Gonçalo M. Tavares: «Intento que mi literatura aumente la lucidez del lector»

Es uno de los invitados centrales del Hay Festival Arequipa 2023. Gonçalo M. Tavares (Luanda, 1970), referente imprescindible de la literatura portuguesa, visitará la Ciudad Blanca con la mira puesta en eso que suele hacer cada vez que viaja a un país tan alejado como el Perú: conocer cómo y sobre qué escriben los nuevos valores surgidos en estas tierras.

Antes de su viaje, el narrador de 53 años de edad, responde algunas preguntas sobre “Mateo perdió el empleo”, una de sus más singulares novelas, publicada originalmente en 2010, pero que en el último tiempo ha tenido nuevos aires gracias a notables traducciones al español.  

La editorial independiente peruana Animal de Invierno publicó en 2018 la traducción al castellano de esta lúdica historia en la que pintorescos personajes se pasan la posta del protagonismo hasta llegar a Mateo, un tipo que encuentra un trabajo insólito: se convierte en las manos de una mujer que perdió los brazos.

Tavares repasa en este diálogo los aspectos que él considera claves en esta entretenida novelita, una inmejorable oportunidad para conocer –o confirmar—el sustento que tiene cada uno de los elogios recibidos por este escritor afín las frases exactas y enemigo número uno de los adjetivos innecesarios (“el lenguaje debe decir lo que quiere decir y después callar”).

Aunque la acaba de publicar Seix Barral en España, “Mateo perdió el empleo” fue antes publicada aquí en Perú por una editorial independiente llamada Animal de Invierno. ¿Suele seguirles el rastro a sus libros, y sus respectivas traducciones en otros países?

Lo intento, claro. A veces no es tan fácil. Esa edición que tienes aún no la tengo, pero la recibiré en el Hay Festival de Arequipa, seguro que sí. Es muy importante para mí lo que mencionas. Ser traducido me alegra mucho porque es bueno que los libros baratos lleguen a cada país, sin esperar necesariamente que estos pasen antes por España, México o Argentina. Hay muchos países hispánicos que pueden tener mis libros directamente. Y siempre es bueno que un lector no precise ser millonario para conseguir una de mis obras.

¿Esto tal vez le hace recordar a sus primeros años como lector? Porque al comienzo uno no siempre tiene mucho dinero para comprar los libros que quiere…

Sí, es verdad. Sé que hay cosas mucho más duras que eso, pero para mí es difícil que una persona quiera leer un libro y no pueda acceder a este por su precio. Por ejemplo, en mi caso personal, yo leo siempre con un lápiz en la mano. Y como pasa conmigo, a muchas otras personas les gusta subrayar y escribir encima, entonces, para ellas las bibliotecas no siempre son una solución. Me parece fundamental que el libro sea accesible para la mayor cantidad de personas posible. Yo pude leer muchos libros interesantes porque eran baratos. ¿Cómo lo hice? Desafortunadamente, a veces los libros buenos no vendían tanto, entonces, aprovechaba para comprarlos en los ‘saldos’ (remates). En mi juventud he leído cosas muy buenas precisamente por ese mercado económico que penaliza, a veces, los grandes textos, lo cual resulta curioso.

La frase «No se puede escribir tan bien a los 35 años, dan ganas de pegarle un puñetazo en la cara» atribuida a José Saramago refiriéndose a usted es lo primero que llama la atención cuando uno investiga quién es Gonçalo M. Tavares. ¡Quién puede expresar el deseo de golpear a otro con tanto desparpajo! Dígame que hay algo de leyenda detrás…

Saramago ha sido siempre de una gran generosidad. Yo iba a recibir el premio que lleva su nombre por mi novela “Jerusalén” y en la entrega del mismo, él señaló una cosa parecida. Lo dijo de una forma muy divertida. Pero luego escribió en un diario cosas más importantes y pesadas sobre mi trabajo, que me hicieron sentir mucho honor y responsabilidad. Dijo que yo sería algún día Premio Nobel. Mira, cuando una persona es joven eso puede resultar fuerte y hasta paralizante, pero en mi caso fue estimulante. Ya muy mayor, tras ganar el Nobel, Saramago siguió leyendo mis libros con mucho entusiasmo.

