Revisando cifras sobre exportaciones en su país, el reconocido periodista uruguayo José W. Legaspi conoció sobre un país que pese a albergar millones de hectáreas de bosques amazónicos exporta legalmente una cantidad ínfima. Se trataba del Perú.
Lo dramático de las cifras halladas por este investigador nacido en Montevideo en 1964 tiene un momento clave: la firma del Tratado de Libro Comercio (TLC) entre Perú y Estados Unidos.
Aunque reconoce que dicho acuerdo abrió las puertas a que muchos productos peruanos se exporten en el gran mercado estadounidense, con la madera pasó lo opuesto. Trabas, proteccionismo y ayudas encadenadas a regulaciones mal ejecutadas.
Con el objetivo de entender un poco más qué había detrás, Legaspi empezaría una serie de viajes a nuestro país, en los cuales vería la realidad de la industria maderera, terminando devastado.
«La situación que viví de miseria en Iquitos me abrumó», señala el autor de «Las garras sobre la Amazonía. El mayor robo al Perú» (Revuelta Editores, 2022).
Él es un convencido de que la existencia de entes fiscalizadores como el Organismo de Supervisión de los Recursos Forestales y de Fauna Silvestre (Osinfor) es positiva, pero planteada de forma correcta, con agentes en el lugar de los hechos y basándose en tecnología adecuada.
En la siguiente entrevista, el también editor del portal UyPress responde sobre su última publicación, un golpe de realidad que nos invita a replantearnos la política forestal a mediano y largo plazo.
¿Cómo surgió “Las garras sobre la Amazonía” y qué objetivo persigue su publicación?
Primero, esto no surgió como un libro. El porqué de un periodista uruguayo viajando a Perú para adentrarse en el bosque amazónico y en la realidad de Loreto, surgió a partir de un cambio cultural y económico en mi país, aunque parezca difícil de comprender a simple vista. En el año 2016-2017 se anunciaba que el lugar de la carne como producto estrella de la exportación en Uruguay se iba a ver relegado por el ascenso de la pasta de celulosa y otros derivados de la madera, lo que para nosotros significaba un cambio muy importante. Mi país ha sido históricamente exportador de carne de varios tipos. Entonces, ese cambio significaba un golpe económico y cultural. Siendo, además, un tema del cual en el portal donde yo trabajaba no habíamos desarrollado mucho. En Uruguay no hay bosque natural como en la Amazonía peruana, sino que es artificial, con pinos y eucaliptos plantados. Así, empezamos a comparar los datos de las hectáreas forestadas en Uruguay y de las plantadas en países de la región y cómo estos manejaban el tema forestal. Y ahí nos dimos con Perú. Nos llamó la atención la cantidad de millones de hectáreas de bosque amazónico que ustedes tienen y cómo estas iban bajando año a año, desde la firma del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y su puesta en aplicación en 2009, y cómo había empezado a bajar la exportación de madera de su país. Eso motivó un primer viaje, arriesgado, sin mucho contacto, a una reunión internacional de países productores de madera en un hotel de Miraflores (noviembre 2017), a ver si encontrábamos un peruano para hablar del asunto. Entonces, esto iba a ser tema de dos o tres notas y terminó siendo un libro, un viaje que se reiteró después y sobre todo la visita a Iquitos, en Loreto, que me dejó muy impactado por la miseria y crisis económica, y hasta moral, que vi, y que nos motivó a seguir la investigación.
¿Qué pudo saber sobre cómo era la industria forestal en Perú antes del Tratado de Libre Comercio? ¿Qué actores había, no sé, Osinfor, Serfor, tal vez?
Mira, antes del TLC, al no haber un organismo que fiscalizara, era muy fácil que hubiera tala ilegal y agentes u oferentes que cortaran en cualquier lugar árboles de calidad para venderlos en el mercado negro. Pero el grado de exportación por madera en ADEX, no incluyendo el rubro ilegal, llegó a mil y pico de millones de dólares por año. Y hoy no se mueven más de 50 millones, tal vez 100 millones de dólares al año. Yo creo que Osinfor fue una buena iniciativa, pero mal aplicada. Era necesario crear un organismo que supervisara la gestión humana en el bosque amazónico, ya fuera en relación a la madera (flora) y también a la fauna. Eso no está en discusión. Lo que discute mi libro es la forma en que este ente fiscaliza la actividad humana en el bosque amazónico. Y el problema es que fiscaliza después de hecha la actividad. Es decir, hay un sistema de concesiones que se otorga supuestamente a personas idóneas, parcelas del bosque amazónico en las áreas donde se puede talar lícitamente árboles, y el industrial o quien quiera adquirir debe ir a esos oferentes que están en las concesiones. Entonces, supongamos que tú tienes una concesión y yo quiero comprar Shihuahuaco, una madera muy dura y densa, y tú tienes 100 árboles. Yo los quiero todos. Aceptas. Acordamos el precio y empiezo a talar todo. Osinfor en el momento que hacemos la transacción, desde Lima, dice que todo es legal. Luego de que yo vendo el producto, lo exporto y sale el barco desde Iquitos a Estados Unidos o México, la habilitación de Osinfor se convierte en roja y dice que la madera es ilegal. Eso para mí está mal y habla de una forma de fiscalizar un poco errada. Se debe fiscalizar antes, no después.
De niños nos forman con la idea de que los árboles deben estar eternamente, pero usted desnuda en su libro lo contrario, porque muchas veces los árboles ya viejos caen o son talados y su madera no sirve. Tampoco la idea es talarlos indiscriminadamente y pronto, pero ¿cuál es el punto medio?
