Aunque es uno de los espacios más recurrentes en la literatura latinoamericana, el prostíbulo no ha sido estudiado en la medida que corresponde. Ese vacío fue percibido por el escritor y crítico Félix Terrones (Lima, 1980).
Fue así como en el año 2006 inició la redacción de su tesis doctoral sobre los lupanares presentes en cuatro de las más emblemáticas novelas escritas por autores de nuestro continente. “La casa verde” y “Pantaleón y las visitadoras” de Mario Vargas Llosa, “Juntacadáveres” de Juan Carlos Onetti y “El lugar sin límites” de José Donoso.
Aquella tesis de casi 600 páginas y escrita originalmente en francés fue traducida, editada y adaptada a un libro que –trece años después—ve la luz bajo el sello español Calambur. Si algo tuvo claro su autor fue que “Un sueño hecho ficción. Los prostíbulos en la novela latinoamericana” debía ser no un estudio sobre la prostitución, sino el planteamiento desde una perspectiva sistemática de cómo ha evolucionado la figura del lupanar en nuestra literatura.
Terrones, quien en esta entrevista se confiesa un admirador y seguidor de los ensayos hechos por escritores de la talla de Octavio Paz, confiesa que su propósito fundamental al momento de transformar su tesis en libro fue hacerlo accesible al público en general salvaguardando el nivel de las ideas originales.
-Estas cuatro novelas escogidas para tu ensayo no han sido las primeras con prostíbulos ni tampoco las más recientes. ¿Qué te hizo elegirlas por encima de las demás?
Un precedente de mi ensayo es el libro de Rodrigo Cánovas “Sexualidad y cultura en la novela hispanoamericana: la alegoría del prostíbulo”. Sin embargo, ese texto es más una recopilación de artículos que él escribió a lo largo de los años y que unió para hacerlos parte de un conjunto. Le falta esa sistematicidad de la mirada. En mi caso, he escogido cuatro novelas de las varias existentes y a partir de ellas planteo una perspectiva sistemática. Intento ver cómo va evolucionando la figura del prostíbulo en “El lugar sin límites”, “La casa verde”, “Juntacadáveres” y “Pantaleón y las visitadoras”. Las escogí porque son textos publicados más o menos en el mismo periodo histórico por autores bastante emblemáticos de la literatura latinoamericana y porque, respetando las diferencias estéticas de cada uno, proponen una representación del prostíbulo no homogénea sino como si fuera un prisma, como si fueran diversas facetas de un mismo fenómeno.
-En tu prólogo cuestionas en parte la idea sobre la novela latinoamericana que propone tu colega Jorge Volpi. ¿Qué buscas plantear?
Ese es un elemento adicional entre mi tesis de doctorado y este ensayo. Mi tesis se detenía estrictamente en la representación del prostíbulo en la novela latinoamericana. El paso de ese trabajo al ensayo implicó –entre otras cosas—abrir el campo de discusión y reflexión. El preguntarse en qué medida se puede dar una dimensión latinoamericana a la novela del prostíbulo. Sobre todo en un periodo como el actual. A comienzos del siglo XXI aparecieron los manifiestos de Macondo y del Crack, los cuales –cada uno a su manera– proclamaban la muerte de la literatura latinoamericana. Yo pongo un poco en perspectiva esta postura, la relativizo y al mismo tiempo, mediante el argumento de la novela de prostíbulo, demuestro que estamos ante un espacio que aparece desde la primera novela latinoamericana hasta hoy. Son entonces más de 150 textos de diversas partes de América que representan el espacio del prostíbulo. Ahí podemos tener un indicio de un espacio que no solo genera interés entre los escritores sino que también le da unidad y coherencia a la literatura latinoamericana, sin que necesariamente ambos factores representen un proyecto común, sino que simplemente hay una convergencia de intereses a lo largo de las décadas.
-¿Qué otros acercamientos ensayísticos a la literatura latinoamericana publicados en el pasado te habían llamado la atención?
