Oumuamua y las ideas de Avi Loeb

Sobre el universo y los extraterrestres se han escrito cientos de libros en distintos idiomas. Muchos de ellos firmados por simples charlatanes que, aprovechando lo cautivador y infinito del tema, engañaron con teorías absolutamente irracionales, pero plagadas siempre de un mensaje común: “no estamos solos”.

En el caso de “Extraterrestre. La humanidad ante el primer signo de vida inteligente más allá de la tierra” (Planeta, 2020), hablamos de un caso opuesto. Aquí el autor, Avi Loeb (Israel, 1962), tiene pergaminos de sobra para obligarnos a mirar con respeto cualquiera de sus aseveraciones.

Catedrático principal de Harvard, director de la iniciativa Agujero Negro en dicha Casa de Estudios, miembro de la Academia Nacional de Física y Astronomía de EE.UU., elegido por la revista Time en 2012 como una de las personas más influyentes del mundo en cuanto a ciencias espaciales, autor de cinco libros y de casi un millar de artículos científicos, etc. Los títulos sobran si de su experiencia académica y laboral hablamos.

Nada de esto, sin embargo, fue suficiente para que este astrofísico de 59 años criado en Israel motive un consenso absoluto cuando –de forma pública tiempo atrás y ahora a través de un libro—asegure que lo detectado por Rober Weryk, astrónomo del Observatorio Haleakela (Hawái), el 19 de octubre de 2017 se trataba de algo más que un cometa o un meteorito.

A lo largo de 13 capítulos, Loeb no solo intenta fundamentar sus hipótesis en torno a esta aparición. Para él, las características y los movimientos que efectuó Oumuamua (como se llamó a lo avistado) lo alejan de cualquier antecedente previo y lo colocan como el primer ejemplo de una manifestación de “inteligencia” venida del exterior.

Aunque es un libro escrito fundamentalmente para personas interesadas en cuestionarse si existe o no vida más allá de nuestro planeta, el autor ha intentado sopesar lo técnico/académico de su relato con anécdotas de índole familiar, como cuando explica que sus antepasados están marcados por el Holocausto (su abuelo huyó de Alemania para salvarse, pero otro grupo de 65 familiares no corrió la misma suerte).

En otros capítulos tendremos pasajes de la infancia del autor, acompañado casi siempre por un círculo familiar que incentivó siempre su creatividad. Asimismo, Loeb utiliza anécdotas de años atrás junto a su esposa e hijas para describir –por ejemplo—lo inmenso del océano y la variedad de conchas que uno puede encontrar en su interior. Para este astrofísico, cada pequeño recuerdo puede terminar vinculado con la posibilidad que tiene un ser humano de imaginar sin límites.

Sobre este último aspecto el libro dedica varios capítulos. Loeb es un duro crítico en torno a cierto “conservadurismo” que la ciencia y la astronomía ha sufrido a lo largo de las últimas décadas. Él habla de una “decadencia imaginativa”, y no tiene reparos en relacionar ese temor que existente al hablar sobre extraterrestres a lo que la ciencia ficción ha mostrado hasta ahora en cine y televisión.

Indudablemente, los argumentos a menudo absurdos de numerosas obras de ciencia ficción no han ayudado. Pero tampoco lo han hecho los prejuicios de los astrónomos y astrofísicos; sesos que, a su vez, han amedrentado a nuevas generaciones de científicos” (Página 119).

Párrafos como este son moneda común en diversos tramos del texto. Loeb parece haber perdido la batalla cuando de cambiar la mentalidad de sus experimentados colegas se trata. Su objetivo hoy son aquellos chicos que decidirán en los próximos años estudiar su misma especialidad.

A términos que ya conocemos desde nuestras clases en el colegio, como Big Bang, Galaxia, Sistema Solar, entre otros, Loeb añade otros algo más complejos, como Panspermia (“tesis de que la vida podría llegar a planetas habitables a través de meteoritos, cometas o polvo estelar”. Página 197), y dedica un párrafo completo a explicar qué es lo que –en su visión—podríamos considerar algún día arqueología espacial o astroarqueología, disciplina que comprendiese el intento de los arqueólogos por hallar civilizaciones tecnológicas “excavando” en el espacio.

Aún a pesar de la resistencia férrea de la comunidad científica que integra y que le ha entregado múltiples reconocimientos en los últimos años, Avi Loeb está convencido de que Oumuamua es por lo menos un artefacto extraterrestre. Y está dispuesto a exponer sus teorías en aulas, congresos de ciencia, o charlas vía Zoom. Todo para dejar en claro, esta vez con papeles en la mano, que no estamos solos.

SOBRE EL LIBRO

Título: “Extraterrestre”

Autor. Avi Loeb

Páginas: 255

*Foto: U. de Harvard

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