La ausencia de Luis Hernán Castañeda (Lima, 1982) en la terna peruana del último Bogotá 39 sorprendió a muchos, no porque los que tres seleccionados lo desmerezcan, sino porque estamos ante un autor que, más allá de su prolífica obra, siempre ha mostrado un nivel bastante aceptable, quitándose hace un buen tiempo la etiqueta de ‘promesa’ para ser hoy una realidad.
Múltiples lecturas, viajes y experiencias han formado a un escritor que desde “Casa de Islandia” (2004) hasta “La fiesta del humo” (2016) trazó una carrera caracterizada por la persistencia. Hoy ese camino deja una huella de madurez evidente en “Mi madre soñaba en francés” (Alfaguara, 2018).
Juan intenta descifrar las pistas que le dejó su madre a través de un poema de César Moro, aquel poeta y pintor surrealista que jamás tuvo una relación fácil con su país de nacimiento. A lo largo de la novela, el lector será testigo de un cruce intenso de lenguajes, pero también de la aparición de personajes muy particulares en escenarios completamente lejanos a la idea de ciudad.
Voces feministas, recuerdos de la violencia, autoridades xenófobas y dosis precisas de humor complementan el universo que Luis Hernán Castañeda ha creado para sus lectores. El resultado consideramos que confirma su capacidad creativa y de recursos.
Aquí nuestra charla con el autor de “Mi madre soñaba en francés”, novela que ya puedes encontrar en las principales librerías del país.
-¿Consideras una ventaja haber empezado tan joven en la literatura (22 años)?
Hoy me considero un veterano (risas) y suena raro porque no soy tan viejo (36), pero tengo ya un recorrido de publicaciones y creo que “Mi madre soñaba en francés” encaja en una etapa más madura de mi producción, en la que me siento capaz de controlar lo que quiero decir, de saber cómo decirlo y de manejar las claves de mi propia expresividad. Esta novela es producto de varios años de trabajo y espero que el lector pueda notarlo.
-¿Tu acercamiento a César Moro es de años o surgió para esta novela? ¿Consideras que tiene el lugar que merece en nuestra literatura o más bien fue algo relegado?
A César Moro lo he leído desde la universidad, gracias a profesores y cursos de poesía. Ahí conocí su peculiar biografía, su relación tirante con el Perú, expresada en su decisión de abandonarlo, no sé, repudiando lo que encontraba aquí, sin embargo, en él también estaba presente el deseo de volver, de reinsertarse en ‘su país’. Sobre su obra (en la literatura peruana), no creo que se le haya despreciado, pero sí siento que resta mucho por explorar sobre esta. Y ojalá mi novela ayude un poco en ese sentido. La figura de César Moro nos abre al mundo, nos permite ver más allá, y mientras más lo hagamos, mejor será.
-Durante el tiempo que vivió en Lima, César Moro no la pasó muy bien…
Él quería ser bailarín, pintor, poeta, pero no encontraba en el Perú el medio cultural donde se pudiera sentir capaz de lograr dichas ambiciones. Se fue a Francia con esa idea, se unió al grupo surrealista, fue parte de esa movida cultural tan importante en los años veinte en París, y vivió allí algún tiempo. Luego volvió al Perú y, más adelante, viajó a México. Creo que entre Lima y César Moro la relación fue muy compleja en un sentido estético. La realidad de la ciudad entonces era muy diferente a la actual. Hoy la capital es sumamente estimulante para crear, muy diferente incluso a la que yo dejé al irme en 2005/2006. Vemos un grupo de escritores muy interesante, ofertas de teatro, exposiciones de arte y mucho más.
-El inicio de tu novela propicia (para el lector) una imagen mental muy nítida: la madre que quiere quitarse la vida junto a su hijo (en el vientre). ¿Por qué esta vez optaste por golpear desde la primera página?
Es algo que no hice antes. Es un estilo más norteamericano (estadounidense) en el cual se le plantea al lector, en las primeras líneas, una historia brutal. En este caso, un hijo cuenta cómo su madre, estando embarazada de él, tomó la decisión de suicidarse en una carretera. Ahí al lector se le plantean preguntas que me interesa se responda con el pasar de las páginas.
