María José Caro: «La maternidad no cambió mi relación con la literatura, pero sí el espacio que ocupan ciertas cosas en mi vida»

En apenas un puñado de años, muchas cosas cambiaron en la vida de María José Caro (Lima, 1985). La escritora, una de las voces más singulares de la literatura peruana actual, pasó de publicar dos libros de cuentos (2012 y 2017) y una novela (2016) con interesante recepción de la crítica, además de ser incluida en el Bogotá 39, a una especie de silencio creativo cuyo punto de inicio podríamos marcar en el año 2019, cuando apareció su libro infantil “Corazón de titanio”.

A ese conjunto de obras se le suma hoy “Vida animal” (Alfaguara, 2024), una novela breve que Caro comenzó a escribir precisamente en ese 2019, pero que en el camino sufrió una transformación tal que se convirtió en otra historia. ¿Qué pasó en el medio?

En marzo de 2020, con el cierre de todos los aeropuertos, Perú empezó oficialmente a sufrir los efectos de la mortal pandemia del coronavirus. Un par de meses después, María José vio nacer a su primogénito, un bebe que ha alterado por completo sus prioridades como ser humano.

Como cuenta en esta entrevista, cuando la autora retomó aquel proyecto que era “Vida animal”, simplemente no era ya la misma persona.

Conversamos con María José Caro sobre su más reciente novela, en la cual un grupo de amigas en sus treintas se refugian en una casa de Chosica previo a la despedida de soltera de una de ellas. En medio de los tragos y bajo un techo que parece a punto de desplomarse, fluirán confesiones, pero sobre todo recuerdos de infancia y adolescencia, etapas en las que uno se convierte, para bien o para mal, en la persona que será por el resto de su vida.

«Vida animal» será presentada el viernes 27 de abril a las 7p.m. en El Virrey.

Aunque publicaste el libro infantil “Corazón de titanio” en 2019, tu última novela y libro de cuentos datan de 2016 y 2017, respectivamente. ¿Tu experiencia con la maternidad y lo que significó la pandemia del coronavirus explican en parte esta especie de silencio creativo?

Sí. En 2019 venía escribiendo una novela titulada “Vida animal”, que no es esta, sino otra con el mismo título. Luego, en mayo del 2020, nació mi hijo, en plena pandemia, con personas queridas que enfermaban o morían, y en medio de esa suerte de pánico permanente, que de mi parte no era tanto a contagiarme, sino a contagiar un familiar. Entonces, entre eso, y mi propia experiencia con la maternidad, la vida te cambia por completo. Ser madre es algo alucinante. Empiezas a ver la vida de otra forma, a entender que lo más importante está en la felicidad o la tristeza de tu hijo, y en el hecho de que la libertad como la concebías ya no será igual. Porque yo puedo salir a pasear o a hacer mil cosas, y siempre estará latente el hecho de que soy madre. Eso te cambia la visión, desde lo más profundo, pero también en términos muy concretos: el tiempo que tienes antes, con un niño en casa, no lo tienes más. Además, en sus primeros ocho meses, el niño sigue sintiendo que es uno solo con la madre. Por eso, entre encontrar un espacio para escribir, el propio cuidado de mi hijo, mi trabajo, y la pandemia que ocurría, eran muchísimos cambios que se dieron muy de pronto, y cuando intenté retomar esa versión de “Vida animal”, yo ya no estaba en ese lugar. No era más el libro que quería escribir al comienzo.

Entonces, todo se tardó un poco más…

Sí, yo siempre he sido muy rutinaria y disciplinada, entonces tuve que ir acostumbrándome a una nueva vida. Pero lo importante es que, al final, la necesidad de crear permanece, y de alguna manera sorteas los obstáculos, encuentras tu espacio y tu tiempo, aunque con una configuración distinta, claro.

Quizás al saberse madres, algunas autoras buscan libros sobre esa experiencia, otras tal vez releen títulos de una forma distinta. ¿Cómo dirías que la maternidad afectó –en el buen sentido de la palabra—tu acercamiento con la literatura?

Hay un libro titulado “Un trabajo para toda la vida” de Rachel Cusk. Son ensayos en los que la autora aborda la experiencia de la maternidad, sobre cómo es de fuerte el vínculo cuando nace un niño, y esto se convierte en una especie de trabajo de por vida y a tiempo completo. Creo que la maternidad hace que te mires a ti misma de otra forma, o que quizás le des prioridad a otras cosas. Eso también ha hecho un poco que cambie no mi relación con la literatura, pero sí el espacio que ocupan ciertas cosas en mi vida.

La escritora María José Caro, autora de la novela «Vida animal».

Uno va leyendo tu novela y encuentra: gato muerto, perro afgano, lechuza, loros amarillos, patos, tilapias, renacuajos, etc. ¿Crees que el conjunto de estos animales que aparecen en el relato forman una especie de personaje más? ¿Cómo explicarías esto?

