Marco Miyashiro: «Hacer cosas por la juventud y las poblaciones vulnerables me parece una tarea pendiente»

Medio en broma y medio en serio, el General PNP (r) Marco Miyashiro dice que cuando uno llega al puesto de General en la Policía “le colocan una medalla cada vez que voltea el cuello”. Tal vez por eso, cuando le preguntan qué le dejó su larga y reconocida carrera en dicha institución, siempre cuenta la misma anécdota. En los setentas, durante su primera misión fuera de Lima, el entonces muy joven oficial dio con el paradero de ocho sacos de papa que le habían sido robados a un humilde comerciante. “Recuerdo al propietario arrodillado, agradeciendo y diciéndome: ‘para usted no será mucho, pero para mí es la alimentación de toda mi familia’”.

Este Héroe de la Democracia nacido en 1953 ha enumerado una serie de pequeñas historias ligadas no solo a su trayectoria como oficial de la PNP, sino también a su ámbito personal y familiar. El resultado se encuentra publicado en “Memorias de un policía. Lucha contra el terrorismo en el Perú” (Planeta, 2021).

El volumen repasa las motivaciones que llevaron a Miyashiro a –desoyendo la opinión de un ser tan importante como su propia madre—vestirse el uniforme para trazar una historia casi de película: viajar al interior del país, perfeccionar sus capacidades como investigador, resguardar presidentes, pero también –como todos recuerdan—capturar a Abimael Guzmán Reynoso, máximo cabecilla de Sendero Luminoso y, por si fuera poco, resistir varios meses secuestrado por los terroristas del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) en la Embajada del Japón.

En esta entrevista, Miyashiro repasa ciertos detalles de su obra autobiográfica, y se anima a opinar en torno a algunas de las preocupaciones centrales para un país tan complejo como este: inseguridad ciudadana, tráfico de drogas y pérdida de valores.

– ¿Qué lo llevó a escribir sus memorias?

Por las experiencias policiales que he tenido, las cosas que me han ocurrido dentro y fuera de la institución, me pareció interesante escribir mis memorias. Me animé inicialmente cuando estaba prestando servicios en la zona de emergencia. Yo siempre vi que muchos de mis jefes y colegas me transmitían enseñanzas, pero ellos nunca se animaban a escribir. Así que pensé: voy a escribir, para que quien me lea pueda conocer la experiencia de un oficial. No obstante, me animé mucho más a escribir estando ya retirado. Mi idea es que aquel lector que no es policía vea que detrás del uniforme y la placa siempre hay un ser humano. 

-Cuenta usted en el libro que su madre en el día de su graduación como policía intentó convencerlo de que abandone y la apoye los negocios familiares. ¿Cree que es tan difícil ser policía hoy como lo era en su época?

Es difícil, porque la policía tiene que cumplir funciones sumamente delicadas y si actúa bien la opinión pública dice ‘es su labor’, pero cuando uno se equivoca siempre habrá un dedo condenatorio. Es cierto que uno comete errores. Yo mismo los he cometido, pero no es para estar censurando a la organización en su totalidad. Y yo pongo el ejemplo de mi madre porque para mí fue una conversación que se me quedó grabada, y que cuando se presentaban las tentaciones que siempre hay en la carrera policial yo pensaba: ‘No. Eso le daría la razón a mi mamá, y yo le dije que sería un buen policía’.

-Siempre está la idea de que los policías son muy mal pagados en Perú. ¿Cuán trascendental es el tema económico en la vida de un policía?

En el tema económico el gran problema es la presión que uno recibe por parte de la familia. Porque bien que mal, el sueldo policial para una sola persona puede justificarse. Pero si tienes esposa, hijos, y hay que ayudar a padres o hermanos, resulta sumamente limitado. Esto, sin embargo, no es motivo para incurrir en irregularidades funcionales. Y muchos buscan justificar las cosas malas en el tema de los sueldos. Es más, hemos sido testigos de que, aun teniendo dinero, algunos buscan más dinero. Es decir, nace la angurria por acumular riquezas. Y eso lleva a que nuestra sociedad esté más acostumbrada a lo malo que a lo bueno.

-Cada cierto tiempo surge la propuesta de mandar a los militares a apoyar en la seguridad ciudadana. Se ha dicho incluso que estos deben ir a las oficinas del Estado para que los policías puedan ir a la ‘cancha’. ¿Cuál es su posición en este tema?

