Grecia Cáceres: “El español es la materia prima de mi memoria y trabajo literario”

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Radica hace más de dos décadas en París, Francia, y volvió a su natal Lima para presentar “Mar afuera”, su quinta novela, esta vez publicada por el Fondo Editorial de la Universidad César Vallejo. La escritora Grecia Cáceres nos presenta una historia sentimental sobre el desplazamiento de una mujer muy especial: Miranda.

La protagonista, embarazada de mellizos, intenta huir del Perú ante el acoso que vive por la extraña desaparición de su pareja. Su vida en Europa, que inicialmente parece ser el ansiado bálsamo, termina siendo solo un capítulo más de una horrenda pesadilla.

Destaca en “Mar afuera” el cuidado del lenguaje y la intriga permanente que genera el desconocer durante casi toda la trama qué pasó con el padre de los niños de Miranda.

Aquí nuestra entrevista con Grecia Cáceres sobre su novela, ya a la venta en las principales librerías de Lima.

-¿Estamos ante una novela más sentimental que francesa o más francesa que sentimental?

Creo que sentimental antes que francesa. Pero es cierto que tiene las características de una novela sentimental a la francesa pero aplicada a un caso muy limeño, muy peruano, que es el  de Miranda (la protagonista). Y creo que esa visión desde el exterior, de ver las cosas desde París, le da ese contrapunto casi musical entre dos puntos de vista y le permite a ella hacer el camino de vuelta. Es cierto que la novela francesa sentimental, desde “La princesa de Cléves” de Madame de la Fayette, es muy importante para lo que es la fundación de ese tipo de novelas cortas con tramas que parece muy íntimas pero que en verdad tienen una gran dimensión.

-¿Cuándo el autor decide desaparecer el horizonte temporal de su novela? ¿En el caso de “Mar afuera” fue algo adrede o simplemente surgió durante el proceso creativo?

Es una decisión que tiene que ver con todos mis libros. Nunca he tomado un horizonte temporal contemporáneo, sino que siempre tomé una distancia que busca la idealización y la reflexión. Tengo novelas que ocurren en los años cincuenta, sesenta, comienzos de siglo, y esta novela en particular tiene algunos pequeños rasgos que te podrían llevar a algún acontecimiento que permita identificar la temporalidad. Pero creo que es una propuesta estética mía el borrar el horizonte temporal. Pienso que las novelas peruanas han estado, muchas veces, limitadas a eventos, momentos históricos y a épocas de crisis. Yo quisiera hacer una novela más universal, no abstracta pero sí más esencial. Cosas que puedan pasar y sean más accesibles para un público exterior. Y eso quizás viene de mi lado francés. Espero que ese mercado pueda leer pronto la novela.

-Llevas viviendo fuera del Perú más de dos décadas. ¿No tardaste mucho en publicar una novela ambientada fuera de tu país?

Sí, y pensé que eso no iba a llegar nunca. En Francia me preguntaban cuándo escribiría en francés. Y eso sí creo que nunca va a pasar, porque para míel español es la materia prima de mi memoria y de mi trabajo literario. El lenguaje es algo muy importante. Pero el tema francés pensé que no iba a entrar, que no me interesaba, y además siempre quise evitar ese escollo de hablar de París en una novela latinoamericana, pues siempre están los referentes como “Rayuela”. Entonces, me parece que debía profundizar mi experiencia allá. El tiempo y la decantación de lo que viví allá hasta que ha llegado a lo profundo, recién ahí toda esa experiencia pudo entrar al mundo ficcional, que está muy ligado a la infancia y la juventud. Y creo que el mundo francés también es muy complejo pero siento que hoy lo conozco lo suficiente para introducirlo, al menos como contrapunto, no totalmente.

-Más allá del viaje a Puno que realiza la protagonista y que tú hiciste en el pasado, ¿qué otros detalles de la historia de Grecia Cáceres coinciden con la de Miranda?

Está la historia de la inmigración, que es un tema muy fuerte en estos momentos y que quizás nosotros vivimos más de manera interna en la época de la violencia. Y esto se vive mucho en Europa, y es una pregunta muy importante. En mi caso, cambié de país, aunque en circunstancias menos dramáticas (que las de Miranda). Salí de mi país, conocí otra cultura y también crié a mis hijos en Francia. Son experiencias fundamentales. La adolescencia, el comienzo de la adultez, la maternidad. Esa sensación de ser extranjero, de no ser como los demás. Y también mi relación con Lima y con su mar, con el horizonte que nos da un respiro del caos urbano. Sin embargo, en “Mar afuera” hay muy poco de mi experiencia directa. Como siempre en la literatura se da una idealización, una esencialización. Pero sí, hay experiencias profundas mías sobre todo relacionado a la migración.