Pero no solo él lo elogió…

Es verdad. Si hablamos de autores hispánicos, Enrique Vila Matas, Juan Gabriel Vásquez, muchos grandes escritores han comentado algunos de mis libros y eso resulta sumamente estimulante, porque para un autor ser leído por un colega es algo muy fuerte.

¿Ha tenido algún tipo de acercamiento a la literatura peruana? Vallejo, Arguedas, quizás…

He leído a Julio Ramón Ribeyro, Mario Vargas Llosa, Alfredo Bryce Echenique. Me gusta mucho también la literatura de países cercanos a Perú como Argentina. Pero sí, volviendo a tu pregunta, tengo muchas referencias sobre Vallejo. Me parece un poeta muy trascendental. Eso sí, no conozco mucho la literatura reciente de Perú, porque en Portugal hay un problema: se traduce mucho de la lengua inglesa, entonces, tenemos autores ingleses y americanos de quinta o sexta categoría, poco interesantes, traducidos, pero autores esenciales como los peruanos no hay. Eso es algo que me interesa cuando voy a eventos como el Hay Festival Arequipa: percibir cuáles son los nuevos escritores en Perú.

Viéndolo en perspectiva, ¿fue acertada su decisión de no priorizar la publicación de libros entre los 20 y los 30 años? ¿Si volviera a nacer repetiría esa mecánica?

Sí, creo que fue algo acertado, porque cuando tienes 18 o 20 años a veces existe una ansiedad por publicar. Para mí estaba claro que debía tener los cimientos de mi trabajo hechos cuando se tornara algo público. Y cuando publiqué mi primer libro, “El libro de la danza”, y después “El señor Valéry”, etc., tenía muchos libros ya escritos. Entonces, sabía que pase lo que pase yo estaba tranquilo porque tenía otras cosas escritas. Y eso me tranquilizaba, porque podía pasar cualquier cosa: críticas negativas, indiferencia, o tal vez elogios y premios. Y todo podía resultarme paralizante, porque hay muchísimas historias de autores que escribieron un libro muy bueno y después terminaron paralizados con su suceso. Así que yo empecé con una especie de ‘ventaja’ de 10 años. Y continúo teniendo muchos años de ventaja. Tengo cosas no publicadas que pienso que son fuertes, que me gustan mucho y que las considero esenciales, porque no las he publicado. Y eso me da una tranquilidad muy grande.

Lucho Zúñiga tradujo esta versión de «Mateo perdió el empleo».

“Mateo perdió el empleo” es una novela breve, con personajes que van saltando de capítulo en capítulo, como si pasaran una especie de posta. ¿Cómo fue el proceso de construcción y qué recuerda especialmente de la singularidad que caracteriza la historia?

Este es un libro aparentemente simple, con pequeñas historias, pero con distintas capas. En primer lugar, empieza con unas fotografías de un vendedor de campas (lápidas) con apellidos judíos. Todos los protagonistas los tienen. Por otro lado, está la cuestión del alfabeto. Los personajes van surgiendo por orden alfabético. Como si el alfabeto tuviese más importancia en la historia que los distintos hechos vinculado a cada persona. Es pensar que podríamos hacer una historia del Perú, de Portugal o del mundo por orden alfabético y no por criterio histórico o temporal. Y aunque la cuestión alfabética parezca un detalle más, en realidad resulta muy importante, porque –por ejemplo– en la tragedia del Holocausto, muchos judíos de los guetos, sin saber para qué (hoy sí lo sabemos) eran llamados por orden alfabético. Entonces, la primera letra del primer apellido muchas veces fue decisiva en su destino. O sea, si tu apellido empezaba por A, probablemente tenías más probabilidades de ir primero hacia la tragedia que alguien cuyo apellido arrancaba con D. Estamos, pues, frente a un libro lúdico, pero también clásico.