-Al leer “Mi madre soñaba en francés” te sientes frente a una serie de lenguajes que se cruzan entre sí, tal vez con mayor notoriedad en el primer capítulo. ¿Qué hay detrás de esto?
Definitivamente. Esta es una novela escrita en español pero a la vez en muchas otras lenguas. El personaje (principal) de mi novela es Juan, quien tiene una relación muy compleja con su madre. Hay un relato escondido ahí, que tiene que ver más con la biografía de ella y la historia personal de él. Juan oscila entre diversos idiomas. Está el portugués, el inglés, el francés, el gallego y el alemán. Todos son idiomas que conozco por mi propia experiencia y que tuve que estudiar especialmente para sumergirme en el mundo de la novela, que es una historia de muchos espacios en la que un personaje quiere acercarse a su madre pero a la vez alejarse de ella. Casi como la relación de César Moro con su país de origen.
-Juan ve al idioma castellano como ‘de origen’ pero siente la necesidad de despegarse de él…
Sí, en un momento llega a decir que “el español es como una cárcel”. Que esto no se interprete como un desprecio a su lengua nativa, al español en sí, o al Perú. Es simplemente la constatación de que somos sujetos móviles en el tiempo, el espacio, en la experiencia, y que a veces necesitamos expresarnos de diferentes maneras. En otro momento dice algo así como “la provincia más lamentable de su corazón habla en portugués”, es decir, que esa lengua está asociada a experiencias, hechos en concreto que solo pueden ser dichos de esa manera. Él transita por diferentes idiomas que aparecen a lo largo de la novela y yo espero eso no dificulte su lectura.
-En este camino de ir descifrando las claves que le deja su madre, a Juan lo rodea una familia bastante peculiar. ¿Cómo fuiste armando esta serie de personajes sin perder de vista que ninguno debía quitarles protagonismo a Juan y a su madre?
No quería una novela coral pero sí una con varios personajes vivientes. La madre, Atler, la abuela gallega de la ex novia de Juan (Estrela), la tía Lorena, etc. Quería que los lectores tengan la impresión de estar inmersos en diferentes mundos. Fue un intento consciente y tal vez lo he logrado más que en otras novelas mías, donde había un solo personaje o un solo discurso fuerte.
-Además del protagonista (Juan) y su madre (Pilar) hay otro núcleo que conforman Stephanie y Adler, dos lesbianas que llevan una relación bastante particular…
Es cierto. Está la madre, una mujer de sesenta y tantos años que lleva detrás una historia de abuso y violencia bastante fuerte que no sabe bien cómo procesarla porque no pertenece a esta generación. Y esta mujer se encuentra con Stephanie y Adler, lesbianas, feministas y que tienen una determinada conciencia de las cosas que les permite articular, decirle a Pilar ‘esto no está bien’. Entonces, hay una especie de diálogo inter generacional entre mujeres y una toma de conciencia que yo quise reflejar, porque es algo que se ve hoy en día en la gente joven que viene despertando contra el patriarcado.
-¿Cuánto crees que le aporta el humor a tu historia? Hay que tener en cuenta que estamos en una novela de madre e hijo con recuerdos de la violencia, con tramos duros…
Un amigo escritor me decía que para él dos deudas pendientes de la literatura peruana son el humor y el sexo. Si bien tenemos a exponentes que han desarrollado algo el tema del humor como Vargas Llosa o Bryce Echenique, me parece que esto sigue siendo una deuda, y yo intenté darle un humor muy peruano y natural a mi novela. Juan le pone ‘chapas’ a los demás personajes, lo hace de forma espontánea, y por momentos eso crea una fricción tal vez con su discurso lírico y literario, pero eso no me da miedo. Quería una novela multi tonal, con humor, ligereza, drama, comedia, auto ironía y hasta chistes.
-Yo siento que los toques de humor le dan un respiro a la historia…
Lo cual me parece bien, porque en el fondo aquí hay una historia muy dramática entre madre- hijo, esposo – esposa, y entonces el humor es una especie de válvula de escape.
