En librerías ya se encuentra la segunda edición de “Guerra y Democracia. Los militares peruanos y la construcción nacional” (Fondo Editorial de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 2023), una de las más importantes investigaciones histórico/sociales vinculadas al devenir de las Fuerzas Armadas a lo largo de nuestra historia republicana.
Firmado por el destacado historiador, investigador y docente universitario Eduardo Toche Medrano, este volumen encuentra un nuevo impulso en un momento absolutamente singular. Hace poco más de un año, el entonces presidente Pedro Castillo dio un golpe de Estado que no encontró apoyo en las Fuerzas del Orden, quienes, ceñidos al orden constitucional, demostraron lo que para muchos es una muestra de madurez institucional.
Toche Medrano explica en la siguiente entrevista algunos pormenores de “Guerra y democracia”, un libro que se ha convertido en una especie de clásico académico para entender el pensamiento, pero sobre todo las motivaciones que la institución castrense han tenido en las últimas décadas. Su reedición significa, además, la posibilidad de apreciar una interesante metodología de investigación, plasmada en un lenguaje diáfano y ejemplos bastante didácticos.
Este libro tiene su propia historia. ¿Recuerda cómo surgió la idea de escribirlo y qué objetivos persiguió?
El libro salió luego de la entrega del informe final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación. Ahí se había incluido un profundo análisis sobre los roles de la Fuerza Armada dentro de la política contrasubversiva que llevó a cabo el Estado peruano durante los ochentas y noventas, pero aún faltaba algo más de análisis, es decir, que se explique de una forma más profunda, para tratar de comprender por qué el Estado, a través de sus FF.AA. actuó como vimos todos. En segundo lugar, luego de que cayera el autoritarismo fujimorista, creo que hubo un consenso muy amplio en la necesidad de restaurar la democracia sobre bases sólidas, asumiendo una serie de cuestiones que habían sucedido no solamente durante los 90, sino también durante los 80, y tal vez más atrás. Y que esto se asociaba mucho con parte de las recomendaciones que tenía el informe mencionado, me refiero a los mecanismos para controlar a las FF.AA. dentro de un ambiente democrático, los roles que debía jugar el Ministerio de Defensa, cómo tenía que gestionarse esto, y qué significaba la subordinación democrática de las FF.AA. al orden político. Así que teníamos varias vertientes, y yo busqué tratar de encausarlo dentro de una comprensión histórica, lo que me llevó a la producción de este libro. Y aquí cabe mencionar que, como todo texto, es siempre la oportunidad de poder financiar la investigación que apoyó el libro. No solamente la producción misma del volumen, sino su investigación detrás. Y esto fue producto de una beca CLACSO, de los concursos de investigación que llevaban a cabo en la primera década del siglo XXI (2006).
Más allá de ser un estudio crítico, mientras se lee, el libro no deja de tener un aura de tragedia, por tantas malas decisiones, estrategias erradas, prejuicios sobre la población, etc. No obstante, ¿encuentra usted algún tipo de aspectos positivos en el manejo de la institución castrense a lo largo del periodo estudiado?
Mal que bien un acierto que cobra toda la importancia debida precisamente por la manera en cómo actuó el régimen fujimorista sobre estas instituciones, es, si se quiere, que, a través de la formación republicana, de la manera en cómo se expresó el Estado nacional peruano durante el siglo XX, las FF.AA. constituyeron la parte más orgánica e institucional del Estado. Por ello, en algún momento yo trato de exponer cómo lo que hace esta institución en el año 68 es aplicar, programar, una serie de acciones bajo los criterios que ellos concebían necesarios para la seguridad, algo que además habían venido diseñando y construyendo desde hacía cuatro o cinco décadas atrás. Por eso lo decisivo no solamente de la formación del CAEM, sino también de cómo ellos consolidan la Escuela Superior de Guerra y demás instancias que debían producir análisis, diagnósticos y comprensión de realidad nacional. Entonces, estamos frente a la parte más institucionalizada del Estado. Y esto es una de las cuestiones que pocas veces se ponen en consideración. La otra que no es motivo de mi trabajo, pero que considero que es así, es el Cuerpo Diplomático. Y en ambos casos estamos hablando no solo de instituciones jerárquicas, en el caso de las FF.AA. además verticales, sino también, mal que bien, de la única parte del Estado donde si se quiere, funcionó o sigue funcionando la meritocracia. Porque para llegar a ser general tienes que ser coronel, comandante, etc. Lo podemos simplificar de esa manera. No hay manera de que un teniente sea general. Y esto es lo que fractura a Fujimori. Por ejemplo, el mantener como comandante general a Nicolás Hermosa, penúltimo en su promoción, durante seis años, fue una manera perversa de ejercer control político sobre las FF.AA. Esto las dañó, impactó, y luego estas tuvieron que hacer mucho esfuerzo para tratar de recuperar un mínimo de institucionalidad.
