Amy Firestone: “Espero que mi libro sirva a los preocupados por la educación y las lenguas indígenas”

El quechua es la lengua indígena con mayor número de habitantes en el continente americano. Aproximadamente entre 10 y 13 millones de personas la hablan en su día a día. El dato cobra mayor importancia si tenemos en cuenta que la mayoría de este grupo habita en Perú, un país que agrupa diversas culturas pero donde predomina el uso del castellano.

Determinar quiénes hablan quechua en nuestro país, sus motivaciones y el futuro que les espera es un interesante tema de estudio. En ese sentido la publicación de “Combinamos el quechua” (Instituto de Estudios Peruanos, 2017) de la lingüista estadounidense Amy Firestone puede considerarse un gran aporte a la materia.

Durante más de un año, la autora visitó Ayacucho y Arequipa, ciudades anclas del sur peruano pero con realidades económicas y sociales distintas. Allí conoció y dialogó con jóvenes que por diversas circunstancias combinan su lengua materna con el castellano para salir adelante.

Ese “combinado” –ejercicio que se da en diferentes magnitudes en ambas ciudades—puede convertirse en una forma de salvar o por lo menos proteger a una lengua cuyo valor histórico es incalculable y que aún hoy define la identidad de miles de peruanos.

Sobre su interesante publicación Amy Firestone conversó con “Libros a mí”. El texto ya está a la venta en las principales librerías de Lima y en la Sede del IEP ubicada en Jesús María. También puede comprarse vía online.

-¿Cuánto tiempo aproximadamente le tomó realizar esta investigación en Arequipa y Ayacucho?

Fue un año y tres meses pero previamente había estado en ambos lugares durante dos veranos y también venía investigando al respecto con anterioridad.

-¿Qué la motivó a indagar sobre el uso del quechua en jóvenes del sur peruano?

Sentí que había una gran falta de información en torno a la vitalidad del quechua en los centros urbanos. Muchos de los estudios previos sobre el quechua indican que a los jóvenes de las ciudades no les interesa hablarlo, sin embargo, a través de mis proyectos e investigaciones previas en Ayacucho, Arequipa y Cusco, vi otra cosa. Empecé a observar que los jóvenes sí mantenían el quechua en espacios diferentes. Así que me puse a pensar en cómo se estaba manteniendo una lengua que para muchos ya está desaparecida.

-¿Por qué eligió las ciudades de Arequipa y Ayacucho?

Por mis lecturas había entendido que Ayacucho fue un centro muy importante para esta lengua. Con una gran comunidad de quechuablantes y, además, por la historia de Sendero Luminoso –que hizo a muchos huir del campo a la ciudad para tener mayor seguridad–. Así que quise entender el poder de la ciudad en cuanto al mantenimiento y la vitalidad de una lengua esencialmente rural.  Por otro lado, Arequipa es la segunda ciudad más grande del país. Sabemos también que es un centro de migración muy importante en el sur peruano. Además, esta zona presenta otros factores sociales interesantes en cuanto a su crecimiento económico. Yo quería entender realmente la situación urbana del Perú comparando dos ciudades muy distintas en cuanto al tamaño y a sus características sociales y económicas.

-¿Influye mucho aquí el factor económico? Me explico, ¿en una ciudad con mejor situación económica se recurre menos o más al idioma quechua?

En mi estudio encontré que este factor influye bastante. No el nivel económico sino las actividades económicas de la gente. Por ejemplo, en Arequipa los jóvenes se dedican a hacer muchas actividades laborales. Trabajan en lugares distintos, son profesores, estudian o viajan por todos lados. O sea, tienen mayores oportunidades de trabajar y estudiar. Eso no pasa en Ayacucho. Allí no hay las mismas chances. Especialmente para jóvenes cuyos padres son campesinos. Para ellos su vida depende más de la agricultura, por lo que tienen un mayor contacto con el campo, a diferencia de lo que ocurre con los que viven en Arequipa y permanecen básicamente en la ciudad.