Siempre me ha interesado ver cómo los escritores latinoamericanos conciben su literatura. Si hablamos del ‘Boom’, José Donoso y Carlos Fuentes fueron quienes más escribieron acerca de la literatura latinoamericana. Eso me ayudó bastante para este libro. Si hablamos específicamente del espacio que significa el prostíbulo también me apoyé en artículos académicos y reuniones de ensayos. Sin embargo, mi reflexión creo que es original en ese sentido. No existe un referente previo dentro de la reflexión crítica latinoamericana dedicada al prostíbulo a partir de una mirada que intente ser sistemática.
-En los prostíbulos que has analizado se presenta uno que rompe el molde, por decirlo de alguna forma, y es el de “Pantaleón y las visitadoras”. Es improvisado, móvil y termina como un proyecto fracasado.
Sí. Aunque creo que todos a su manera son prostíbulos particulares, sui generis, únicos. Quizás la particularidad del caso presente en “Pantaleón y las visitadoras” es, por un lado, el elemento humorístico de la novela, y por otro, el componente carnavalesco. El prostíbulo de esta novela instala un carnaval dentro de un espacio rígido, con normas muy estrictas, como es la organización militar. En ese sentido, y lo digo en mi ensayo, estamos ante una heterotopía en el sentido que Michel Foucault le da al concepto, o sea, frente a un espacio que problematiza a otro. El prostíbulo, un espacio ‘femenino’, de desorden, pero que en “Pantaleón…” intenta más bien regular los excesos hormonales de los soldados, es un paralelo de la institución militar con toda su jerarquía, verticalidad y disciplina.
-Si se supone que el prostíbulo es un reflejo de la sociedad que lo acoge, ¿hoy resultaría imposible imaginar que se escriba una novela como las cuatro que has estudiado?
Es una muy buena pregunta. Si bien ya no se puede escribir novelas como “La casa verde” o “Juntacadáveres”, creo que el prostíbulo sigue insuflando actualidad. Por ejemplo en la novela “Santitos” de María Amparo Escandón es un espacio de frontera entre México y Estados Unidos, un lugar de tránsito entre dos realidades: la hispanohablante por un lado y la anglófona por el otro. Y con todo lo que eso representa por el conflicto y la tensión limítrofe.
-Me has mencionado la palabra explotación y para que haya eso tiene que haber dos cosas: un explotador y una explotada. O sea, un proxeneta y una prostituta. ¿Qué perfiles encontraste tú en las novelas estudiadas?
Quisiera remarcar que este es un ensayo sobre los prostíbulos y no sobre la prostitución. Si hubiera hecho esto último, me habría acercado al tema desde una visión sociológica. Por otro lado, a diferencia de lo que ocurre en la vida diaria (me refiero a los proxenetas) en estas novelas se trata de personas con características muy singulares que solo se encuentran en la ficción. Son también personajes que van a introducir cambios a niveles sociales, económicos y morales. Además, cada uno a su manera es utopista, busca un espacio perfecto y una sociedad cada vez mejor. Lo es Junta Larssen en “Juntacadáveres”, Anselmo en “La casa verde” y Pantaleón en “Pantaleón y las visitadoras”.
-Aunque las cuatro novelas que has escogido tienen prostíbulos, no se trata de historias híper sexuales. ¿Por qué crees que prevalece lo erótico sobre lo sexual?
Sí, cuando imaginas ese tipo de novelas uno piensa, a priori, que las escenas sexuales abundan. Pero este no es el caso. Ni es el caso de la gran mayoría de novelas de prostíbulos que leí. La gran mayoría de estas no subrayan lo sexual sino lo erótico. Se enfatiza la imaginación. La sexualidad es completamente evacuada de la narración. Cada vez que va a haber un encuentro sexual se cierra una puerta o el narrador pasa a otro tema. Y esa evacuación es un vacío significante porque muestra de un modo u otro el lugar complejo de la sexualidad dentro de estos espacios.
-Como todo elemento polémico, el prostíbulo tiene gente a favor, pero también a otra que lo rechaza. ¿Qué sectores encuentras tú en contra de este elemento en las novelas estudiadas?