Voy a remontarme a la historia. Cuando el GEIN, la PNP y las Fuerzas Armadas combatían el terrorismo, la sugerencia de Montesinos a Fujimori fue crear un grupo dependiente del SIN para mejorar lo que estaba haciendo la policía. Así surgió el Grupo Colina. Entonces, la policía actuaba, el GEIN también, aunque lento, pero seguro, pues daba respuesta cada dos o tres meses. Sin embargo, se ilusionó al titular del Gobierno para que incursione con la Fuerza Armada, porque el delito de terrorismo en ese entonces asfixiaba al país. Ahora, ubicándonos en el año 2021, las medidas tomadas por el Ministerio del Interior no dan resultados, entonces se quiere volver a las Fuerzas Armadas, pero esta institución tiene su propia misión, que es diferente a la de la Policía. Y solo cuando esta última se ve sobrepasada, cuando el orden interno es incontrolable, recién las FF.AA. deben entrar a tallar.

Esta anunciada medida (de que los militares apoyen en la seguridad ciudadana), sin embargo, todavía no se ha aplicado, felizmente, pues no se ha decretado el Estado de Emergencia, como exige la Constitución. Es decir, lo que está escrito todavía no se cumple. Y se busca aplicar lo que fue para una emergencia sanitaria por la pandemia. Pero eso no es dable porque estas fuerzas no van a actuar por efectos de la pandemia, sino por el alto índice de criminalidad que la autoridad política (Mininter) no ha sabido controlar.

-El puesto de ministro del Interior es uno de los más inestables en el Gabinete. ¿Cuál cree que es la razón por la que ninguna estrategia parece servir?

La criminología es una ciencia jurídica que trata de responder porqué el hombre delinque. Y ve cinco aspectos: control social, víctima, delincuente, delito y conductas de riesgo. Yo quiero centrarme en el primero, que tiene dos formas: formal e informal. Dentro del primero, tenemos a las instituciones (MP, PNP, PJ e Inpe, principalmente, porque también habría que incluir otras entidades). Ahora, yo le preguntaría a la ciudadanía: ¿cómo está actuando el Ministerio Público? ¿Y el Poder Judicial? Vayamos a un caso específico: en Lima, cuando un delincuente comete un delito en la zona norte y después reincide en el sur no se acumula como antecedente con la justificación de que ‘estamos en diferentes jurisdicciones’. ¡Pero el Ministerio Público es a nivel nacional! Entonces, si el detenido es primerizo, pues lo sueltan.

-Menciona en su libro un tema muy importante: la subordinación a los mandos superiores. Hace un par de meses hemos visto un reportaje en el que el presidente mantiene reuniones fuera de Palacio de Gobierno, sin registro oficial. El detalle es que son policías quienes lo llevan y resguardan allí. Más allá de que estos deben obedecer las órdenes de su comando, ¿en qué situación se encuentra un agente cuando sabe que lo que resguarda es algo –por lo menos– no reglamentario?

Aquí hay dos situaciones. La primera: ese policía está para resguardar la seguridad de la persona, y sobre ese aspecto se centra. No está para calificar o verificar si su resguardado cumple o no el orden público. Sin embargo, tiene la obligación de informar. Por lo tanto, el que está de jefe de resguardo del Presidente tiene la obligación de dar cuenta de a qué hora y en qué lugares se mantuvo este, o si es que hubo alguna situación que vulneró la seguridad. Por otro lado, yo fui seguridad del presidente Morales Bermúdez cuatro años y dos años y medio del señor Belaunde. No comentaré de ellos, pero sí creo que, lo más difícil para dar seguridad a cualquier personaje es la idiosincrasia, los usos y costumbres de esa persona. El Presidente Castillo anunció en su discurso presidencial que haría de Palacio un museo, y que él atendería en una oficina del Ministerio de Cultura. Nunca dijo que atendería en su casa (Breña). Ahora dice que es una situación personal, pero yo le preguntaría: ¿Por qué el cumpleaños de su hija entonces lo celebra en Palacio? ¿Acaso ahí no debió utilizar entonces la casa (de Breña)?

Marco Miyashiro, autor de «Memorias de un policía».

– ¿Cómo es para un policía nacido y formado en Lima tener su primera experiencia afuera? ¿Lo ve casi como irse a otro país?

Estos últimos días estoy un poco preocupado por mi hijo, porque está por conseguir trabajo en el extranjero. Pero él tiene 30 años. Cuando yo salí de Lima a prestar servicio permanentemente en Cutervo tenía 23 años. Creo que logré identificarme tanto con la población que el año siguiente me nombraron presidente de los carnavales de Cutervo. Fue una identificación muy grande. Por eso yo siempre afirmo que fue en Cutervo donde aprendí a querer a mi Perú.

– ¿Un terrorista tras cumplir su condena deja de serlo o siempre será terrorista?

Yo creo que un terrorista tras cumplir su condena puede dejar de ser terrorista, pero sus ideas no cambian. Como congresista buscaba cómo impedir que aquellos que había cometido delitos de terrorismo trabajen en el sector público, porque si ellos con su ideología trataron de destruir el sistema público, pues entonces que vayan al sistema privado. Por eso insisto en la idea de que un terrorista no puede laborar en el Estado tras cumplir su condena.