La presencia de los animales está en momentos claves. Cuando llegan las amigas a la casa de la despedida de soltera y de pronto ven un gato muerto, es como una señal de que algo pasará. O también el hecho de que este grupo de amigas es una especie de manada. Y en las manadas existen roles, como también pasa en las amistades. Me parece que los animales son un elemento transversal en la novela y hay un hito importante que tiene que ver también con la relación entre las propias amigas, vinculado al título, y es esta situación que vive la narradora en la que su padre se convierte abruptamente en su hijo. Porque el padre con deudas llega a casa de la narradora, a vivir, y están estas cámaras de vigilancia, como una especie de ‘cámaras trampa’ que se les ponen a los animales. Está entonces la idea de ver a alguien en su intimidad cuando no se siente visto. Por otro lado, quería jugar a que las amigas, cuando están en grupo, tienen un comportamiento que responde a tal, es decir, ocupar un lugar/rol y no ser tan auténticas. Por eso la narradora siempre está un paso hacia atrás. Interactúa, pero también mira mucho lo que pasa con las demás.

Y como pasa en una manada, la narradora de tu novela va desdoblándose a lo largo de la trama, tal vez con la intención de salvarse…

Sí. La narradora enfrenta varios conflictos. Primero, el de la adolescencia, cuando hace su propia jugada para ‘salvar su pellejo’. Luego, ya de adulta — porque los personajes tienen como 32-33 años– y vive esta especie de segunda adolescencia, que es cuando a uno le toca convertirse en adulto sin asumirlo completamente. Y se pregunta: ‘ok, he recibido a papá en casa, ¿y ahora qué postura debo asumir?’. Y tiene que ver mucho con eso, los animales –como pasa con la narradora—tienen comportamientos de auto preservación. Luego, está el enfrentarse a la posibilidad de ser madre pronto, y cómo esto va a llegar a cambiarlo todo. Preocupaciones como: no puedo criar una planta, tampoco una mascota, ¡cómo voy a criar un hijo!

Es muy común la idea de que los niños hoy nacen ‘con una Tablet bajo el brazo’ y como si lo supieran casi todo. ¿Crees que los menores hoy están más listos para asumir cosas como, ver a sus papás quedándose desempleados, o divorciándose, en comparación a nuestra generación?

No lo sé, porque el problema con los niños de ahora es que tienen muchos estímulos gratuitos. La sociedad de hoy, en general, no tolera los ‘momentos muertos’. Si hay uno, están viendo un TikTok, y eso te genera solo una satisfacción momentánea: tengo un estímulo gratificante sin haber trabajado por él. Eso me parece particularmente peligroso, en todo sentido. Nos acostumbramos a videos cada vez más cortos, a clips que nos resumen las películas, es decir, como si se quisiera todo en cápsulas y tan concreto, que nos aleja de un espacio de reflexión que es importante, que tiene que ver con el aburrimiento, o con ese espacio donde sucede también la lectura. Pasa lo mismo con las series. Cuando éramos más jóvenes estas tenían muchos capítulos, pero hoy la tendencia es que todo se acorte. Y yo no sé en qué medida esa tendencia a lo inmediato nos pueda afectar como sociedad. No obstante, por ejemplo, en términos de la moral, el momento actual es mucho mejor. Hoy la homosexualidad es un tema sumamente natural, que quizás cuando nosotros éramos chicos no era así. En ese lado sí se ha progresado bastante, porque los chicos tienen una mentalidad más abierta.

Más allá de que “Vida animal” es una novela sobre este grupo de amigas, su evolución, sus miradas hacia atrás mediante los recuerdos, ¿cómo has manejado los detalles en este libro? El soundtrack de los dos mil, lugares como La Barra en Surco, etc…

Me preocupaba mucho que la novela pudiera encapsular ese momento de tiempo, el año 2000-2001 en que sucede la historia. Mi intención era poder fijar tanto mis recuerdos de esa época como los lugares. Y fui haciendo memoria de la música que escuchaba, que de hecho hasta ahora vuelvo a ella. Uno siempre recuerda con cariño la música de la adolescencia. Y esta novela, en la parte de inicios de los dos miles, es sobre un grupo de chicas que no tiene vida más allá de ir al colegio, de ir los fines de semana al centro comercial, y luego a La Barra a tomar. Entonces, busqué fijar ese espacio tanto con las descripciones como con la música y las referencias. Quería salvaguardarlo.

Lejos de la ciudad y de las preocupaciones de casa, El Refugio, que es a dónde van las chicas a conversar antes de la despedida de soltera de una de ellas, termina siendo el espacio donde estas pueden mostrarse de forma realmente ‘transparente’. ¿Lo ves también así?

Quizás no de manera tan sincera, aunque es lo que ellas esperan. O sea, las amigas esperan reunirse y que se dé este espacio totalmente transparente, pero esto no llega a darse, porque cada quien lega con un propio peso encima. El personaje que viene para que la ‘despidan’ porque se va España, se siente totalmente fuera de foco, pero está también presente la idea del grupo de amigos de la infancia como ‘algo que no se toca’, como una especie de refugio, que solo se sostiene por el cariño, porque la gente en el tiempo cambia. Entonces, probablemente no tengan los mismos gustos, ni los intereses o preocupaciones que ese grupo de amigos, pero son un espacio seguro, por más que tengan cada quien que actuar de acuerdo al rol que le corresponde. Hay un momento en el que la narradora dice ‘no nos cambiemos ni de camarote’ porque las amistades no soportan este tipo de cambio. Así que era un poco jugar con esto, y con algo que me interesa mucho: hay momentos que solo se pueden reconstruir cuando estamos en grupo. Y eso es muy claro con las anécdotas de la adolescencia. Porque alguien suelta una anécdota de esa etapa, y en seguida esta se va alimentando, y el recuerdo se vuelve más nítido, y son espacios que solamente se construyen cuando se está en grupo.

