Isabel Menéndez: “Los libros te ayudan a escapar, a sentirte diferente”

Treinta y dos libros después del momento en que todo inició, la escritora y cuentacuentos Isabel Menéndez Ibárcena conserva la misma alegría e ilusión en cada nuevo proyecto. Aunque hoy no ejerce su profesión de docente, ella no ha dejado de estar vinculada a los más pequeños del hogar, laborando como cuentacuentos y promotora de la lectura en distintas instituciones educativas. También tiene un canal de YouTube donde espera llegar a los menores sin posibilidades de comprar libros o visitar bibliotecas.

En esta entrevista, realizada a propósito de la presentación de su nuevo libro “Una amistad gigante” (Planeta Junior), a realizarse el próximo domingo 27 de noviembre a las 5 p.m. en Librería Crisol del Óvalo Gutiérrez, la autora nos habla sobre sus inicios, sus ideales, pero sobre todo sobre el amor que siente por lo que hace.

Los protagonistas de “Una amistad gigante” son Ru, el Gigante, y Franalto, un enano que, en medio de sus respectivas vidas solitarias, se cruzan para no separarse más. “Este es un juego sobre ser diferente”, asegura Menéndez sobre esta hermosa historia ya disponible en librerías. El volumen fue ilustrado por la artista, escultora y muralista peruana Isabelle Decencière.

Aquí la entrevista:

¿Lleva la cuenta de los libros que ha publicado hasta hoy?

Treinta y dos libros.

¿Recuerda cuál fue el primero y en qué año lo publicó?

Claro que sí, “La cana de Firulata”. Fue finalista del concurso El Barco de Vapor y lo publicaron en 2013.

¿Cuánto ha aprendido usted en todo el camino recorrido entre aquel primer libro y “Una amistad gigante”?

Tantas cosas que van de la mano con mi trabajo. Soy maestra de profesión, aunque hoy ejerzo la docencia de una manera diferente, pues cuento cuentos, tengo un proyecto de fomento a la lectura, y trabajo ahora mismo en un jardín infantil. Antes estuve en cuatro, pero por la pandemia dejé tres. Uno aprende mucho en su vida, sobre los niños y sobre el entorno.

¿Entonces usted dejó las aulas por dedicarse a escribir?

Fundamentalmente, a contar cuentos. Cuando ese cuento, “La cana de Firulata”, llega a un concurso, es que se me abren las puertas de otra manera, ya como escritora.

¿Cómo era la literatura infantil y juvenil en 2013 y cómo la ve hoy?

Ha cambiado muchísimo. Está mucho mejor, pero la pandemia ha retrocedido mucho de lo avanzado. Las editoriales son muy pocas. Planeta es una de ellas. Varias cerraron y otras desactivaron su área de literatura infantil y juvenil. Han sido años muy difíciles. Y creo que eso ha hecho que se retroceda, además, porque los maestros lo primero que hicieron fue dejar de lado los libros, cuando en realidad era el momento preciso para acercarse a ellos y que la lectura te saque de esta realidad paralela que estábamos viviendo y que nadie se esperaba. Creo que los libros te ayudaban a escapar, a mirar otras cosas y a sentir diferente. Todo eso se cortó.

Pero aparecieron nuevas opciones…

Es verdad. Apareció la virtualidad, el poder contactarnos con los chicos que puedan leer por estas plataformas online y todo fue cambiando. Ahora miramos otro tipo de manera de llegar a ellos.

¿Se ha puesto a pensar que usted escribe para niños, pero quien elige el libro a comprar será un padre, digamos, un adulto?

Nunca me lo había planteado así. Será porque yo consumo mucha literatura infantil. Me encantan los cuentos. Desde que tengo uso de razón y luego, al llegar a la carrera de educación, la literatura siempre ha sido importante y ha estado presente en mí, en mi vida y con mis hijos, además. Creo que todo llega por lo que uno lee y por lo que le conecta, y el papá siempre empezará a encaminar a sus hijos en el mundo de la lectura, pero luego estos se hacen un poco más independientes y empiezan a decidir también.

Cuénteme, ¿cómo le vienen a la cabeza tantas historias?

Siempre surgen por algo que leo, escucho o he vivido. De pronto estoy caminando y escucho un comentario, miro algo que sucede o recuerdo algo que me pasó y se me activan estas ganas de escribir. El otro día estaba viendo una película sobre un circo, que era muy lúgubre, pero se me ocurrió una historia en base a lo que estaba viendo en ese preciso segundo, que no tenía nada de horrible, sino algo que me pareció tierno. Y se me despertó la idea. Escribí entonces un cuento sobre un payaso. Pero creo que también tiene que ver con lo que uno va leyendo. Todo va incrementando, se va llenando y llenando, y de pronto se hace un ‘chocolateo’ y surge otra historia. Yo escribo así.

Isabel Menéndez Ibárcena, autora de «Una amistad gigante».

Hablando de los libros que a uno le daban en los primeros años del colegio, ¿qué importancia le da usted en sus historias a la moraleja?

Trato de no poner una moraleja en la historia porque es como cuando cuento un cuento y los maestros siempre preguntan: ¿Y cuál es la moraleja? Y yo les respondo: ¿La que tú quieres escuchar o la que para mí es importante? Pienso que a cada uno le llegará el cuento de manera diferente y cada uno lo asimilará distinto, porque dependerá de tus propias vivencias, del momento que un niño esté pasando para que le dé la importancia a la historia y al personaje, o a cómo se ha desarrollado el cuento. No todo el mundo tendrá una misma respuesta. Me considero una enemiga de la moraleja, y siempre le digo eso a los maestros: la lectura no es un examen, es placer. Hay que quitarnos esa mirada de la lectura y empezar a hacer que los chicos disfruten.