Otra cosa positiva que la tuve presente, pero hasta hoy me pregunto si le di la importancia que merecía, o no tenía la información que necesitaba, fueron los servicios de inteligencia, sobre todo del Ejército (SIE). Porque hoy, para personas de tu generación, simple y llanamente, le van a poner una connotación negativa, pero, esto ha puesto de lado cómo surgen, cómo se procesan y qué significado finalmente tienen estos servicios. Y el SIE se genera en el año 59 por una a serie de consideraciones que los militares pensaban claves para la seguridad del país, con el agregado de que ahí no iría cualquier oficial, sino los más inteligentes, es decir, gran parte del sector académico, sino todo, estaba concentrado allí. Porque ahí se concebía sus cuestiones operativas, y lo vamos a ver en el año 64 con la represión a las guerrillas del MIR o en el 62 con su actuación dentro de la convención para reprimir los movimientos campesinos, pero asociados a esos también con una gran capacidad de análisis. No te olvides que los coroneles que impulsan el golpe de Estado de 1968 son en su gran mayoría provenientes de los servicios de Inteligencia: Mercado Jarrín, Fernández Maldonado, luego Gallegos Venero, es decir, los que daban comprensiones del país venían de dicho sector. Y esto es algo que tampoco hemos debatido mucho. Porque ahora la cuestión parece centrarse en ‘Velasco fue comunista’ o ‘Velasco no realizó grandes reformas de impacto social’. Al partir las aguas así nos vamos a quedar con un amplio espectro gris en el medio, y decir ‘y estos coroneles, que eran el sector más progresista, y en algunos casos el sector más radical’, e incluso en mi libro pongo el ejemplo del general Gallegos Venero, que no solo estuvo en el instituto de reforma agraria en el año 62, sino que además impulsó el componente militar de la intervención del Estado en la represión de los campesinos en La Convención. Está en el diseño y en la operación para contrarrestar las guerrillas del 64-65 y luego, con Velasco, es uno de los más radicales. Estuvo en el Ministerio de Agricultura. Además, fue parte de uno de los últimos contingentes de oficiales peruanos que se van a culminar su formación básica a Francia. Pero no se van a París, sino a Argelia. Están viendo cómo actúa Francia en su lucha contrasubversiva ante el Frente de Liberación Nacional. Y ellos llegan muy impactados por esto. Raoul Salan no es un general de la extrema derecha anti De Gaulle, sino que es casi un mito para estos oficiales. Es decir, la manera en cómo aprenden ellos contrasubversión de sus maestros franceses, que luego vamos a saber qué cosa significa todo esto en términos políticos. A mí esto me generó sino un desconcierto sino dudas: ¿cómo catalogo a personas que tienen un bagaje alimentado por todo esto?
¿Esta idea de la fuerza armada como “institución tutelar” de la Nación es peruana o se toma de otros países? Y en todo caso, si las FF.AA. no son tutelares, ¿qué institución es la llamada a serlo? ¿Acaso una nación puede desarrollarse sin instituciones tutelares?
