Nicolás Leyton, editor fundador del sello independiente chileno La Pollera Ediciones, estuvo en la última Feria Internacional del Libro de Lima, siendo testigo del movimiento editorial en nuestra ciudad.
Hace un tiempo, La Pollera distribuye sus libros en nuestro país a través de La Indie, y fue posible gracias a estos últimos contactar a Leyton, con el que conversamos en el stand oficial de Chile dentro del recinto ferial ubicado en Jesús María.
En la siguiente charla, Leyton repasa la historia de la editorial que comanda. Son ya 15 años en los que hubo tanto buenos como malos momentos. Autores de la talla de Anne Carson o Carlos Droguett se mezclan junto a valores algo más jóvenes, como Constanza Gutiérrez o Andrés Montero.
La mística de Leyton queda visible en su forma de referirse respecto al negocio editorial. Su historia es la de un editor enfocado en el profesionalismo, el trabajo en equipo, y la convicción de los libros que cobija en su catálogo.
–La Pollera Ediciones cumple 15 años. No es poca cosa para una editorial independiente en Latinoamérica…
Sí, son fechas siempre medio engañosas, porque nosotros partimos del 2007 como revista cultural, inicialmente, un poco con esta vocación de abarcar distintas temáticas como cine, arte, literatura, música, y desde el 2010 armamos una empresa como para formalizar. Este era un proyecto universitario entre Simón Ergas, mi socio, y yo. Y en 2010 ya empezamos a trabajar formalmente. Comenzamos haciendo libros medio por accidente, te diría. O sea, encontramos unos manuscritos de un autor patrimonial chileno que no había sido publicado, los empezamos a trabajar, y de alguna manera ahí echamos a andar una rueda que nos permitió hacer más libros y empezar a diversificar nuestro catálogo.
–¿Desde el comienzo fueron la denominación de La Pollera? Cuéntame sobre el origen del nombre…
Partimos con un texto editorial de la creación de la revista que hablaba de un pájaro que se daba al mundo y rompía el cascarón y, un día, en una fiesta con el equipo, pensamos en que necesitábamos ponerle un nombre. Así salió entre votaciones el pollo, el pollito, el pajarito, la pollera, que además es falda, ¿cierto? Ahí en Chile, también. Jugamos con las dos ideas. Siempre hemos dicho –con Simón– que deberíamos tener una historia más sabrosa como para poder responder esta pregunta, pero la verdad es que fue algo bastante accidental. Aunque luego, sí, nos tomamos la imagen del pollo y su carácter lúdico y gracioso para ir construyendo el relato de la editorial.
–En estos 15 años han tenido autores bastante consagrados, como Anne Carson, por ejemplo, y otros que empezaron con ustedes, y que ahora ya han soltado sus alas, se han ido ya del del corral, como Constanza Gutiérrez, cuya primera novela salió con ustedes. ¿Cómo es ese manejo entre grandes, consagrados y debutantes?
Sí, nosotros ahí tenemos un sentido bastante horizontal, te diría, en la forma que abordamos nuestros libros. Si bien nos hemos ido posicionando como una editorial, no sé si decir de renombre, pero, al menos medianamente conocida entre los libreros y lectores, seguimos apostando siempre a primeras obras. Y tratamos de la misma manera a un autor con su primer libro que a Claudia Hernández, esta autora salvadoreña o a Elaine Vilar Madruga, esta autora cubana que publicamos hace algunos años, y que son nombres un poco más connotados, o el mismo Andrés Montero que te mencioné antes que publicó su primer libro con nosotros. Él ganó en México el Elena Poniatowska, uno de los galardones más importantes que se daban en habla hispana. Hemos visto muchos autores crecer. Andrés, después de ese libro, se fue a Sudamericana, volvió a La Pollera, o sea, quiere decir que también hay un reconocimiento de los autores con respecto al trabajo que estamos haciendo, al profesionalismo quizá con el que hacemos ese trabajo, que también es un escenario un poco global te diría yo, no solo en Hispanoamérica, sino a nivel mundial, tanto por el cambio tecnológico, que las editoriales pequeñas hoy en día disponemos de mayores herramientas para poder alcanzar público. O sea, no tenemos quizás las espaldas financieras, ni siquiera de tirajes, mucho menos de impresión, de ocupación de espacios en las grandes cadenas de librerías, o de recursos de equipo de trabajo para poder hacer varias cosas, pero sí creo que hay un momento en el que las editoriales, lectores, libreros y los medios de comunicación también van, de alguna forma, identificando que en estas editoriales (como la nuestra) están surgiendo nuevas voces, pero también tomando voces consagradas dentro del escenario literario.