En las novelas analizadas es casi un tópico mostrar el momento de la emergencia del prostíbulo y mostrar cómo esa aparición –tanto en las novelas como en las ciudades que son representadas: Piura, Santa María, Iquitos o la estación El Olivo—genera una reacción de parte de las fuerzas sociales. Es una reacción no homogénea, sino más bien tensa. Porque por un lado hay fuerzas sociales que, de manera perversa o hipócrita, consideran que los prostíbulos contribuyen con la modernización de sus localidades, que les permitirá insertarse en una red más vasta de comercio o de intercambio monetario. Pero también están las fuerzas sociales que ven a los prostíbulos como un atentado a la moral. Ahí están, por ejemplo, los representantes eclesiásticos. Está el padre de “La casa verde” o el de “Juntacadáveres”, pero por otro lado está el sacerdote de “Pantaleón y las visitadoras”, que no solo combate al prostíbulo sino que además es su cliente. Ahí queda evidenciado el cinismo de ciertos representantes de estas instituciones.
-¿Cómo podrías describir las características físicas de los prostíbulos presentes en las cuatro novelas estudiadas? Porque a priori uno imagina estos espacios como lúgubres, tenebrosos…
Hablando sobre la descripción, una lectura atenta del espacio en sí del prostíbulo muestra una voluntad secreta de cada uno de los autores por entregarles un valor que trascienda lo puramente enunciativo. O sea, una cualidad única. Desde sus fórmulas exteriores te hablo. El primer prostíbulo de Anselmo, por ejemplo, que es concéntrico (redondo), con una torre en el medio que vincula a la tierra, al arenal de Piura con el cielo de la imaginación. El segundo prostíbulo, el que construye La Chunga, más bien está relacionado a una catedral. Ahí hay una comparación sacra pero al mismo tiempo profana. Y luego en su interior, si bien son espacios en los que se favorece la penumbra, con cuartos estrechos o hacinados, al mismo tiempo se reivindica diversos aspectos como por ejemplo el encierro de las prostitutas. Son lugares con rejas, lo cual demuestra que ellas no pueden escapar de esos espacios. O quizás cierta forma de obscenidad y de procacidad que se representan en los grafitis que hay en la segunda Casa Verde.
-¿Cuánto peso tiene la voz de las prostitutas en el escenario en sí del prostíbulo?
Me interesó mucho ver cómo estas son representadas en este tipo de novelas, a qué tipo de imaginario responden. Su descripción como personajes y su presencia en las narraciones. Y me di cuenta que muchas de ellas se ven aquejadas por la soledad, por el encierro y sus diversas modalidades: el físico y otro de locución. Si bien las prostitutas son personajes de primer nivel en las novelas, terminan hablando poco. Y cuando lo hacen presentan características muy singulares: lloran o chillan. Hay una necesidad de caracterizar su toma de palabra de manera casi infantil.
-Dices que los “lupanares ficcionales son lugares de encierro y tránsito”. Supongo que lo primero por las prostitutas y lo segundo por los parroquianos. ¿Es así?
Sí. Esta me parece una de las grandes paradojas que encierra un prostíbulo, que (en lo ficcional) es un espacio de alturas de la imaginación y de la bajeza de los instintos. Es un espacio de tensión entre tradición y modernidad.
-¿Encuentras vasos comunicantes entre las nuevas novelas latinoamericanas sobre prostíbulos y las estudiadas?
Sí. Para quedarme en el ámbito peruano pienso en “Orquídeas del paraíso” de Enrique Planas. La selva, las prostitutas acantonadas, la tensión entre modernidad y tradición, la toma de palabra de las prostitutas, la necesidad de representarlas como una oscilación entre la femme fatale y la mujer degradada.
-Finalmente, ¿hay un lugar que haya reemplazado o que está camino a reemplazar el lugar que ocupa el prostíbulo en la literatura latinoamericana?
No lo sé. Sigo creyendo que estamos ante un lugar muy importante en nuestra literatura. Sin embargo, hay también otros lugares trascendentes –siempre apelando a la idiosincrasia de la literatura latinoamericana—como las prisiones o los colegios. Pienso que son espacios que constantemente están regresando. En lo personal hay otros que me atraen muchísimo, como el desierto, ese vacío de significante que en sí mismo genera un significado.