Vamos a hacer una especie de ping pong con las propuestas de Nugent, que yo las asumo al 200%. Para mí no solo son concebidas como tutelares, sino que también ellos se conciben como tales. Y aquí casi conjeturo con el hecho de que esto seguramente tiene que ver con la naturaleza en general de lo que concebimos como Estado nacional. Y uno cuyos objetivos tendrían que estar dirigidos hacia la homogeneización de la sociedad. Hablamos de una república en donde todos los ciudadanos sean iguales. Y, por otro lado, también es cómo se entiende la manera en cómo debemos procesar el crecimiento del mercado. No vamos a generar mercado en una situación altamente diferenciada. Tenemos que igualar pesos, medidas, sistema de justicia, etc. Los militares también asumieron eso. La única manera de manejar, de gestionar el país es a través de una homogeneización. Y esto los condujo –y no solo en el Perú—a establecer su distancia, sus recelos, frente al espacio que ellos van a denominar ‘los civiles’. O sea, los únicos capaces de comprender el país en su totalidad son ellos. Mientras que los civiles son facciosos, faccionalistas, por eso se organizan en partidos políticos. Creen en una u otra cosa, pero nunca en generalidad. Los únicos que podemos creer, mirar y asumir esto somos nosotros. Y esto va a alimentar sin duda su auto percepción como una institución tutelar. Y esto viene de cajón por el mismo hecho –y vuelvo a Nugent—de ser una institución jerárquica, vertical, de arriba abajo, patriarcal con todas sus letras que es la manera en cómo, en términos generales, culturalmente, nos hemos organizado como sociedad. Es decir, la impronta colonial viene de esto: ¿cómo organizamos las cosas de arriba abajo con un papá arriba y los hijos dependientes? Esto, ¿cómo lo podemos legitimar hoy? Creo que ya no. En el largo tránsito que estamos haciendo como sociedad se ve cómo desmontamos este orden para buscar ordenamientos más democráticos. Pero es un tránsito.
Más allá de estudios críticos, de que todos somos conscientes de lo que ocurrió en la época del conflicto armado interno, usted ve las encuestas de opinión pública y la gente pide que los militares cuiden su cuadra, sus colegios, o hasta sus paraderos. Y sin exigir previa capacitación u otros requisitos. ¿Por qué cree usted que gran parte de la sociedad sigue esperando que venga el ‘papá’ Fuerzas Armadas a acabar con la delincuencia común?
Parte de la respuesta está también relacionada con la ineficacia de inicios del 2000, en momentos en que íbamos a reconstruir nuestra democracia, y en parte porque no hemos tenido en consideración el ambiente cultural en el cual nos desarrollamos. Sobre lo primero: si vemos el informe final de la CVR, hay un conjunto de recomendaciones dirigidas hacia las FF.AA. Ahora, si vemos el Acuerdo Nacional, en el 2000-2001, encontramos una serie de recomendaciones sobre esa institución. ¿Cómo resumimos todo esto? El control político de las FF.AA., que significaba que el gobernante civil podía imponer su política de seguridad a las FF.AA. y estas tenían que subordinarse. ¿Del 2000 a ahora hubo algún presidente –incluyendo a Ollanta Humala que fue militar—que tuviera dos cuestiones claras, claves y contundentes, respecto a cómo organizar los sistemas de defensa y de seguridad del país? Segundo: miremos los programas de los partidos que disputaron la presidencia o los cupos congresales del 2000 hasta ahora, la parte considerada para defensa y seguridad, e incluso seguridad pública (policías). ¿Qué proponían de nuevo? Nada. Siempre fue más de lo mismo. Un ‘copy paste’ de cosas que se hacían sin que importara mucho la política a desarrollar. Y todo esto condujo a que, si en teoría el ministro de Defensa era el que bajaba estas políticas hacia las FF.AA., terminó convirtiéndose más bien en el que transmitía sus demandas hacia el Poder Ejecutivo, hacia el MEF, pidiendo más presupuesto, por ejemplo. Recuerda a Aurelio Loret de Mola en su momento peleándose con el titular del MEF porque no le daba presupuesto. Allí terminaron las cosas. Es decir, también hay que ver las falencias, las ausencias, y las debilidades del otro