José de Piérola: «‘Drácula’ es resultado de un proceso de acumulación estética y cultural»

Más de 130 años después de que Bram Stoker iniciara el trabajo creativo que devendría en “Drácula”, este clásico de la literatura universal se sigue reeditando en varias latitudes y es gracias a sus múltiples traducciones que puede seguir calando en lectores de todo tipo. Un inmejorable ejemplo de esto es la versión en castellano que José de Piérola (Lima, 1962) acaba de publicar en la colección Piedra de Rosetta del sello Lluvia Editores.

Lleva tres décadas viviendo en Estados Unidos, país en el que se desempeña como profesor del programa de creación literaria en la Universidad de Texas en El Paso. Reconocido por libros como “Summa caligramática”, “Sur y norte” o “El camino de regreso”, De Piérola trabaja también como traductor. En esta entrevista, comenta algunas particularidades de llevar al castellano una historia tan fascinante como compleja.

La versión en castellano que Lluvia Editores ya tiene en librerías incluye una nutrida introducción en la que De Piérola profundiza en el antes, durante y después de “Drácula”, poniendo énfasis en el contexto social de la Europa de ese entonces, pero además destacando las influencias fundamentales en la trayectoria de Bram Stoker.

– ¿Qué hace a las traducciones distintas? ¿Por qué no todas terminar siendo iguales?

Uno de los puntos a tener en cuenta es cuáles son las decisiones que el traductor o traductora toma al momento de iniciar su labor. Y esas decisiones dependen más bien de una posición o postura estética. Y hay un rango de posibilidades. Una de ellas es crear una traducción que use el lenguaje que uno quiere para representar más o menos el habla contemporánea y habitual del lugar donde se va a publicar la traducción. Lo que decía García Márquez sobre tener una traducción tan cercana a nuestra lengua ‘que uno parece no estar leyendo una traducción’. Y el otro extremo es una traducción que siga fielmente, casi transliterando el texto original, lo cual a veces puede incurrir en una serie de problemas semánticos, sobre todo. Digamos que en esa gama uno puede decir dónde debe caer su traducción. Yo no favorezco ninguno de los extremos. La transliteración puede producir muchos artefactos, no solo semánticos sino también estilísticos, y puede distraer la lectura, y del otro lado, creo que hay un riesgo de cambiar el marco cultural del texto original. De modo que, si uno usa los giros de la calle del país de uno, empieza sonar como si la historia ocurriese en las calles de dicho país. Me ocurre mucho esto último con traducciones españolas, pues ellos usan giros muy españoles y confunden un poco la traducción. Lees una narración que ocurre en Tokio y de pronto tienes la impresión de que las cosas pasan en Madrid. Así que para mí el ideal es ubicarse a la mitad, usar un lenguaje que resuelva los problemas semánticos y estilísticos del original, pero al mismo tiempo mantener cierta diferencia con la lengua que uno usa en el día a día en su país de origen.

– ¿Recuerda su primer acercamiento a la novela “Drácula”?

La primera vez que la leí tenía doce o trece años. Tuve la suerte de vivir cerca de una biblioteca pública e iba a pasar muchas horas allí. En esa época no había Internet ni redes sociales, de modo que mi distracción era básicamente esa. Aquella primera lectura me pareció escalofriante, aunque tengo la impresión de que haber leído poco antes “Crimen y castigo” me había preparado en cierto modo. Yo leí “Drácula” como una novela de aventura, que es uno de los primeros niveles de lectura que uno puede tener de la misma. Cuando hablé con Esteban Quiroz, director de Lluvia Editores, sobre el proyecto de traducción, volví a leerla y me pareció extraordinaria. Primero porque la leí en inglés y, segundo, porque estamos ante mucho más que una novela de aventuras. Empecé a entender también por qué la novela genera un ícono universal que mantiene su vigencia hasta hoy.

– ¿Importa mucho el contexto histórico en el que surge un clásico de la literatura? En su introducción usted menciona cómo era Reino Unido al momento del nacimiento de Stoker y cómo era para el tiempo en el que fue publicada “Drácula” …

El contexto es importante porque crea los discursos culturales que son parte del discurso de la novela. Lo interesante en “Drácula” es que los discursos culturales de entonces, que más o menos corresponden a una Inglaterra imperial y a una forma de orientalismo que se practicaba en toda Europa, incluyendo Inglaterra en el siglo XIX. Se puede entender desde nuestra época porque nos permite ver las relaciones que había entre las distintas culturas y clases sociales que, lamentablemente, no hay cambiado mucho en la actualidad. Entonces, esa marca del momento nos hace entender cómo eran las cosas entonces, y sobre todo las relaciones humanas nos permiten acercarnos un poco más a la obra.

-Menciona usted al Stoker crítico de teatro. Juntando las piezas escritas por este autor cómo podríamos definir su prosa.