Y en esta historia lúdica, hay parroquianos, prostitutas, profesores que dictan clases en salones que se van llenando de bolsas de basura…

Son personajes del mundo, del pueblo, que tienen amores, deseos, manías, etc. Por ejemplo, la persona que lleva una máquina cardiaca mientras visita a una prostituta. Me interesaba mucho la idea visual o cinematográfica del relato. Tener a un personaje cuya vida pueda ser resumida en dos páginas, y que, al unirlo con otro, terminen pareciendo piezas de dominó. Esas piezas terminarán en la letra M de Mateo. Y el hombre que le da título al libro es alguien que lleva cuatro o cinco años de desempleado y de pronto consigue un trabajo: hacer de manos de una mujer que no tiene brazos. Claro, después surge un grado de perversidad que va creciendo. Y después viene una especie de ensayo totalmente libre, algo como si el autor reflexionara sobre su propia narrativa.

Personajes cuyas vidas se pueden resumir en dos páginas creados a su vez por un escritor como usted que tiene en la síntesis tal vez su virtud más llamativa. Desde sus inicios hasta hoy. ¿Por qué esa permanente búsqueda de lo concreto, ese huir de los adjetivos?

Eso ha sido una cosa que surgió naturalmente. Por un lado, no me gustan los sistemas de pensamientos, soy más hacia los fragmentos. Y de alguna manera el fragmento necesita ser sintético. Necesita decir las cosas rápidamente. Eso me parece importante. En ese sentido, naturalmente mi cabeza piensa de una forma rápida y muchas veces de manera contradictoria. Porque en ocasiones un fragmento es contradictorio del otro, pero la contradicción para mí es un método de pensamiento, no algo malo. Me parece algo muy importante el poder pensar de una u otra manera. Luego, no me gustan mucho los detalles lingüísticos. Creo que el lenguaje debe decir lo que quiere decir y después callar.

El escritor portugués Gonçalo M. Tavares.

Algunos minimizan la crisis migratoria diciendo que es algo que simplemente ha ocurrido y ocurrirá siempre. Hoy las pateras de africanos se hunden intentando llegar a Italia o España. Los centroamericanos pierden la vida intentando cruzar a Estados Unidos. Y los venezolanos la pasan mal en Perú, Chile o Colombia. ¿Qué de particular cree que tiene el fenómeno migratorio hoy en comparación con el que hemos vivido décadas o siglos atrás?

En cuanto restar un desequilibrio brutal entre la agenda de distintos países habrá siempre una migración económica. Por otro lado, en cuanto restar la violencia de las guerras, como estamos ahora viendo, tenemos siempre la migración por la seguridad, o sea, huir de la muerte. De alguna manera, los receptores son los países más ricos y en paz. No es nada nuevo, es verdad, pero me parece que es un problema que debe solucionarse. Irse de un país más pobre de América Latina hacia otro menos pobre de la misma zona, o irse a Europa, implica detrás un fenómeno de desterritorialización. Y perder el territorio no es solo perder metros cuadrados, sino también la lengua, la familia, los amigos, los olores, los colores de las cosas, etc. El migrante está siempre perdiendo una serie de cosas, en parte un imaginario. Pero algo mucho más importante aún es el cuerpo: si el cuerpo tiene hambre, si el cuerpo tiene deseo, si el cuerpo quiere lo mejor para sus hijos, siempre habrá migraciones. Y en Europa siempre deben estar las puertas abiertas, pero de forma responsable, para que las personas estén en ese país de una forma digna y no solo por sobrevivencia.