lado que llevaron a la situación en la que hoy nos encontramos. Por otro lado, la creencia de que íbamos a revertir una serie de situaciones culturales institucionales ideológicas a partir de cosas o a partir de esquemas relativamente facilistas. Creer que podíamos revertir las consideraciones y la manera en cómo un militar no solamente peruano entiende cómo son los derechos humanos a partir de una serie de talleres o cursitos. Claro, en el momento no te darás cuenta, pero en perspectiva te dices: ¿cómo pudimos haber creído que las cosas eran así de fáciles? No, tú no podías revertir situaciones de propensión a violación de derechos humanos porque vas a programar cuatro talleres con los militares. Y a lo mejor, y aquí es donde viene lo crítico, si hubiéramos entendido mejor la manera la manera en cómo muchos de estos efectivos decidieron hablar y cuando lo hacían mostraban cómo operaban, entonces, te ibas a dar cuenta de que aquí hay algo más que la responsabilidad personal. Aunque esto último no se debe soslayar, porque el que violó los DD.HH. tendrá que irse a la cárcel, pero ¿qué hubo en el ambiente que elevó la probabilidad para violar esos derechos, que habilitó la circunstancias para que se oficial, ese técnico, ese soldado, haga eso? Toca preguntarse: ¿el Estado los entrenaba bien? ¿Les daba los instrumentos necesarios para hacer una relación con relativa seguridad? ¿El Estado les daba un protocolo como para que actuaran en una situación extrema, relativamente cubiertos? Y en todo eso, en lugar de poner check, vamos a poner equis. Porque ellos operaban en situaciones en donde elevabas al tope la probabilidad de violar los DD.HH. Y un hecho actual, mira tú, el oficial destacado en Puno que para hacer una maniobra por la manifestación que se estaba dando por la manifestación que ocurría lanza a sus soldados al río para que terminen ahogándose. ¿Responsabilidad del oficial? Sí. Pero, ¿quién lo entrenó? ¿Cómo puede un oficial operar de esa manera? A eso me estoy refiriendo y sobre eso no se hizo nada.
El libro incide en el siglo XX, pero resulta interesante plantearnos escenarios más del presente. No tenemos un conflicto armado. Hay narcoterrorismo en el VRAEM, hay inseguridad ciudadana. ¿Si su libro tuviera una segunda parte anclada en el presente, debería tocar temas como robo de combustible, tráfico de armas, corrupción burocrática? Porque estos parecen ser los problemas de ahora, ¿o es que sí ocurrían en el pasado también?
Sí ocurrían, claro. Y toca poner las cosas en su sitio. A pesar de que ellos no se consideran así, las Fuerzas Armadas son parte del Estado. Y el Estado funciona así. Ellos creen que son una entidad aparte, diferente. No es sacarle tampoco la mecha a la situación. Como pasó con las violaciones a los derechos humanos, acá el que es corrupto debe irse a la cárcel. Pero, ¿qué sucede? Y aquí también vamos a preguntarnos los civiles y los gobernantes tales, si tú haces una especie de monitoreo respecto a los sistemas de control, de seguimiento y evaluación del Estado, más allá de que estos prácticamente no existen, en el caso del Ministerio del Interior y el Ministerio de Defensa no existen. ¿Tu crees que ellos elevan algún tipo de informe obligatorio, en términos de control, de evaluación y cumplimento de metas en políticas públicas? No dan nada. Por ejemplo, el Estado se pone una meta de equidad de género, lo cual parecería simple, ¿tu crees que ellos informan? No. Y cuando les preguntas te dicen que ‘es reservado’. Creen que con la fórmula de reservarse se acabó todo. Y vamos más allá, ¿tu crees que en este momento hay una idea exacta de cuántos soldados activos hay en este momento a nivel nacional? Te aseguro que no tienen el dato. Mira cómo se van concatenando las cosas. Y aquí viene el tema del servicio militar obligatorio…
Se dice que este Congreso ha procedido con muchas contrarreformas, algunas mucho más macro que otras, sin embargo, no se ha aprobado el servicio militar obligatorio, pese a que muchos congresistas son populistas, se llaman patriotas, etc. ¿Por qué cree que esta iniciativa no ha sido concretada en la presente gestión congresal?