Cumplí hace poco 58 años. En la escuela pública a la que asistí en Uruguay nos enseñaban que a la Amazonía había que cuidarla porque era el pulmón de Sudamérica y de buena parte del mundo, porque los árboles generaban oxígeno que era vital para la vida humana. A ver, los árboles tienen la función de absorber dióxido de carbono y expulsar oxígeno. Cuando el árbol está maduro, además de que logró su altura y desarrollo máximo posible, tiene saturado el nivel de dióxido de carbono y eliminación de oxígeno, y ya no puede cumplir ninguna de sus dos funciones. Es por eso que las comunidades que viven en la Amazonía detectaban qué árbol estaba maduro y lo talaban para evitar que este caiga, se seque y lastime a otros de distintas especies. Yo creo que la extracción planificada, organizada y medida –y por eso, repito, está bien que existan Serfor y Osinfor—es un recurso natural inagotable, infinito en el tiempo y que puede aportarle al Perú mucha riqueza. No hay que olvidar que el mercado internacional de la madera supera los 300 mil millones de dólares al año. Y Perú solo participa con 50, 70 o quizás 80 millones al año. Porque la imagen del Perú se ha dañado en el exterior por hechos como el narrado antes, por la forma de inspeccionar que tiene Osinfor, y se ha hecho una campaña de que toda madera que se tala es ilegal. Eso es una gran mentira. Yo pienso que debe buscarse un término medio. No debe talarse a lo loco, pero tampoco no cortar ninguno, porque no se le hace ningún bien.
Al ver la portada de su libro uno piensa que es Estados Unidos el que depreda nuestros bosques, sin embargo, al terminar de leerlo descubre que es todo lo contrario. Es la potencia quien aplica un proteccionismo que va contra nuestra industria maderera. ¿Cuán clave es el rol de este país en todo este tema?
Estados Unidos, a partir del TLC, en lo que respecta a la madera, pues en otros productos se le abrió un mercado muy grande al Perú, primero, creó Osinfor, que es un organismo con mucho poder, que no depende de ningún ministerio, y solo le rinde cuentas a la Presidencia del Consejo de Ministros. Con un agravante, Osinfor se financia de dineros públicos y privados peruanos, aunque también internacionales. Y aquí entra el rol de Estados Unidos. ¿Cómo puede ser que un organismo fiscalizador de una riqueza inagotable que tiene el Perú mal explotada hasta el momento se pueda financiar con dinero que venga de EE.UU., Suecia, Noruega, o sea, de competidores en el mercado de la madera? El papel de Estados Unidos es impedir que Perú explote la madera, la procese y la venda en el mercado internacional porque tiene un potencial inmenso y una buena parte de esos 300 mil millones de dólares –que son el negocio anual de esta industria—deberían quedar para los peruanos. En el año 2017, en pleno trabajo de investigación, salió la noticia de que habían llegado al Perú 400 millones de dólares donados por EE.UU. (300) y Suecia (100) para evitar la deforestación de la Amazonía. Es mucha plata. A ver, yo no pude entrevistar a alguien de Osinfor, pero nadie en general me supo decir a dónde fue ese dinero. Sin embargo, la deforestación aumentó por la agricultura migratoria, por la minería ilegal, etc. Entonces, a mí me da la impresión de que EE.UU. detrás de los TLC lo que hace es preservar su producción de madera, porque Perú le puede comprar madera a ellos sin pedir certificación de legalidad. Por el contario, EE.UU. para comprarle al Perú le exige certificación de legalidad. Eso hace que el tratado de libre no tenga nada.
A manera de conclusión, el Perú se debate entre una mitad que quiere a todo sea manejado por el Estado versus la otra mitad que quiere que los privados manejen todo. Según su experiencia, ¿cuál sugiere usted que sería el camino para nuestro país? Finalmente, ¿es clave modificar el TLC o podemos encontrar una salida sin tocar el documento?
Creo que va a ser muy difícil modificar un TLC con Estados Unidos. Es decir, imponer condiciones para que la madera norteamericana que compra Perú no venga de un parque nacional, es algo irrealizable. Ahora, sí creo posible destinar a Osinfor recursos humanos capacitados que trabajen en el lugar y no desde Lima. En segundo lugar, que las fiscalizaciones que hace Osinfor sean geo-referenciadas vía satélite, sino van a ir a Lima, pero que las haya. Hace unos cuantos años Serfor anunció que estaba capacitando personal en los distintos departamentos del Perú –en concreto en Loreto– para estar en contacto vinculados al bosque amazónico. ¿Por qué no puede hacer lo mismo Osinfor y así permitir que vuelva a desarrollarse la industria extractiva, siempre controlada y asegurando que no se dañe al bosque, sino que se renueve los árboles con una extracción medida y planificada, como hacen los países que viven de eso. Ahí Perú tiene un riquísimo potencial que podrían generar otra situación social y económica en Loreto y el resto del país. Y, finalmente, el Estado peruano de una vez por todas debe ponerse a discutir estos temas. Yo sé que la situación política allá no permite abordar todos los temas, hay además una gran inestabilidad institucional. Ojalá eso se resuelva pronto y se puedan abordar los temas que hacen a un desarrollo sostenible del Perú y a un futuro promisorio para los peruanos cuando uno de los elementos que puede propiciar eso es la extracción de madera responsable y planificada.