Guillermo Parvex: “En Chile los planes educativos han dejado la historia en un segundo lugar”

Sobre Guillermo Parvex se ha dicho mucho. Basta teclear su nombre en Google y encontraremos la suficiente polémica como para prestarle la atención debida. El periodista y escritor chileno ha vendido más de 120 mil libros en cinco años en su país, siempre con propuestas amparadas fundamentalmente en el género de la crónica histórica.

Al superventas “Un veterano de tres guerras” (sobre el militar José Miguel Varela) debe sumársele “1978. El año que marchamos a la guerra” y más recientemente “¿Quién asesinó a Manuel Rodríguez?”, y en medio de ellos, claro está, “Servicio secreto chileno”.

El inicio de este camino entre éxitos y controversias no fue fácil para el autor nacido en Santiago de Chile en 1954. Según cuenta en esta entrevista, cuando quiso publicar “Un veterano…” nadie le prestó atención. Fue la Academia de Historia Militar de su país la que acogió el proyecto.

Hoy Parvex no pasa aprietos al buscar editoriales. Todos sus libros se venden bajo el conocido sello Ediciones B de Penguin Random House. Es más, uno de estos, el superventas mencionado líneas arriba, mutó en “La muerte acampa en Chorrillos”, publicado recientemente en nuestro país. El volumen recopila las memorias de José Miguel Varela Valencia, abogado de profesión y alférez del Ejército chileno, durante su participación en la ocupación que dicho país ejecutó en Perú durante la Guerra del Pacífico.

En esta charla, Guillermo Parvex nos habla sobre el proceso creativo de sus principales libros, pero sobre todo sobre cómo –gracias al cariño sincero de su abuelo—terminaría haciéndose de un archivo personal que lo hizo uno de los escritores más mencionados en el Chile reciente.

-¿Es cierto que usted fue reservista?

Sí, en mi tiempo el servicio militar era obligatorio en Chile. Lo hice como estudiante, que era una forma de no estar dos años en el Ejército sino solo dos veranos. Hice mi servicio como reservista y cuando fue el conflicto con Argentina me llamaron al servicio activo. De ahí proviene mi tercer libro titulado “1978. El año que marchamos a la guerra”. Ese es un texto sumamente personal en el que cuento mis vivencias siempre enmarcados en el acontecer nacional e internacional, para que no se convierta en un relato tan específico.

-Ese conflicto se dio en un contexto sumamente delicado para su país…

El pico se dio el 22 de diciembre de 1978, pero el conflicto se alargó seis meses. Fui llamado, junto a otros 50 mil reservistas más, a integrar el Ejército en un momento muy delicado para Chile, porque estábamos a cinco años del golpe militar y la sociedad estaba fracturada. Al haber sido estudiante universitario fui llamado como oficial de reserva y estuve a cargo de una sección de otros 30 reservistas más cabos y sargentos, en la Cordillera. Tenía 24 años.

-¿Esa experiencia le cambió la vida?

Por supuesto. Me enseñó a valorar la vida y la paz.

-¿Cuán fundamental fue su abuelo para ese interés tan fuerte que tiene usted por la historia?

Soy su nieto mayor y él siempre me incentivó un cariño especial por la historia. Esto pese a que él era alguien más bien rústico en cuanto a lo intelectual (no tenía estudios universitarios). Antiguamente las casas eran más grandes y las familias eran más numerosas. Me llevaba muy bien con mi abuelo y lo recuerdo hablándome sobre la Guerra del Pacífico, sobre la Independencia de Chile, y un día él me regaló unos apuntes sobre Varela. Solo me dijo “es la historia de un veterano de la guerra”. En ese momento yo estaba preocupado por otras cosas, pero por el cariño a mi abuelo conservé los papeles. Hasta que en 2004 abrí el paquete en vacaciones y de ahí no paré.

-¿Cómo surge el vínculo entre su abuelo y José Miguel Varela?

Mi abuelo era un niño y conoció a Varela cuando este era un prófugo de la justicia chilena por haber sido parte del bando vencido en la Guerra Civil. La vida los reencontró tiempo después cuando ya mi abuelo tenía treinta y tantos años de edad y Varela sesenta. Mi abuelo era una especie de contratista, y Varela dentro de sus actividades altruistas (pues era además notario, abogado) dirigía muchas instituciones de caridad. Con su dinero mandó a construir la ampliación para niños del hospital de Valdivia. Esa obra la hizo mi abuelo. Ahí la amistad se acrecentó. Fueron años de largas conversaciones. Recordemos que en ese tiempo, a diferencia de hoy, las obras no se hacían en un año sino en tres o cuatro.

-¿Es cierto que en Chile no se le da mucha importancia a la enseñanza de la historia de la Guerra del Pacífico?