La novela de Caro ya está en librerías.

Demuestras mucha destreza al darle voz a las mujeres protagonistas de tu relato. ¿Te hubiera costado un poco más hacer lo mismo con personajes secundarios varones como Mariano o Juan Diego?

Trato de darle voz a lo que puedo darle voz y hasta el punto que puedo darle voz. Yo me baso en las cosas que he visto, lo que he escuchado, los amigos que tengo cerca, pero hasta el punto que sé que puedo manejarlo. Porque, claro, quizás si tuviera un protagonista masculino, no sé si pudiera armarle un monólogo como sí lo hago con las amigas (de la novela). Porque ahí ya sería ya otro tipo de reflexión y entrarían a tallar otras cuestiones. Así pues, lo que trato de hacer con los diálogos es que se pueda replicar lo que veo. Y me preocupa que los diálogos sean aquellos que sostienen las personas normales. Entonces, mis personajes hablan como yo he visto que hablan algunas mujeres. Intento, sí, cuidarme para que ‘no se me vaya’, es decir, trato de que cuando mis personajes hablen, yo pueda siempre mantener el control de lo que dicen.

¿Esto último lo haces en simultáneo a la escritura o dentro de un proceso posterior de ‘auto edición’ previa a mandar el manuscrito a la editorial?

Yo escribo – leo – borro. No avanzo hasta que no sienta que tengo un capítulo completamente cerrado. Es más, me ha pasado que la novela tenía un poco menos de páginas, y amplié algo las historias que estaban por ahí. Yo no soy de los autores que se sientan a escribir y les sale un montón. A mí me acuesta escribir. Para mí una jornada larga de escritura como máximo tiene tres horas. Luego tengo que irme a hacer otra cosa. Asimismo, me preocupa mucho cómo suena lo que escribo. Entonces, escribo y lo leo en voz alta. Luego borro. La musicalidad es también un factor que me preocupa mucho.

En un momento de la trama sale una monja, además, los padres aparecen y desaparecen, etc. ¿Qué tan presente dirías que está la noción de autoridad en tu novela?

Creo que la historia es justamente sobre estas dos adolescencias. La primera, ‘normal’, de 15-14 años, y la segunda, que es esta de los 30 en donde estás como perdido. El foco que he colocado es justamente el de enfrentarse a esos nuevos momentos de la vida. Y, claro, como dices, la mamá es un personaje que se asoma desde un balcón. O que suelta un comentario. El centro son las amigas y cómo afrontan ellas los dos momentos de su vida.

Alejandra Costamagna me dijo una vez, no porque escriba sobre la misma temática, claro, que un autor, a lo largo de su vida, escribe el mismo libro, y que lo que va cambiando son cosas como “la respiración, que se afina mejor” y, con el tiempo, estás “más conectada con cosas que pasan en tu entorno”. ¿Coincides?

Yo creo que sí, en términos de las preocupaciones y obsesiones que tiene un autor. Puede ser que uno vaya cerrando ciclos, pero sí coincido con esa idea. Con “Vida animal” quería poder cerrar o encapsular ese momento de la adolescencia, el momento del pase hacia los 30, y con eso –ya en lo próximo que haga—moverme en mi línea temporal, en esta especie de gran libro o gran novela, a otra cosa. Que quizás tenga que ver con ser mamá, con otros problemas que tengo más cercanos, no sé. A mí lo que me interesa siempre de la literatura es poder escribir acerca de cosas las que ya tengo cierta distancia y creo que puedo hablar. Si digo: en este momento actual quiero escribir algo sobre maternidad, simplemente no podría. A algunos les puede resultar, como si escribieran su diario, pero yo necesitaría tomar un cierto aire, una nueva respiración, para poder ver ese espacio con otros ojos, y hacer ficción a partir de eso.

No pretendo acercarte a Arguedas o Vallejo ni a los grandes referentes de nuestras letras, pero ¿te sientes partes de ese universo llamado ‘literatura peruana’? Con autores sumamente vigentes como, por ejemplo, Alonso Cueto, quien, además firma la solapa de tu novela…

Claro, estoy en ella. Pienso que es un buen momento para la literatura peruana. Están surgiendo nuevas voces y eso es importante. Además, se está narrando desde distintos lugares. Y eso hace que todo sea como un mapa con distintos temas y aristas. En lo personal, mi propuesta es algo intimista, pero con Lima muy presente. Con Lima y las relaciones que están en la ciudad, con sus desigualdades, que, aunque no las trato de manera directa, siempre están ahí.

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