-Usted menciona la palabra “combinado”, referida a la acción de intercalar castellano y quechua en una alocución. ¿Podría asemejarse esto a lo que hacen en India? Allí se mezcla inglés con hindú. ¿O son casos completamente distintos?

Este término “combinado” viene de los jóvenes. Cuando yo observaba sus actividades diarias en ambas ciudades y cuando analicé cómo hablaban quechua y castellano, ellos me decían que estaban hablando “combinado”. Eso es lo que describo en mi libro. Esa acción contiene grados diferentes de quechua y castellano que depende mucho de los lugares donde trabajan, estudian y pasan tiempo los jóvenes. Además, se debe tener en cuenta los participantes y el tema de la conversación. Te puedo decir que en Ayacucho los jóvenes recurren mucho más al “combinado” porque pasan mayor tiempo con personas del campo, su vida diaria tiene mucha influencia rural. En su casto esta acción es muy importante para su vida porque los certifica como personas que saben manejar ambos idiomas muy bien según sus necesidades, preferencias y lo que quieren lograr en una conversación con cualquier persona.

-¿Cree entonces que este “combinado” puede ser clave en el intento de salvar el quechua a futuro?

Es muy complicado. Si estos son los jóvenes urbanos y se sienten orgullosos de hablar una combinación del quechua y castellano, y para ellos les es útil, yo creo que sí puede ser un factor muy importante en el mantenimiento y la vitalidad del quechua a futuro. Lo que no sabemos es cómo hablarán los hijos de estos jóvenes, dependiendo de a dónde vayan a vivir o en qué actividades trabajen.

-Hablemos de otros detalles como la vestimenta. ¿Qué pasa cuando estos chicos vienen a Lima? ¿Deben cambiar su forma de vestir para no sentir cierta discriminación?

Estos jóvenes en las dos ciudades estudiadas no mantienen una vestimenta tradicional, sin embargo, en Ayacucho los papás sí la mantienen. Y los jóvenes de ambas ciudades te dirán fácilmente que ese tipo de vestimenta es para sus progenitores. La ropa es algo muy generacional y se desarrolla más con el trabajo que uno hace. En mi libro digo que en Ayacucho los jóvenes dicen que sus madres mantienen pollera y sombrero “porque así se viste en el campo”.

-¿Cuál podría decir fueron las principales dificultades que tuvo usted al realizar este trabajo? En su libro cuenta que, por ejemplo, muchos eran reticentes a dejarla entrar a sus viviendas…

Quería mencionar que como mujer americana, y además está el hecho de que soy pelirroja, me era muy difícil generar amistades con hombres. Muchos me decían que no podían estar en lugares públicos conmigo porque sus familiares podían pensar que yo quería algo con ellos. Quizás sus padres no entendían muy bien lo que era hacer una investigación. Y la idea de mantener la privacidad era importante en este libro. Aunque yo podía entrar en espacios donde otros amigos extranjeros no podían (como la cocina), tampoco podía acceder al cuarto para escuchar discusiones o diálogos más personales. Sin embargo, debo decir que detrás de esas puertas los jóvenes  sí recurrían mucho más al quechua que al castellano.

Amy Firestone (extremo derecho) el día de la presentación de su libro en el IEP.

-¿Cómo fue el proceso de elegir con qué chicos realizar esta investigación?

Fue un proceso complicado. Yo ya había estado en Arequipa y Ayacucho anteriormente, trabajando con jóvenes nacidos en la ciudad y que estudiaban antropología o sociología. Luego, ya cuando regresé para realizar este trabajo, estos jóvenes habían perdido el interés. Así que debí empezar de cero. Y lo hice con profesores de las principales universidades en cada ciudad para entender más sobre la problemática del quechua según su perspectiva y ver qué jóvenes podrían estar interesados en trabajar conmigo. Y ellos me presentaron a amigos y primos, en una experiencia denominada tipo ‘bola de nieve’. Así fui conociendo familias diferentes con las cuales me llevé muy bien, e incluso hoy mantengo cierta amistad.