UNA DISTOPÍA POLÍTICA
-Más allá de esto, también hay otra temática que se desprende en las páginas de “Mi madre soñaba en francés”. Y es la migración. Quien gobierna la ciudad donde ocurre el centro de la novela es como una versión femenina de Donald Trump…
La novela es también una distopía política, con un régimen autoritario muy similar al de Trump, pero en este caso a cargo de una presidenta, algo que jamás se ha dado en la vida real en Estados Unidos. Y ella cierra la frontera entre EE.UU. y Canadá. En la historia se percibe un clima de xeonofobia que lo vivimos en Perú hoy con la presencia de los venezolanos. Me parece un tema muy actual, y además yo mismo soy un autor migrante, que tiene la experiencia de estar en otro país, lidiando con diferentes idiomas, con una identidad frágil, siendo una persona en el Perú y otra en Estados Unidos, donde vivo gran parte del año. Son temas que flotan.
-¿Fue adrede que alejes la novela de la ciudad (Lima) y optes por situarla en un pueblo extranjero?
Me parece que se ha hecho un énfasis muy grande en la ciudad como único espacio de la novela en el Perú. Como si la novela y la ciudad fueran indesligables. Yo quise una novela rural sin necesariamente ser indigenista. Y coloqué espacios pequeños: un pueblo en Galicia, otro en Vermont, y Lima sería apenas como un lugar fantasma. Descentrar un poco la ficción me parece interesante para crear nuevos espacios.
-Teniendo en cuenta la presencia central del padre en la literatura peruana, ¿cómo calificas la imagen del ‘Conde’ (el papá de Juan) en tu novela? Aparece muy presente al inicio y luego se hace intermitente. Parece puesto de lado…
En nuestra literatura hay una idea que considero injusta: las novelas sobre el padre son interesantes y las que tratan sobre la madre más bien aburridas. Eso me parece absolutamente machista y por eso yo quería una novela sobre la madre, donde ella fuera diferente y estuviera definida en función a sus propias aventuras. Esta madre es una especie de intelectual-poeta, admiradora secreta de la poesía de César Moro. Y frente a esto el papá está más bien opacado.
-Llevas doce años fuera de Lima y mucho de ese tiempo en pueblos como Vermont. ¿Podría decirse que la novela está impregnada de tus viajes y los espacios que has conocido?
Definitivamente. Yo creo que hago una ficción impura, en el sentido de que está contaminada por mi experiencia, por los colores y paisajes de mi entorno. Una razón literaria por la que dejé Lima es para poder verla de lejos. Creo que eso está en la novela, una Lima del recuerdo, nostálgica, un poco fantasmal.
-Entre “La fiesta del humo” y “Mi madre soñaba en francés” ha pasado un año y medio, casi dos. También publicas ensayos, claro, pero ¿ya te has planteado un tiempo promedio para publicar? Eres aún bastante joven. ¿Tienes un plan a futuro?
Felizmente en los últimos años he escrito más de lo que he publicado. Sé por dónde más o menos quiero ir. Tengo obras inéditas, proyectos, así que la pregunta para mí es cómo ir orientando o dándole forma a esa carrera. No tengo un plan mecánico acerca de ‘cada cuántos años sacar un libro’, simplemente pienso que los libros se mueren si no los sacas en su momento. Deben salir en un momento justo, no de inmediato, pero tampoco demasiado tarde. Tal vez el próximo año salga una novela nueva, pero eso está en conversación.
-Leo siempre tus comentarios breves sobre libros. Lo haces en Facebook, Instagram y ahora también en Twitter. ¿Cómo fue variando tu forma de elegir lecturas a lo largo del tiempo?
Trato de mantener un equilibrio entre diferentes factores, como lo clásico y lo nuevo. Intento leer y releer los clásicos que me interesen y a la vez busco tener siempre un ojo en los nuevos autores. Me interesa ver qué pasa ahora mismo y qué podría pasar después en la literatura peruana. También, al vivir en Vermont, accedo mucho a la literatura norteamericana y a la que se produce en Canadá y en Quebec, o sea en francés. Esto sumado a todo lo que leo para armar mis novelas, pues cada una tiene una amplia bibliografía. Por último, también está mi faceta de profesor de literatura. Así que, en cuanto a mi evolución como lector, te diría que me he ido tratando de especializar en mis lecturas pero sin perder un panorama amplio.