¿Qué extraña de su etapa como maestra en las aulas?

Cada día, cada risa, cada comentario. Los niños son muy espontáneos y, además, creativos. Entonces cuando dicen algo es riquísimo, porque además fomentan la comunicación dentro del aula. Hasta ahora, termino de contar un cuento y siempre hablamos de la historia que hemos leído, y es muy divertida esa relación cómplice entre la maestra y el alumno. Extraño el día a día en el aula.

¿A niños de qué edad enseñaba?

Niños de dos y tres años de edad.

Uno supone que la retribución de un alumno a su profesor de Secundaria es decir “me ayudó a elegir mi vocación”. ¿Dónde está la retribución al enseñarle a niños tan pequeños?

En los abrazos, en el cariño. En que cada vez que llego salen corriendo a recibirme. Eso me demuestra que estoy en un buen camino. Recuerdo que cuando planteé mi primer proyecto de cuentos en el aula lo hice en un nido de San Isidro. Yo estaba seguro de lo que estaba haciendo, pero me cuestionaba: ¿Será suficiente? ¿Estaré llegando realmente a los niños? Y al mes y medio de haber comenzado el proyecto, un día llego al nido y todos los niños se me lanzaron encima diciendo: “¡Miss cuentacuentos, Miss cuentacuentos!”. Ahí me eché a llorar. Porque en ese momento supe que ese era el camino. El cariño y el abrazo es el alimento que el niño me da.

¿Cómo capturar la atención de un niño que está casi todo el día con su Tablet en la mano dentro de casa?

Es que el ‘Había una vez’ es magia. Es como si hubiera una conexión instantánea. He ido a cumpleaños donde me he quedado dos horas contando cuentos. Me pedían otro más y otro más. Algunos niños se van a jugar un rato y luego regresan. Otros se quedan atentos siempre. Hoy tengo un canal de YouTube, donde cuento cuentos todos los lunes, y es sin fines de lucro. Lo que busco con este canal es dar a conocer los libros, que los chicos disfruten de la lectura. No solo los que siempre me siguen sino también los que no tienen la oportunidad de comprar un libro o ir a una biblioteca puedan escuchar historias. Porque los cuentos son el alimento que nos falta. Son parte de nuestra identidad.

Uno de los cuentos que leyó la autora en su perfil de YouTube, donde tiene miles de suscriptores.

Supongo que, como pasa con cualquiera de nosotros, tiene días complicados, y a veces los niños son muy perceptivos. ¿Cómo hace para poner a un lado sus propias preocupaciones y fastidio para entrar a un aula y contagiar a todos de interés y alegría?

Es extraño porque cuando estoy muy cargada o he pasado por un momento difícil, entro al salón y verles las caras de que me están esperando para mí resulta una conexión de energía. La conexión de ese ‘Había una vez’ que para ellos es tan importante, para mí también lo es. El cuento me calma, me ayuda mucho. Saco algo de la historia, de algún personaje, no sé. Yo cuento personalmente, con objetos y con libro álbum, y el proceso de lectura me tranquiliza. Así que durante esas tres horas que me paseo de salón en salón olvido todo y es el cuento el que me ayuda a seguir el camino.

SOBRE “UNA AMISTAD GIGANTE”

¿Cómo surgen Ru y Franalto y cómo coordinó con la ilustradora para concretar este cuento infantil?

Yo quería escribir un cuento que se relate en dos etapas. Que sean dos historias en una. Y estaba dándole vueltas a varias ideas, y de pronto apareció también este juego de lo diferente, pero además del ser diferente. Y salió Ru y Franalto. Es más, a Franalto lo pensé como Francisco Reinaldo Rigoberto III. ¡Pero era tan largo que lo corté! Y salió Franalto, lo cual es gracioso porque él es un enano. Así surgió esta historia de amistad, tan querida. Y cuando empezamos a buscar una ilustradora, primero con SM (que fue el primer editor durante la pandemia), la madre de un alumno me recomendó a esta artista plástica Isabelle Decencière. Le dije al entonces editor Rubén Silva que me encantaba el trabajo de esta persona y quedó. De pronto conversamos, le dije mis ideas, y cuando ella nos presentó el borrador quedamos encantadísimos. Fue un trabajo hermoso.

Más allá de que un cuento está naturalmente asociado a lo breve, ¿cómo sabe Isabel Menéndez cuándo terminar sus historias?

No tengo idea. La historia termina cuando tiene que terminarse. Es más, me decían: esta última página habría que quitarla. Pero no, para mí era importante la última página también. Creo que a los niños hay que darles un cierre. Aunque a veces se les puede dejar en puntos suspensivos y que ellos imaginen su final deseado. En este caso, sin embargo, me parece que el cierre estaba perfecto: Ru y Franalto viven juntos, están felices donde están, como están, pues han encontrado lo que necesitaban. Luego pueden venir más historias sobre ellos, no sé, pero digamos que, como viene la historia a mi mente, de igual forma llega el final.

¿Le gustaría escribir literatura infantil y juvenil el resto de su vida?

Sí. No me imagino en otra faceta. Exploro mucho también mi niñez, lo que tengo adentro. Y creo que es como poder conectarme con mi ‘yo chiquito’, que está ahí siempre y que deberíamos rescatar todos los días.

¿Podría mencionarme autores y autoras de literatura infantil y juvenil que usted recomiende?

Amo los libros de Keiko Kasza. Me encanta su literatura, es fantástica. Oliver Jeffers también me gusta mucho. Roald Dahl es fantástico. Michael Ende, Anthony Browne, Marisa Núñez. Hay tantos autores y no podría quedarme con uno solo. Creo que todos, a su manera, te llenan el corazón.

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