¿Es posible comparar lo que ocurre con el quechua en este país con otras realidades de la región?

Creo que la situación en México y en Guatemala se asemeja mucho. Ambos tienen casos muy parecidos de migración masiva del campo a la ciudad. Sin embargo, en Perú no hay una nación oficial ‘quechuablante’. Por eso este libro se llama “Combinamos el quechua”, porque es un caso muy particular. Estamos ante una dinámica muy complicada e interesante a la vez: vemos personas orgullosas de hablar el quechua pero que no se identifican como una ‘comunidad quechuablante’.

-Otro detalle que me llamó la atención es que muchos de los chicos que aparece en su libro no se identifican como mestizos…

Los académicos en Estados Unidos identificamos a la gente como indígena o mestiza pero, y eso es algo que me llamó mucho la atención, estos jóvenes nunca habían escuchado dicho término. Y quiero regresar al título de mi libro porque ejemplifica cómo hablan estas personas: “combinamos el quechua pero somos personas urbanas”. Y así se quieren quedar.

-Usted menciona en su libro el programa de la “Paisana Jacinta” a cargo de humorista Jorge Benavides. ¿Cree que espacios televisivos como este refuerzan estereotipos y ocasionan que jóvenes se avergüencen de su idioma materno?

Surgió ese tema en las conversaciones con jóvenes de ambas ciudades. En Ayacucho, una menciona que ella ve que hay programas de televisión donde se habla quechua y las mujeres se ponen polleras y que es un orgullo, sin embargo, esta misma persona señala que en Lima la gente se avergüenza de las polleras o de hablar quechua. Le da pena que no se pueda poner ese tipo de ropa en la capital. Y en Arequipa debo decir que muchos se avergüenzan de admitir que hablan quechua. Por eso tuve que trabajar por mucho tiempo para que me ‘abran las puertas’. Así que notamos que estos estereotipos son muy fuertes. Ese tipo de programas tiene un impacto muy negativo en estas personas y en su cultura. No sé incluso si en algún momento sientan miedo de viajar a Lima porque si saben que a través de la TV su mamá puede ser un objeto de risa, tal vez no se sientan muy cómodas al realizar este viaje.

-¿Qué tipo de investigación tiene en mente a futuro sobre nuestro país?

Yo actualmente laboro en el Departamento de Trabajo del gobierno americano. Mi tema es crear programas de aprendizaje para jóvenes en Estados Unidos, pero gracias a esto me he dado cuenta de que tengo un entendimiento muy amplio sobre la vida de los jóvenes en Perú. Y ellos realmente carecen de oportunidades para crecer profesionalmente. Esto pese a hablar quechua y castellano. Me gustaría hacer un estudio más del lado económico sobre las oportunidades laborales de los jóvenes, combinando el cómo hablan y con un enfoque muy especial hacia las mujeres. Para esto usaré mi experiencia trabajando con programas de este tipo en Estados Unidos.

-¿Cuál es la principal satisfacción de haber publicado con el IEP y a qué público está dirigido?

Presenté este libro en Estados Unidos a un grupo antropólogos e investigadores. También lo hice en la embajada del Perú en Washington DC ante políticos y lingüistas. Además he podido presentar esta publicación en Georgetown, ante universitarios y profesores. Así que la obra va dirigida a investigadores y funcionarios que no entienden cómo cambiar el sistema educativo en Perú. Porque muchos están intentando implementar programas de quechua en escuelas peruanas. No sé en qué basan sus nuevos materiales pero pienso que si la gente quiere hablar combinado y queremos enseñarles un ‘quechua puro’ en la escuela, quizás no sea lo correcto. Espero que este libro sirva para todos los preocupados por la educación y las lenguas indígenas del mundo. Más aún siendo el quechua la lengua indígena más hablada de las Américas.

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