Jorge Valenzuela: “Leer a los 13 años la historia de Gregorio Samsa fue conmovedor y activó algo en mí”

Como un fiel acompañante. Así podría calificar el catedrático Jorge Valenzuela Garcés al escritor checo Franz Kafka, a quien leyó por primera vez en la adolescencia, y que, con el paso de los años, supo revisitar, para en algún momento –más de cuatro décadas después—dedicarle un ensayo que a la postre le permitiría una alegría inconmensurable: ganar el Premio Copé de Ensayo 2022.

En “Un mundo precario”, el también narrador limeño reúne 400 fragmentos que ha ido recogiendo a lo largo de sus últimos años. Se tratan, para ser más precisos, de apuntes en torno a la ficción, la correspondencia y los diarios, géneros que Kafka desempeñó con destreza en su corta vida.

Efectivamente, el autor nacido en Praga falleció en 1924 tras perder la batalla frente a una feroz tuberculosis que lo consumió hasta llevarlo a pesar menos de 50 kilos aún con su 1.82 metros de estatura. Todos estos detalles los guarda en su memoria Valenzuela Garcés, un experto en explicar incluso los temas más complejos con meridiana claridad.

En la siguiente entrevista, Jorge Valenzuela responde algunos aspectos en torno a “Un mundo precario. Ensayo sobre la obra y la escritura de Franz Kafka”, uno de los libros más interesantes que circularon en este año, fundamentalmente porque exponen la visión que a la distancia puede tener un académico peruano –y lector predilecto– sobre un ícono de la literatura universal.

Cuenta casi al final de su libro que hace 40 años los libros de Kafka lo acompañan en su mesa de noche. ¿Cómo empezó el acercamiento a este autor?

Bueno, creo que es una experiencia común a los lectores de Kakfa leer primero “La metamorfosis”, que yo prefería llamar mejor “La transformación”, que es como debe llamarse a ese libro. Eso me sucedió cuando tenía 13 o 14 años, en el colegio. Aunque todavía en ese momento no pensaba dedicarme a la literatura, no puedo olvidar el impacto que me generó leer la historia de Gregorio Samsa, esa posibilidad de estar frente a un monstruoso insecto con conciencia, con sentimientos y emociones. Para mí eso fue muy conmovedor. Supongo que en ese momento algo se activó en mí, algo ligado con la conmiseración, con la piedad, no lo sé bien. Pero nunca pude olvidar esa lectura. Luego, ya en la universidad, en mi formación propiamente académica siempre estuvo allí. En los cursos de literaturas occidentales, contemporáneas. Pero la primera aproximación seria fue cuando terminé la carrera y estuve buscando un tema para mi tesis. De hecho, las primeras referencias a mí en los concursos de cuento, cuando obtenía un premio, refieren que estaba haciendo una tesis sobre Franz, cuando tenía 20 o 21 años. Pero ese proyecto luego lo dejé de lado, porque en la universidad había una necesidad más bien de investigar temas peruanos.

¿Cuál diría que es el plus o gran valor diferencial de Franz Kafka en relación a los demás autores de su generación y/o del continente donde este nació?

Antes de Kafka la novela básicamente refería universos o experiencias identificables por el lector a partir de su vida cotidiana. O sea, la narrativa se vinculaba mucho, además, con la utilidad, con el provecho que una historia podía proporcionarle al lector. Cuando llega Franz, esta idea de la utilidad propiamente dicha, esta idea del disfrute a través de la literatura se disuelve, o sea, él extermina al lector clásico, no se brinda placer, ningún tipo de posibilidad de identificación con el personaje. No hay una pulsión mimética. Entonces, creo que eso rompe de una manera bastante radical con la tradición narrativa previa. De ahí en adelante, las compuertas de la literatura se abren a la imaginación y la fantasía de manera total.

¿De todo lo que hay en Internet sobre Franz Kakfa, cuánto es realidad y cuánto Fake News? Porque se dice mucho, que fanático de la pornografía, ensimismado, extremamente sexual, etc. ¿Hay mucho mito alrededor del personaje?