No hablemos solo de historia de ese hecho, sino de la historia en general. En los últimos veinte años han cambiado mucho a los planes educacionales, dándole énfasis a lo tecnológico y lo científico, dejando la historia en segundo lugar. Quienes sí tienen un poquito más de conocimientos de historia son los que salen de la enseñanza media y optan en los últimos dos años por cursos humanistas. Pero la historia en Chile se está enseñando en forma lineal. 1979, inicio de la Guerra del Pacífico. 1984, fin de la Guerra del Pacífico. Cuatro o cinco batallas grandes y nada sobre los orígenes ni las consecuencias del conflicto.

-En ese contexto, ¿cómo se explica el éxito mayor de “Un veterano de tres guerras”?

No creo que sea un mérito mío, sino más bien de un personaje que se hizo querer por los lectores: José Miguel Varela, una persona muy educada, honesta y transparente. Y con una vocación de servicio a su patria, independientemente de la guerra, sino en general. El libro salió en Chile en un momento de una carencia de personajes como él.

-De héroes…

Más que héroes, de buenos ciudadanos. Había un amplio descrédito hacia las instituciones, hacia los políticos, hacia la iglesia, entonces aparece este personaje sumamente transparente que termina haciéndose –como lo han dicho varios cronistas—muy querible.

Guillermo Parvex es periodista y escritor con más de 120 mil libros vendidos en Chile.

-¿Le fue posible dialogar con la familia de Varela antes de publicar el libro?

No me fue posible, pero tras el libro se me acercaron nietos y bisnietos, todos muy felices porque consideran que con el libro respeté su memoria.

-¿Cómo fue el proceso de verificación de un proyecto tan ambicioso como “Un Veterano de tres guerras”?

Lo hice yo, pero luego ellos (la Academia de Historia Militar) también hicieron una propia con sus historiadores. Les gustó mi libro pero no querían arriesgarse a publicar algo con antecedentes ficticios o parte de novela.

-¿Cómo así le propusieron publicar este tramo de “Un veterano de tres guerras” en Perú con el título de “La muerte acampa en Chorrillos”?

Desde Chile enviaron varios ejemplares del libro a Lima y llegaron a manos de Jerónimo Pimentel. Él terminó muy entusiasmado con la lectura. Luego me preguntaron si aceptaría mutilar mi texto para que sea posible “La muerte acampa en Chorrillos”. Yo dije que sí, porque entendí que quizás en Perú a muy pocos podría interesarles nuestra guerra en La Araucanía, o la Guerra Civil de 1891. Ahí entonces comenzó el proyecto. Carlos Enrique Freye (escritor y militar peruano) viajó a Chile y ahí lo convencí de que haga el prólogo. Ya en Lima, Jerónimo tomó el nombre de un capítulo y me lo sugirió como título. Yo estuve totalmente de acuerdo.

-El día de la presentación en Lima de “La muerte acampa en Chorrillos” un hombre le increpó el papel de Chile en la Guerra del Pacífico. ¿Siente usted algún tipo de animadversión de nuestro país hacia el suyo por la historia que compartimos?

Para nada. Creo que todo lo transparente ayuda. Y mi libro transparenta los incendios de Chorrillos, el ‘botín de Guerra’, y más. Entonces, en la medida en que no intentemos esconder la historia mala que construyeron nuestros tatarabuelos, eso será bueno. Porque cuando estás enojado con una persona y tienes cosas ocultas, que no quieres conversar, ese enojo puede durar por siempre. Pero si te sientas a hablar las cosas abiertamente y reconoces tus errores, yo creo que se puede llegar a olvidar y a generar una buena amistad.

-En “La muerte acampa en Chorrillos” hay un capítulo en el que Ricardo Palma intenta proteger los libros peruanos de la invasión y en un momento, cuando siente que no puede más, logra proteger el patrimonio editorial peruano acordando con Varela ceder un ejemplar y dejar otro en nuestro poder. Hoy sonaría absurdo llevarse libros ajenos en medio de una guerra. ¿Por qué en ese momento sí fue importante?

Yo explico un poco eso diciendo que esto no era un robo sino más bien una compensación y el libro se consideraba valioso. Es verdad, hoy creo que en una guerra nadie se llevaría libros, sino tanques, cañones, trenes, aviones o minerales. En ese entonces los libros tenían un valor muy especial y por eso tal vez se los llevaron. Hay que pensar también que detrás de todo esto estaba el intendente del Ejército chileno, el jefe de José Miguel Varela, alguien quien además de ser abogado era un maestro muy destacado en Chile, entonces imagino que para él los libros sí tenían importancia.  

-Sus libros siempre están vinculados a temas militares o históricos. ¿Piensa guarecerse en dicha temática o en algún momento podríamos leer una novela suya romántica o cotidiana?

Creo que mi amor por la historia, que lo llevo desde niño pero que tuve que suspender para dedicarme a trabajar como animal, es muy fuerte. Hace dos años quise escribir una novela histórica sobre el pueblo Mapuche, pero en la editorial me sugirieron esperar unos años porque no sería bueno confundir mi no-ficción con ficción. No sé si podría alguna vez escribir una novela romántica. Creo que cada uno tiene capacidad para determinada cosa, y la mía es la crónica histórica.

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