-Al desplazamiento…

Claro, quizás el (término) desplazamiento me convendría más, porque uno viaja con sus circunstancias. Se desplaza un punto de equilibro de un lado al otro y nunca hay una transformación de la persona. Hay una especie de revisión de su pasado. Y en el caso del personaje todo es mucho más dramático porque hay un misterio, algo que sucedió. Ese nudo de la intriga que se va deshaciendo. Pero en las vidas normales ese desplazamiento también tiene consecuencias muy fuertes en la relación con el pasado y con la patria. Este factor me parece el punto más fuerte en común entre Miranda y yo. Y probablemente no hubiera podido escribir al respecto si no lo hubiera vivido así.

-¿En lo personal coincides con esa dura crítica que presenta tu novela al manejo que cierta prensa hace de casos familiares (en este caso la desaparición del esposo de la protagonista)?

Sí, coincido. Me chocó mucho la irrupción de la prensa ‘chicha’, que manipulaba la reputación de las personas y que faltaba el respeto a su intimidad. Ese era un tema que yo quería tocar previo a la escritura de la novela. Me interesaron mucho ciertos casos como el de Calígula o de la muerte de la chica de Nubeluz (Mónica Santa María) en los noventa. Ese tipo de casos un poco extremos, pero que tenían que ver con la irrupción de la vida pública sobre la privada. En los noventa era el comienzo de esto pero hoy ya todo está mundializado. Estamos ante la destrucción de la intimidad. Y a mí lo que me interesa es preservar esto último. Sin embargo, este es solo uno de los motores de la acción. “Mar afuera” no es una novela que defienda una cosa en particular. Aunque sí es el factor más objetivo dentro de lo subjetivo.

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-Miranda deja el Perú casi huyendo de los señalamientos y si bien Francia parece un bálsamo termina siendo lo contrario. ¿Por qué ocurre esta imposibilidad de poder escapar de forma efectiva?

Uno siempre tiene ese ideal de ser anónimo, de liberarse –a través del desplazamiento– de todos los prejuicios que uno arrastra de su sociedad de origen, pero es una ilusión que dura poco. Porque rápidamente te das cuenta que viajas con tus circunstancias. No puedes dejarlas en el camino. Quizás uno tiene mayor distancia para reflexionar sobre ciertos aspectos, pero uno no cambia. Y lo bonito de mi personaje es que está en un estado de ‘shock’ respeto a todo lo que le ha sucedido recientemente. Un embarazo es una experiencia fuerte psicológicamente, y a eso le sumas recuerdos traumáticos, violencia, cambio de país, el aprender a criar mellizos. Eso te pone en shock y de pronto la realidad te toca la puerta y te exige cosas. Así es como van entrando elementos exteriores en la burbuja (de Miranda). Es cierto que en Lima ella está más protegida por su familia, está en su cuarto de niña, es como una especie de universo cerrado donde está protegida, pero en Francia no. Ahí debe asumir muchas cosas, salir a la calle, afrontar una sociedad nueva. Y Miranda poco a poco sale de ese estado y se interesa por resolver el enigma de esa nueva sociedad, recorriendo las calles, mirando a la gente. Y también está el idioma, porque mi personaje –a diferencia mío—no habla francés. Entonces ve cómo las personas mueven su boca, la miran, le hablan, siente cosas pero no entiende todo. Parece una película del cine mudo.

-Me hablabas de burbujas y de espacios personales. ¿Cuánto sueles encerrarte al momento de escribir una novela? ¿Cómo fue la experiencia con “Mar afuera”?

Es cierto que necesito mucha introspección para escribir. Son momentos en los que estoy en otra temporalidad, pero al mismo tiempo tengo una vida familiar muy activa: familia, hijos y más responsabilidades que solo la escritura. Además no tengo un marido que me vigile la puerta y se ocupe de todo para que yo escriba. Entonces trato de que, en los momentos que puedo escribir,  hacerlo en mi casa. Necesito un espacio muy familiar. Recién cuando la novela está lanzada y estoy completamente dentro, ahí sí puedo trabajar incluso con voces alrededor. Me preguntan cosas y respondo porque estoy muy concentrada en la novela. Ese es el momento más extraordinario de la escritura.

-¿Hay un intento por elogiar el sistema social francés? Está la idea de Miranda que va a dejar a sus hijos a una guardería. No sé si tenga la vida solucionada, pero recibe una ayuda que, por ejemplo, en Perú no ocurre…

Sí, hago un elogio al sistema francés que permite que la natalidad en Francia sea la más alta de Europa. Es ese sistema el que permite que las mujeres lleven una vida profesional, tengan ambiciones profesionales, o simplemente tener tiempo para ellas mismas. Y Miranda está muy sorprendida porque ella sale de una sociedad en la que hay empleadas, gente que te acompaña, pero cuyo estatuto no es tan claro como debería. Entonces mi personaje tiene una especie de ‘liberación’, es tomado a cargo por esa sociedad (francesa). Sus hijos son inscritos en una guardería, se le abren las puertas, y eso le permite explorar el espacio exterior de la ciudad. Caminar, reflexionar, tener el tiempo de volver sobre lo que sucedió y calmarse. Y en mi caso personal, esto fue muy útil. Siendo escritora, trabajando en casa, mis hijos tuvieron la suerte de estar en una guardería. Todo el mundo me dice “tienes cuatro hijos, ¿cómo haces para escribir?”.