Se ha desarrollado una mitografía alrededor suyo relacionada básicamente con su vida. He leído esas informaciones que son, antes que hechos comprobados, hipótesis que se formulan sobre la base de la documentación que se va descubriendo. Por ejemplo, lo de la relación de Kafka con la pornografía, al parecer, se basa en unas postales con fotografías de personas en actividad sexual que él coleccionaba y comentaba en su reverso. Algo que sorprende en una persona que diríase apocada, ensimismada, ermitaña, lo cual rompe con el estereotipo, pero sobre todo con la idea esta de que Franz tenía cierta aversión a realizar el acto sexual, a tener una relación plena ese sentido porque su cuerpo lo humillaba. Quizás esta manera de coleccionar estas postales suponía alguna forma de compensación ante esta imposibilidad de realizar en la vida real su sexualidad.

Me ha dicho que hay un antes y un después de Kafka en la literatura. ¿Es posible identificar en los autores posteriores a él algún tipo de influencia? Kundera murió hace relativamente poco y algunos lo ven como el sucesor…

No tanto como su sucesor, porque más bien en el caso de Kundera creo que estamos frente a un narrador filósofo, que vincula mucho el pensamiento literario con la narración propiamente de hechos. Pero, bueno, el magisterio de Kafka está en García Márquez, en Ribeyro si hablamos del Perú. La exploración de lo absurdo en el espacio de lo cotidiano es uno de los grandes aportes de Franz, y la vigencia de su obra va a estar siempre ahí porque cada día percibimos, precisamente, que el absurdo o la ausencia de sentido puebla nuestra vida cotidiana. De hecho, como que vamos perdiendo el sentido de la realidad en todo momento. Kafka busca darle esta organicidad a lo que no lo tiene. Es una de sus grandes luchas discursivas.

Valenzuela Garcés mantiene una claridad similar en sus explicaciones verbales que en las escritas, visibles en este ensayo que ya está en librerías.

Usted ya había escrito otras piezas sobre Kafka, pero ¿cuándo empieza propiamente a gestarse “Un mundo precario”?

Este es uno de los libros que he escrito a lo largo de mi vida, a diferencia de los otros que puedo elaborar en tres o cuatro años. Este texto tiene una antigüedad que bien podría remontarse a hace 35 o 40 años, cuando empecé a realizar mis primeras anotaciones sobre Franz. Y es un libro que he ido retomando y abandonado a lo largo de mi vida. Está hecho de fragmentos y anotaciones que me permitían la permanente lectura de su obra. Porque es una obra que siempre está en mi mesa de noche. Y no solo su obra de ficción, sino también su correspondencia y su diario. Y ya sobre el libro, mi intención ha sido vincular esos tres espacios escriturales: ficción, diarios y correspondencia, porque todos están muy vinculados por anotaciones, reflexiones y por su propia obra de ficción.

¿Presentar su ensayo bajo este carácter fragmentario era algo que tuvo claro desde el comienzo? ¿Se le pasó por la cabeza en algún momento que era algo arriesgado o avezado?

 El fragmento es un formato que busca, desde mi punto de vista, varias cosas. Primero, acercarse de manera sumaria a un aspecto específico que sea objeto de tu reflexión. Segundo, es una forma de integrar lo que no está integrado. La suma de fragmentos en ese sentido buscaría esa totalidad que de otra manera sería imposible conseguir. Y, tercero, creo que el fragmento responde al lector contemporáneo, que es un lector muy instantáneo, que no da mucha tregua al escritor. Es un lector con mucha prisa, que quiere ir directamente a lo central y esencial. Esos tres aspectos para mí fueron claves al momento de escribir, pero sobre todo lo que me importó fue vincular estos tres ámbitos de la escritura de Kafka, porque de otro modo solo hubiera escrito un ensayo sobre ficción, o uno sobre su correspondencia, o uno sobre sus diarios. Y lo que yo quería precisamente era establecer claramente esos vínculos. Cuando uno va leyendo, por acumulación, los fragmentos van encajando. Mi intención ha sido ser recursivo, a partir de seis o siete temas que son centrales en su narrativa, ir viendo cómo los va procesando en su correspondencia, cómo los refiere en su diario. Además, un ensayo es una proyección absolutamente subjetiva del escritor. El yo del que escribe está presente, es una presencia que hace precisamente del ensayo lo que es. Entonces, también estoy yo, mis opiniones, mi punto de vista sobre la realidad, lo que creo, lo que me gusta y disgusta alrededor de la propuesta de Franz Kafka.

