Doce años después de publicar su primera novela, Omar Guerrero se sumerge nuevamente en su faceta de escritor. Esto no le impide –y esta entrevista es una prueba fiel de ello— rememorar con suma nitidez las otras actividades ligadas al mundo editorial que ha desempeñado desde que egresó de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Desde analista comercial (cargo que desempeña actualmente en Penguin Random House Perú) hasta editor, pasando por la faceta de librero, Guerrero conoce de primera mano el lado bueno y también el malo de una industria tan compleja como fascinante.
Hoy, el autor nacido en 1977 se alista para para llevar su nuevo libro, “Literatura anónima” (Colmillo Blanco, 2022), a las estanterías que tanto tiempo lo acompañaron en el pasado. El volumen contiene once relatos hilvanados por una esencia común: el deseo de escribir.
Antes de la entrevista me dijiste “Disculpa si hay mucha literatura en mi libro”. ¿Por qué?
Todos mis cuentos están basados en lecturas que hice. No me defino como escritor, sino como un lector que escribe, y que escribe sobre lo que lee. Entonces, como normalmente leo literatura, todos los cuentos de este libro nacen y se desarrollan a partir de esta.
De entre todas tus influencias, ¿por qué Vila Matas y Fresán son claves?
Cuando los leí por primera vez me sucedió lo mismo que cuando leí a Bolaño, Borges, Vargas Llosa, García Márquez, Kafka, Joyce y más. Vi una esencia literaria total en sus escritos. Ambos tienen esa capacidad de que pueden contarte una historia común, pero en esta de pronto se va insertando la literatura misma, el acto de leer, de escribir, aquello que corresponde a ese universo, y así todo se torna literario. Fresán y Vila – Matas son, efectivamente, mis paradigmas a seguir.
-Mientras charlamos vía Zoom veo que detrás de ti hay un retrato de Vargas Llosa que parece observar de cerca todo lo que ocurre alrededor tuyo…
Este afiche estaba en uno de los stands de Penguin Random House, editorial en la que trabajo, durante una FIL pasada. Al terminar la feria dije: ¡no boten ese afiche, por favor, me lo llevo a casa! La frase bajo el rostro de MVLl dice “Leer es protestar contra las insuficiencias de la vida”. Para mí la lectura es una forma de protestar contra el país, la sociedad, lo que me ha tocado vivir personalmente. Así que para mí la literatura es un refugio. En el colegio me incentivaron a la lectura, luego decidí estudiar literatura en la universidad. Siempre he trabajado en esto, entonces, casi desde la adolescencia los libros han estado presentes en mi vida.
¿Dónde crees que radica el aporte central del Nobel peruano a la literatura universal?
Creo que Vargas Llosa ha demostrado que debe haber una rigurosidad en todo esto. Él comentó en más de una ocasión que si bien su escritor modelo era Flaubert, cuando comenzó en esto no sentía que tenía esa facilidad de escritura. Y eso tiene que ver con la famosa frase de que “la literatura es 10% de inspiración y 90% de transpiración”. Y esa transpiración sí la dedica Vargas Llosa todos los días de su vida. No solo a leer, sino a escribir, levantarse cinco de la mañana, etc. Antes incluso salía a correr pues esta acción le daba una especie de energía extra. Pienso que toda esa rigurosidad es un modelo a seguir. Así que diariamente intento levantarme temprano y leer, porque –en mi caso personal– prefiero las noches para escribir.
Para aquellos que no pudieron leer tu primera novela, ¿existen algún tipo de vínculo entre “Paterson City” y el libro de cuentos “Literatura anónima”?
Directo, no. Esa novela transcurre en Paterson City, el distrito que está en New Jersey, donde vive la mayor comunidad de peruanos en Estados Unidos. La escribí en base a las referencias que me brindaba mi mamá, quien iba todos los fines de semana allí desde Newark. Bueno, en la Paterson de mi novela inserté una librería. Y ese tal vez podría ser un vínculo común con muchos de los cuentos de “Literatura anónima”. Por mi pasado de librero, sé muchas anécdotas algo insólitas de excolegas. Pienso que en los cuentos de este libro sí hay una presencia redundante de libreros que recomiendan, instigan, que van trazando caminos sobre estos escritores anónimos para revelar su identidad. Esto de tener siempre presente a libreros en mis historias y proyectos tal vez es en parte una imitación a Fresán y Vila – Matas. Así como ellos hablan y escriben sobre gente que escribe, pues yo hablo y escribo sobre gente que lee, gente rodeada de libros, como los libreros.