Quisiera combinar los dos temas de esta entrevista: literatura y política. Uno es consciente de que al leer una novela está muchas veces frente a una historia ficticia. En esa línea, ¿puede el autor esperar cambiar el mundo con sus libros? ¿Al menos del último Premio Nobel Juan Fosse puede aspirar a ello? ¿O hay siempre que partir desde la premisa de que aquello es imposible?

Pienso que es difícil. A veces sucede que un gran escritor escribe un artículo en un diario y resulta más potente que sus propios libros. Hay muchas formas de cambiar el mundo y la literatura no es la más evidente. La intervención política es más fuerte. Los libros de Saramago tenían la fuerza para cambiar el mundo, pero sus palabras como autor, sus discursos, tenían todavía mucha más fuerza. De mi lado, intento que la literatura cambie un poquito al lector. Siempre me ha gustado la palabra lucidez. Intento que mi literatura aumente la lucidez del lector. Si una persona que lee un libro de 100 gramos de peso adquiriese 100 gramos de lucidez, entonces luego lee otro, y son 100 gramos más de lucidez, y más, y más, y en algún momento tal vez ese lector tendrá todo su cuerpo, todo su peso en lucidez. Cambiar una persona no lúcida en alguien más lúcida me parece un cambio. Y si tienes dos lectores, tres o más, transmitiremos una revolución de peso en cuanto a la lucidez. Pienso que eso es suficiente y no deberíamos buscar mucho más.

Usted escribió un diario sobre la pandemia y recuerdo que, en algún momento, al ver tantos muertos, algunos especulaban con que al encontrar la vacuna y salir de esto, nuestra sociedad sería mejor. Pero no fue así. ¿Por qué cree que un suceso tan dramático como ese no fue capaz de hacernos al menos un poquito mejor personas?

Porque la sociedad está compuesta por humanos y los humanos tienen un cuerpo, un organismo, que tiene hambre, necesidades económicas, deseo, instinto de violencia, etc. En general, yo creo que las cosas han cambiado para peor. Es como si la pandemia hubiera sido una especie de contención en el mundo que ahora ha explotado. Es curioso, en pandemia era más difícil hacer guerras o invadir países, porque los propios ejércitos tenían miedo al contagio. Y ahora terminada la pandemia los ejércitos parecen furiosos queriendo destruir, dinamitar y bombardearlo todo. Así que de alguna manera estamos ‘necesitando’ de otra pandemia que no mate tantas personas, pero que haga volver a sus casas a los ejércitos.

Finalmente, sé que a ustedes no les gusta mucho compararse, pero es inevitable preguntarle esto: ¿encuentra usted algunas similitudes que lo acerquen a los otros grandes exponentes de la literatura portuguesa? Hablo de Pessoa, Lobo Antunes, Saramago, Lídia Jorge, Luís de Camões y tantos más…

Tal vez, sí. “Viaje a la India” es una historia que sigue la epopeya «Os Lusiadas» de Luís de Camões. Me parece que Pessoa también es muy importante en mi trabajo, además de que es muy sintético. Cada autor es muy distinto, pero te diría que en la literatura actual no hay mucho la idea de ‘grupos’ como cuando existía vertientes como la literatura surrealista o neorrealista en Portugal. Así que yo pienso que vengo haciendo un camino muy individual. Aunque la obra de Saramago es muy importante para mí, yo he seguido un trayecto muy ‘mío’. No recuerdo haber leído otros libros parecidos a “Mateo perdió el empleo”. Entonces, más que sentirme portugués o no, yo trabajo con la lengua portuguesa, entonces, eso resulta determinante. Pero es más importante ser humano que ser portugués. Eso me parece clave. Así que busco un camino literario humano.

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«Mateo perdió el empleo» se presentará el sábado 11 de noviembre a las 6 p.m. en la Biblioteca Regional Mario Vargas Llosa (San Francisco 308, Arequipa). Acompañará al autor Lucho Zúñiga, editor y traductor en Perú de la obra.

Foto principal: Visão

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