Él fue un escritor muy interesante porque su formación fue casi como autodidacta. Creo que tuvo la suerte enorme de toparse con un gran actor inglés (Henry Irving), y de formar parte de una casa, que no solo es un teatro sino también un centro cultural en Inglaterra (el Lyceum). Eso influye bastante en su escritura. Y a lo largo de los años va de una redacción que es más o menos funcional a otra que aspira a ser mucho más literaria. Y creo que logra el balance exacto en “Drácula”, no solo porque está un poco al medio de su carrera, cuando ya tiene cierta madurez como escritor, sino porque el proceso de escritura de esta novela le toma mucho más tiempo, reflexión e investigación que los demás. Esto es interesante porque la mayoría de clásicos tienen también esa característica de que fueron escritos más o menos a la mitad de la carrera de un gran autor, y además con gran dedicación y valiéndose de muchos años para el trabajo de refinamiento y de recolección de la información.

– ¿Hubiera sido mucho más difícil o tal vez imposible labrar una trayectoria como la de Stoker sin hechos como haber conocido a Henry Irving ni haber leído la novela “Una narración sobre los Principados de Wallachia y Moldavia” de William Wilkinson?

Es verdad. Y es muy interesante desde nuestra perspectiva porque son, de alguna manera, accidentes en la vida de Stoker. Sin esos dos ‘accidentes’ a lo mejor no habríamos tenido una novela como “Drácula”. Hoy esa novela es universal, tanto como lo es “El Quijote” y, sin embargo, aparece gracias a las coincidencias que mencionas, las cuales siembran la curiosidad en el imaginario y en las ambiciones de Stoker.

– “Drácula” no es la primera ni la última pieza narrativa basada en un vampiro. ¿Por qué esta sí llega a trascender el tiempo y las otras no?

Nada sale de nada. Es un proceso de acumulación estética y cultural el que produce “Drácula”. Digamos que uno de los sustratos importantes para la novela es que en el imaginario europeo hay esta noción de los ‘muertos en vida’, que ahora llamamos zombis. O sea, criaturas de la noche que aparecen en ciertos momentos y se alimentan de la sangre humana. Esas son historias que Stoker ha leído y que están registradas desde el siglo XVII en la literatura europea. Ahora, la diferencia que hay entre Stoker y las otras obras es que estas se enfocan solamente en el efecto truculento del muerto en vida que se alimenta de la sangre humana. Lo que añade Stoker son dos elementos importantes. En primer lugar, el marco cultural donde eso ocurre y las diferencias. Y, en segundo lugar, la personalidad de Drácula. Él no es solo un monstruo, sino también un ser humano mucho más complejo que los otros ‘dráculas’ anteriores. Si pensamos en el caso de “El Quijote…”, antes suyo hubo muchas novelas de caballerías, pero solo lo recordamos a él porque presenta una personalidad más compleja, parecida a lo que nosotros somos. Y eso es interesante porque al crear en esta novela a un personaje parecido a nosotros todo resulta más escalofriante porque bien podríamos tener un Drácula al lado sin darnos cuenta.

De Piérola considera que cada cierto tiempo «Drácula» genera nuevos enfoques para el análisis.

– ¿Tuvo oportunidad de leer muchos ensayos o textos académicos sobre la obra de Bram Stoker?

No puedo decir que he leído todo, pero sí lo suficiente para poder escribir la introducción. Una cosa que ha ocurrido con “Drácula” es que el interés se va renovando en cada generación, de tal manera que al principio era motivado un poco por la aventura y luego gira en torno a las relaciones coloniales o neo coloniales que se exploran en sus páginas. Mira, una de las críticas más recientes gira en torno a que “Drácula” cuestiona nuestras ideas de lo que es la trasgresión del cuerpo humano o lo que este significa dentro de nuestro momento cultural. Hoy por ejemplo estamos en el siglo XXI entendiendo por primera vez que las expresiones del ser humano varían en un espectro mucho más complejo dentro de lo que se pensaba en el siglo XIX. “Drácula” entra en esa conversación porque su presencia misma cuestiona lo que es ser humano, ser inglés, lo que es morir y vivir, etc.

– ¿A esto se refiere en su introducción cuando habla de “rebelión contra el nuevo orden de la modernidad”?

Así es. La rebelión de la modernidad en la época de “Drácula” es en contra de la noción de que ahora hemos resuelto todo y las cosas están claras, mientras que en la novela las cosas no están para nadas claras, no sabemos quién está vivo o muerto, ni cómo son las relaciones entre los países. En la introducción digo que es posible entender a Drácula como ese otro que ha sido invadido o conquistado y que ahora vuelve de alguna manera escalofriante al país imperial y conquistador.

-Ya con el paso del tiempo cómo pueden analizarse estas primeras críticas contra la novela, que no necesariamente fueron positivas.

