Un San Sebastián único ilustra la portada de “El inmenso desvío”, el nuevo libro de cuentos del narrador Juan Carlos Cortázar (Lima, 1964). Aunque kitsch, trasgresor y muy rosado, el retrato no debe opacar lo que esconden sus páginas: nueve relatos de interesante factura.
En estas piezas, el autor de la elogiada novela “Cuando los hijos duermen” explora más allá de las clásicas formas de amor. Y es que, inclusive bajo el manto ‘progre’ que acepta relaciones entre personas del mismo sexo, se puede terminar encasillando los afectos, el placer o algo tan poderoso como el deseo.
“La literatura puede abordar la experiencia de la vida. Es a través de la acción cotidiana de los personajes que se puede revelar algo de ese misterio que es vivir, en este caso bajo una opción distinta a la hetero-norma”, sostiene Cortázar en esta entrevista.
Si bien no tiene la más mínima intención de tomar la bandera de la literatura gay en Perú, Juan Carlos exhibe una destreza particular al sumergirse en dicho universo. “A veces me preguntan por qué no escribo otras cosas. No lo sé, el día que me nazca hacerlo, lo haré. Pero hoy me nace escribir esto”, señala con firmeza.
Aquí puedes leer nuestra entrevista a Juan Carlos Cortázar sobre su nuevo libro de cuentos publicado por la editorial independiente Animal de Invierno, el cual ya está a la venta en las principales librerías de Lima.
-La portada te anticipa mucho, por el personaje que aparece y por el color que se eligió para diseñarla. ¿La querías muy llamativa o partió de los editores?
San Sebastián es un ícono gay, claramente, pero además Lucho Zúñiga –mi editor—insistía mucho en el diseño porque mi libro tiene dos ejes. Primero, el de la relación entre hombre o mujer mayor y hombre o mujer joven, es decir, el tema de la diferencia de edad. Y el otro eje es la vinculación entre homo erotismo y religión, mediada por el arte en algunos casos. Inicialmente, me resistía un poco a la idea (de esta portada), porque me parecía que San Sebastián ya era una imagen muy manoseada, pero cuando la vi bien, todo cambió. Primero, porque el hombre está rico (risas). Segundo, porque no es la pose usual. Y me encantó toda esta cosa tan kitsch, de las nubecitas, las flores y el rosado. Para decirlo directamente, es una portada bien maricona.
-¿Sientes que has tomado una especie de bandera de la literatura gay en Perú?
No, creo que la literatura puede ayudar a hacer preguntas sobre la experiencia de vida, la que sea: la guerra, el amor, los hijos, el irse al diablo, o en este caso lo que significa vivir en este mundo real opciones sexuales que salen de lo hetero-normativo. Y me interesa eso porque lo vivo. Recuerdo que cuando fue la discusión de la Unión Civil en Perú una periodista muy buena onda dijo algo así como “¿por qué no le vamos a dar los mismos derechos (a los gays) si son iguales, pueden ser tal vez abogados, contadores, chefs o quizás tu hermano”. Está bien, pero lo que eso invisibiliza es al que le gusta andar en cuero, al que usa plumas, a la peluquera, al que le gusta el sadomasoquismo, etc. Todos ellos son parte de la comunidad LGBT y tienen derecho a expresarse. Entonces, he tratado –en esto y en otras cosas que vengo escribiendo—de introducirme en temas como el sadismo como pulsión sexual, la relación hombre mayor y hombre joven, etc.
-Es inevitable encontrar vínculos en los cuentos de tu libro. Por ejemplo, entre “Ocho metros” y “Legado”, dos relatos que incluyen además la problemática que generan llos vacíos de la legislación LGBT en nuestros países…
Sí, algunos cuentos son precuela o secuela de otros. “Ocho metros” es un relato que nació de una crónica que leí acerca de un pleito legal que tenía una persona con la familia de su ex pareja por la posibilidad de mover el cadáver (de esta última) a tan solo ocho metros de distancia del lugar de donde fue enterrado. Aquí, además de lo que mencionas, está el tema de la relación hombre mayor-hombre joven. (El fallecido) era un hombre mayor que tuvo relación con varios chicos y uno terminó siendo el que lo ayuda a morir. Luego ya inventé “El legado”, donde hay un poco más de vínculo con lo que son las relaciones abiertas. Y es que pareciera que las lesbianas, los gays o los trans tuviéramos que vivir lo ‘heterogay’, es decir, el matrimonio pensado como una institución centrada en la fidelidad sexual, la monogamia y la pelea por los derechos. ¿Por qué las cosas tienen que ser así? Se puede recrear (el matrimonio) y mis personajes en cierta forma lo hacen.
-En el cuento “Darío detrás de la puerta” el protagonista es un trabajador de hotel que va limpiando las habitaciones luego de que se van los clientes. Me ha pasado que cuando he leído tus textos tengo la sensación de estar detrás de una puerta fisgoneando…
Dicen que uno escribe lo que le gusta leer. A mí me gusta la literatura que me hace trabajar, pensar, que intenta sugerir. Y siempre he pensado en cómo verán las habitaciones de moteles las personas que deben limpiarlas cuando los clientes se van. Porque deben encontrarse cosas, ¿no? Me importa ese punto de vista del que quiere ‘entender’, y que en este caso quiere hacerlo porque además hay un vínculo importante con su hijo, el cual irán descubriendo los lectores.
