Carlos López Degregori: “Creo que no cabe hablar de éxito en la literatura”

No es un dato menor que “Lejos de todas partes”, antología de poemas de Carlos López Degregori (CLD), comenzara a construirse el mismo año en el que este empezó a dictar clases en la Universidad de Lima (1978). Y es que, como él mismo reconoce en esta entrevista con “Libros a mí”, lleva 40 años con un pie en las aulas, donde enseña los cursos de Lenguaje e Introducción a la Literatura, y otro en el ámbito de la creación literaria.

La primera de estas actividades requiere una disponibilidad casi permanente, mientras que la segunda es más bien eventual o esporádica y responde a un determinado impulso o llamado que como el propio poeta refiere, “puede irse aunque usualmente termina volviendo”.

La publicación de “Lejos de todas partes” (Fondo Editorial Universidad de Lima, 2018) es entonces una oportunidad inmejorable para repasar el camino que su autor forjó en once poemarios publicados entre 1978 y 2018. En cada uno dejó una impronta que lo ha convertido en un referente incuestionable para la poesía peruana contemporánea.

A esta publicación debe sumarse la aparición de “Extrañas criaturas. Antología del microrrelato peruano moderno”, trabajo que CLD publicó junto a Güich Rodríguez y Alejandro Susti por el mismo sello editorial. Sobre ambas obras conversamos brevemente con Carlos López Degregori. La entrevista a continuación:

-¿Qué sensación le deja publicar una antología de sus poemas que significa el fin de una larga etapa en su faceta creativa?

La primera edición de “Lejos de todas partes” (que recogía mi poesía hasta el año 1994) significó una retrospección, una manera de observar lo que había escrito hasta entonces. Y ahora, cuarenta años después, sentí que el libro debía cerrarse. Esto no significa que no vuelva a escribir ni que abandonaré la poesía, pero sí, efectivamente, estoy clausurando aquí una manera de entender la poesía y de relacionarme con el lenguaje.

– ¿Cómo es hoy el Carlos López Degregori poeta? ¿Cuánto cambió a través del tiempo?

Cada capítulo de «Lejos de todas partes» corresponde a mis respectivos poemarios, pero desde el segundo percibo una unidad. Es como un volumen que ha ido creciendo a lo largo del tiempo, y yo he crecido y vivido con él. Entonces, esta antología no es solo la reunión de unos poemas, sino la trayectoria existencial de una voz poética, de un hablante poético fracturado, multiforme, que continuamente va poniéndose máscaras y asumiendo distintas identidades. Y ese ‘yo’ ha vivido y crecido a lo largo de estos 40 años. La clausura de este libro me deja en la incertidumbre, aunque esa casualmente es la razón de escribir poesía, el tratar de desentrañar algo que está detrás, nebuloso, que no sabes bien qué es. Y creo que cuatro décadas después tengo más incertidumbres que al comienzo.

-¿Es consciente de que usted es tan reconocido por su calidad de poeta como por su trabajo como docente universitario?

Mi vida ha transcurrido escindida. Justamente el año en el que apareció mi primer libro ingresé a trabajar en la Universidad de Lima, entonces, ya son 40 años en los que he tenido un pie en el trabajo docente y el otro (no sé si el derecho o el izquierdo) en la escritura de poesía. Vivo y me siento bien en los dos ámbitos. Mis alumnos reconocen mi trabajo y, cada cierto tiempo, la poesía surge como un llamado que uno, si puede, atiende. Si no, lo deja pasar pues seguramente luego reaparecerá.

-En la nota introductoria del libro dice usted que dejó de lado “poemas imperfectos”. ¿Qué cosas hacen a un poema imperfecto?

Tal como dicen, no hay poema terminado sino abandonado. Siento que un buen poema debe tener una especie de coherencia interna. En primer lugar, debe responder a una urgencia, a una necesidad y a una autenticidad que dio origen a su escritura. Y en segundo lugar, creo que estas características tienen que haberse plasmado adecuadamente en una forma. Entonces, si tenemos la autenticidad y la forma creo que el poema está logrado. He rescatado siete de los doce poemas que tenía “Un buen día” (1978). Y también he prescindido de algunos poemas del libro “Flama y respiración” (2005).