No hay una justificación más o menos que puedan haber articulado. La única que va a emanar desde la sociedad es que se mande al servicio a los pandilleros, vagos, etc. Los militares piensan: nosotros no somos un reformatorio, para eso que se vayan a otro lado. Nosotros no vamos a reformar a un delincuente y convertirlo en soldado. Y se han quedado ahí, cuando ahora tú puedes tener una serie de elementos, no por el lado de la obligatoriedad, que juegan más bien en el lado de la voluntariedad, que pueden hacer mucho más eficiente el servicio militar y socialmente mucho más efectivo. Pero no juegan tampoco mucho por ese lado porque, supongo, uno de los criterios que impide es el hecho de que esos oficiales son tan peruanos como todos nosotros, es decir, todas sus cuestiones, decisiones y posiciones están totalmente cargadas de racismo, sexismo, patriarcalismo, como cualquier peruano. Entonces, ¿un oficial se va a poner a pensar acerca del bienestar del soldado que está haciendo servicio militar? Lo dudo. Ellos piensan igual que nosotros. ¿Qué hay detrás cuando se violan derechos humanos? Veremos que la ‘carcasa’ es muy parecida a la de los civiles, lo que pasa es que ellos tienen armas y nosotros no. Pero es compartida. Allí es donde creo entra un problema. ¿Cómo justificas entonces volver a hacer el servicio militar algo obligatorio?
Finalmente, a propósito de la subordinación del poder político sobre el militar. Días después de que los fiscales y policías allanen la casa de la presidenta Boluarte, se le vio a la mandataria encabezando el cambio de guardia en Palacio junto a los altos mandos castrenses. Para algunos la imagen era de ‘aquí está el poder’. ¿Qué balance final plantearía, desde su investigación hacia el presente, y más aún teniendo en cuenta la debilidad institucional que tiene este país? Con una mandataria que puede ser vacada como varios de sus antecesores.
Un buen resultado que lograron ellos fue mantener altos grados de autonomía sobre el poder político. Y el principal logro en este resultado fue que los civiles también terminaron convencidos en la idea de ‘no me meto con ellos, que organicen su espacio como mejor consideren’. Aquí no hay ni pizca de lo que podría entenderse como subordinación. Les han dejado su espacio. Muchas veces llegas al extremo de que el ministro de Defensa tiene que ser un militar. No puedo concebir uno que no lo sea, como el ministro del Interior tiene que ser policía. Y seguramente muchos militares y policías consideran el fin de su carrera ser ministros en sus respectivas carteras. Así que pienso que esto se ha potenciado en términos de que es un poder, no sé hasta qué punto decisivo, pero un poder al fin. Y mira cómo arreglamos nosotros los procedimientos. ¿Que debe irse la presidenta? Sí, pero mediante dos mecanismos constitucionales: renuncia o la vaca el Congreso. Si la presidenta dice que no va a renunciar y el Congreso acaba de decir que no la va a vacar, ¿qué te queda, mirar a los militares? Ellos han dicho que no harán nada respecto al tema. ¿Cuál es entonces la fórmula? Aquí creo que viene el problema, y cómo está jugando, además, ojo, no cualquier Fuerza Armada, porque si tú ves bien, ¿cuál es el sentido que tiene en términos de objetivos que se plantea el Estado peruano? ¿Controlar el VREAM? Una fuerza armada que, si bien no debe hacerlo, ¿tiene que controlar una amenaza como el narcotráfico? Te quedas pensando: ¿cómo vas a justificar ese presupuesto? Y eso, si lo analizas bien, es cada vez más problemático. Porque no hay manera de justificar claramente un presupuesto en Defensa actualmente. Ya no tienes ninguna amenaza externa, que era el motivo de todo esto. Y lo que consideramos amenazas internas es más seguridad pública. Y las amenazas reales, globales, las fuerzas armadas no se han reconstituido respecto a la forma en cómo se presentan estos problemas actualmente.