-Algo que me generó ese cuento fue una sensación de pánico al imaginar que, entre pareja y pareja que entra a una habitación, a veces las sábanas no se cambian porque –en opinión del limpiador– ¡no están sucias!
De mi novela anterior me decían que por el tema de los moteles era algo sórdido, pero no lo veo así. Me parece ‘entretete’. Si para vivir su sexualidad de forma abierta la gente necesita ir a los moteles, ¡pues que vayan! Yo quería iluminar un poquito ese mundo desde una mirada muy particular, que no es la del cliente ni la del administrador o dueño, sino la de la persona que limpia porque es él quien más en contacto está con lo que pasa ahí dentro.
-Y además Darío tiene un drama familiar con su hijo…
Es cierto. Ahí hay una cosa sugerida, no dicha. Un tutor literario que tuve en Argentina siempre me decía ‘no hay que tocar el caroso (la pepa), sino darle vueltas y vueltas’…
-¿Y cuándo sientes que ya es suficiente de vueltas? ¿Alguien lee tus borradores?
No lo sé. Siempre trabajo mucho los textos, corrijo y pido varias lecturas. En los agradecimientos del libro he puesto a varios pero en particular me ayudaron tres personas: Ricardo Sumalavia, Luis López Aliaga y Lucho Zúñiga, editor de Animal de Invierno.
-Cuéntame sobre “Rapto”. ¿Sería incorrecto pensar que sale del común de relatos que incluye tu libro? Es una temática algo misteriosa, no lo sé…
Generalmente los cuentos y la escritura me nacen de sensaciones y pequeñas imágenes que llegan a mí. Me parece que leí la historia de un pescador que había pescado una hermosísima escultura en bronce de un Dios griego. A partir de ahí comencé a trabajar temas como la belleza masculina de la estatua, pero me di cuenta que el relato no funcionaría con pescadores. Y por algún lado terminé con una escultura ligada a San Sebastián. Y además quise sugerir –no sé si con éxito—lo que significa encontrar un cuerpo en una fosa. Esto en medio de mujeres (personajes) que no son cualquier mujer. Ellas habitan un barrio de desplazados.
-Por tus años en Argentina y Chile, sumado a tu nacionalidad peruana, ¿cómo has ido puliendo el darle una voz no característica de cada país a tus personajes?
Ahí la mirada de Ricardo Sumalavia y Lucho Zúñiga me ayudó mucho, por ejemplo, cuando me dicen ‘esto no es peruano’. Pero ahora estoy tratando de escribir algo sobre un tipo de práctica en el mundo de la diversidad y he decidido usar mi lenguaje mezclado, porque es parte de mí.
-¿Es mucho más fácil encontrar publicaciones LGBTI en Chile que en Perú?
Sí. En Chile el mundo LGBTI tiene una presencia política más sólida, también hay muchos más espacios de diversión, como bares, discos, pero principalmente el mundo de la cultura presenta muy buenos escritores como Pedro Lemebel, Marchant Lazcano, Constanza Anabalón, entre otros.
-Se tiene la impresión de que las parejas homosexuales que desean unirse ‘legalmente’ es para vivir una vida tipo hetereosexual, obviando que existen muchos más tipos de vínculos…
En “Legado” hay algo de esa mirada poliamorosa que me gustaría explorar más adelante. Creo que la sexualidad es tremendamente diversa y querer meterla en dos cajitas ‘hombrecitos y mujercitas’ o –si somos progres—‘hombrecitos con hombrecitos’ y ‘mujercitas con mujercitas’, no está bien. Cuando se habla de poliamor o de género fluido algunos dicen “ay no, cuántas palabras, es mucho término…”. Espera, ¿cuántas palabras tienes para hablar de un automóvil? ¡Queremos tocar algo tan vital como la sexualidad con cuatro términos! La experiencia de la sexualidad hétero, lésbica, gay, trans o pansexual, es tan grande que da para preguntarse muchas cosas. Uso la escritura para eso, y creo que para quienes hemos optado por una vida sexual que sale de la norma que nos hacen imbuir desde que ni siquiera tenemos conciencia, tal vez hoy existe más libertad para explorar prácticas que nos hacen gozar de maneras distintas y por lugares distintos de los que nos dijeron alguna vez.
-Algo que también hay en lo heterosexual…
Claro que sí. Para ustedes está el mundo de los swingers, de los sado masoquistas, etc. La vida sexual y la vida de amor o de vínculo afectivo es como un lego: con las mismas piezas tú puedes armar un trasbordador espacial y yo la casa de la caperucita. Lo malo sería decir que solo una de esas cosas vale.
-¿Cuál crees que es la conexión entre tus libros previos y este?
Mi inquietud por explorar la experiencia de vida de la sexualidad bajo diversas formas, porque es una pregunta personal que yo me hago, pero también porque me parece un mundo de vida interesante. A veces me preguntan ¿por qué no escribes otras cosas? No lo sé, el día que me nazca hacerlo, lo haré. Pero por ahora me nace escribir esto.