-Ahí está la respuesta…

Es una de las respuestas.

PARA MÍ EL TRABAJO DEL LENGUAJE ES ESENCIAL”
-¿Es imposible imaginar “Mar afuera” sin el tono poético que te brinda tu condición de poeta?

Es imposible. Para mí el trabajo del lenguaje es esencial. La novela no reposa en una intriga, ni en una trama de causa- efecto o de linealidad. El lenguaje es el que le da el ritmo y hasta determina la acción, en cierta manera. Y es cierto, vengo de la poesía, leo mucha poesía, y eso del ritmo y la imagen es muy importante para mí. Todas mis novelas han querido resolver un asunto ‘sin solución’, pero justamente la novela y la poesía pueden encontrar un punto de equilibro en el que el lenguaje sea cuidado, trabajado, y donde la trama también pueda ser un motor de la acción. Porque lo novelesco me interesa mucho también. Me interesa la novela del siglo XIX, las temáticas sociales.

-¿Al terminar un libro eres de las que lo abandonan por completo o de las autoras que permanecen en constante revisión?

Tengo la necesidad de abandonarlo un tiempo. He releído algunos de mis libros y algunas partes me satisfacen, pero siempre temo releerlos porque uno siempre tiene miedo de que el libro sea solo el fruto de un momento de su vida y que después pierda su sentido. Y como nosotros queremos crear obras más atemporales, eso puede convertirse en una decepción. Aunque mi enfrentamiento con la traducción me lleva a volver a ellos. Casi todos mis textos han sido traducidos al francés, y cuando los traductores te consultan, debes regresar. Así que,  como creo que este libro va a ser traducido rápidamente, pues tendré que volver sobre él. Pero la situación ideal es dejarlo reposar y retomarlo luego con mucha más tranquilidad.

-Hay una curiosidad muy especial en los capítulos de tu libro, que son muchos y con título siempre corto…

La estructura tradicional de la novela no me conviene. Tengo mucha dificultad, por ejemplo, con los capítulos tipo 1, 2, 3 y 4; con la linealidad o los diálogos. “Ella dijo, más dos puntos y luego abres comillas. Él le contestó…”. Ese tipo de cosas que a veces son como una convención que aceptamos con la novela. Pero yo siempre he tratado de salirme. He tenido novelas en las que el personaje principal no tiene nombre u otra que eran un continuo. Además, la estructura para mí es importante, y cómo darle al lector claves de lectura. Mi idea reciente fue (poner) capítulos cortos pero con títulos. Cada uno de estos guía al lector en este camino de la novela, en los tiempos, en lo que ocurre en Lima o París. Mi idea es orientar al lector pero sin darle todo listo para digerir. Debe siempre haber una masticación para haber una digestión. No voy a masticar para que ellos se traguen una masa sin forma. Y a mí no me gusta que me manipulen con una novela. Me parece irrespetuoso. Entonces, mientras quiero darle elementos al lector, también quiero mantener un lazo con él, o sea, no dejarlo desarmado ante la masa que puede ser todo esto. No es un mosaico pero sí existe una superposición de tiempos y espacios. Y también, claro, el hilo conductor para entender la novela.

-¿Qué novela, cuento o poema te hubiera gustado escribir?

“Libro de barro” de Blanca Varela es extraordinario. No me hubiera gustado escribirlo pero me gustaría llegar a esa perfección. Es importante para tener ideales y modelos en la escritura. Creo que eso es una cosa que todos los escritores tenemos, porque antes de serlo somos lectores. Una novela que me gusta mucho es “La búsqueda del tiempo perdido” de Proust. Hay momentos en que uno tiene al frente tanta impresión de sutileza, perfección y belleza al leerla, que me gustaría llegar algún día a ese nivel. Y ya en el ámbito peruano, hay ciertos cuentos de Julio Ramón Ribeyro que también son extraordinariamente perfectos. También me gustaría hacer un diario. Eso me parece una especie de rigor, de escribir todos los días. Admiro esa capacidad para lograrlo porque yo no podría.

-Finalmente, ¿qué otros proyectos literarios tienes en mente?

Sí, tengo un poemario. Me han propuesto publicar. Así que estoy ordenando varias cosas, porque son años de textos, hojas, cosas que tengo en la computadora, y hay un interés por la poesía que está despertando. Y en Francia también. Me gustaría poder publicar un nuevo libro de poesía, quizás con una editorial mexicana. Y, por último, tengo también la idea de mi próxima novela, aunque esta no sería sobre París.

*Publicada el 15 de abril de 2017.

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