El escritor madrileño Luisgé Martín se hizo del 38.º Premio Herralde de Novela por su obra “Cien noches”, mientras que el argentino Federico Falco fue finalista por “Los llanos”. Al concurso se presentaron 866 propuestas.
Este certamen otorga 18 mil euros al ganador y, en esta ocasión, tuvo como integrantes del jurado calificador a Gonzalo Queipo de la Librería Tipos Infames (Madrid), Gonzalo Gijón, Marta Sanz, Juan Pablo Villalobos y a la editora de Anagrama, Silvia Sesé.
A continuación, lo que el jurado del Premio Herralde ha dicho sobre “Cien noches”:
«Meditación hecha carne sobre el deseo y la imposible fidelidad, esta fábula moral con trazas detectivescas y científicas se abre paso, a través del recuento de una vida y sus placeres, hacia un final sorprendente, de innegable aliento poético» (Gonzalo Pontón Gijón).
«En Cien noches, perfecta hibridación de novela de tesis y cuento de hadas, Luisgé Martín es más Luisgé Martín que nunca; amor romántico y anos receptores, fidelidad afectiva y promiscuidad culpable, evocan el conflicto entre erotismo caducifolio y persistencia de los afectos, así como la imposibilidad de vivir el placer mientras el placer se experimenta en el puro gozo de la literatura. Hablemos con y de esta novela. Es lo mejor que puede pasar con un libro: que su escritura nos proponga preguntas sobre las que conversar» (Marta Sanz).
«Cien noches es al mismo tiempo la fantasía de un moralista perverso y la de un antropólogo social, es decir, la fantasía del novelista que a través de la ficción encuentra la manera de explorar todas las posibilidades de una tesis, los relatos que preferiríamos mantener en secreto, nuestros hábitos inconfesables, lo que hacemos cuando estamos seguros de que nadie nos está vigilando, pero luego resulta que no, resulta que ahí estaba, agazapado, el autor de esta novela» (Juan Pablo Villalobos).
Y lo que se ha dicho sobre “Los llanos”:
«Después de ser abandonado por su novio, un escritor decide volver al campo. Alquila una casa y dedica los días, las semanas, los meses, a cultivar zapallos, lechugas, achicorias, a pelear con los yuyos y las hormigas, a criar gallinas, mientras intenta comprender los motivos por los que fue rechazado y rememora la historia de sus ancestros, llegados del Piamonte a principios del siglo veinte. “Contar una historia cambia a quien la cuenta”, nos dice el protagonista de esta novela, quien entiende la escritura como una manera de atarse a la vida. Pero leerla también nos cambia, nos hace sentir que incluso en los peores momentos hay una tierra en la que podemos apoyar los pies e inclinarnos para encontrar la paz y una literatura a la que es posible encomendarse para reconciliarnos con nosotros mismos» (Juan Pablo Villalobos).
—A continuación, las sumillas de ambas novelas, de próxima publicación por el sello Anagrama:
“Cien noches” de Luisgé Martín
Irene viaja de Madrid a Chicago para estudiar en la universidad. Como parte de su formación académica repasa trabajos de laboratorio sobre el comportamiento sexual de las ratas, que dan ciertas claves sobre la fidelidad o promiscuidad de los mamíferos según su sexo. Investiga también estos comportamientos en humanos e inicia un viaje personal en el que los experimenta ella misma.
Entre Madrid y Chicago, convertida en detective que rastrea a personas desaparecidas y espía vidas ajenas, la existencia de Irene queda marcada por los hombres con los que se relaciona: el millonario norteamericano Adam Galliger, que mantiene con ella una aventura adúltera, engañando a su mujer, y además financia un estudio sobre las mentiras que cuenta la gente acerca de sus infidelidades; el argentino Claudio, que arrastra consigo un doloroso secreto y cuya familia tiene un pasado oscuro vinculado con la historia de su país; el bilbaíno Martín, con el que se casa y que en realidad apenas sabe nada de ella; Hugo, una relación de infancia con quien tuvo primeras experiencias que dejaron huella… Y a esta exploración del amor y el deseo sexual se incorporan también varios personajes femeninos relevantes como Adela, una amiga de Irene; Graciela, la madre de Claudio, o Harriet, la esposa de Adam.
Cien noches explora las distintas formas de amor –algunas radicales y extremas– y los diversos comportamientos sexuales –algunos igualmente radicales y extremos–; levanta acta de la lealtad, la infidelidad, los deseos inconfesables, los tabús, las medias verdades y los engaños que envuelven nuestras relaciones. Habla de máscaras y de mentiras. Y a modo de juego incorpora una serie de expedientes de adulterios que el autor pidió que le escribieran algunos escritores españoles amigos, en un estimulante ejercicio de promiscuidad literaria.
“Los llanos” de Federico Falco:
«En la ciudad se pierde la noción de las horas del día, del paso del tiempo. En el campo es imposible», empieza diciendo el narrador de esta historia, que a continuación va desgranando su día a día en una casa con una huerta donde se ha aislado de todo y de todos, tratando, acaso, de huir de sí mismo. El tiempo ahí casi se palpa, avanza sin premuras y permite sentir todo lo que uno tiene a su alrededor: los insectos, los ruidos, el olor de la tierra húmeda, los detalles minúsculos…
Esta historia empieza en enero, y se nos cuenta en capítulos que abarcan varios meses. El protagonista mantiene fugaces encuentros con personas del entorno rural en el que se ha autoexiliado, recuerda su infancia –aquel italiano veterano de alguna guerra que se ahorcó al confundir las luces del pueblo con fogonazos de cañones; aquellas historias que contaba la abuela, acaso reales, acaso sacadas de alguna película…–, evoca su llegada a la ciudad como estudiante, el interés por la estructura de las historias que contamos, el empeño en desentrañar el secreto de su funcionamiento; y evoca su relación con Ciro y su ruptura con él, que lo ha traído hasta ahí.
Esta novela sutil, elusiva y bellísima aborda el duelo de una ruptura, la soledad que activa todos los sentidos, la sabiduría secreta de los versos iluminadores de algunos poetas, la necesidad de contarnos historias… Este es un libro sobre el tiempo que pasa y sobre el llano en el que habita un hombre que cultiva una huerta y mira y recuerda y escribe.
(Difusión)