–Mencionaste la palabra profesionales y lo primero que viene a la cabeza es cuantificar la gente trabaja en el equipo de La Pollera. ¿Han ido variando mucho en el tiempo, han reducido personal por crisis también o han aumentado en los mejores momentos? Cuéntame un poco, traductores, editores, fotógrafos, o prensa. ¿Cuántos son?
Partimos, como te comentaba, Simón, mi socio, y yo. Entre el 2010 y el 2016 no retiramos ni un peso. O sea, teníamos nuestros respectivos trabajos secundarios. Trabajamos desde nuestro primer libro con el diseñador Pablo Martínez, que tiene 20, 25 años más de edad, por lo tanto, 20 o 25 años más de experiencia también, lo cual fue muy positivo para el editorial. A él y a las imprentas fueron a los únicos que se les pagó durante estos primeros seis años, lo que permitió posicionar la marca muy bien. Luego, con el tiempo, a Pablo lo le dimos un 10% de la empresa y lo sumamos como socio. Y todo eso se mantuvo así hasta 2019, con entre cinco a siete libros (publicados). Luego, todo eso que me estás preguntando, o sea, fotógrafos, traductores, que son externos y van surgiendo por proyecto y tratamos de mantenerlo lo más acotado posible. En 2019, nuestra apuesta empieza a tomar cuando levantamos financiamiento para crecer, ahí ampliamos nuestro equipo de trabajo a un segundo diseñador, más enfocado en redes sociales, una empresa externa que nos ve la prensa y un diseñador que venía de Penguin Random House y que vino a abrir las líneas de no ficción y divulgación científica. Esa inyección de capital fue justo cuando empezó la pandemia, entonces, como ya teníamos los recursos, ahí aceleramos y pasamos, como te digo, de cinco libros a más o menos 12 a 15 anualmente. Y ese progreso nos hizo ganar terreno, armando y haciendo crecer el equipo. Luego, con el tiempo, la gente que hacía redes sociales ya no está trabajando con nosotros, absorbimos ese trabajo dentro de los mismos editores, mantenemos la agencia de prensa para nuestros proyectos, aunque es un esfuerzo grande, pero de alguna forma contribuye a posicionar los distintos libros que hacemos. Eh, y bueno, momentos de crisis quizás ahora es uno, de hecho, estamos viendo qué hacer. La pandemia generó un pico de venta, y que al menos en Chile y Argentina donde nosotros estamos pisando muy fuerte, vino acompañado también con un endeudamiento por parte de las librerías, que fueron los primeros afectados de la cadena, que, si bien subieron las ventas, se fue generando una deuda arrastrada que nos ha hecho bastante difícil el trabajo. Entonces, ahora estamos evaluando alternativas sin dejar de perder el ímpetu de seguir avanzando, viendo si podemos ajustar un poco más nuestros costos y apretar un poco más el trabajo de la editorial, pero, como te digo, no por una vocación de no hacer cosas, al contrario, queremos seguir haciendo más cosas, pero también uno va aprendiendo dónde puedo apretar, dónde están las necesidades reales de la empresa que hoy en día no son las mismas que hace 10 años. O sea, es un proceso como de ir sobre la marcha ajustando.
–Claro, hemos hablado de 15 años, pero, ¿cuándo salen de Chile y cuándo empiezan a vender afuera? ¿Cuándo llega su primer libro a Perú, por ejemplo?
