Augusto Higa: «En Japón viví la experiencia más larga y difícil de mi vida»

Mientras culmina el último capítulo de su tesis sobre la cuentística de Julio Ramón Ribeyro, el escritor Augusto Higa Oshiro se da un tiempo para conversar con nosotros sobre la reedición de “Japón no da dos oportunidades” (Animal de Invierno, 2019).

Se trata quizás del más extraño de sus libros. Su única incursión en la no ficción. Publicado originalmente en 1994, el texto cuenta en primera persona y con un pulso infatigable su experiencia como obrero en Japón.

Asociado permanentemente a la comunidad nikkei y a sus vicisitudes, Higa Oshiro pasó año y medio en el ‘país del sol naciente’. Sin dominar el idioma y viniendo de un trabajo de oficina en el Ministerio de Educación, el autor de “Gaijin” se enfocó en hacer dinero para enviar a su familia.

El sacrificio realizado por Augusto fue una reacción natural a la hecatombe social, económica y de seguridad que vivía la Lima de finales de los ochenta y principios de los noventa. Eran los últimos años del primer gobierno de Alan García y los albores de la gestión de Alberto Fujimori.

Aunque el libro está plagado de aspectos humanos sorprendentes para alguien que solo conocía a Augusto Higa como autor de grandes novelas y cuentos, lo más llamativo termina siendo el conjunto de circunstancias que rodeó su publicación.

Y es que –como él mismo lo cuenta en esta entrevista—durante esa estadía de año y medio en Japón no escribió una sola línea. Fue a su arribo a Lima que plasmó, cual cascada, nombres, lugares y sensaciones. Esto convierte a “Japón no da dos oportunidades” en el retrato de un sacrificio propio de nuestro tiempo más que en una búsqueda de los orígenes.

-¿En qué trabajaba antes de irse al Japón?

Era editor de una revista de libros para el Ministerio de Educación. Hacía periodismo también. Pero la plata no alcanzaba. Había una inflación galopante, escasez de alimentos. Y además estaba el apéndice de Sendero Luminoso.

-¿Entonces se fue con la idea de hacer dinero y retornar?

Nadie se va a Japón con la idea de quedarse a vivir allí. Es la maraña extraña de la dinámica presente allí la que te hace quedar diez o quince años. Pero siempre piensas en volver.

-¿Cómo podría comparar el Japón que le tocó visitar con el de hoy?

Ha cambiado muchísimo. Estamos hablando de un país moderno, del primer mundo. Es un país adelantado en el que todos los pueblos tienen servicios, colegios y centros de salud. Todo está muy comunicado.

-¿Cree que el idioma fue su gran obstáculo en Japón?

Sí. Y la idiosincrasia de un pueblo japonés poco permisivo a los extranjeros.

-¿Se refiere a que son malas personas o a que son temerosos de lo diferente?

Son temerosos del riesgo, del peligro. Pero en general los pueblos del oriente (Japón, China, Vietnam, Tailandia y Corea) son lugares en donde se ejerce voluntaria o involuntariamente la discriminación al extranjero. Le tienen desconfianza, no están acostumbrados a él. Y por lo tanto ahí hay una manifestación de hostilidad hacia lo extraño.

-¿Es verdad que usted no escribió ni una sola línea durante su estadía en Japón?

Es cierto. Ni siquiera tomé apuntes. Todo lo saqué luego de mi memoria.

-¿Cuánto tiempo le tomó escribir este libro?

Un año y medio.

-¿Por qué sintió la necesidad de contar esta experiencia en Japón?

Porque era una revelación para mí y un parteaguas. A partir de ahí empecé a vislumbrar el mundo de los nikkei y su problema con la literatura.

-Dice usted que tenía problemas con su temperamento introvertido. ¿Qué tan complicado fue esta situación estando rodeado por gente desconocida?

Trabajábamos en la fábrica y manteníamos una cierta solidaridad entre peruanos, brasileños y demás extranjeros. Yo era muy introvertido pero tuve que acostumbrarme a los métodos japoneses. Por otro lado, la vida era muy cara allá y muchos de mis compañeros se gastaban su dinero en comida. Yo trataba de ahorrar en eso y por eso cocinaba.

Augusto Higa Oshiro y su libro «Japón no da dos oportunidades».

-¿Cree que su familia vio su viaje como un sacrificio?

Sí, porque en Perú vivíamos una época de vacas flacas y entonces el viaje era una solución para poder enviar dinero.

-¿Considera que su estadía en el Japón se rompió abruptamente y que le quedaron cosas pendientes?

Este libro lo escribí inmediatamente después de mi viaje. Luego me he venido enterando de muchas cosas. Hay compañeros y amigos que trabajaron quince o veinte años y hoy no tienen pensión de jubilación. No tienen seguro de salud. Me di cuenta de que el estado japonés dejó en manos de las agencias de trabajo un problema que no quiso enfrentar.

-¿Cree usted que el desarrollo que hoy muestra Japón oculta muchos abusos laborales?

Definitivamente.

-¿Considera que esta experiencia en Japón fue la más difícil de su vida?

Definitivamente. Fue la más difícil y la más larga de mi vida. Fueron 18 meses lejos de mi familia, de mi país. Mis padres aún vivían por entonces.

-¿Conserva algún amigo de esa travesía por Japón?

No. Por alguna razón hoy todos estamos incomunicados. Sé que algunos volvieron al Perú, pero ya no tengo información sobre su paradero.

-Teniendo en cuenta su experiencia personal como trabajador en el Japón de los noventa, ¿qué siente usted al ver hoy a tantos venezolanos en las calles de Lima?

Es una migración salvaje, ¿no? 750 mil tal vez solo en Lima. Creo que ellos me generan más simpatía que antipatía. Es gente que ha venido huyendo de una dictadura. En su país no hay comida, empleo ni medicinas. Han tenido que venir a buscársela. Son unos exiliados voluntarios que se han perdido en Lima.  Y se la están buscando como sea.

-¿En qué sentido podría decir que se siente identificado con ellos?

En sus necesidades de trabajo, afecto, compasión y de ternura.

-Me ha dicho que todas las sociedades tienden a discriminar. ¿Existe algún antídoto contra ello?

No. El miedo a lo extraño siempre estará presente. Siempre tendremos miedo a ser agredidos.

-Cuando lo entrevisté hace unos años me habló sobre su tesis sobre Julio Ramón Ribeyro. ¿Cómo va ese proyecto?

¡Me falta el último capítulo! Espero poder terminarla pronto, sustentarla y luego me encantaría que sea publicada en un libro.

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