Tu libro me deja esa sensación de un fanático corriendo detrás de un autor para pedirle un autógrafo. ¿Es correcto pensar que tú mismo eres así?
Claro. Los que me conocen y han trabajado o trabajan conmigo saben que cuando llegan las ferias o festivales de libro yo soy uno de los más empeñosos y llevo dentro de mi mochila los libros de los autores que se presentarán. Mira, yo me considero una persona tímida, pero cuando corresponde o llega el momento de los escritores pierdo toda timidez e, inmediatamente, tal vez por mi pasión por la literatura, me acerco y comienzo a hablarles. Y lo hago como si me conocieran de toda la vida. Soy conchudo en ese aspecto. Y no solo les pido una firma sino también un selfie.
Tal vez siendo analista comercial editorial en la actualidad puedas responderme esta pregunta. ¿La literatura ‘exitosa’ en números es necesariamente mala?
No. Siempre pongo el ejemplo de Stephen King, que me ha parecido siempre un autor muy comercial, pero a través de los últimos años me he acercado mucho a su obra, sobre todo luego de que Mariana Enríquez –una autora que me gusta mucho—lo reconociera como una de sus influencias. En el caso específico de King sí se nota una calidad, sino tal vez no se hicieran tantas películas de sus obras. Y cuando uno los lee siente eso que dice Mariana Enríquez, el miedo que traspasa. Cuando lees “Cementerio de animales” percibes eso que, en lo personal, me ha sucedido cuando leía los cuentos de terror de Clemente Palma. Bueno, cosas así te pasan cuando lees alta literatura, o sea, gente que me emociona, me hace reír o me entristece. Creo que existe una literatura comercial que sí se puede considerar como válida. Luego, hay otra que la crítica considera algo light o ligera y sí, es cierto, existe, pero no la desdeño. Hace poco conversaba con alguien que me decía que su hija leía literatura juvenil, romántica, y yo le dije que me parece genial, porque no tienes necesariamente que llegar a los 15 años habiendo leído “El Quijote”.
Siguiendo con el tema de los gustos, cada vez suena más frecuentemente la frase ‘la literatura vende poco en Perú’, mientras que sí hay mayor adquisición de textos de crónicas, reportajes o la llamada no ficción. ¿Coincides?
La literatura no está en el ránking de los más vendidos, es verdad. Normalmente aquí en el mercado peruano hay una predilección por la no ficción, sobre todo por temas sociales, políticos e históricos. Sin embargo, existen puntos o quiebres. Te puedo citar el caso de “El espía del inca” de Rafael Dumett, que ya va como cinco ediciones. Y estamos hablando de un libro voluminoso de cerca de 800 páginas, que cuesta más de 100 soles, y sin embargo sigue apareciendo en los ránkings de venta de las principales librerías. Además, no solo ha sido avalado por la prensa, sino también por la crítica especializada. Ha sido reseñado dentro y fuera del Perú. Explicar en profundidad este quiebre me tomaría otra entrevista. No obstante, es sano que ocurran este tipo de cosas. Antes pasaba solo cuando Mario Vargas Llosa publicaba y ahora pasa con un autor que tal vez no era tan conocido y ahora lo precisamente por su novela.
Entre “Tinasky”, un cuento que narra la búsqueda de la reencarnación de Vallejo en tiempos modernos y la historia de un actor porno que deviene en escritor, ¿cuál crees que es la esencia que marca el conjunto de relatos de “Literatura anónima”?