El proceso de internacionalización realmente empezó el 2014 en Argentina. Desde el 2014 ininterrumpidamente estuvimos viajando allí y ahí logramos establecer un calendario editorial paralelo. Hay libros que saco en Argentina y no saco en Chile. Luego, en concreto en Perú, en esos ida y vuelta conocimos a Walter Sanseviero de los Heraldos Negros, y con él empecé a hacer unos primeros envíos de libros, en 2016 vine con mi familia y aproveché de recorrer algunas librerías, pero ya los últimos años, desde el 2019 en adelante, que te comentaba que dimos este salto de crecimiento, que me permitió a mí particularmente quizás editar menos, pero dedicarme más a la parte comercial, es que hemos ido pensando en territorios más allá de la operación de Argentina, como Perú, como Colombia, como México y como España, que son territorios donde estamos llegando con nuestros libros.
-¿El factor precio es algo preponderante para ustedes? Esto teniendo en cuenta, por ejemplo, que antes, por ejemplo, los libros en Argentina estaban algo más bajos y en Chile más altos, pero ahora es casi al revés. ¿Cómo han hecho ustedes siendo Argentina un mercado tan importante?
Ha sido muy difícil y nosotros empezamos cuando estaba Cristina Fernández. Y ahí era: ‘no pueden importar, impriman, impriman, impriman’, todavía no imprimimos nada, pero hicimos todo el research de librería. Después, sale Cristina y entra Macri, y pasamos al ‘no impriman, importen, importen, importen’. Ya el 2019 empezamos a trabajar con la distribuidora Big Sur y eso nos permitió ya empezar a trabajar de mejor manera nuestro catálogo. Y ha sido un ida y vuelta, no te miento, o sea, yo creo que en este momento el hecho que el costo los libros esté más alto en Argentina no nos perjudica tanto a nosotros, creo que los principales perjudicados ahí son los argentinos. O sea, antes a mí el dinero, por decirlo de alguna manera, se me diluía lo que yo lograba en Argentina. O sea, vendía, pero el tipo de cambio y la posibilidad de traer dinero de manera formal, estamos hablando desde Argentina a Chile, hacía que fuera muy difícil el trabajo ahí.
–El factor de la piratería en Perú es clave, es muy duro, se quejan mucho las editoriales y con justa razón. ¿En Chile hay ese problema? ¿Cómo lo afrontan ustedes?
Sí, mira, no es tan extendido como entiendo que es en Perú, Ecuador y Bolivia, por lo que he podido investigar. No tenemos realmente ese problema y cuando existe, es en las en las editoriales más grandes, los best sellers más comerciales. También hablando una vez con un imprentero me hizo darme cuenta de algo que generalmente los libros que se piratean –al menos en Chile– son los cortos que son muy caros, porque son los que tienen esa posibilidad de tener ese público alternativo. Nosotros lo que hemos hecho ahí, no con esa intención, pero sí es mantener precios accesibles de nuestros libros para alcanzar más lectores y de alguna forma esquivar esa búsqueda paralela de un producto alternativo/pirata.
–Bueno, estás en tu etapa de research de las de las librerías acá en Lima todavía, pero, no sé, es para ustedes Perú un mercado atractivo a futuro. Ya vienen vendiendo hace años en varias librerías, ¿no? Pero, quizás venir dar un segundo paso, ¿les interesaría?
Sí, como como te comentaba, tenemos esa vocación de crecer, de poder vivir realmente de esto. Con el tiempo hemos podido ir dejando los trabajos anexos y dedicarle toda la energía a esto, y la manera de lograr eso en un continente o en una parte del continente como América Latina es abarcar más territorio. Tenemos lectores afines que se comparten entre un territorio y otro y, en ese sentido, sí tenemos visualizado pasos, por decirlo de alguna manera. Un primer paso es lo que estamos haciendo ahora en Perú, en Colombia también, que es encontrar al distribuidor, que es una relación de confianza, o sea, es decir, necesito alguien al que yo le pueda mandar libros, no cobrárselos de inmediato, aunque es una distorsión de la industria del libro en general esto de la consignación, pero también si le cobro el libro de inmediato, no puede costear el envío, finalmente me va a pedir pocos libros, entonces, para yo poder confiar en esa persona, tengo que conocerlo y ahí viene un trabajo de un tiempo de establecer relaciones. Ya encontramos a este distribuidor acá, ahora lo que yo quiero es que los lectores y los libreros nos conozcan, y un segundo paso, que es lo que ya estamos haciendo en Argentina, es empezar a encontrar autores locales, que ya lo hacemos, porque nosotros en Argentina tenemos autores que solo publicamos allá y, por otro lado, buscar apoyo en comunicaciones y prensa, en el punto de venta para reforzar el trabajo en librerías. Ya la segunda etapa va a venir cuando yo vea que la editorial tiene el suficiente reconocimiento como para que haya lectores que busquen nuestros libros y también que exista, y que ya está existiendo claramente, una relación de confianza aprobada con nuestro distribuidor.