-¿Suele detenerse a pensar si la poesía le ha dejado satisfacciones?

Nunca me lo planteé. En mi caso la poesía surgió como una fatalidad, es algo que está en mi condición, no sé, en mi ADN. Uno nace con una especie de disposición poética y escribe. Pasan los años, cumples 30, 40 o 50 y sigues escribiendo. Hace poco cumplí 66 y de pronto me di cuenta que he escrito desde la secundaria, es decir, casi toda mi vida.

-Uno tiene la idea de que los primeros poemas son siempre de amor. ¿Es correcto?

Sí. Yo escribía al comienzo poemas de amor y también poemas existenciales, que tenían que ver con el desajuste, con la soledad relacionada a ciertas experiencias de mi vida en el quinto de secundaria. Y mis dos referentes fueron poetas: Baudelaire y Vallejo. Me deslumbró “Las flores del mal” y también “Los heraldos negros”.

-En su crítica publicada en “El Comercio” José Carlos Yrigoyen dice que su estilo es tan particular que no encontró seguidores, gente que busque emularlo. ¿Está de acuerdo?

Creo que sí, al menos yo no conozco a ninguno. Pienso que hay lenguajes y poéticas que son más fáciles de imitar. Por ejemplo, Antonio Cisneros tenía una especie de fórmula y muchos poetas jóvenes lo seguían en su momento. Creo que ciertos rasgos de la poesía conversacional, de la poesía urbana del 70’ son fácilmente asimilables y marcan un derrotero para nuevos poetas. Pero yo creo que mi poesía es extraña. Recuerdo que cuando apareció fue calificada de “insular”. Y al comienzo el adjetivo me descolocaba, pero hoy lo siento como una virtud.

-SOBRE EL LIBRO “EXTRAÑAS CRIATURAS”

-¿Cuál fue el objetivo principal al idear esta antología del microrrelato peruano?

Tratar de rastrear los orígenes del microrrelato en Perú, pero me refiero al género con una conciencia por parte del creador. Nos planteamos un problema inicial: bien podríamos rastrear  algunas piezas como poemas en prosa de César Vallejo o escritos de Xavier Abril, sin embargo, partimos de la premisa de que el microrrelato supone una intencionalidad por parte del autor, quien es consciente de que aquello que quiere decir encuentra su forma y su expresión solo en la microficción.

-¿A quién considera usted el autor de microrrelato peruano más importante de los últimos 50 años?

Sin ninguna duda, Luis Loayza. Si lees “El avaro” encontrarás un libro perfecto del género de la micro ficción. Él no fue un autor de tirajes masivos o grandes editoriales, pero sí generó mucho respeto, y considero que (su legado) crecerá mucho con el paso de los años.

-Este no es el primer libro que usted y sus colegas de la Universidad de Lima han publicado profundizando en torno a algún aspecto de la literatura peruana. ¿Qué tan importante es que el fondo de dicha casa de estudios les brinde soporte para este tipo de publicaciones?

Creo que la Universidad de Lima ha sido un espacio sumamente propicio y estimulante para poder trabajar investigaciones de este tipo. Y como dices, tenemos varios proyectos ya publicados en los últimos años. Desde exploraciones acerca de la ciudad, antologías de poesía, libros sobre literatura fantástica, y este último sobre microrrelato peruano.

-Tanto usted como José Güich y Alejandro Susti han tenido diversos logros personales en los últimos años. ¿Sería mucho llamarlos parte de una generación exitosa en la rama literaria?

Creo que no cabe hablar de éxito en la literatura, sin embargo, sí siento que junto a Güich, Susti y Lucho Chueca hemos logrado consolidar un equipo de trabajo en el que todos participan. Aquí cada uno escribe un ensayo autónomo e independiente, con su estilo personal y es la universidad la que nos brinda la oportunidad de publicarlos. Modestia aparte, cada uno de estos libros significa un aporte en la mirada de la literatura peruana.

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