– ¿Ya sea durante su secuestro en la Embajada del Japón o como oficial de policía luchando contra el terrorismo, llegó a sentir miedo de morir?  

La muerte siempre fue algo que estaba bastante cerca, pero en la Embajada específicamente tuve una persona que me daba una fuerza moral increíble: el sacerdote Juan Julio Witch. Yo le decía: oiga, don Julio, si el MRTA le ha dado la opción de salir en cualquier momento, ¿por qué permanece aquí? Y él me decía: ‘mira, yo muy poco he desarrollado la labor sacerdotal como un cura de parroquia. Más me he desempeñado en el ámbito académico, incluso con mi familia (otros sacerdotes), pero aquí (en la Embajada) tengo a toda mi parroquia muy cerca siempre, entonces creo que debo cumplir mi rol de sacerdote’. Y yo reaccioné: ‘usted es sacerdote y yo policía, entonces nos quedamos’.

-Adjunta en sus memorias una estrategia de lucha contra el tráfico ilícito de drogas. Esto me hace pensar en la serie de personalidades mundiales que proponen legalizar las drogas para acabar con el narcotráfico. ¿Ve viable esta propuesta?

Estoy en contra de la legalización de las drogas porque en muchos países se ha legalizado la marihuana, ¿y acaso eso ha mejorado su estatus social?

– ¿Tiene asidero afirmar que las grandes bandas de narcotráfico mundiales tienen cien veces más dinero que el presupuesto asignado a la Dirandro?

Claro. Recordemos que la cárcel donde estuvo el más grande de drogas de Colombia fue construida por él, con su dinero. Entonces vamos a encontrar que hay muchas contradicciones y todo se justifica en lo económico. Por eso yo creo que hay que hacer un rearme moral, un fortalecimiento de los principios éticos.

-Ya en la parte de agradecimientos menciona usted a Luis Castañeda, a quien usted recuerda con particular estima por lo que hizo por el GEIN a inicios de los noventa…

El señor Castañeda Lossio fue alcalde y se desempeñó en varios puestos públicos. Pero cuando estuvo de jefe del IPSS su local estaba en el Centro Cívico. Y entre la vía Expresa y la avenida Wilson hay que bajar y subir a través de un pase. La bajada te lleva a los sótanos, que incluía los estacionamientos del IPSS. A través de amigos, nos puso en contacto con Castañeda y él autorizó el apoyo. Nos dieron escritorios, enseres, que nos permitieron habilitar oficinas del Gein y de la Dircote. Además, autorizó el uso de 20 estacionamientos y eso facilitó que los carros que usábamos para las vigilancias nunca lleguen al local de la Dircote y se desvíen hacia el sótano del IPSS. Y es que, una de las formas por las que (los terroristas) identificaban las vigilancias era precisamente registrando los vehículos que usaba la policía. En mi libro pongo como ejemplo al señor Castañeda porque hubo muchísimas personas que colaboraban con la Policía y nos pedían que eso no se haga público por cuestiones de seguridad. Pero ya transcurrido todo este tiempo, me parece que correspondía decirlo.

– ¿La carrera policial le dejó más amigos que enemigos?

Yo considero que sí. Una vez camino a Chosica paré en Chaclacayo y se cruzó un señor. Me saludó afectuosamente, lo recuerdo muy bien. Mi esposa y mis hijos me preguntaron: ¿es un policía? No, era un señor que yo había detenido tiempo atrás. Me saludó así porque, tras recuperar su libertad, aprendió a nunca más cometer ningún tipo de delito.

-Supongo que el día en que fue electo congresista fue uno de los más felices de su vida. Pero de pronto disuelven el Parlamento y debe abandonar su puesto. ¿Sintió como si le hubieran arrebatado un mérito que alcanzó honestamente?

La disolución del Congreso la tomé como un insulto a la democracia, más que por la acción del ‘Lagarto’ (Martín Vizcarra), por la del Tribunal Constitucional. Esa fue una gran decepción, y pónganse a pensar que, con todo este ruido político actual, mientras no se cambie el TC, mientras que no se modifiquen aquellos órganos que deben velar por el cumplimiento de nuestra Constitución, la porquería política seguirá igual.

-Presumo que, si usted volviera a nacer, sería nuevamente policía. ¿Es correcto?

¿Por qué fui policía? Porque quise hacer algo por nuestra juventud. Y esa tarea todavía está pendiente. La carrera me llevó por la lucha contra el terrorismo, pero hacer cosas por la juventud y las poblaciones vulnerables me parece una tarea pendiente. Y creo que desde la policía se puede hacer mucho.

(La foto de esta nota fue tomada del archivo de la Agencia de Noticias del Estado Andina)

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