–Si tuviera que pedirte un porcentaje de cuánto venden ustedes al año en ferias, festivales de libro, eventos literarios y todo eso versus los libros que están en las librerías. ¿Hay un porcentaje? ¿Ustedes tiene más esperanza en las ferias festivales que en los libros posicionados en la librería?
Partimos, como muchas de las editoriales, un poco con la dificultad de instalarse en las librerías. Y, además, está esa ‘distorsión’ de hoy: la librería me saca un porcentaje, el distribuidor otro porcentaje, mejor la venta directa y todo’, pero, finalmente el libro se consume en las librerías. Entonces, para nosotros, desde hace unos seis años, el foco está 100% en las librerías. Eso no implica que no viajemos. Mira, yo acudo a la feria de editores en Argentina, tenemos stand en la feria del libro Guadalajara regularmente año a año desde el 2018. No obstante, si hablásemos de porcentaje, yo te diría que la venta directa público final no debe ser más de un 10% o 15% de todo lo que vendemos. Quizás hay un porcentaje intermedio que, en el caso de Chile es muy potente, que son las ventas que se hacen al Estado. Año a año tratamos de adjudicar ahí alguna venta, pero nuestro foco sobre el 70% de lo que vendemos, viene de lo que se vende en librerías.
–¿Qué anécdota con un escritor que han publicado podrías contarnos para cerrar la entrevista?
Sí, mira, a modo ‘joda’, este autor Andrés Montero, que nosotros lo levantamos con este premio Elena Poniatowska, o sea, no lo levantamos nosotros, sino que se levantó él solo y el premio se lo ganó él, pero vaya que le abrió la puerta y las uñas a las transnacionales que se lo llevaron con su siguiente libro. Luego, él vuelve con su tercer libro a La Pollera, que ganó los cuatro premios importantes que hay en Chile. El siguiente libro también lo sacó con nosotros y a principio del año tomamos nosotros la edición que la había sacado en Sudamericana y volvió a La Pollera. Y lo anecdótico ahí fue que el único libro que no ha ganado premios fue el que sacó en Sudamericana. Y quizás otra anécdota, aunque yo tengo muy buena relación incluso con la gente de estas grandes transnacionales, con la gente que trabaja ahí, pero es interesante y supergratificante este ejercicio de luchar ‘David contra Goliat’, ¿cierto? Y también, el año pasado se dio el primer premio de literatura de divulgación científica en Chile. Y La Pollera ganó el primer lugar y dos de las tres menciones honrosas, la tercera fue de Planeta. Ahí también me di el gustito de decir que, con un centésimo de los recursos y solo buenas ideas y trabajo bien hecho, hemos podido ir posicionándonos, y ojalá que esto sirva también para que otras editoriales puedan ir abriéndose cancha.
¿Y esas situaciones las atribuyes más a la fortuna, al trabajo o a la experiencia?
Al trabajo y al esfuerzo. Estos primeros seis o siete años sin retirar ingresos, por ejemplo, implicaban trabajos paralelos, salir a las seis de la tarde y no irte a la casa, sino a una segunda oficina a seguir trabajando, implicaba invertir dinero en viajar, dinero nuestro, personal, o contratar una agencia de prensa, por ejemplo, que es una cosa que uno dice, ‘¿para qué?’. Bueno, todo este esfuerzo y profesionalismo… después el trabajo paga, a veces no, y en el rubro editorial eso muy evidente, pero yo pongo el mismo esfuerzo por los libros que ‘fracaso’ (comercial), y para mí un fracaso sería publicar algo con lo que yo no estoy de acuerdo. Pienso que, a un libro que vende menos se le manteniendo vigente y se le sigue defendiendo porque creemos en él, a pesar de que no haya encontrado todavía sus lectores.