El crítico hace lo que humanamente puede hacer, tomando en cuenta la cultura y el momento que vive. Y una de las cosas que los críticos no tienen es la perspectiva de la influencia de esta obra en la cultura universal. Eso todavía no pueden verlo. Por eso jamás dirán “este es un clásico”, porque clásicos instantáneos no existen, sino que se van formando en años o décadas. Así que podemos entender a estos críticos porque están juzgando a la novela de Stoker dentro del contexto en el que viven. Y el contexto que ellos tienen son las novelas que se podrían considerar literarias y la emergencia de lo que ahora llamamos los géneros literarios que todavía (en ese entonces) eran bastante nuevos. Hoy uno entiende lo que es una novela policial, de romance o de horror, y los géneros literarios siguen aumentando. Como no había esos referentes en esa época, los críticos hacían lo mejor que podían y, de alguna manera, muchos se equivocaron.

– ¿Las adaptaciones al teatro y al cine pusieron su granito de arena para hacer de “Drácula” un clásico? ¿Cuál de estos casos recuerda en especial y por qué?

Creo que ha existido una relación de ida y vuelta entre el cine y la novela. El cine se alimenta de la novela y la novela cobra vigencia gracias al cine. La primera película, “Nosferatu”, que crea una versión diferente de la novela, aunque la tiene como base, y otras más recientes, como la serie “Van Helsing”, basada en uno de los personajes de “Drácula”. Así que la relación sigue vigente y constante. Resulta difícil elegir cuál es la mejor versión porque habría que juzgarlas en su espacio. Tal vez “Nosferatu” es un ícono interesante porque nos hacer ver la cinematografía y el cine en una época diferente. Y esa extrañeza le da, desde nuestra perspectiva, cierta calidad que las versiones contemporáneas carecen.

-Sobre el rol de la mujer dentro de “Drácula” usted dedica varias líneas en su introducción. ¿Cómo podría decir que Stoker posiciona a la mujer en su novela?

Esa es una de las cosas más interesantes de la novela, porque cuando uno la recuerda le vienen a la cabeza al protagonista y a varios de los momentos álgidos de la historia, pero uno puede perder de vista que el personaje femenino de alguna manera trasgrede las normas de la época. No es solo una víctima que debe ser salvada por un personaje masculino, sino que participa de una forma activa en la aventura y en lograr combatir a Drácula. Lo que me parece extraordinario en esta novela es que sea un personaje femenino quien sostenga a los masculinos para que puedan llevar a cabo su tarea. El personaje de Mina Harker, por ejemplo, no es pasivo ni indefenso. Obviamente una cosa que hay que recordar es que el rol de la mujer está limitado en la época de Stoker (por ejemplo, no tenía entonces derecho al voto), de manera que cuando el autor imagina una mujer mucho más activa, y los otros personajes, muchos de ellos con pensamientos del siglo XIX, y dicen que (ella) “es tan inteligente como un hombre”, pues eso es solo lo que dice los personajes. La intención de Bram Stoker es mostrarnos esa equivalencia en la capacidad intelectual y moral que tienen los dos géneros. Debido a eso, “Drácula” sigue siendo relevante porque está cuestionando cosas del siglo XIX y de las que, lamentablemente, nos seguimos ocupando en la actualidad.

En 2019, De Piérola publicó su primer libro en inglés titulado «Fabulations». (Foto: Juan Ponce/GEC)

-Finalmente, resulta un poco penosa la imagen de la viuda de Stoker rematando sus libros para poder vivir que usted menciona en su introducción. Lamentablemente, esto no es inaudito si de autores del pasado nos referimos…

En cierta medida, el éxito de “Drácula” fue instantáneo, pero no avasallador. No había esa traducción instantánea en 20 idiomas o la publicación simultánea en distintos países que sí existe hoy. De modo que conseguir los beneficios tomaba mucho tiempo, y creo que eso fue lo que le pasó a la viuda de Stoker. Imagino también que en ese momento no había las posibilidades de contratos cinematográficos. Friedrich Wilhelm Murnau no pagó ningún derecho para hacer “Nosferatu”, algo que hoy sería imposible. Así que eso marca la falta de fortuna de su familia en torno a dicha publicación. Estoy de acuerdo con que la imagen de la viuda de Stoker vendiendo sus libros resulta triste, pero –salvo pequeños casos—la literatura no lleva a fortunas personales ni familiares. Un caso que me tocó muy de cerca fue con el escritor Manuel Scorza, a quien admiro mucho y del cual he escrito también. Una vez, durante una visita a ‘librerías de viejo’ en Lima vi a una señora que tenía un aspecto familiar, pero no la reconocí. Un rato después le pregunté al dueño del local quién era esa señora. “Es la viuda de Scorza”, me respondió. “Ah, viene a comprar libros”, reaccioné. “No, viene a venderlos”, me dijo. Ver a la viuda de Scorza vendiendo libros quizás valiosos, tal vez para sobrevivir, me conmovió profundamente.

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