comentaban la novela—había también profesores de literatura en colegios que me decían que (sus alumnos) la leían en los últimos años de secundaria. Yo pensaba ¡madre mía, hay cosas muy fuertes ahí!
-Te confieso que esta fue mi primera lectura de “La furia de Aquiles”. Cuéntale a la gente que aún no se encuentra con tu novela y podría hacerlo próximamente, ¿cómo son las familias de los protagonistas de esta historia?
“La furia de Aquiles” es un retrato de familias conservadoras de los años ochenta que en algunos casos existen hasta hoy. La ausencia del padre es muy notoria en la novela y, de alguna manera, esta edición tiene [como añadido] una carta que yo le escribo al protagonista, Aquiles López. Y ahí le digo que al escribir la novela evitando poner un padre también evitaba tener que pelear con mi propio padre a nivel simbólico. Porque yo en mis primeras novelas y relatos he creado personajes huérfanos, es decir, tuve que matar a mi padre literariamente para no tener que hacerlo en la vida real. La relación con mi papá era de amor-odio, pero afortunadamente hubo reconciliación final y le di una despedida hermosa. Sin embargo, en la novela hay el germen de no poder conciliar tu vida como hijo con la de tu padre. Ese tema lo toco más con más dureza y madurez en “Cocinero en su tinta”, que es una novela de reconciliación entre padre e hijo y no una historia de cocineros como piensan algunos.
-Aquiles López es un emprendedor que busca salir adelante tras llegar de Trujillo a Lima. Y no la tiene fácil. ¿Cómo definirías su personalidad en la gran capital que le tocó vivir y hacerse hombre?
Él es un hijo de los obstáculos. Mientras sus amigos tienen padres pudientes que les pueden pagar la carrera y una pensión, Aquiles tiene todo en contra: la orfandad, el ser tímido y el ser mucho más inseguro que sus amigos. Porque en la adolescencia tontamente uno se define por lo que tiene, por el loguito de tu camiseta o por tus zapatillas. Al menos eso era más claro en el Perú de los ochenta, cerrado a las fronteras. Creo que hoy ya no es tanto así. Y Aquiles se define por su insaciable sed de ser considerado exitoso finalmente. Esto bajo una óptica errada de lo que es ser exitoso. Porque para mí esto en los ochenta y noventa involucraba la acumulación de bienes: qué carro manejabas, qué ropa te ponías y con quién te reunías. Sin embargo, creo que los jóvenes de hoy ya no van tanto por esa noción de éxito. Si mi generación tenía en el auto propio un símbolo de que te va bien, quizás hoy lo es más el viaje para conocer el mundo.
-Otro ámbito en el que se desarrolla también la historia es el amor, donde Aquiles no es el más afortunado. ¿Cuál es la idea del amor que tiene tu protagonista?
Aquiles es un estúpido cursi, bien intencionado y poco experimentado. Definitivamente es un poco como lo fui yo. Yo fui criado en un hogar básicamente sin mujeres (hermanas, primas), en un colegio de varones, religioso y con prácticas militares. Si tú me ponías al frente a una chica a los 13 años es muy probable que me haya puesto a tartamudear. Aquiles compartió conmigo esa idea romántica del amor. Y hay muchos pasajes tragicómicos en la novela que lograron enternecer a los lectores. Y yo admiro a quienes tienen esa debilidad por los personajes completamente vulnerables. Y la gran mayoría de mis personajes favoritos lo son. Salvo, Chacho Buendía.
-El más pícaro de los personajes de “La furia de Aquiles”…
Si esta novela se llevara al teatro, sin duda, él sería el personaje más aplaudido. Chacho Buendía representa un machismo tan descarado que incluso te empieza a caer bien. Yo con ese personaje le doy la vuelta al machismo porque siento que Chacho también tiene algo mío. Y es que yo soy muy tímido, muy sosegado en mis opiniones, pero cuando estoy en confianza, se me sale toda la coprolalia, este caudal sexual que tengo dentro de mi corrección. Así que con Chacho Buendía pude volcar todas las bobadas que tengo adentro, lo políticamente incorrecto.
-¿Mezclar la primera y tercera persona en tu primera novela fue un escollo grande y real o pudiste superarlo sin muchos problemas?
Recuerdo que la novela fluyó muy bien. Yo venía de publicar un libro de cuentos que fue relativamente bien recibido y, como no era conocido en este ámbito, me mandé con toda la mezcla de influencias que debo tener adentro. Incluso el manuscrito era más experimental de lo que es hoy. Y creo que eso obedece a que, así como Laura Riesco dice ‘no ser una escritora sino una mujer que escribe’, yo soy más bien un ‘animal que escribe’. Soy tremendamente intuitivo y tengo la facilidad de poder absorber, procesar y entregar. Y creo que eso pasó con esta primera novela, porque tal vez con las siguientes sí fui más consciente porque sentía que tenía algo que perder con cada nueva obra.
-¿Sería posible imaginar a Aquiles y su pandilla en la época actual, con smartphones y redes sociales, o crees que son universos completamente lejanos?
