Guido Arroyo, director de Editorial Alquimia de Chile: “Veo al Perú como un espacio en expansión”

La mitad de su vida la ha pasado ligado a Editorial Alquimia, el sello que fundó allá por 2006 y que hoy le brinda múltiples satisfacciones. El escritor, poeta y editor chileno Guido Arroyo es una de las voces de referencia en cuanto a las editoriales independientes en esta parte del continente.

Su catálogo destaca no solo solo por la magnitud de autores como Elvira Hernández, Pedro Lemebel o Nona Fernández, sino principalmente por el singular concepto que tiene al publicar obras que jamás pasan desapercibidas en los anaqueles de las librerías, y menos en las ferias.

La edición de libros lo ha llevado a viajar, una actividad que disfruta mucho, y en esta ocasión visitó hace unas semanas Lima, para reforzar la presencia de su catálogo a través de La Indie, una marca que distribuye libros de toda Latinoamérica en librerías y ferias dentro del Perú.

Sobre sus inicios, pero también acerca de la forma en que ha ido comprendiendo los cambios de la industria a lo largo de casi dos décadas, conversamos con Arroyo.

Los libros de su sello chileno se encuentran hoy a la venta en la Feria Ricardo Palma, stand 66, y en las principales librerías de Lima.

¿Hay muchos más miedos al abrir una editorial a los 19 años que si lo hubieras hecho a los 38?

Sí y no. Cuando nace Alquimia (2006), el contexto del mundo de la edición independiente, al ser inexistente, dejaba mucha libertad para todo. Arrancamos haciendo libros bajo diferentes formatos, discos, volúmenes hechos a mano, que hoy tal vez no haríamos. Llamábamos con un desparpajo a los autores para preguntarles si tenían algo, y eso tampoco lo haríamos hoy. Era un momento de novedad, y el mundillo de la edición independiente en ese momento era casi contra cultural. Hoy está todo establecido, la edición independiente se tornó mainstream, la envergadura de la industria editorial chilena creció mucho, etc. Entonces, te diría que hoy no repetiría los mismos errores, pero también si partiera hoy, tal vez las cosas serían menos entretenidas. Porque en ese entonces era muy divertido hacer las cosas desde la nada, mientras que hoy está todo muy normado, hay programas de edición, librerías, distribuidoras, etc.

¿Cómo era el chile del 2006, cuando se fundó Alquimia?

Era el momento de la larga transición chilena. Me parece que era Bachelet 1, y era un momento de mucha ebulición cultural, pero de mucha precariedad. Había algunas ferias pequeñas que se intentaban articular. Años después nace La Furia del Libro, a cuya primera instancia va muy poca gente, incluso un día llovió. Fue una cosa muy peculiar, chistosa. Así que era un momento de mucha energía y de mucha vitalidad, pero de poca infraestructura.

¿Cuál es tu posición en torno al apoyo que el Gobierno debe brindar a la industria editorial independiente? ¿Dirías que tu parecer ha cambiado con el paso de los años?

Hubo una política de Estado, pese a las transiciones de las presidencias, de aportar a la internacionalización del libro chileno, tanto de los autores como de las editoriales, y eso le hizo un gran favor al sector, porque uno, como editor independiente, con 12 libros publicados y tirajes pequeños, te enfrentabas a una Feria de Guadalajara con editores españoles, mexicanos, argentinos y peruanos, y ya era otra realidad. Eso fue muy disruptivo e importante. Lo mismo al difundir autores, dotar de fondos para la traducción, etc. A su vez, creo que eso generó cierta dependencia hacia el aparato gubernamental que me parece algo no tan bueno. Pienso que en este momento lo que más hace falta en Chile es potenciar una masividad en lectores y lectoras, o sea, potenciar el consumo cultural. Sin embargo, es indiscutible que los últimos 15 o 20 años hubo estímulos hacia el sector. Nunca son los suficientes, ni con la óptica necesariamente idónea, pero sí han contribuido muchísimo.

Dos títulos de Editorial Alquimia, esta vez de Pedro Lemebel y Nona Fernández.

En España, el Gobierno del PSOE viene dando un bono cultural, con el que jóvenes pueden ir al teatro o comprarse un cómic. ¿Medidas así te parecen acertadas? Por ejemplo, eso en Perú resultaría inimaginable.

