Valeria Román: “En la poesía articulo sin regla alguna lo que me pasa, siento o pienso”

Escribió su primer poemario a los 15 y aún sin llegar a los 20 años ya tiene su primer gran premio, el José Watanabe Varas que entrega la Asociación Peruano Japonesa. Pese a lo precoz de estos logros, Valeria Román Marroquín (Lima, 1999) se toma las cosas con una envidiable mesura.

“No me preocupa mucho publicar, sí escribir”, admite en esta entrevista con “Libros a mí” sobre “Matrioska”, poemario muy personal con el que logró imponerse a más de 180 propuestas en un concurso que se ha consolidado a lo largo de los años.

Su forma de afrontar la poesía, la voz política que cultiva hace un tiempo y su visión sobre la poca participación de la mujer en eventos culturales, son otros temas que fueron parte de este diálogo.

Para los interesados, Matrioskase presentará el jueves 14 de junio a las 7:30 p.m. en el Centro Cultural Peruano Japonés, ubicado en la avenida Gregorio Escobedo 803, Jesús María.

-El día que empecé a leer tu libro murió Eyvi Ágreda y me pregunté si el tipo de violencia del que ella fue víctima puede sublevar de tal forma a un autor para hacerlo escribir un poema.

Por un lado pienso que sí, definitivamente este tipo de situaciones –que no son nuevas, porque lo de Eyvi es más mediático que nuevo—sí mueven a gente a escribir sobre la experiencia de ser mujer, sobre el hecho de que esta condición todavía de alguna manera oprime a seres humanos en una sociedad supuestamente abierta y democrática. Sin embargo, yo no diría que lo que hasta ahora he publicado esté muy tocado por ese tipo de cuestiones, aunque sí me considero una persona que se involucra en problemas sociales.

-Eres estudiante de San Marcos…

Sí, y estar en una universidad nacional hace que madures políticamente, que participes en dicho ámbito, o que te des cuenta que (dentro de la universidad) las políticas que aplica el Estado son un brazo más de lo que es un servicio no a las grandes mayorías sino al capital, a las élites, a los grandes poderes económicos. Por otro lado, quisiera destacar el activismo en círculos poéticos como el que se da en el Comando Plath, conformado por un conjunto de poetas que efectúan diversos escritos y manifiestos. Grupos como este han visibilizado algo que dentro de la escena literaria era bastante palpable: el machismo. Aún existen ciertas actitudes de algunos poetas que menosprecian a las mujeres por su obra, tratándolas como objetos y no como colegas.

-¿Me hablas específicamente de poetas?

Sí, porque nos movemos en esos términos. Y es importante pero al mismo tiempo siento que hay un problema irresuelto: un poder material como la opresión de las mujeres no se va a derribar con un poder inmaterial, o sea, con el activismo desde la poesía. Un poema puede denunciar, criticar o describir cierta situación, pero el cambio real está en la acción política. Y es por eso que yo no tengo una preocupación tan grande porque mis escritos reflejen este tipo de situaciones. Mi preocupación está en la movilización política por las reivindicaciones de las mujeres y de las personas que viven aplastadas por los intereses de las élites.

-Para los que no han leído “Feelback”, tu primer poemario, ¿hay en esa obra algún tipo de vínculo con “Matrioska”?

En “Matrioska” retomo ciertas situaciones que aparecen en “Feelback”, sin embargo, por su tipo de lenguaje y por cómo está estructurado, este nuevo poemario no tiene tanta relación con el primero. Es más, te confieso que jamás pensé publicar “Feelback”, sino que la insistencia del Colectivo Sub 25 (al que pertenecía en esa época) propició eso. Me parecía un poemario inorgánico, con cierta carga personal que no quería exponer, aunque finalmente salió. Es un libro muy de juventud porque lo escribí a los 15 años.

-Siempre a los autores de narrativa les preguntan qué hay de ellos en sus cuentos o novelas. Sin llegar tanto a eso, uno podría imaginar que hay ciertos detalles muy personales en el capítulo denominado “Simbiosis” de tu poemario. El tema de la madre, el cáncer, el complejo por el busto. ¿Hay acaso mucho de Valeria Román aquí?

Admito que “Matrioska” es un poemario muy personal. Si bien yo no considero a la poesía como un mero instrumento de terapia –a veces escucho que el escribir cura, pero no creo en eso–, sí puedo decir que el trabajo de la escritura, más allá de lo intelectual, tiene una parte de inversión emocional bastante fuerte que de alguna u otra manera te permite reconciliarte con esa parte que quizás eres incapaz de expresar de forma clara. Soy una persona muy complicada para hablar de mis cosas con otros. Así que la poesía es ese espacio donde puedo articular sin regla alguna lo que me pasa, siento o pienso.

-¿Qué sensación te genera el título de ‘poeta’ que uno recibe al publicar uno o más poemarios?

Cuando me llaman así siento algo raro, no sé si vergüenza. Prefiero que me digan escritora. Y tampoco es que me preocupe mucho publicar o ‘estar en la escena’. Como dije antes, la publicación de “Feelback” fue más por insistencia, y creo que ganar el Premio José Watanabe ha sido una gran sorpresa. Quién sabe si después de “Matrioska” no vuelvo a publicar algo en muchos años. Ese tipo de cuestiones [publicar] las disocio mucho del hecho de escribir, porque esto último es algo que haré toda mi vida. No concibo a la escritura como una carrera o un empleo.

-¿Por qué decidiste estudiar filosofía en la universidad?

Yo estaba entre estudiar biología y antropología, pero al final me decidí por la filosofía por una serie de sucesos que marcaron mi quinto año (de secundaria). Por otro lado, comencé a tener ciertas lecturas que me acercaron a determinados filósofos. Ya en la universidad cambié un poco mis lecturas y también la tradición filosófica que me interesaba.

“ENTRAR A SAN MARCOS FUE UNA REAFIRMACIÓN PARA MÍ”

-Muchos entran a San Marcos y cambian por completo su forma de ver la vida. Algunos consideran que ahí se encuentran con ‘todo el Perú’. ¿Cómo fue tu experiencia?

Estudié en un colegio privado de San Isidro, pero siempre me sentí bastante desencajada ahí, sobre todo porque había una gran brecha socioeconómica entre mis compañeros y yo. Fui la única de la promoción que ingresó a una universidad nacional. Siempre tuve claro que quería estudiar en San Marcos. Mucha gente cuando entra ahí se ilusiona porque sabe que en ese lugar estudiaron los mejores intelectuales del país, pero luego se encuentran con profesores mediocres, corrupción y varias situaciones que te decepcionan. A mí no me pasó eso porque yo ya tenía una noción de la gravedad en la que se encuentra la universidad pública, y más bien esto me hizo involucrarme en su vida política. Primero comienzas con situaciones que te afectan solo a ti pero luego te percatas que esas cosas que suceden dentro son una expresión de lo que ocurre en nuestra sociedad en general. Así que entrar a San Marcos fue una reafirmación para mí.

-Se rechaza cada vez más notoriamente en redes sociales lo desigual de la presencia femenina en mesas literarias, presentaciones de libros y eventos culturales. ¿Qué opinas de ello?

Nunca he sido tan incisiva en ese tipo de cuestiones [protestas en redes], pero en este caso me parece genial porque más allá de que suelen haber solo hombres en las mesas, lo peor es que siempre son los mismos. Es bueno que, de alguna u otra manera, se exija una mayor participación de las mujeres y principalmente de ‘varias’ mujeres. O sea, es fundamental que no sean invitadas a las mesas las mismas poetas de siempre. Lo contrario me parecería igual de condenable que el no incluir a ninguna.

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