Si bien esta novela tiene esta reedición con Alfaguara tras 16 años, en todo este tiempo ha tenido ediciones de bolsillo y muchos chicos contemporáneos la han leído, incluso junto a sus padres, y yo creo que si esto ha pasado es porque lo vital, lo realmente importante sigue subyaciendo. Me refiero a esta inseguridad y descolocación ante el mundo adulto que te pide ser de determinada manera. Es curioso, ahora que lo dices, pero en la novela no aparece ningún e-mail, correo, celular, no sé. Pero aun así creo que los grandes dilemas que vivimos en tránsitos, ya sea de la juventud a la adultez, o de la ciudad pequeña a la grande, esos temas se mantienen tengas o no celular o WhatsApp.
-“La furia de Aquiles” tiene una notoria inmersión en el mundo de la publicidad, una industria en la que te has desempañado también durante los últimos años. ¿Cuánto ha cambiado este mundo con el paso de los años?
La razón por la que esta novela también indaga en el mundo de la publicidad es porque quizás es la historia más autobiográfica que he escrito. Entonces, pongo –sobre todo en la primera mitad—lo que a mí me ocurrió a la edad del protagonista. Y ya hablando sobre los cambios en la carrera, o más bien en el ámbito de las comunicaciones, creo que ahora se es más consciente de cómo se puede generar tendencias o contribuir a taras de la sociedad. Hace 15 o 20 años los comunicadores no tenían tanta retroalimentación de la gente. Hoy te das cuenta que puedes cometer grandes pelotudeces si sigues las mismas recetas del pasado.
-En la novela se aprecian ciertas dudas éticas de alguien que se inicia en la publicidad y, por ejemplo, debe elegir entre tomar una cuenta [cliente] millonaria o negarse para respetar la conciencia…
Sí. Digamos que hay ciertas reflexiones éticas que hace el personaje en un momento de su vida y que tiene que ver con reflexiones que me hice en su momento y que no dejo de hacerme nunca cuando debo echar mano a mi faceta de comunicador.
-Aquiles, Ulises, Cabeto, Mirko, Chacho… ¿hay un intento juego de nombres o simplemente tus amigos tuvieron nombres y ‘chapas’ tan curiosas?
Siempre tuve una fijación con los nombres griegos. Si bien nací en Lima, me crie en el norte del país, y específicamente en la sierra norte peruana hay una profusión de nombres griegos. He tenido tíos (de cariño) llamados Alcibiades, Leonidas, Ulises. Entonces me quedé con esa porción de realidad para recrearla en la novela. Y lo demás ya fue parte del azar (risas).
«SOLO REFLEJÉ EL AGUA EN EL CUAL NADÉ»
-Una frase de tu novela dice “Los hombres cuando se golpean, se levantan. Las mujeres se golpean y lloran”. ¿Cómo fue este proceso de agregar una cuota de machismo en personajes del Perú de los ochenta?
Cuando escribí esta novela no se discutía para nada lo que se discute hoy con tanta violencia. El heteropatriarcado, la cuota de género o el #NiUnaMenos no estaban en el diccionario coloquial de nadie en esa época. Lo único que hice fue reflejar el agua en la cual nadé. Lo que pasa es que cuando la ves reunida en estas palabras dentro de una historia te puede chocar, sobre todo hoy, 16 años después. Por eso celebro no haber tocado nada de esta novela porque es como una muestra micro arqueológica de una época en la cual te das cuenta que muy pocas cosas han cambiado. Si bien Chacho Buendía es celebrado por sus amigos, si él tuiteara hoy esas mismas palabras, sería aplanado por la opinión pública. Pero ‘Chachos’ tenemos a diario y a puertas cerradas mucho mejor.
-En ese sentido, ¿crees que la literatura te permite todo? Me refiero a tomar ciertas licencias en cuanto a temas que son hoy muy sensibles para parte de la opinión pública…
Creo que la literatura no puede censurarse por el qué dirá la opinión pública. Justamente esta novela fue presentada recién por Hernán Migoya. A él lo acusaron de ser un machista recalcitrante por relatar a un violador en “Todas putas”. Y el hecho de que alguien esboce la personalidad de un violador, incluso en primera persona, no te hace para nada un violador. Y me has hecho recordar que Hernán dijo en la presentación de esta reedición que, al leer las ‘guarradas’ de Chacho Buendía, pensaba en cómo yo puedo ser tan ‘modosito’ en la vida pública y tan canalla cuando escribo. Quizás sea el mejor elogio que me ha hecho Migoya alguna vez.
-¿Con la carta inicial que le dedicas a Aquiles López [en esta reedición] te despediste de él por completo?
Me despido de él como personaje pero no de la inseguridad que lo habita. De hecho, mi última novela se llama “Te escribí mañana” y contiene mucho del universo que habita Aquiles López. Y en “República de La Papaya” también Aquiles López hace un ‘cameo’ escribiendo un par de textos ayudando a un candidato. Parece que no le fue tan bien en la vida. Quién sabe si vuelva luego, no lo sé.
–La última vez que hablamos, a raíz de “República de La Papaya”, me dijiste que venías escribiendo una historia sobre tus antepasados. ¿Cómo va ese proceso?
Tengo ya dos novelas terminadas que se nutren de un par de universos familiares. Una saldrá definitivamente en 2018 y la otra está esperando la línea férrea que la lleve al público.