Justo me tocó una cena con colegas y yo lancé ese ejemplo a la mesa porque me parece que esas son las medidas más idóneas, hacer que el tejido social interiorice el consumo de la cultura como un bien necesario. En Chile es muy esporádico, si la economía anda bien, el consumo cultural está bien, pero si surge un problema de carácter inflacionario o una desaceleración de la economía, lo primero que se corta es cultura. También está muy interiorizada la idea de que ‘una obra de teatro que cuesta 50 soles la entrada es muy cara, entonces no voy’. Está la idea de que los libros están caros, entonces busco el más barato, porque ¡cómo van a ser tan caros! Como si estuviera interiorizado que la cultura debe ser gratuita. Hoy siento que en Chile faltan más lectores. Es verdad que las cifras del ISBN son indiscutibles, cada vez hay más materiales, más diversidad de contenidos que se publican, pero creo que siguen siendo los mismos lectores.

¿Cómo evalúas la evolución de Alquimia a lo largo de los años? Desde los libros en discos, esos primeros experimentos, hasta estos que hoy vienes a ofrecer a Perú.

Fueron muchos cambios. Partimos como una editorial que llenaba el vacío de difundir autores que por ahí no tenían cabida en otros lugares. Cuando Alquimia nace en Chile, Random casi no estaba presente, Planeta un poco más, estaba LOM, Cuarto Propio, como referentes independientes, pero que no tenían mucha cabida para publicar el gran volumen de autores jóvenes existentes. Y Alquimia nace con ese ímpetu en su inicio. Luego fuimos derivando a líneas que nos interesaban más, como la recuperación de textos más raros, olvidados, hacer compilaciones de textos, que es algo que nos fascina, y que es donde mejor trabajamos. Y a la par fueron surgiendo muchas editoriales que publicaban autores contemporáneos, así que la cosa se emparejó. Y hoy Alquimia es un catálogo más orientado a los géneros híbridos, que es una línea muy fuerte que tenemos en novela, poesía, etc. También publicamos los libros raros de autores destacados, como en el caso de Lina Meruane. Nos gusta también hacer traducciones poéticas. Estamos publicando, además, autores contemporáneos alemanes, de otras latitudes. Y la línea de no ficción y rescates creció mucho, y seguirá creciendo, porque es donde más felices somos.

Guido, tú también eres poeta y escritor, pero si hablamos de tu labor como editor, qué tanto hay de cierto en torno a estas leyendas del editor más como ‘compadre’ del autor, que (si es extranjero) lo recibe, lo aloja, lo lleva a chelear y a comer rico. ¿Tiene asidero esto? ¿Tú Eres más un editor que revisa, edita y supervisa?

Creo que eso también ha cambiado mucho con el tiempo. Este es un oficio que nadie te enseña, por más que ahora haya cursos de edición y manuales técnicos. Hay mucho de ‘habilidades blandas’ de cada persona. Yo partí quizás como un editor muy de la chelas, del vínculo, pero hoy en día me gusta mucho ser el lector. Y lo que siempre digo es que uno debe ser el mejor editor para un libro, no el mejor editor en general. O sea, la forma en que uno lee y los libros que a uno le apasionan intenta colar esa estética en todo lo que toma como editor. Lo que veo y trabajo más ahora es que, si a mí me cae un libro con un parámetro estético, filiaciones con textos pasados, con películas, con canciones o con un momento histórico, yo tengo que empaparme de eso, y ser lo mejor para el autor. No mi gusto primar por sobre él. Y en ese sentido, me complican las editoriales donde todos los libros se parecen entre sí, porque es como un editor de fondo que termina interviniendo cada libro, siendo ese un pecado que todos cometemos, claro. Pero me gusta mucho esa figura y hoy, de todos los libros que felizmente me toca editar, muchas veces tomamos un vino o una cerveza, pero siempre después. Primero el archivo de Word con los comentarios y el control de cambios, y después el vinito y se celebra.

«Pájaros desde mi ventana», publicado por Editorial Alquimia.

A veces uno tiene la idea de que una editorial independiente se suele mover en espacios cortos, pero, ¿han tenido ustedes bestsellers?

Sí, hemos tenido libros que nos han pirateado (risas). Contamos con una línea que nos gusta mucho también, que es la de biografías orales de autores en base a entrevistas. Te diría que es la línea donde más trabajos demandan los libros. Tomamos 80 o hasta 150 entrevistas, vamos sacando extractos y armando una biografía temática, y lo hicimos con una política muy importante en Chile, Gladys Marín, y ese lo piratearon. “Space Invaders” de Nona Fernández también lo han pirateado, “No tengo amigos, tengo amores” de Pedro Lemebel, entre otros. Tenemos eso y también libros que son ultra exclusivos, ultra de nicho, que los hemos publicado y no pasó nada, pero dos o tres años después, la gente empieza a leer a ese autor, y se vende lo que nos quedó. Son como ‘long sellers’ que esperan su lector y este finalmente llega.