A propósito de los temas, en su ensayo está desde la importancia que le da Kafka a lo marginal, el amor, etc. ¿Cuál diría usted que son los tópicos con mayor peso aquí?

Para mí, el de la marginalidad, el sentirse no integrado, el percibirse como ajeno al discurrir de la vida cotidiana. Eso se materializa en temas como la soltería, la soledad, la presencia animal, la hibridez, lo extraño, que son como facetas de este universo de lo marginal, que es central en Franz para mí.

A propósito de los varios títulos sobre Franz Kafka que usted cita en su biografía final, ¿cuál diría que es el común denominador de los ensayos alrededor de su obra?

Son varias las aproximaciones y diversas. Hay un Kafka judío, metafísico, sociológico, filósofo. Para mí, la mayoría de los ensayos giran en torno al absurdo, a la pérdida del sentido y a la presencia de lo sobre natural también, desde el punto de vista literario. Luego hay aproximaciones sociológicas, políticas y de toda índole, claro.

Jorge Valenzuela Garcés brindado detalles de su ensayo «Un mundo precario».

¿Qué particularidades puede contarme sobre su ensayo en sí? Que sean 400 fragmentos exactamente. ¿Cómo manejó esto para cumplir las especificaciones que tiene el Premio Copé?

Es absolutamente aleatorio. El hecho de que hayan sido 400 los fragmentos, responde al hecho de querer redondear un número que estaba próximo al de las notas que tenía, que eran como 380. No he querido otorgarle ninguna carga a esa cifra. Podían haber sido 300 o 500.

Hemos hablado de la mitografía alrededor de Kafka, pero no de lo popular alrededor del autor. Existen bandas con partes de su nombre en varios países, hay memes con el apellido. También se alude permanentemente al suceso inicial de “La transformación” en escenas de películas y series. ¿Qué opina de todo esto?

Para mí supone una banalización absoluta de la obra de Kafka y de su vida. Lamentablemente, el mercado impone a veces unas dinámicas que terminan volviendo intrascendente, ridícula, la obra de un autor. Kafka es un autor serio, importante, para nada complaciente con un lector tradicional. Lo más fácil es apartarse de novelas como “El castillo” o “El proceso”, dejarlas en un momento de la lectura, porque él nos vincula con lo inacabado, con lo monótono en algunos momentos, con lo tedioso y lo insufrible. Entonces, presentar a estas imágenes bastante pop, por decirlo así, puede ayudar tal vez a que su conocimiento sea más extendido. Así que quizás por eso sea bueno, pero solo hasta ahí.

Hace poco estuvo ocurrió la pandemia del coronavirus y mató a muchísima gente. El final de Kafka con esta tuberculosis a muy temprana edad, con 40 años, muriendo además con su pareja. ¿Todo esto cree que alimenta el mito alrededor del personaje?

Kafka medía un metro y ochenta y dos centímetros, y cuando murió pesaba menos de 50 kilos. Prácticamente había sido consumido por la tuberculosis. Era un hombre enfermizo, con severos problemas respecto de su propio cuerpo, con el que no sentía a gusto. Y la tuberculosis al esófago que termina con él, es como la consecuencia final de una somatización de la depresión y del sufrimiento. Él era un depresivo, que siempre estaba preguntándose por los detalles y que le daba muchas vueltas a las cosas. Era un obsesivo respecto de las acciones y los hechos humanos. Eso puede enfermar a cualquiera, y supongo que llegó un momento en el que ya no pudo más con su propio cuerpo.

Usted es profesor universitario, crítico, también ha sido jurado en diversos concursos literarios. ¿Qué tal esta experiencia de colocarse más bien en el otro lado? Esto de exponer su trabajo, de ser evaluado, pudiendo haber quedado tal vez último, pero se coronó como ganador…

Ha sido una experiencia agradable, el pasar de jurado a concursante es una experiencia, aunque no tan nueva, claro, porque yo he participado varias veces en el Copé, donde he obtenido diversos reconocimientos. Pero no deja de ser placentero ganar un concurso. Siempre es gratificante y supone para uno un placer, sobre todo por el reconocimiento que, sobre todo en mi caso, se me da con casi 60 años. ¡No me puedo quejar!

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