El deseo de escribir. La escritura de por sí trae a colación un tema que ya se ha tocado y que algunos prefieren evadir, y tiene que ver con el bendito ego. Todos los escritores lo tienen, pero algunos lo regulan más que otros. Hay un grado mínimo de este factor y es al que yo apelo en mis cuentos. El ego mínimo y por eso el deseo de ser anónimo. Escribir por el gusto de hacerlo y por una necesidad casi fisiológica. El tomarle una foto a tu manuscrito y ponerlo en tus redes diciendo ‘acabo de terminar mi novela’, ese protagonismo que no se puede evitar, pero que no comparto, lo trato de plasmar desde su oposición, en su grado cero. Escribir porque me gusta y no mencionárselo a nadie. Alejarse por completo de los flashes y si algo sale en algún momento a la palestra, que sea la literatura y no el escritor.
A propósito del cuento “Tinasky” (dedicado a Claudio López Lamadrid) me puse a pensar en este prejuicio o casi estigma con respecto a editores como simples socios de francachelas y cómplices de travesuras de los autores, y no tanto como alguien que se toma meses tal vez revisando textos para sacarles lustre. ¿Ha ido cambiando la noción de cómo vemos a los editores?
Es que siempre se muestra el lado glamoroso de la edición. Esto viene desde la época del Boom Literario Latinoamericano, cuando los periodistas preferían tomarle una foto a Carlos Barral con un habano en la mano, o con un vaso de licor en un bar con Vargas Llosa y García Márquez. Eso era mucho más glamoroso que fotografiarlo en su estudio revisando los manuscritos, que es la verdadera función del editor. Mira, a lo largo de todos estos años, no solo en España y Latinoamérica, te puedo decir que sí hay un lado muy atrayente, no solo para los que quieren ser editores sino para los que están dentro de este mundo, de los viajes, festivales, ferias, portadas de revistas, porque el editor es, la cara de la editorial. Pero en sí el trabajo duro del editor es llegar todos los días temprano a la oficina, sentarse a ver qué es lo que va a salir, qué es lo que ya salió y qué es lo que va saliendo. Creo que esto es mucho más un trabajo de escritorio que de café y de glamour. Eso es lo que he aprendido mucho de gente como Claudio López Lamadrid, y a cuidar mucho a los autores, por supuesto, porque ellos son la maquinita que hace girar el lado comercial que muchos satanizan, pero que termina siendo una realidad. Una editorial es finalmente un negocio como cualquier otro, y así como hay que sacar los mejores celulares, pues hay que sacar los mejores libros.
¿Te atreverías a calcular qué porcentaje de tu vida está en este libro? Porque aquí aparecen cafés con escritores, librerías, anécdotas persiguiendo autores, etc.
En ese aspecto sí trato de salirme del cuadro y no aparecer. Mi estrategia es escribir un diario, lo que me libera mucho de colocar mi ‘yo’ como protagonista. Mis cuentos son siempre en base a cosas que he escuchado o a historias que le han ocurrido a amigos. Pero lo único que se podría decir que sí hay de mí en este libro es ese gusto por la literatura. Hay muchos personajes, incluso femeninos, que se sienten fascinados por la literatura. Y en eso sí me puedo emparejar con ellos: para mí la literatura está por encima de todo.
No eres millonario, pero tú eres un ejemplo real de que sí se puede vivir de la literatura, o de los libros, más precisamente. Desde que saliste de la universidad nunca te faltó trabajo en tu área. ¿Qué le dirías a un chico que está por terminar la secundaria y tiene temor de decidirse a estudiar literatura?
No solo literatura. Cualquiera sea tu pasión, debes desarrollarla. No quiero entrar en el campo de la autoayuda, pero no hay nada más feliz que hacer lo que te gusta. Para mí no existe el ‘lunes’ tradicional de cualquier persona, porque lo que veo siempre es lo que me gusta: libros. Y de todo tipo, lo que se ha vendido, lo que va a salir, lo que funciona y por qué no funcionan otros. Es un trabajo que debes hacer con muchas personas, como un engranaje. Creo que si eres feliz haciendo tu trabajo este te sale mejor. Yo pienso que tal vez nunca me voy a jubilar de los libros. Por más que me digan ‘ya no trabajarás aquí’, tal vez siga desarrollando lo que he aprendido, mi gusto y mi pasión en este ámbito. Nunca he estado desempleado, pero si me hubiera pasado tal vez hubiera puesto mi cartelito para editar de forma independiente o corregir textos, no lo sé.