La piratería es un tema grave en Perú. ¿Cómo te manejas tú en lo personal con eso? ¿Mantienes contacto fluido con las autoridades, vas al Poder Judicial?

Esto es muy personal. Entiendo que es un delito muy grave y que infringe muchas cosas, y a mí me pasa que cuando veo un libro de Alquimia pirateado, no me molesta tanto. Pienso ‘se difunde’. Pero sí, en Chile hay un conflicto grave, particularmente con ciertos archivos que se filtran de imprenta, y que los libros se piratean antes de que se lancen, a un precio muy inferior. Hay acciones que se vienen llevando a cabo. No obstante, uno no entiende cómo logran tan rápido robar un archivo de imprenta, imprimirlo a bajo costo y distribuirlo antes de que lo haga la misma editorial, o en sus primeros días. Sé que esto le pasa más a Random y Planeta, pero es un debate continuo. Lo que pasa un poco es que la Policía de Investigaciones no lo ve como algo tan grave, entienden la cultura como algo subsidiario, por ende, no están a la palestra.

Cuéntame un poco sobre el convenio que tienes con La Indie, la distribuidora que dirige Carlos Vela.

Con Carlos nos conocíamos por Pesopluma hace años. Pero el proyecto de La Indie me parecía increíble. Siempre me ha parecido interesante, sobre todo la poesía peruana. Soy muy lector de ella, y de la cultura en general. Así que arrancamos con esta idea de distribuir de manera mucho más estable. Cuando armamos nuestro calendario editorial, pensamos en libros con posibilidad de viajar. En octubre cerramos nuestro calendario del próximo año y ya de inmediato pensamos: tal vez este libro podría funcionar más en España o Argentina, no sé. La idea es proyectarnos como una editorial que orgánicamente piensa al Perú como un territorio más dentro de su identidad de catálogo, y no como un lugar donde envías los libros. Ahora estamos muy fuertes en Argentina, medianamente visibles en España, y nos gustaría que Perú sea el siguiente país. No vemos otros, por ahora. La idea es que, si todo funciona, poder venir a Lima más seguido, y tal vez colar algún autor peruano, que aporte un prólogo, o un epílogo, no sé. Y venir, porque también me gusta mucho viajar aquí.

¿Qué referencias principales tienes de autores peruanos?

Toda la línea de poesía, de Oquendo en adelante. Particularmente de Westphalen, también de César Moro, que son como autores muy referenciales. En narrativa tal vez no tanto. Una vez pensamos junto a Lucho Chueca trabajar una antología de poesía peruana, de los noventas en adelante, y sería bueno retomar esa idea. Sí hemos publicado muchos argentinos, tenemos un diálogo muy de vuelta con dicho país.

Por tus visitas a Perú por tus diálogos con editores y libreros, ¿has podido hacer un esbozo sobre la situación de la industria editorial aquí? ¿Cómo ves al mercado?

Por mis viajes me parece que esta es una industria muy atractiva en la cantidad de autores contemporáneos que hay, y en la cantidad de libros que van saliendo al año. Una cosa que a mí me interesa mucho es que noto ciertas particularidades temáticas y estéticas en relación a los territorios. Y eso es algo que no pasa siempre. Por ejemplo, Argentina es un país muy centralizado, y pareciera que todas las estéticas se parecen, sin embargo, acá en Perú uno nota que un autor de tal territorio tiene otra extensión. Eso me gusta mucho y me gustaría poder investigarlo más. Sí veo también una concentración muy grande de Random y Planeta, pero también encuentro tierra de abono para hacer muchas cosas. Es algo que hablaba con Carlos Vela. Hay pocas editoriales de afuera que están llegando, hay muchas librerías, masa lectora, y eso me parece muy atractivo. Lo retrotraigo a los comienzos de Alquimia. Cuando partimos todo era precario, pero era mucho más atractivo porque había mucho por hacer y crear. Vero (al Perú) entonces como un espacio en expansión y un poco mi idea es que viajen más los libros y que haya más vasos comunicantes. Todo esto me ilusiona mucho.

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